Quod si vivere in delectatione est Peccātum gloria est infernum.

El Tacto del Pecado

He aquí el Pecado, enarbolado en el Ser y en el Sentir, encumbrado en su gloria y en ella, sacralizado.


miércoles, 23 de diciembre de 2020

Gloria in excelsis
para vosotros Pecadores bendecidos,
para vosotras, Sierpes sacras,
que arrancáis hálitos de deseo más allá del símbolo de la carne.

Laeta Christi nativitas, 
quae corda fidelium suavi pace imples, 
ignem fidei accende.

Sea dulce la paz que llene vuestros corazones, 
fieles acólitos, 
y sigan estas datas encendiendo la llama de vuestra fe
para la victoria de este Levítico y Bendito Pecado 
a cuyos pies, nos elevamos en rendición.


miércoles, 25 de noviembre de 2020

Tributo...


Atesoro mi silencio en el acmé de Tus Ojos 
y aprendo que Mi Esencia tiene el brillo perpetuo de una Entrega. 
Desvanezco mi piel en cada surco de Tus Manos, 
en cada Sentido que navega en mi pensamiento 
porque desde Tu Culmen, 
renazco alba desde las entrañas, 
siendo viento en calma al arrullo de Tu Palabra 
y vuelo, sin ser Ícaro, al cielo que se desvela ante mí.

Y rindo así Tributo
al Verbo que me encumbra,
al Sacramento de sentires que me invocan,
al desván pleno de emociones que me circundan
y vibro, Magna, en la Lealtad de Ser (Te).

martes, 17 de noviembre de 2020

Hialina...



Camino hacia Ti,
hialina,
con pétalos reposados en el incensario de mis manos
y siendo mi pecho catafalco vespertino 
con aromas casi cárdenos
de negados eriales.
Y rezuman en cada uno de mis latidos,
exequias entre el vaho de mi aliento
mientras,
grabado en mi silencio,
late el signo de Tu Nombre,
nómada enclavado en mis entrañas, 
al néctar que Te tributa.

Y afloran en mi paso, floreciente y vítreo,
las semillas que me enraízan A Tus Pies
como ópalos de azules clemátides.
Halos tácitos del perpetuo sosiego
que corona mi albur.

martes, 6 de octubre de 2020

Lubricán...


Siento la fuerza de tu embate, hundiéndote entre mis pliegues húmedos y henchidos por el deseo y el placer que brota entre gemidos y jadeos. Tu aliento es el preludio al roce de tu lengua marcando ese camino que me eleva y me retuerce, que me enreda en los pensamientos más oscuros y en los deseos más precisos y perversos, donde la carne se convierte en el lecho sobre el que descargar ese galope de mil espinas, siendo tu hombría atrapada en mí como la penitencia del reo que, sin resistirse, se rebela.

Entrar es igual que salvar una oscuridad a tientas pero con decisión. 
Con la valentía del que nada tiene que perder.
Gimes. 
Aprietas los dientes. 
Sudas...  Sudo. 
Somos dos seres encepados, dos emblemas de una misma moneda, dos letanías pertenecientes al mismo rezo.

Y te agarras a mí, usando tus dedos como arpones que se clavan y retuercen haciendo que me arquee. Clavo mis uñas en tu pecho marcando tu piel como lo haría un arado sobre la tierra, mojada esta vez. Vibrada y enardecida.  Sujeto tus labios con mis dientes, sin fingir, encendiéndolos del rojo intenso que me bebo.
Ruges al afán de mi oído provocando en mí esa reacción que me demencia, que me arrebata el sentido más cuerdo para volverme Astartea, un ángel en medio de tu averno, extorsionando tus demonios y sublevando la calma de tus arcángeles que caen a mis pies tan rendidos como el deseo que nos comulga. 
Afianzas cada uno de tus gestos. Me emerges y desbocas, y te entierras una y otra vez, abriéndome, usurpando mis aguas, expoliando mi norte preñado de maldiciones que se cuelan entre verbos y silencios. Te viertes en mí con la lujuria de un fuego impetuoso e irreverente mientras ahogas mis quejidos con la punta de tus dedos y haces raíz en el doliente y latente resplandor del lubricán que nace y muere al final de mis costillas. 

martes, 29 de septiembre de 2020

Rescoldos...

Mi cuerpo
se hace luz en los dibujos de tus sombras.
Mi mirada, súbita, asciende regia y evoca, 
desde el ósculo que la regenta,
sinfonía viva de dádiva. 

Pulsos e impulsos. 
Azufre en las venas del Demonio que se alimenta de mis perversiones.
Locuaces tentaciones.
Soberbio el destino que arroja mi sonrisa 
cuando, ebria de Sentido, me arrojo al sino de Sus Abismos.

Y entre los rescoldos de las Esencias
suspiran al viento
las letanías de la sangre hervida,
de los deseos entronizados
por las espinas que tatúan la piel
para coronarla de majestuosas escarlatas.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Oblatio...


Mi Señor,
son en Tu Cruz mis velos,
desaojados de hastíos yermos
y de mis manos afloran espliegos trenzados
que aroman Tu verbo.

Crucificadas nuestras carnes
sutil la llama que desangra
este deseo (in)surgente contenido
en ánforas de nácar.
Pasión sacra de vicios insurrectos
que se desgrana
Virgen al tacto
inundando los acerbos de mi piel.
Y el baladre en mis costados
cose los estigmas que me laurean
y me consagran sepultura
para hacerme, de Tu Carne, refugio.

Lasciva la Savia que unge mi relente
cuando, latiente mi espíritu renace por Ella
siendo, yo, en cuerpo, rendición
y en alma, Esencia de Mi Señor.

Albaquía cada una de mis ofrendas
expiadas por la comunión de Tu Sangre
y en los grimorios de mis pliegues
alabado eres, Mi Señor,
Sustento de mi Pecado.

martes, 8 de septiembre de 2020

Elixir...


En Tu silencio…  me invade el susurro punzante de mi deseo. Una insinuación que rasga el arcano latido de mis abismos, miel efímera que bulle al borde de mis comisuras. Una provocación que alimenta la puridad de mi aliento versado en cada pensamiento que, impávido, no reniega del impulso de servir(se).

Hay sedas de aromas estridentes que acogen mi seno en Tus Manos y voltean mis ansias hirientes para ahinojarlas al servicio de Tu Voluntad. Crepito y maldigo. Mis palabras son cuchillas que henden Tus sentidos y celebran con anuencia de Tu impulso hecho néctar en mi néctar. 

