Quod si vivere in delectatione est Peccātum gloria est infernum.

El Tacto del Pecado

He aquí el Pecado, enarbolado en el Ser y en el Sentir, encumbrado en su gloria y en ella, sacralizado.


viernes, 25 de septiembre de 2015

Su Vicio...


Ancorada estoy en el suave tacto de las sedas negras
y prendida bajo los velos que cubren mi cabello.
Soy columna vertebral de sus apoyos.
Mis manos descansan calmadas  y paralelas a mi entidad.
Mi cuerpo en espera, en dulce espera…
descansa incólume en la jaculatoria de mis piernas.

Larga es la dicha de Ser, de Sentir…, de Anhelar lo que se es concedido.
De mis pechos, voluptuosidades en mí que son de quien posee, crece y domina,
Cuando soy Su Voluntad hecha carne,
Pecado de su Misericordia en el más grande de los deleites.
Tambores de guerra, los chasquidos de sus dedos:
Rítmicos, constantes, que se combinan con el eco de sus pasos.
Espadas son las rectas de sus dedos
que dibujan mi sien y mi mejilla, y se bautizan en mi boca.
De cuero, los latigazos de su lengua
perforando el silencio latente de mi boca.
Garfios, sus manos abiertas, amparados en las cumbres de mis senos,
amalgama proscrita de perlas sonrosadas se crecen
en el antojo de sus yemas.
Lava lenta, el trote de su piel por el centro de mi cruz
hasta prender en las viscosas ascuas de mis centros
la llama viva de mi cuerpo consentido.
Jadeos que Él bebe mientras penetra en mi noche,
anclando sus manos en los arrecifes de mis cabellos que,
como olas calmas, son timón de sus cabalgadas.
Y es escora su hombría, salvaje y desbocada, en la estrechez de mi cabo.
Y fondea, emerge, cabalga… con atino inmoderado
en oleajes de fragancias libidinosas e íntimas
que braman en mi garganta y en mi sexo,
sacudido éste en acometidas desmedidas…
Y cae roto, vencido, dolorido,… glorificado, Él,
habiendo hecho de mí Su Voluntad…
Violados los instintos…
Usada la carne…

Soy Suya: Más de lo que quiero y menos de lo que deseo.
Motivo de sus placeres y fantasías;
de sus perversiones y lujurias…
De su placer, de su agotamiento, y hasta de su dolor si es necesario.
Su vicio…

domingo, 20 de septiembre de 2015

Palpitar...

Necesito la ligera presión de tu peso sobre mi espalda, mientras tus labios la acarician.
Necesito el tantear de tus dedos en los recovecos de mi piel
y la tensión de tu lengua buscando la bóveda de mi orgasmo.
Y, mientras tu cuerpo se engarza en el mío, el viento brama nuestras pieles, 
digno dueño del momento en el que nos perdermos y
en el que yo troto siendo yegua salvaje
 que amaestras y amansas tomando las riendas de mi pelo, 
haciendo que mi saliva me ahogue en esos quejidos de deseo, 
de saberme tan de ti que aprendo a dejar de estar para ser en este instante, 
lo que tú quieres que sea porque yo deseo serlo.

 
Y después, rotas las fuerzas,  ebrias las ganas, 
decidimos comernos a besos envueltos en ese jadeante abrazo que alienta con esfuerzo consentido, vestido de las miradas que se encuentran, 
de los labios que tiemblan, de las palabras que suenan plenas de ternura y sumisión, 
como versos de un poema de piel con piel, 
de esencia con esencia, con la aquiescencia de saber que nos hemos gozado.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tempestad...

