Quod si vivere in delectatione est Peccātum gloria est infernum.

El Tacto del Pecado

He aquí el Pecado, enarbolado en el Ser y en el Sentir, encumbrado en su gloria y en ella, sacralizado.


viernes, 30 de octubre de 2015

Siervo de Mi Voluntad...



Hoy, hoy querido mío,
mi perro, mi serpiente, mi voluntad, mi deseo y mis deseos;
el esclavo de mis perversiones;
el siervo, el prisionero, el cautivo, el sometido, el dominado, 
el tiranizado y sojuzgado, el encadenado… a mis pensamientos, a mis antojos, al tacto seguro de mis malas intenciones, de mis aviesos propósitos…
Hoy, eres quien yo quiero que seas, cómo yo quiero que seas…
Así, aquí, ahora…

Tú te entregas… A mí… Solo a mí…
Yo, que soy tu Diosa, ante quien te arrodillas y besas el suelo,
el suelo que piso…  ese que caminas desnudo, cual sierpe de dos cabezas…
No necesito látigos, ni fustas, ni ordenar…
Ni plegarias, ni rezos, ni suplicas escucho…
Solo "ordeno y mando" en mis ojos y en mi silencio.

Te tengo hecho a mi medida, en exclusiva;
entregado a mí en cuerpo y alma, sin pensar…
No debes…
No puedes…
No te lo permito.
A mis pies... 
Sin mirarme, en silencio...

Siervo de mi placer en ti, de tu dolor para mi gozo…
Sí, hoy tú eres Mi Plena y Entera Voluntad.
Hoy soy Yo Tu Señora, Tu Lady..., Tu Reina...,
Dueña de tu alma, Dueña de tu entrega.
Ama de tu ardor, de tu pasión, de cada uno de tus gemidos,
de cada una de las lágrimas que de dolor derrames…
de tu tesoro más preciado…
En cuerpo te entregas.
En mente te das.
Mía, tu alma sumisa.

domingo, 25 de octubre de 2015

Carne de Pecado...

Y en el pecado… soy castigo y salvación.
Origen y final. Alfa y omega.
Dueña de mis destinos como Lilith, 
que ni virgen ni meretriz ni sumisa, 
soy Mantis Religiosa de lenidades y placeres, 
deidad de los Pecados; 
como Eva, hecha de piel y barro, autora de esencias.
Ambas, una, Única, 
cuerpo de Hembra
abierto a sí mismo en misión de alcanzar el infinito, 
de compartir Pasiones, de rebelarse 
y recibir los embates del macho inquisidor.
Reino de Pecado. Reino de Gloria.
Lujuria. Amor. Fuego.
Todo Pecado.
Amén.


martes, 20 de octubre de 2015

París, mon amour...

Abrí  los ojos con más pena que gloria y la luz que entraba plena en la habitación me obligó a cerrarlos de nuevo, a protegerme hundiendo mi rostro en la almohada.
Estaba dolorida y pesada. Una noche loca la tiene cualquiera pero la mía fue terriblemente especial.


Abracé la almohada. Olía a él. Me envolvió su aroma.
Yo…, yo, también a él, a su sexo, a su esencia… Tenía cada poro de mi piel impregnado de él.
Tenía agujetas hasta en el alma porque hasta el alma me había follado. Me desentumecí un poco y mi cuerpo se resintió encima de las sábanas.
Un intenso aroma a café envolvía el ambiente. Y me pregunté si había dejado que el servicio de habitación me viera desnuda sobre la cama. Me entró un repentino sentimiento de vergüenza…

Me acerqué hasta la silla donde estaba su ropa. Me gusta tocarla, sentirla sobre mi cuerpo. Cogí su camisa, con ese olor tan de él, de su perfume, de su piel… Me embriagué de todo ello, de todo su ser, y sentí que me abrazaba. Sonreí. Cuando se quitó la camisa lo último que esperaba es que me fuera a dar aquella noche tan especial. Nacho no suele ser así, aunque en los últimos tiempos tengo la sensación de que todos los Amos  o Dominantes salen del armario para llamar a mi puerta… Y a mí, me encanta jugar con ellos… A veces, sin saber las consecuencias de ese juego.

Al pasar frente al gran espejo sobre el taquillón, me alcé sobre mis puntillas. Me picaban los glúteos. Con razón. Todavía tenía huellas de sus manos en ellos. Me trató como a una niña a la que azotaban con las manos en el culo por portarse mal. Lo malo es que yo no me había portado así pero era lo que él quería que pasase.
Sonreí con cierta picardía. Sarna con gusto no pica aunque mortifica.

