Aun en tu libre destierro,
haces que mi cuerpo sea llama tintineante
y ansíe perderme en el finito de sensaciones
que embriagan mi carne de lujuria desmedida
convirtiendo su fondo en cristalina melaza.
Fluctúan mis dedos indecorosos e intencionados
como áspides entre los canales húmedos de mis entrañas
sintiendo los vientos tibios que ensalzan mis gemidos
y arrebolan los pensamientos que me hablan de ti,
engendrando un fuego que fluye tímido.
Las sierpes copulan una nueva en mí.
Danzo la candente algarabía de retorcidas pasiones
y arqueo mi espalda alzándome sobre los talones,
enfundando estas ganas,
estas súplicas que —me— derraban,
sobre la nívea arpa de mi mano,
un manantial dulce y salvaje
en tu boca ausente.