Mi cuerpo reacciona y pule el manto de mi piel que se erige como puntas de pino sobre un bosque húmedo y, mis dedos son cinceles que tallan filigranas sobre mis costuras incitando al recorrido de Tu pluma. 
Aedo épico de letras eróticas que mojan y enervan, que sacuden y gimen…, adentrándoTe en mis claroscuros, donde emanan, sin quebrar, los vientos que Te elevan y, al tiempo, inevitablemente, Te hunden siendo yo la tierra hambrienta y sedienta de (Tu) agua, de Tus colores, de Tus pinceladas…, de la erosión de Tus arados en mis campos, abonanzando la ventura de postrera cosecha donde los alientos se postran mientras el deseo se cruza ardiente entre los valles de nuestra carne.


Y nuestros latidos, emergentes como espuma hirviente, se condensan en el halo que nos envuelve. Fulgor de batallas laudatorias donde nos ensalzamos mártires y morimos armígeros. Fluyen, en tregua huidiza, Elixires de Pecado, de Vida suprema que expiran en nuestras bocas y se rinden, clementes, al destino innato de morir.

jueves, 3 de septiembre de 2020

Febriles...

Cada latido de tu mano es un golpe de látigo que me retuerce. Tus embates, la osada voluntad que profana el aguacero de mis entrañas. Sin conocer mesura, dibujas círculos, trazas rectas de entrada y salida y pintas acuarelas con las yemas de los dedos, perfilando con las falanges, espátulas traviesas que bailan al compás de la fricción. Sinfonía sádica de tu carne inyectada en mi, queriendo hacerte saliva entre mis labios: Saliva blanca en agua cristalina. 

Delineas presiones sobre mis montes. Tumultos de latidos erizados que se desollan desde mis poros. Y ses tu brea, relicario que preña gemidos aullantes en mi boca, exhalando veneno que derramo como cura.
Me rizo como serpiente atrapada por la boca, maldiciendo tus silencios y el tañido de tu miembro predicando entre mis pliegues.
Más gimo. Más muerdes.
Más convulsiono. Más te eriges.
La carne, tributo de la carne.
La saliva, esencia que moja la piel y es mistura de exudos acompasados y cerriles en este canto de rugidos y quejidos agrestes que se hacen milagro en un vuelo de simientes.


Locos, ebrios, soberbios y tiranos... Nos quebramos el alma, nos arrancamos la piel a tiras y nos confabulamos en una lid febril.  Nos enzarzamos como hienas hambrientas que devoran sin cordura,  por instinto avaricioso, movidos solo por el ebúrneo deseo de llenarnos, de descarnarnos como dos infieles sacrificados.

Nos movemos poseídos en los acordes de una danza excelsa desde el agarre de tus manos sobre mis caderas, como quilla en mar bravío aproándome hacia ti, hasta el verbo callado de mi aliento sobre la testuz arrugada de la sábana, clavándote con la impronta de servirte de la altamar que se desangra entre mis piernas.

miércoles, 26 de agosto de 2020

El último sorbo...


... Y el fuego me prendió la piel. Sentí las llamas entre los cruces de mis piernas, bombardeando mis entrañas de forma punzante, subiendo esa sensación doliente y de hormigueo hasta las sienes. En el pecho brotaron chispas que irremediablemente me encendían de Ti. Mis pezones eran esquirlas de placer, tentación para mis dedos que, como pinzas, los laceraban y enervaban entre los gritos de mi piel.

Mi boca era un manantial de sutiles gemidos que se resbalaban entre mis labios —húmedos, secos— pendientes de la saliva que florecía en un juego la inminente sumersión. Cerré los ojos, ajena a Tu presencia al otro lado de la puerta, y me envolví en ese infinito de percepciones dejando que mis propios embates fluctuarán entre los pliegues de mi carne, deseando, hurgando, profanando... su silencio oblicuo. 

Me sobresalté al sentir Tu Mano sobre la mía, haciéndola a un lado y abiréndome Tú en cada vaivén, en esa danza de piel y jugo, apurando el fondo mientras Tu Sexo lubricaba la pasión, tan cerca de mis labios que la tentación de probarTe emergía poseyéndome.

No era fácil evadirse de ella, respirarTe en el hondo del sabor, paladearTe con la holgura desatada de mi boca. Caer era imprescindible y sentirTe dentro de ella, hollándola con firmeza, fue la comunión perfecta para el ritmo trepidante de Tus Dedos ungiendo mis centros, haciendo fuego de la sepultura, llama líquida que aviva y bendición del cuerpo sacro germinado de deseo y capricho, culminado de lujuria... Ahí, en el último sorbo donde todos los placeres se hacen reliquia.

martes, 18 de agosto de 2020

Arriscados...

Entras profundamente en mí, sin contemplaciones, dueño y seguro…
Mi carne es Tu Carne. 

Tenso mis entrañas y estrecho el paso de Tu Hombría erguida. Quieres que La sienta… y así es, partiéndome con rabia… mas Tuya soy, presa de Tu Peso, exiliada de mí misma; revivida y reinventada en la fuerza de Tus Brazos, en el clamor de Tu Boca que pronuncia lo que soy: Señora siempre. 

Te siento, mientras mis manos persisten inquietas detrás de mi cintura. Mi cara ahogada contra las sábanas; mis dientes, arpías reincidentes. Tú. Tú entero, barrenándome sin piedad alguna, con el deseo insolentado que mi piel escoge. Y después, bañado de mí, satisfechos Tu Orgullo y Tu Pasión…, perdonadas mis blasfemias y consagradas mis anatemas…, es de Tus labios, calmados y sosegados, y de Tu lengua, clamante, llena de terneza y consuelo, la alevosía de besar mis labios con dos pequeñas palabras que proclaman quién soy y quién eres.


Me excarcelas de mis premuras, y me pides, sin por favores, con caladura, que pierda mis manos en el centro de mi universo, el torturado y enervado entre el ultraje de Tu Mano y Tu fusta hecha carne; entre la lisonjera caricia de Tus Dedos, maestros en el arte de profranar, y el imperio de Tu Palabra, aya de mi rectitud y prestancia. Mi cosmos, breado por Tus embates previos, respira inquieto, alentado por la incalma de mi propia impaciencia. Y son ahora, mis nalgas, abiertas y palmeadas, mapamundi del vértigo más oscuro, las que sucumben a Tu nervio.