Emulsión fluida y, al tiempo densa, que mana, que fluye, que emerge para derramarse, sembrar, regar, rociar  mis columnas, las que, decididamente, se enredan cual hiedra al frente de tus caderas y se elevan ancladas a la altura de tus hombros, en cada una de esas embestidas, de esos envites, de esos acoples de tu carne a mi carne, de tu puñal a mi vaina, en ese vaivén donde se juntan mis jadeos a tus apreturas, mis alientos a tus gruñidos…, en esa salvaje violencia que antes fue sosiego, besos quedos y murmullos…


Es necesidad, deseo, pretensión, avidez… y ambición lo que sientes. Es querer, ansiar, codiciar… en lo excelso de mis centros el llenarme de ti, el  forzar las paredes de mi templo que para ti, como un dios con el mayor de sus dones, se dilatan en tu recorrido y es ahí, en mis adentros, donde desleír tu licor en mis aguas, en el juego perfecto de mi carne tan sedienta, ansiosa, ávida… como la tuya…

 

Son mis pechos, voluptuosidad en tus manos, y mi vientre, sedimento de las mieles que te embeberán, los que se convulsionan, se acalambran en ese gesto de invasión enardecida y delirante, casi irracional y animal que se anida al ritmo de dos corazones, de dos almas que laten y respiran al unísono… en un volcán a punto de reventar sus entrañas en un hálito de gemidos, los tuyos y los míos, que encajan entre sí como la bravura del mar contra las rocas cuando el viento lo encumbra en medio de la tempestad.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Salvajes las almas...

Me gusta cuando estamos uno junto al otro, cuando me guías para sentarme sobre tus piernas. Y lo hago, tomando tu rostro entre mis manos, perdiéndome en la salvaje y profunda intensidad de tu mirada. Y mis labios tiemblan al sentir los tuyos tan cerca mientras tus manos, abiertas, recorren mi espalda, tan despacio que me erizan la piel desnuda.
Mis latidos se acrecientan y mi respiración toma un ritmo diferente, al compás de los tuyos, de la tuya… Y me estremezco cuando la húmeda caricia de tu lengua acaricia dibujando mis labios…
Uno…
El otro…



Y tu lengua, estímulo implacable, profundiza en mi boca y se enrosca a mi lengua, en esa danza candente de dos sierpes en el juego placentero del deseo, mientras te siento crecido en la parábola de mis piernas.

Y trenzo la danza de los velos… Ni siete ni ocho… Arqueo mi espalda mientras mis caderas serpentean los movimientos oportunos… como las olas del mar arrastrándose a la arena.

Hacia adentro…
Hacia afuera…

Vaivén amante al que te aferras con manos y boca, taladrando mis sentidos, elevando mis sensaciones al ritmo y soneto de las tuyas… en tanto mis manos, garfios implacables, se sujetan a tus hombros.

Y arqueo mi espalda para que, apartados todos los velos, me vistas con él último…, con tu piel… Y es tu mano la que cruza mi centro, desde mi boca hasta mi sexo… Quien lo hace palpitar en el ángulo convexo que se perfila entre la humedad de mis labios, mientras tu espada se clava en mi carne…



Dulce y apasionado sonido el de ésta nuestra batalla en la que, rendidos, caemos a tierra; en la que tú, fiel guerrero sin tregua, rindes a tu prisionera: Yo, anclada en el suelo, presa de tu peso, atada de manos por la fuerza de tu cierre en mis muñecas; liada en el gesto de tus piernas, el que me impide moverme; me siento invadida, consentida y dulcemente, consentida y salvajemente,  una y otra vez en el deseo de tu carne que es mi deseo.

Y es, en ese último aliento, en ese  último hálito, en ese en el que yo me lleno de ti y tú te vacías en mí; en ese gesto de muerte súbita donde tú me respiras a mí y yo te inspiro a ti, donde yo te inundo y te despojo… Donde nacemos del orgasmo más pleno, más entregado, más salvaje, más exquisito…

Es ahí donde tu alma y la mía también se hacen fuego, también se consumen… También renacen… 



La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.

La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.
Llegar al final tiene su interés. Puedes sorprenderte con sus pasos.