Me serví una taza de café y me acerqué al balcón cuyas puertas permanecían a medio cerrar. Un sol resplandeciente, con alguna nube en el cielo y la Torre Eiffel al fondo.
París, ciudad de la luz. Ciudad del amor.


Percibí que Nacho se acercaba hasta mí. Noté su pecho pegado a mi espalda, su beso en mi cuello…

- Siempre te han sentado mis camisas mejor a ti que a mí –me susurró mientras rozaba el lóbulo de mi oreja.

Sé que antes de llegar se detuvo a observarme, a ver mi cuerpo a trasluz, mi desnudez perfilada bajo su camisa.
Me abrazó, apoyando su mano bajo mis senos. La otra rozó mi cadera, despacio hasta tantearme los glúteos. Di un respingo. Me molestaba.

- Todavía me duele el culo…
- Eres una floja. Fueron cuatro palmaditas de nada… -aseguró mientras bordeaba la cadera para centrarse sobre mi sexo.- Y todavía estás mojada. Anoche fuiste muy puta. Quiero que lo seas siempre…- prosiguió besándome el cuello, mordisqueándome. Noté que me estremecía entera, que mi cuerpo temblaba, que volvía a sentirme húmeda… y solo me había rozado, sin profundizar más, pero abrí mis piernas cuando sentí sus dedos abriendo mis labios…- No sueltes la taza –musitó, adentrándose en mí, cerrando sus dedos en torno a mi clítoris que parecía esperarlo con cierta ansiedad, pues nada más fue tocado, reaccionó.


Abrió la camisa y dejó al descubierto mis pechos… Los buscó, los magreó suave, despacio…, en busca de la erección de mis pezones. En ellos sentía todavía la tirantez de la noche anterior, la tortura sufrida por sus dientes, por sus labios, por sus manos… aquellos tirones, aquellas retorcidas… Aquellos gemidos que me había provocado; los gritos que me había acallado tapándome la boca, echándome hacia atrás mientras me empotraba una y otra vez… Y ahora, en este momento, ahí, con París ante mis ojos, Nacho provocaba mi excitación, hacía que mi coño empezara a llorar por sus gestos, por él, por las ganas de ser poseída de nuevo…

Costaba mantener la taza en equilibrio. Las piernas me temblaban y las ganas de aferrarme a él, de poder tocarlo, sentirlo… me turbaba un poco.
Mi respiración se entrecortaba al mismo ritmo que el café retemblaba en su recipiente.

- Si se te cae una gota de café, te castigaré… -me dijo con tanta seriedad que casi me produjo cierto rechazo. Cómo juego no estaba mal pero para tantas órdenes ya tenía a Tristán, que para capitán ya mandaba bastante. Le protesté.
- ¡Deja de decir ya tonterías!  –Y al tiempo que lo decía, él me dio una palmada en mi trasero. Entre que no me lo esperaba y que ya andaba con el equilibrio reducido por la excitación, el café se me desbordó de la taza, cayendo al suelo. Le miré y quise ponerme en mi sitio. Me quitó la taza de la mano, con toda la serenidad y parsimonia del mundo, como si no me estuviera ni oyendo ni escuchando. La dejó sobre el mueble. Me miró. Por un momento pensé que iba a estamparme una bofetada. Sería lo último que haría. Su mano sea abrió y me agarró el coño con fuerza, juntando mis dos labios, levantándome en el aire y haciéndome gritar. Amén de que estaba resentido de los toques a mano abierta. Me tapó la boca con su mano libre.
- No grites… Te he avisado.

Supongo que se dio cuenta de la mirada que le enviaba y aflojó ambas presiones. A cambio, me hizo caer de rodillas. Desanudó la toalla y la dejó caer el suelo. Su pene estaba completamente erecto. Ahí, ante mis ojos, a la altura de mi boca. Me di cuenta de que agarraba fuerte mi pelo para obligarme, luego, a levantar la cabeza. Se inclinó. Me besó con rotundidad, casi doliendo…


-Abre la boca –ordenó mientras se ponía erguido. 

Obedecí sin rechistar. No sé. Todo se me venía por inercia hasta notar su polla entera dentro de mi boca, sintiendo esa arcada que me angustió. Ahí la mantuvo, como si quisiera meterme hasta los huevos. Sentí que me ahogaba… hasta que empezó a retirarla levemente. Me dio, ahora sí, una leve bofetada en la mejilla, mostrándome su dominación o para espabilarme... No era la bofetada que podía haberme imaginado antes, cuando la taza de café. Me aferré con uñas a sus muslos, clavé con fuerza y él empezó a embestirme, a follarme la boca… sin contemplación… Dentro… Fuera…, con rabia, con ganas… hasta que mis lágrimas se mezclaron con mi saliva… y mi saliva con su leche… 
Me la bebí golosa mientras en mi mente se iba construyendo mi venganza, mi siguiente paso… Le veía disfrutar…


- Así, gatita, así me gusta… Mmmm… ¡Dios, qué puta eres!

martes, 13 de octubre de 2015

Hembra...