Me desbordas como nunca, mojándome, perfumando mis esencias, vislumbrando mis lágrimas de placer en cada una de Tus acometidas, libándolas como el néctar más precioso del gozo más consentido, de la luz que nace de entre las sombras cuando la piel palpita y el alma se enarbola. 
Y es que así, plena en la cúspide, humilde en el requiebro, soy flor que se abre a Ti, siendo Tuyo el Orgullo de sentirme, Honra la mía de percibirte Único. Nuestra, la perfección de Ser.

martes, 11 de agosto de 2020

Ávidos...

Revolvimos la cama y nos deshicimos entre las sábanas, enredándonos en mil caricias que nos hicieron gemir y jadear desde los verbos castos a las palabras grotescas que nos encienden la mente. Nos convertimos en dos desconocidos ávidos de la piel del otro, de descubrir en el cuerpo opuesto la razón de tanto hambre, de por qué el dolor de la boca era un bálsamo etéreo conjugado con la saliva...y, aun así, la boca se nos secaba y los jadeos iban rompiendo la carne. 

Me atravesabas henchido. Robabas mis fuerzas. Te emborrachabas de mí. Me hacías maldecir el momento eterno no de poder tenerte más. Te rompía las cruces de tus brazos en cada abrazo. Mis uñas eran el arado que te levantaba la piel... y los quejidos... y te daba en cada latigazo, en cada impulso, la fuerza y motivación necesarias para hincarte en mí, para hacerme la presa de tus deseos. 

Me elevabas y fui rea entre tu cuerpo y el suelo. Alfombra de piel para el manto de tus deseos, para la invasión que hacía senda en los pliegues de mi carne... Y te hiciste espada de cristal blanco, de alga marina... y pasión consumada. Me atrapaste entre tus brazos, bebiste mis latidos. Perdí la razón envuelta en una emoción desmedida, lubricada en jugos que te embalsamaron hasta la raíz de tus entrañas hendidas en las mías.

martes, 4 de agosto de 2020

Efecto Placebo...

Aupada en tus brazos, mantenida en el aire. Desnudo mi cuerpo. Vestido el tuyo.
Un beso intenso. Uno de esos que te recorren por fuera pero te estremecen por dentro. Y, al final, mientras salías, mi mano se estrelló contra Tu Trasero. Me gustó ver Tu reacción y esa mirada profunda, que sí, que a veces, acojona pero es tan intensa que no me canso de observarla… y de sentirla.
Y ese gesto tuyo, mostrándome el dedo índice, como advirtiéndome.. de qué… Sonreí y Te mandé un beso desde mis labios mientras Te guiñaba un ojo. Y sabes que no es rebeldía sino parte de mi sentido indómito, de mi espontaneidad. 


Cierro la puerta tras de Ti. Si no me falla la información, y mucho menos la intuición, dispongo de dos precisas y preciosas horas, tal vez un poco más, para disponerlo todo para Tu regreso.

Lo primero, poner la botella de vino en el frigorífico. Fresco, no frío. Lo segundo, ir en busca de aquellos aperitivos japoneses que tanto Te gustan y que a mí tanto me cuesta tragar.
Tengo que tenerlo todo dispuesto para luego dedicarme a mí.

En el baño de nuestra habitación, frente al gran espejo que cubría la pared de extremo a extremo, empecé a darme juego, a pulir mi piel, a acicalarme… Recoger un poco la melena hacia atrás, apartándola de la cara y dejándola caer sobre la espalda; un poco de maquillaje, una línea negra definiendo la curva de los ojos y un tono suave para la de la boca.



Mi cuerpo desnudo reflejado en él. ¡Cuántas veces has interrumpido mi rato de pintura tonteando! Pero sí, sabes que me gusta que lo hagas: Tus manos en mi cintura, cruzando los brazos por delante, sentir el aliento de Tu Boca quemándome el cuello… Esos besos cortos, calmados, mordiendo con los labios… Esos susurros a mi oído, diciéndome cualquier cosa que parece mucho más grande y profunda al oírla de Tu Voz. Y no son solo esas las que erizan mi piel sino esas otras, soeces y burdas, que a cualquier otra y en otro momento, disgustarían pero a mí... me ponen.

Mis pezones rectos, tropezando con la tela del sujetador y la humedad de mi sexo asomando entre las costuras. Ajusto mi braguita y me doy la vuelta. Me miro el trasero. Cuando me ponga los tacones esto se elevará. Una palmada sonora. ¡Dios! Me vienes a la mente y me sube la temperatura.
Anoche me follaste. Esta mañana no hubo tregua. Y en un rato, en apenas cruces la puerta, estoy dispuesta a no darte rendición. Solo de pensarlo, de saber de la existencia de Tu Cuerpo, del tacto de Tus Manos, del latigazo de Tu Lengua o del sabor de Tu Boca, mi sexo se enciende y mi pensamiento se vuelve perverso.
Ahí en el cajón, donde Tú ya sabes, tengo a “nuestro amigo” de mil juegos. Miro la hora. Sí, me da tiempo. No solo la boca se me hace agua. Lo tomo en mis manos… Y las pilas funcionan. Perfecto. No puedo renegar de él en este momento. Me gusta darme amor. Mis manos pueden servir pero quiero un ritmo más rápido, llegar cuanto antes…  Nombrarte en una simulada profranación. Regodearme y relajar esta excitación que me consume por dentro.



Me tumbo sobre nuestra cama. Aún está el olor de tu perfume en la habitación. Me quedo medio desnuda, con las medias puestas. Abro mis piernas. Te pienso. Te nombro y Te dedico algún adjetivo. Enciendo el chisme. El sonido me acelera. Mis manos primero, atemperando el espacio, imaginando que son las Tuyas. Cierro los ojos y Te percibo. Escucho Tu Voz, el susurro de Tu Aliento, la presión de Tu Mano en mi sexo húmedo…
Y el "amigo”, el que usurpa el espacio cuando no estás, se introduce en mí. Y es Tu Verga la que me penetra, la que me abre, la que me hace gemir. Incluso siento el entumecimiento en los brazos como cuando Te balanceas sobre mí y Te apoyas en ellos, inmovilizándome. La sensibilidad y las ganas de Ti son tan grandes que me vengo enseguida. Esta última caricia ha sido mortal. Creo que hasta el juguetito se ha sorprendido.
Reposo. Respiro hondo y me apremia el tiempo mientras la mancha en la sábana me delata. Me sonrío. No la cambio, que quede constancia para quien corresponda.


