Quod si vivere in delectatione est Peccātum gloria est infernum.

El Tacto del Pecado

He aquí el Pecado, enarbolado en el Ser y en el Sentir, encumbrado en su gloria y en ella, sacralizado.


miércoles, 22 de marzo de 2017

Lo que tú quieres... (Lo que yo deseo)

Percibí su mirada atravesando la mía. La sentí como si fuera un puñal narcotizado clavándose en mis adentros. Mi piel comenzó a arder. Una sensación incómoda me asaltó. Por un momento mi cuerpo empezó a temblar, mi respiración se acentuó. La notaba subir desde mi pecho. Más aún cuando avanzó aquellos dos o tres pasos que nos separaban. En cambio, no dejé de mirarle a los ojos. No le retaba pero no iba a bajar la mirada aunque me invadieran la cobardía y las ganas de salir huyendo de allí. 


Podía sentir su respiración acariciando mi boca. Su pecho estaba casi pegado al mío. Una fina hoja de papel tal vez pasara entre ambos. No me tocaba. Mis brazos permanecían paralelos a mi cuerpo, pegados a él. 

- Eres aun reto para mí… Y lo sabes demasiado bien. 

Tenía razón. Lo sé, del mismo modo que sé el efecto que produce en mí su presencia. Y eso, él lo sabe también como yo. 
Sus labios se aproximaron más a los míos pero siguió sin tocarme. En cambio, alzada sobre mis tacones, casi pierdo el equilibrio cuando una de sus manos se posó sobre mis nalgas para halarme hacia él. Mi pecho golpeó su cuerpo y sentí la dureza de su sexo pero no moví un ápice de mi cuerpo. Me mostré regia y erguida aunque me faltaba el aire y seguía temblando de excitación. Ya no podía ver su mirada pero podía percibirla. Su respiración era fuerte. Aseguraba su excitación y los efectos que yo producía en él. 


Me separó las piernas con la rodilla. La medida justa para que su mano se colara entre mis muslos sin vergüenza, con decisión, como si le diera igual pero sabía bien lo quería, cómo y cuándo: Yo. Entregada. Ahora. No creo que fuera a sorprenderse si me encontraba mojada pero tal vez sí si no encontrara traba alguna para rozar mi piel. 
Sorpréndeme, me había dicho. Y le sorprendí. 

Sus dedos rozaron la humedad de mi piel, el pliegue erizado que protegía mi bulbo erecto e introdujo dos lentamente, abriéndolos cuando ya estaban completamente empapados de mí. Respiré hondo. Gemí. Quería beber de su boca pero él puso la barbilla. Me marcó la distancia y la boca mientras un inmenso placer me invadía. 

- Sabes que te follaría aquí mismo… como a mí me gusta, como a mí  me plazca… 

Para entonces ya estaba rendida, entregada, dominada. Me tomó del pelo y tiró de él para que yo me arqueara. Besó mi cuello. Lo mordió… Suave de entrada. Un mordisco más intenso en la base. Otro en el lóbulo de la oreja, tirando de él. Se apartó y me obligó a mirarle. Su mirada parecía haber cambiado de color y su semblante era serio. Sus dedos no dejaban de usurpar mi interior y de pellizcarlo. Me sentí morir. Tan húmeda estaba que temí no poder controlar aquella conmoción. Deseaba ser suya en ese momento. Sin espera. Quería que me poseyera… 

- Dímelo… Pídelo. 

Y no iba a ser dulce la respuesta. No iba a ser un “¡Oh, sí! ¡Hazme tuya! ¡Deseo que me poseas!
¡Noooo! 
Fue un rotundo “¡Fóllame!” 

Me soltó. Se desabrochó el pantalón y su miembro surgió henchido, grueso, erguido… Me volteó, venciéndome contra la pared. Me levantó la falda y volvió a abrirme las piernas con su rodilla y su pie… Me embistió de golpe. No hubo resistencia. Se quedo quieto. Se inclinó sobre mi espalda, me tomó de la barbilla y me giró la cara para que le mirara… 

- Ahora me darás lo que quiero…


s��bado, 11 de marzo de 2017

Veneno Sacro...


Pecado ensalzado son las mieles de este Averno en llamas 
que afloran entre tus muros y mis hiedras. 
Se derrama de tu copa la ebria esencia de mi Templo 
ante el que blasfemas postrado, 
ávido de ansias y celo.

Y revierte en Ti mi veneno, 
loado en los caldos de Tu Abismo, 
fuego que escupo con el salmo de Tu Fiebre nívea, 
bendecido en la savia eterna de Tu Muerte.



30-septiembre-2016


La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.

La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.
Llegar al final tiene su interés. Puedes sorprenderte con sus pasos.