Aquí me tienes… como tú quieres: 
Hembra
Me quieres Libre y Mía pero de Mí para Ti, de Tu Ser en mi ser.
Tú eres quien derriba muros,
el que extingue las palabras:
las que deben salir de mi boca y las que salen de tu mirada.
Mirada que azota mi voluntad, impregna mi sexo y unge mi imaginación
en el silencio de esta estancia,
bajo el paño que todo lo cubre, 
como una oración sin dios.

Y mi piel grita, sin claudicar, las caricias que no ha sentido,
las palabras que no se han dicho.
Me castigas a silencios,
latigazos que rasgan el tiempo,
mordazas que acallan mi espera,
fusta que vuela y cruje la fe...

Reclamas mi atención… Si Tú, tan dueño como esclavo,
pues sin tu voluntad en Mí y sin serte entregada por Mí…

Hombre a mis pies…



lunes, 5 de octubre de 2015

Shibari...

Sea en ti mi paciencia y en ella nuestro goce.
Poesía de tu carne dibujada en mis dedos, fijos y alargados,
que hacen filigranas en cada vuelta de cordel,
en mis manos, arañas maestras que afinan sigilosas ,
que tejen redes atrapando tu cuerpo
desde los índices de tus pies
al sonido gutural de tu garganta...
Y a una palabra tuya, mil silencios le seguirán...
encordados en tu piel culminando mi placer, 
mi dominio en ti... en amor, respeto y confianza.
Destreza, mil hilos sin nudos, soga de placer...
el mío... delirio el tuyo, a mi voluntad...
enalteciendo tu cuerpo, dándole más forma a tu libertad en mí,
a mis deseos de hacerte a mí...
Lazos que nos unen, que me son, que te son...
Y en esos nudos, en esas espirales de cuerdas
tú y yo, libres...
Libertad la de ser atado.
Libertad la de atar.
(Yo,)


Noto las cuerdas como se aprietan, 
y con placer me dejo a ti, 
se que tú sabes que así me gusta, 
que tú me ates me sienta bien. 

Por cada beso se aprieta un nudo, 
en cada abrazo un lazo más, 
cierro mis ojos porque no dudo, 
y a ti me entrego, me dejo amar. 

Sabes que quiero estar a ti atado, 
y que no quiero soltarme jamas, 
te seguiría a ojos vendados, 
porque a tu lado aprendí a volar. 

Cuerda de perlas son tus abrazos, 
y tus cerezas son mi pasión, 
lazo de oro es tu regazo, 
dame Shibari el corazón. 

Amarra mi alma, anuda mi cuerpo 
que nada corte mi unión a ti. 
rompe cuchillos y funde hierro. 
que ningún filo me aleje de ti. 
Letra de una canción de Lujuria.

Ushiro
Hishi
Matanawa
Tazurki
Tsuri
Gote Gasshou

sábado, 3 de octubre de 2015

Dice que Le pertenezco...

He estado sola todo el fin de semana. Sin descontar que se alarga con el miércoles, el jueves y el viernes... Ni ganas de follar he tenido pero los deseos los tengo todos. Las ganas multiplicadas por mil.
Nacho, de viaje en el extranjero: “Tenemos problemas con la mercancía. He de ir al consulado a primera hora para ver si soluciono el tema de las patentes ahí”.  Este comentario me hizo recordar de pronto al "macho alfa" del que jamás supe nada más. Mucho tiempo ha pasado.
Las llamadas de mi marido me hacen sonreír y la de cada noche compensa la ausencia del día.

Tristán, de prácticas. Eso sí, también se hace presente y sabe qué decir en cada mensaje para tenerme alerta para el siguiente: “… Tienes que aprender a quién perteneces…”. Y así había sido a lo largo del día, en la medida en que podía.


- “¿Estás preparada, perrita? Voy a subirme al reactor. No te veré hasta mañana pero quiero tu corrida a primera hora, ¿me has entendido, mi pequeña putita? Siente la presencia de Tu Señor aún desde lejos… Me colaré entre los resquicios de tu mente y haré de ti lo que yo desee… Al despertar, me rendirás cuentas… Sentirás en ti mi presencia…”
“Recibe mi beso y descansa… “
“Sshhhh…. Mi dulce puta…”

¡Dios! Qué decir tiene que me estremecí entera. Sentí su voz susurrando en mi oído, con esa delicadeza que tiene al mandar... que manda como sin hacerlo, que se cuela en mi mente... La sensación de su presencia me subyugaba y parecía que a un chasquido de sus dedos yo reaccionaba como él desea.