Lencería negra, porque negro es Tu color y más para estas ocasiones. Por encima, ese vestido camisón: Seda y encaje. Negro, también…, como la profundidad de tu mirada. Me alzo en mis taconazos. Me vuelvo a mirar en el espejo.  Sé que Te va a encantar mis braguitas. También verme quitándomelas.




Y mi perfume. Ese que dices que percibes todo el día, que no puedes quitarTe la sensación de sentirme cerca. Sí, no voy a ser como Marilyn Monroe con su Chanel Nº 5. Yo para dormir solo te necesito a ti. Y para dejar de dormir, casi.

Voy a terminar de preparar la mesa: El hielo en la cubitera, las cerillas largas de madera al lado de las velas, la música adecuada en el equipo… Y ese detalle: ¡Una locura por mi parte!, al lado de tu plato. Ahora ya solo me queda esperar a que llegues. No tardes, porque Te esperamos... mis ganas. mi hambre, mis ansias... y yo.

martes, 28 de julio de 2020

Zalema...


Se (des)prenden los silencios como brotes de espuma al aliento quedo de una tibia caricia.
Los testamentos, oscuros e infinitos, desvelan los misterios de la piel y mis pasos,
introvertidos sobre la tarima de mi deseo,
vuelan fugaces sobre Mi Instinto
y sobre el plácido desierto de esta mi alma
que, serena, percibe Su Entrega entre las mariposas que me elevan.

Mis manos se tienden al Olimpo anhelado,
a la pausa cometida,
al infierno devorado de mil besos escaldados.
Indómita Mi Esencia,
perenne.
Mi mirada, acuosa al placer, destella el coraje de Sentir
y el orgullo de Servir.


Desciendo, solemne y vertical,
sobre el pliegue de mis rodillas
y dedico oratoria mientras mis ojos se embelesan en el velo que me arropa.

Es mi zalema orgullo de Tu Orgullo
e izo mi pensamiento como relicario de pecados comulgados
al delirio de Tu mano reposada sobre ellos.
La caricia se entorna calma
y el cuerpo se hace rosa.

martes, 21 de julio de 2020

Benedicĭte...


Escucho Tu silencio a mi espalda. Bajo la mirada. Respiro hondo. Cierro los ojos y presiono ligeramente los labios mientras mi quietud se insinúa rebelde en Tus Pensamientos. Una oración que colma los deseos de esta mi carne pendiente para Ti. 
Y Te reto.
Mis manos empiezan a ser un tímido abanico que se abre a Tu antojo, callado de momento, sabiéndome vulnerable y que, como hoja mecida al viento, soy capricho de Tus intenciones. 

Mi cuerpo es presa de Tus Ojos y Te enorgullece la piel que se muestra ante Ti, mas Te halaga el saber que soy dueña de Tu Instinto aun siendo mi ser de Tu Voluntad... Como me enseñasTe, con la licencia que me permite seguir siendo.
Disfrutar de mí, para Ti y para mí; a jugar en las lindes del deseo, a zafarme de los miedos y las vergüenzas, a serme bajo esta corteza tibia, a invadir los espacios de Tu Nombre, a devorar los alientos de mi boca, a gemir mientras me hago arco de cuerpo entero, venido a mis impulsos que, impíos, me derrumban desde el mitrado de mis piernas.  Benedicĭte para el culmen de Tu Boca y mi alma, encomendada, se abre para recibirTe.




miércoles, 15 de julio de 2020

Ceremonial...

Aguardé en silencio. Ofrecida. Te miré con calma aunque la excitación ha dejado marcas en mí. Requiebra todavía mi piel, mi carne. Las entrañas intentaban respirar. Aún sentía el fuego de Tu Verga reventándome. Me quedaba el resto de la profanación, el sentimiento de uso, la satisfacción del trabajo hecho, de la Entrega consentida. Venerada también.


Tu Sexo palpitaba ante mi mirada. Mis manos, nido que Lo acogieron y acunaron. Mi boca exudó un suspiro que erizó Tu Piel. Preludio de la delicadeza y dedicación de mis gestos. Ahogaste el aire justo después de concederme el permiso solicitado: Pido permiso, Mon Monsieur, para asear Tu Verga”. Desde un principio hasta un sin final.
Ecos de deseo retumbando en mi mente y en mi cuerpo.

Me observabas con atención. Complacido, percibiendo la humedad de mis caricias y la satisfacción de verme a Tus Pies, entregada con humildad y respeto, obrando mi tarea debida. Mi sabor mezclado con el Tuyo, dos esencias conjugadas en perfecta exaltación, subyugado con mi saliva sin demora. Me apliqué al gozo de mi obra para resurrección de mis actos.  Y Tú, solemne y ceremonial de mí, de la Hembra que cede a Tu Doma, a Tus Dominios, a Tu quehacer…, a la Mujer que se siente Tu Ramera, Tu Puta, única y consciente, consecuente de lo que entrega y por qué lo hace… Tu Mujer.

Y luego, la espera. El renacer. La vuelta.
Sabes que he esperado pacientemente Tu llegada enmarcada en el rito que nos une: De pie, con mis manos a la espalda y la cabeza con la mirada baja, en espera y en silencio, desnuda de carne y alma, abierta de mente… Solo vestida por la altura de unos tacones y la transparencia de unas medias que se ajustaban a mis muslos sin la premura de un cilicio.

Respiré Tu Presencia al otro lado de la puerta y Tus Pasos, acercándoTe, Te delataron.  Ni un paso de más. Tú ante ante mí. Un sencillo gesto y las miradas se encontraron. Mi piel se encendió por cada uno de sus poros. Cada uno de ellos tembló con el roce de Tu aliento en la curva de mi boca. Un beso denso, profundo, en el que Tu Lengua usurpó por completo mi oquedad, y permanecí inmóvil mientras todo mi ser era un hervidero de deseo que me puso en carne viva cuando Te separasTe, dejándome con ganas de más, las mismas que habías ido alimentado desde el último final.

Me mirasTe de arriba abajo como si fuera una presa a la que ibas a devorar, tanteando la fuerza que me contenía.
El reverso de Tu Mano dibujando mi perfil, dejando que oliera sin apenas poder respirar.

—Mírame.


Tu Mano en mi cuello, mi escote, uno de mis pechos…, descendiendo por el vientre hasta situarla entre mis piernas que se abrieron como abanico. Una presión ligera y respingué. Gemí, tragándome el sonido cuando Tu pie las separó todavía más.

