Ancorada estoy en el suave tacto de las sedas negras
y prendida bajo los velos que cubren mi cabello.
Soy columna vertebral de sus apoyos.
Mis manos descansan calmadas y paralelas
a mi entidad.
Mi cuerpo en espera, en dulce espera…
descansa incólume en la jaculatoria de mis piernas.
Larga es la dicha de Ser, de Sentir…, de Anhelar lo que se es
concedido.
De mis pechos, voluptuosidades en mí que son de quien posee, crece y
domina,
Cuando soy Su Voluntad hecha carne,
Pecado de su Misericordia en el más grande de los deleites.
Tambores de guerra, los chasquidos de sus dedos:
Rítmicos, constantes, que se combinan con el eco de sus pasos.
Espadas son las rectas de sus dedos
que dibujan mi sien y mi mejilla, y se bautizan en mi boca.
De cuero, los latigazos de su lengua
perforando el silencio latente de mi boca.
Garfios, sus manos abiertas, amparados en las cumbres de mis senos,
amalgama proscrita de perlas sonrosadas se crecen
en el antojo de sus yemas.
Lava lenta, el trote de su piel por el centro de mi cruz
hasta prender en las viscosas ascuas de mis centros
Jadeos que Él bebe mientras penetra en mi noche,
anclando sus manos en los arrecifes de mis cabellos que,
como olas calmas, son timón de sus cabalgadas.
Y es escora su hombría, salvaje y desbocada, en la estrechez de mi
cabo.
Y fondea, emerge, cabalga… con atino inmoderado
en oleajes de fragancias libidinosas e íntimas
que braman en mi garganta y en mi sexo,
sacudido éste en acometidas desmedidas…
Y cae roto, vencido, dolorido,… glorificado, Él,
habiendo hecho de mí Su Voluntad…
Violados los instintos…
Usada la carne…
Soy Suya: Más de lo que
quiero y menos de lo que deseo.
Motivo de sus placeres y
fantasías;
de sus perversiones y
lujurias…
De su placer, de su
agotamiento, y hasta de su dolor si es necesario.
Su vicio…