Abrí el armario ropero de par en par y me miré en los espejos que hay en el interior de las hojas. Me cambié de ropa. Me quité la camiseta y el pantalón de pijama y me puse aquel camisón corto y de encaje que Nacho me había comprado unas semanas antes... Me siento especial atractiva con esa prenda. Muy provocativa y, si me apuro, muy puta.



Pasé mis manos por mis muslos, en sentido ascendente, por encima de la zona de mi sexo hasta mis pechos, donde mis pezones ya despuntaban, y entre mis piernas podía sentir cierta humedad, cierto cosquilleo, incluso podría decir que estaba bastante mojada.
Tenía tantas ganas de un hombre, de él... de sentir su fuerza, sus garras...

Me di la vuelta. Levanté mi culo. Pasé las manos, subiendo la falda del camisón... Me di dos manotazos..., pensando en él...

No me gusta llamarlo "Mí Señor", a pesar de que reconozco que es un "título" que le va como anillo al dedo. No, no soy tan suya.. O tal vez, sí pero no... todavía no... Él se ríe pero sé que me lo consiente con la boca pequeña. Me conoce y sabe que siempre seré rebelde por naturaleza y no hay mayor reto para él que someterme, moldearme a su antojo, hacer de mí lo que quiera, tenerme a sus pies, a su ganas, a su antojo a cualquier hora del día y de la noche... con las limitaciones obvias que tengo en mi vida y él tiene en la suya.

Me tumbé en la cama...
Por la mañana, al despertar, sabía que tendría un mensaje de él:

- Buenos días, mi putita. ¿Has dormido bien? ¿Ha sentido a Tu Señor? Quiero saber cómo lo has sentido... Mi beso...

Así que me tomé mi tiempo para responderle.  Me quedé mirando la lluvia tras el cristal mientras el café se tibiaba. 
No voy a correr detrás de él jamás.... Creo.

Muy buenos días, Mi Señor:

Ha amanecido lloviendo. Me gusta la lluvia y el fresquito se ha colado por mi ventana, trayéndome una paz increíble. Además, vengo con las ganas cogidas de la noche...
Me tumbé desnuda en mi cama, mirando hacia la ventana. Las sombras se dibujaban en las paredes y la cortina, blanca, se movía tímidamente.

Mis manos se posaron sobre mis grandes y blancos pechos, buscando enaltecer mis pezones, erectos con tan solo pensar en Ti. Los tomé entre la uve que forman mis dedos índices y corazón, y empecé a acariciarlos para excitarlos más... Durante unos segundos me recreé en ello, mientras me venían unas incipientes ganas y un calor intenso y húmedo entre mis piernas, en el vértice oscuro de mi sexo... 

Descendí una mano, recorriendo mi estómago y mi pubis.... Me distraje unos instantes en acariciar mi vello antes de llegar a mis labios, secos por fuera pero intensamente mojados y cremosos en el interior...
Acaricié mi clítoris, pequeño todavía pero ya ansioso de ser acariciado, devorado y comido... por una boca hambrienta y lacerado por una lengua ávida de su sabor...
Lentamente, entre mis caricias, tus caricias, mi sexo fue despertando; mi clítoris fue aumentando en tamaño y dureza, mientras la otra mano torturaba uno de mis pezones, pellizcándolo, tirando y retorciendo ligeramente... sintiendo ese punto donde el dolor se mezcla con placer...
Mi respiración acrecentaba al tiempo que mis ganas de ser poseída... Mis dedos, dos entraron en mi coño, haciéndose paso, abriéndose en uve y girando sin dejar de moverlos; Entrar y salir....

Abrí mis piernas. Le di una palmada a mi húmedo coño... Otra... Las abrí más... Volví a que mis dedos lo usurparan, mientras con la otra mano acariciaba mi clítoris, dándole caricias fuertes e intensas, haciendo círculos, presionando, cogiéndolo entre las yemas de mis dedos...

Más... 
Chop... Chop...
Más... 
Chop... Chop...

Ese sonido, como banda sonora, de mis jugos en los dedos…, penetrando hasta el fondo, hasta donde ya no podía más.
Más se crecía el sonido, más crecía la humedad...
Más crecía la humedad, más excitada estaba...

Más ganas de ser poseída, mordiéndome los labios, ahogando en silencio mis ganas de gemir, de gritar... Hasta que en ese momento, mi mano se lleno de mí, con toda plenitud... y mi esencia se expandió sobre la sábana... nombrándote en mis silencios...

Me corrí para ti...Por ti.



La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.

La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.
Llegar al final tiene su interés. Puedes sorprenderte con sus pasos.