–Buena chica –Abrías mis labios y notabas la humedad de mi sexo–. Mi Ramera –susurrasTe, hundiendo un dedo, apurando hasta el fondo y no dudando en pasar otro…y otro. Tres dedos empezaron a friccionar, a moverse en mi interior… llevándome hasta ese límite donde mi cuerpo se vence entero pero... Te detuviste. Una mirada y un gesto. Me postré a Tus Pies y, en oración, con humildad y respeto, besé Tu Mano: Mi Señor, pronuncié. –Sigue, Mi Ramera. 

Abrí tu pantalón sin dejar de mirarTe. Tu Verga abultaba por debajo de la tela. Bajé la cremallera y Tu Balano asomó. Mi boca sintió su llamada y me apliqué, despacio, despertando más Tu deseo. Primero fue un beso sobre el glande. Respiré hondo y pronuncié: Mi Demonio. Una carrera de pequeños besos me hizo llegar hasta Tu Pubis. Una nueva mirada. Seguramente la misma porque no había apartado mis ojos de Ti.
Recorrí el sendero de mi saliva para volver a empezar.
Por abajo. Por arriba.
Una ceremonia. Mon Monsieur, deseo complacerTe, pronuncié. 

–Tienes mi permiso, Mi Geisha. Compláceme cómo sabes.

Empecé a saborearTe, a introducir Tu Carne entre mis labios, ejerciendo una ligera presión ahí, acariciando con la lengua. Seguí… Cada vez avanzaba un poquito más… y volvía a retroceder con la misma presión, con mis manos sobre Tus Caderas, acariciando en arco… hasta que Tu Príapo quedó oculto dentro de mi boca, engullido y erecto. Palpitante. Aguanté a pesar de la arcada que me acechaba. Salivé tanto que brotaron algunas lágrimas fruto de todo, del deseo, de la acometida de nausea. TomasTe mi pelo, hundiendo Tus Dedos entre mis cabellos, impidiendo que me apartara, incluso me aferraste más. Pensé que no aguantaría pero aflojasTe y mi boca sirvió de vaina. Tus movimientos se condensaban en una única intención. Y yo me agarraba a Tus Piernas buscando un pilar en el que sostenerme.
Y de pronto, parasTe. Mi rostro se elevó. Esa sensación de que todo empieza y, al tiempo, acaba, de que es una continuación,  me tenía embriagada, borracha. Apenas pude percibirte entre la vidriosidad de mi mirada, entre el sobrealiento y la necesidad de querer más.

Me besasTe con pasión, casi mordiéndome. Un solo movimiento y me sentí contra la mesa. Mis pechos sobre ella. Mis caderas en jarras. Dos nalgadas retumbaron en mi trasero. GobernasTe desde mi pelo susurrándome algo al oído. Algo que me ardió por dentro. Tenías hambre de hembra, hambre de mí.


Conté cada una de las embestidas y cada una de las palmadas que retumbaban en mi carne, en mis entrañas. Con cada respiración, con cada uno de esos embates que me atravesaban me sentía más entregada, más emputecida. Te maldecía y cada una de mis maldiciones encendía a cada uno de tus demonios enardecidos en Tu Falo, abriéndome en canal, siendo follada, usada, profanada... en la más gruesa de las lujurias. Mis pliegues, prietos, vírgenes en instante, sintieron Tu caricia travesera. Escupiste. Forzaste con el pulgar e hiciste sitio hasta que sentí Tu Mástil erecto entrando en mi oscuridad. Grité. Maldije de nuevo como si eso me sirviera para sentir menos dolor, para que Te compadecieras de mí. No estabas dispuesto a ello. Querías usarme y que yo me sintiera así. Empezaste a empalarme, una y otra vez, hendiendo mi carne, quemándola con cada movimiento, sujetando mis caderas, sobándolas, calentándolas con la palma de la mano, sabiendo que mi piel se arrebolaría.
Nos gusta. Lo disfrutas.

En un momento dado, me giraste y me senté en la mesa. Mis piernas bien abiertas. Expuesta. Cogiste mi sexo con la mano, estrujándolo, tirando de él, asegurándote de que lo sentía. Pellizcaste mi clítoris. Me mordí los labios y no dejaba de mirarTe. Tu Rostro se contraía. Apretabas también los dientes, hacías fuerza. Me pediste que me tocara, que me masturbara para Ti mientras me follabas abriendo mis espirales, la entrada oscura a la perversión… Lo hice. Me separé los labios y Te mostré mi perla enrojecida... Mis dedos sobre ella.


Mis piernas temblaban sobre Tus Hombros, mis caderas danzaban por Tus asaltos, mis dedos circulaban sobre mi clítoris… sintiendo esas acometidas de placer que prologan el orgasmo, un orgasmo para el que debía pedirte permiso. Así lo hice: Mon Monsieur, permiso para correrme. Me lo negaste. Tampoco me dejaste parar. Apretaba mi culo, apretaba mi vagina… en agónico deseo… y solo oía “Aún no, Perra, aún no”. Pero yo también notaba Tu necesidad, Tus convulsiones y la inminente llegada de Tu Orgasmo… 

–Ahora –me dijiste apurando el último ataque. Mi corrida fue salvaje. Un chorro caliente, lúcido, fuerte Te empapó entero. Aún no había terminado que sacaste Tu Polla de mí y la pusiste sobre mi chorro. Llegó Tu Corrida y se mezcló Tu Leche con mis jugos, en un orgasmo intenso, compartido… mientras mis tetas estaban en Tus Manos, estrujadas y me alimentabas la piel de Ti…
Bendecidos con la Esencia del otro, con la entrega lenta pero inmediata.

Mi cuerpo se venció. El Tuyo sobre el mío…, ahogados en esa pasión que nos había hecho encabritar la piel, alterar la conciencia en una pléyade de sacudidas donde Tú me subyugabas, donde me llevabas a ese infinito de brasas donde emerger como llama… Ahí, vencida en mi placer, siendo Tuya, Te enervaste e hiciste en mí… porque estoy hecha para el Placer de Tus Pecados y la Resurrección de Tu Carne. Porque soy de Ti el deseo que Te colma, la raíz de Tu Orgullo.

martes, 7 de julio de 2020

Sánscrito...


Tus besos, palabras en mi cuerpo, 
tatuados hasta la umbra de mi esencia. 
La historia más preciada entre las curvas de mis bocas, 
aprehendidas al deseo, 
mientras rubricas en blanco el final de tu anverso.

Magia vítrea cada uno de tus grafemas,
caricias húmedas de tu lengua en los renglones
que hilvanas con cuerdas de seda sacra
y amarras táctil al sufragio de mi aliento.

Un solo sonido
palpita como puntos suspensivos.
cardinales marcando el ritmo de este recital
de piel de piel.
Y entre dos,
los arabescos que nos sortilegan
que nos cosen la carne
cual trepadora errante que nos enreda
y se hace autarquía
en la Palabra, el Sentido y el Silencio
para perderme en el sánscrito verso que evoca tu boca
y, así, de tu gloria, renacer lienzo.



miércoles, 1 de julio de 2020

ImPulso...



Mía, me dice mientras me corta el aliento en el callado de su mano, bajo la que vibra mi pulso y no le tiembla a él cuando de hacer se trata. Siento sus latidos en mi nuca y la presión en los míos. Las entrañas se condensan en ese impulso que las henchía como sismos a punto de quebrar la tierra y elevar las aguas hasta cubrirla. 
Se erecta la piel y se descubre a la irreductible pasión por la que su fuerza me mantiene en el aire, en vilo, subyugado mi deseo al momento en que él lo decida. Y yo, arrebolada en un enjambre infinito de placer, suplique.

Trepa sobre mis costados. Rompe la tela y la cordura se vuelve locura al son de una boca perdida en el tormento de la otra, sin remordimiento y con hambre. De la comunión de salivas y  la conjunción de los alientos nace la esencia que vibra, que ensalza la piel que tiembla sin resquebrajarse  hasta que su forma se adapta a la mía, su carne abre la mía.

Sus clavadas parecen reventarme por dentro sin concesión alguna, abalanzándose sobre mi pecho, lamiéndolo, hincando sus dientes con mesura precavida sobre el vértice sonrosado… Siento que vuelo en ese gemido, contorsionándome como alma poseída mientras sus dedos son ganzúas en mi boca, arracándome quejidos que inundan sus ganas y atraviesan las mías en ese último sentido vestal, cuando el orgasmo sobreviene sin que él deje de balancearse, de embestirme como quien pone bandera y se convierte en la bestia que expira guturalmente el pecado que la consume... o la bendice.


Y reina la paz que con orgullo se cuida y se deleita. 
Entre su boca y la mía. 
Renace el suspiro clamando el último gemido que germina. 
Entre su piel y la mía. 
Y la carne se vuelve mansa y se enreda en el círculo sagrado que loó el Pecado.


martes, 23 de junio de 2020

Llamas en la Boca....


Tus manos, garfios que se enredan en las olas de mi pelo.
Mi boca, silencio armado a las juntas de tu carne.
Vibro
en un alarido que congoja la quietud
y rugen, desde tus abismos,
los demonios que adoro.

Delirio.

Gimes
en un estallido que se hace volcán
en los angostos que nacen bajo mis uñas
y tarascas
el aire que se escapa
mientras exabruptas verbos que conjugo
con oficio de pecado capital:
Gula en la destreza de mi lengua
y lujuria en los hálitos perversos
que visten mis intenciones y hechuras.

Destilo con mi saliva rocíos de gozo que tu boca susurra,
y medro con mi aliento estigmas blancos. 
Pájaros errantes de flama viva
que arden raíces y son rimeros de hambre.

Y yaciente pira de exudos y crisoles,
los cuerpos que se azogan y trepitan
probos de placeres y honras.



martes, 16 de junio de 2020


Sentí su cuerpo pegado al mío, irrefrenable. Tibia su piel al roce de la mía. Temblorosa su boca al contacto de mi aliento. Podía percibirla temblar, extenderse y arquearse como una ola que viene brava y yace sobre la arena. Su nombre remembraba en la agitación de mi respiración. 

Pasó su mano por mi pelo, sujetándome y supe en ese preciso instante que me comería la boca. Su lengua jugueteaba con la mía, mientras mis dedos exploraban la humedad de sus labios. Hambre. Ella había dado otro significado a esta palabra. Y supe que nunca había deseado tanto a alguien como hasta ahora. 


Descubrir lo que me provocaba, no solo erizaba mi piel, sino que corrompía mi alma en un auténtico demonio que me avocaba a entregarme a ella sin pensar en nada más. Era puro deseo lo que sentía por ella. Una necesidad que se colmaba cuando nos enredábamos en aquellos abrazos, cuando nos devorábamos la boca hasta dolernos, cuando el fuego de nuestras miradas acallaba todo lo demás... 

Me tomaba. Lo hacía con cada centímetro de mi cuerpo, porque ella había alcanzado a tocar rincones que no sabía siquiera de poseer. Abrí mis piernas y mi ser entero. Temblaba. Estaba siendo presa de la fiebre que me provocaban sus caderas y deseaba liberarme. Quería sucumbir ante ella; la abolición total de todos mis límites bajo el influjo de su tacto; que claudicara hasta el último de mis tabúes cuando su voz pronunciaba mi nombre. 

Percibí su calor en la comisura de mis labios. Sus piernas eran el postigo al infierno, un infierno en el que no dudaba en arder, en el que me bebía sus demonios uno a uno, los martirizaba y golpeaba con mi lengua, apoderándome de sus almas. Me aferraba a ella. O ella se vencía sobre mí. Me hundía en sus pliegues y se entregaba al caudal que me enloquecía. gemía y maldecía. Se retorcía mientras mis dedos profanaban y arremetían contra ella, se expandían en su interior... La miraba desde el arco de sus piernas. Sus pechos, erguidos; sus vórtices, erectos... 


Maldije en todos los idiomas que conocía. No daba crédito a lo que salía de esos labios; lo que su lengua me estaba provocando. Mis manos se enredaron en su cabellera, haciendo que su boca comulgase con la mía. La mezcla de perfumes, de sudor y de sexo era el más potente afrodisíaco. Me fue natural querer lamer su seno, hundir mi rostro entre ellos y morder sus pezones. Ese aroma que desprendía su piel; la suavidad de sus manos sobre mi cuerpo; el sabor de sus pechos; el ritmo alocado de su corazón; la luz que desprendían sus ojos... Me dejé ir y ella se venía conmigo; una y otra vez. Ella había liberado un demonio y ahora debería domarlo o quemarse en su fuego. 

Se arqueaba y exudaba como si estuviera sometida a posesión. Clavaba los talones en el colchón, me presionaba hacia ella. Se elevaba exultante, totalmente entregada mientras sus dientes provocaban en mí esa necesidad de venganza. Dominar o ser dominada. Alzarse o sucumbir. Mis demonios y los suyos cabalgando en la misma consumación. Nuestras piernas abrazando al otro cuerpo. Nuestras bocas embebiéndose del sabor de la otra, las lenguas usurpándose el propio espacio... Las pieles ardiendo, las entrañas rezumando pálpitos húmedos, viscosos, dulces... Un solo giro y cayó bajo las fauces de mi fiera. Ella, conmigo a su alcance. Matemática perfecta. Sus sexo a la altura de mi boca. El mío calado por su aliento. Sus manos abriéndome. Las mías, clavándose... ofrecidas y ofrenciéndose al placer de sabernos nuestras, de disfrutar de nuestros cuerpos. Gozar de la carne de hembra, del sabor a mujer... Empapándonos sin nombrarnos, gimiendo y maldiciendo mientras nos impregnábamos de la otra camino de ese clímax que nos llevara al más profundo de los abismos y elevarnos sobre él para entregar a la otra el fruto logrado: El éxtasis, y nos quedamos juntas, gozando de la serenidad, luego de ese huracán que había arrasado con nosotras y con nuestro lecho.


Tengo el enorme honor de poder compartir la creación de estas letras con mi queridísima Alma, una amiga con la que compartimos muchas cosas desde hace mucho tiempo. Hemos creado juntas un bonito mundo de amistad y grandes sentimientos que han aguantado frente a todas las tempestades del mundo. Algo que no es sencillo pero, juntas y fuertes, aquí seguimos. Juncos a merced del viento pero que no se rompen. Así son los pilares que sostienes esta bella amistad.
Y me es tremendamente grato, que nuestras letras de presentación hayan  coincido.
Alma, millones de gracias por tanto, por todo y por más.

Dos estilos diferentes, dos formas distintas de expresarnos pero un sentimiento común que hemos aunado con todo nuestro cariño y entusiasmo en este texto que espero, esperamos, disfrutéis tanto como nosotras a la hora de escribirlo.
Os invito a visitar su blog:
 donde podréis deleitaros con esta entrada, a su manera, y con todas aquellas otras que le salen desde el alma.

martes, 9 de junio de 2020

Transverberatĭo...


Y en el día del Señor...
a Sus Pies me embebo de mi propio deseo,
comulgando del Suyo
mientras mi voluntad se abre en palpito
y exudan mis entrañas.

Aletea mi aliento al juego de mi lengua.
Se enervan los sentidos al aroma de la victoria.
Sea Entrega y sea Voto.
Sea plegaria y sea batalla.

Nuestra Carne implora 
y el Verbo de Mi Señor me honra.
Es mi pecho, pulso
y gemido bravo el de mis labios henchidos.

Mis manos se hacen rezo
en la Sagita que late ebria.
Mi boca se hace salmo...
y cáliz. 
Mis ojos, 
colmados de la sal que bendice,
impretan el Xilema de Sus raíces
en el culmen que me haga Grial.

Y ya, exorcizada en la profanación,
enardecida en todos los Pecados,
ahinojada a Su Luz,
con Adoración y Humildad,
en este Éxtasis que me ilumina,
—flecha ígnea, señal magna, 
que atraviesa mi alma
y placer inefable de Mi Señor—,
elevo mi mirada al Orto
que es Él ante mí.
Yo, Su Coima,
Su Hetaria.
Su María Magdalena.
Él, Mi Todo.

Fotografía de Llilliam Liu 

martes, 2 de junio de 2020

Vuelo...

Quietud...
Y el silencio bramando en el horizonte de mi pecho. Abiertos en canal cada uno de los hálitos de mi espera mientras mis manos se entrelazan sobre la cruceta de mis deseos, ahí, donde los pulsos aletean como hojas tremulantes de placer, sedientos de Tu Amparo. 

Mis rodillas son clavos romos que atestiguan el secreto de esta Entrega, el musitado devenir de los pensamientos que, en gozo, vibran, correr, trepitan... acuosos entre los varados de mis piernas. 

Mi impulso es el respirar atemperado de Tu Presencia ante el eminente ósculo que siembre en mí Tu Voluntad y que, destino de mi piel, bálsamo de mi carne, estímulo de mi mente, arrebol de mi alma... engendra mi vuelo del pendiente de Tu Hacer.


martes, 26 de mayo de 2020

Amazona...


Cabalgo sobre tus caderas, 
y mi melena es una cortina que cubre nuestros rostros 
o, tal vez, ese oscuro beso 
donde nuestras lenguas se enredan ávidas en alientos de saliva. 

Mi cuerpo, abierto en aspa, danza en un vaivén de entrada y salida,
en un oráculo circular en el que te hundes erguido y crecido... 
 guiado por mi mano y excitado por el río de lava cristalina
que nace en el fondo de mi horizonte.
Tú, clavado bajo mi cruz, 
—Alfa y Omega— 
pareces ser la espera
—del dámelo todo que todo lo quiero— .
Me respiras con carpanta de mi aliento y de mi carne, 
con la codicia de mi boca en la tuya, 
con la falta de quien lo tiene todo y anhela más,
de quien siente la entrega y la pasión 
rezumada en la calma contenida 
—como si fuera posible—
en alongar el trance en un infinito. 

Y ese infinito se condensa entre tu pelvis y la mía, 
entre los cauces de mis canales más sombríos y tu anverso, 
entre ese gemido que embebes entre los labios, 
entre el mordisco de mi piel en oración sobre la tuya, 
exprimiéndola, degustándola,
prensándola en mi lobreguez ,
como quien atrapa mariposas sin red.

Me vuelvo trapecista sobre tu boca. 
Amazona consumada, marcial descarada
y hembra latente sobre cada poro de tu piel...
 Y tú... te vuelves convulsión súbita. 
Tus manos son garras que atrapan el viento.
Tu boca, un volcán de espuma y carne que me somete el alma 
hasta el final de la garganta donde —me— ruges, 
hasta el final de mi instinto...
donde anidas.



martes, 19 de mayo de 2020

Humedal...


Hubo un momento en el que tuve una extraña sensación de perturbación. Me envolvió entera, por completo. Pensé que tanta seguridad en ti mismo se debía también a un deseo subconsciente de ser poseído. Sí, definitivamente, cumplir tus deseos era una forma de satisfacer los míos. Solo debía saber jugar mis cartas y, aun siendo de tu propiedad, barajarlas a mi perverso antojo. 
Mientras me observabas, mis dedos jugaban y se zambullían en la humedad que brillaba en la verticalidad de mis labios y se prendían del orgullo de mis pechos, fustigados en su vértice. Podía percibir la intensidad de su dulce perfume acariciando mis sentidos, clavándose en mi mente, susurrándome todas las intenciones que debían tatuar en hechos mi carne. Antes de vencerme sobre mi propio placer, de dedicarme a jugar conmigo misma sabiendo que no perderías detalle, que tus manos eran el castigo que habías elegido en aquel trance, maldije tu nombre y tu esencia. Execré mil demonios colmados en mis ansias.

No hay truco ni trampa cuando el deseo rezuma entre la piel, se despliega como la de las serpientes, reptando. Tu desnudez me incitó y el relente entre mis piernas fue danza perversa que se cruzó en tu mente. Mi fiera se sublevaba y se prendió de mis manos, alardeando de su fuerza entre mis pilares y desentendiéndose entre mis pensamientos, provocando la instantánea que cruzó la habitación y te empotró contra la pared.

Imagen "robada" a Qarpatian. Gracias.

Salvaje, como el más primitivo de los instintos, gemí indómita. Y tu aliento, preñado de saliva y fuego, se rindió entre la henchidura de mis labios, presos en su propia libertad. Me arqueé sobre las puntas de mis pies y mis manos se enfilaron sobre tu cabeza como clavos ardiendo, aferrándote a mí, frente al arco de mi sexo, comulgándote con su aroma y su sabor. 
No había más sed que la de tu boca con mis labios ni más hambre que la de mi sexo abierto a tu merced.

Tu lengua fue un estallido en mí, un látigo que me incendió y descarnó desde dentro, que profanaba y bendecía, que espoliaba el más oscuro de mis gemidos en mi balanceo más lascivo. 
Hechura de mi carne replicante, de mis verbos ahogados. De la erección de tu miembro olvidado a mi albedrío, reclamando, suplicando desde sus latidos, emergiendo lúbrico.
Sin compasión, mi piel excedida, mis entrañas vulneradas, se abrieron en canal, anidando el más oscuro de los placeres que de ti nacían, que de ti hice como un humedal laico arreciado en sus tormentas. Y tú, como un seglar sin arrepentimiento, formulaste mi nombre para los auspicios que se derraman entre tus piernas.

martes, 12 de mayo de 2020

De Tu Piel...

Hacerme de Tu Piel
encaramada en cada poro, 
hilvanando cada suspiro de Tu Boca 
con la alabanza de mi pulso 
en esta recta de infinitas curvas. 

Pasión… 
en la calma de Tu Pecho, 
en el Regio amanecer de Tus Entrañas 
enardecidas entre mis pétalos de mariposa 
que, húmedos, Te encadenan a mi entrega. 


Y cedo.
A la profusa deidad que envuelve mi calma,
al epíteto que inunda mis pliegues
en el culmen de este aliento que germina sobre Tu Nombre.

Y soy en Tus Latidos
emergencia orada entre los cimientos que me sostienen
replegados cuales velas a la tormenta
en el Aliento que a mis vísceras quema
y en el derribo que de níveas estelas Te colma.

martes, 5 de mayo de 2020

Lexía Excelsia...


Me someto... a  mi silencio y al canto pausado de Tu Lexía.
Traviesa de los mudos de mi mente, reverbera en las entrañas de mi sangre 
cual pulso que late desde las entrañas de esta mi Alma
que nace y muere carne.
Mis telas son ósculos que me velan y me invaden, 
y me subyacen a la entrega postrera.
Ahí, mis manos son cáliz de oración
 y mis piernas, una dulce llaga abierta de me doblega ante Tu Pilar.


Y en la cesura que rige el aliento de Tus Manos, en la febril salazón que gobierna mi piel, 
se desmansa Tu gesto y caen mis tules de negra lujuria descarnada, 
y se tornan flores de carmesí las hechuras níveas que se Te ofrecen
vírgenes en el reclamo. 

Coima la Hembra que profanas con desvelo. 

Deshaces mis arreboles en caricias ascendentes 
y mis labios regurgitan lirios tibios de cristal. 
Embebidos en esta excelsia de deseo, versan letras de fuego el significado de Mi Ser. 
 Pertenencia de Alma al Bálsamo que prende mis bilis y las iza como llamas. 

Hierven súplicas calladas en Mi, 
 la Elegida por el Señor.
 Y humilde y venerada, rindo Sierva.

martes, 28 de abril de 2020

Ínmole...



Tu mirada me quema cuando leo en ti esas intenciones. Tu rictus te delata y hablan a gritos callados esas ganas de hacerme tuya como si no hubiera mañana. Cada parpadeo de tus ojos es como una caricia que me hipnotiza… y atrapa. Cada respiración ronca, casi bronca, declara un suspiro en mi boca mientras mi piel tremola y mi mirada, perdida en ti, ondea en descarada provocación en este gesto donde mis manos abren el vuelo de mi carne y eriza las cúspides erectas de mis pechos. Cándida no es mi imagen mas sí un allanamiento a tu morada, donde todos los pecados se crecen en mí.

Te siento, así, tan cerca de mí que las sábanas duelen, y el sendero entre mis piernas te invita a pasear. Tu boca quema con sorbo del penúltimo café y, en su espuma, soy serpiente desnuda.
No pienso en el desvelo que deja el camino de migas que la noche no ha borrado: Mis prendas derramadas por el pasillo, hurgando las necesidades de piel, de carne, de agua y de todo…
Verbos sucios y conjugaciones que incendian…
Y mis manos son libélulas revoloteando sobre mis nacientes ramblas, bailándote incipientes de deseo, plenas de alevosía, encaramadas en Puro Pecado.


Y, entonces, en el arabesco de las sombras, sacrílego, te vistes de homicida mientras tanteas tu táctica y proyectas en mi labios parte de tus armas... Muerdes mis grietas con intensidad prieta y llegas a mi oreja para escuchar el vuelo incesante de tu aliento y el fuego que derraba. El lóbulo es un detonante de los instintos y me concibes al oído tus pretensiones que ya arden en mis entrañas... Me asesinas la piel en cada tajo de tu lengua, en cada presión de tus manos, en el peso de tu cuerpo, en el resuello de tu respiración, en las arañas de tus dientes...
Y sí, me inmolo mártir, y, de ti, mola salsa que se esparce sobre mí, en esta ofrenda de contemplaciones y consumaciones, porque no hay mejor forma de morir que sintiéndonos arder...
La carne y el alma...



La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.

La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.
Llegar al final tiene su interés. Puedes sorprenderte con sus pasos.