Lo cierto es que desde que se ha separado de Marina, Lucas ha dado un cambio de 180º. Se le ve más dinámico, más alegre, más pasional... en todos los aspectos. El laboral, el que más desconozco, según mi marido, no puede irle mejor. No sé mucho de Marina desde que entonces. Tampoco he sabido mucho más de ella antes pero no dejábamos de ser "amigas". Me había limitado a estar en mi lugar. Cuando se separa una pareja y los dos son amigos, lo mejor es no meterse porque, al final, quien acaba perjudicado es uno mismo. En este caso, podría ser yo y, de rebote, afectar a Nacho.
Ella se había ido a otro piso que tenían en la ciudad. Él se había quedado en el que habían compartido durante los últimos años. No quedaba rastro, al menos a primera vista, de que allí hubiera estado Marina.
Pero, bueno, son detalles que no vienen al caso.
Ella se había ido a otro piso que tenían en la ciudad. Él se había quedado en el que habían compartido durante los últimos años. No quedaba rastro, al menos a primera vista, de que allí hubiera estado Marina.
Pero, bueno, son detalles que no vienen al caso.
Cuando entré en el cuarto de baño, después de un buen rato recostada en el sofá, me quedé impresionada de cuánto se lo había currado Lucas en esos momentos. La bañera no llegaba a estar llena del todo y rebosaba espuma. Había un aroma a "spa" que me encantó... La luz apagada y aquellas velas encendidas sobre la tapa del inodoro y sobre la encimera del lavabo... A veces me ha dado por pensar que realmente está enamorado de mí pero no sé si estaría dispuesto a robarme de mi marido. Me he percatado de que está mucho más pendiente de mí, como más desinhibido, aunque sigue siendo un hombre muy prudente cuando Nacho está presente o las circunstancias así lo requieren.
No faltaba detalle: Ni dos copas altas, ni una enorme cubitera con una botella de cava, ni un original plato con fresas, muy apetecibles; un bol transparente con nata... Me maravilló aquel detalle del candelabro. Sabe que me gustan muchísimo y colocó aquél justo en el punto donde no pasara inadvertido para mí. Las llamas de las largas velas tintineaban reflejándose en el espejo.
El reflejo Lucas en aquel espejo parecía una sombra que se proyectaba desde no sé dónde. Le sonreí. Me sentí tremendamente halagada. En ese momento no pensé en mucho más. Había logrado evadirme de mis más bajos instintos sexuales para recrearme en un aspecto romántico que no suelo vivir al lado de Nacho, y eso que es muy detallista pero no lo expresa en juegos como Lucas. Me hace igual de feliz pero no cabe duda de que me evoca mucho estas cosas. Mas no deja de ser un juego altamente peligroso.
- ¿Quieres música? -me preguntó acercándose. Todavía estaba desnudo aunque se había anudado una toalla alrededor de la cintura. Yo llevaba su camisa blanca. El perfume que él utilizaba me venía a vaporadas.
- Te lo has currado, Lucas.
- No creas. He estado dos días mirando por internet... y me he visto, como un sanselo*, la peli de Pretty Woman.
- No te creo.
Conectó el hilo musical y nos dejamos llevar. Probé de aquel cava. Estaba en su punto de frescura. Tomó una fresa. No eran muy grandes, adecuadas para tomarlas de un solo bocado. La mojó en su copa y me la dio a probar, quedándose en los dedos con apenas un trocito que se tomó él, chupándoselos con suma delicadeza y provocación, sin dejar de mirarme. Reconozco que me sentí tímida, tanto que crucé la camisa sobre mi pecho. Lucas esbozó una sonrisa. ¡Dios, su sonrisa me mata! Apenas nos separaba un paso. Él lo asaltó. Su pecho quedó pegado al mío. Me abrazó rodeándome la cintura. Nos besamos. Nuestras lenguas volvieron a jugar pero no era aquel juego salvaje y desenfrenado de antes, sino un ritmo lento, pausado, más sensual que pasional...
Su camisa se perdió espalda abajo, cayendo arrugada en el suelo. Sus manos recorrieron mi piel, de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda; despacio, sin prisas, sin detenerse ni en mis pezones -aunque las palmas de sus manos percibieron su tirantez- ni en mi sexo, a pesar de que me estremecí cuando apretó suavemente entre mis piernas. Apoyó ambas en mis glúteos. De pronto, se removió con fuerza. Me tomó de la muñeca y llevó mi brazo sobre mi espalda. Su mano libre, como una garra abierta, me tomó una nalga, como si me fuera a rasgar... Su boca presionó la mía perdiendo aquella ternura para ganar en puro deseo.
Pude sentir la punta de su polla acariciar los labios de mi vagina. Expiré un gemido al notar su glande. Queríamos follar otra vez. Quería que volviera a introducir su magnífico instrumento en mi interior, centímetro a centímetro, dejando que se ajustara como un guante a su miembro... Pero todavía no.
Alargó la mano hasta que un dedo alcanzó mi ano. La piel estaba suave. El gel que me había aplicado y los flujos de nuestras corridas me habían dejado la zona como el culito de un bebé. La fuerza de su dedo hacia el interior me hizo poner de puntillas. Mordí su labio superior y él me levantó un poco más el brazo como signo de advertencia. Tuve la sensación de ser una delincuente retenida por algo... Mi delito... ¿Saber ser puta? ¿Saber comportarme como una auténtica guarra y hacerlo gozar como nadie? ¿Tener el morbo de ser una mujer prohibida, de ser la mujer de su mejor amigo? ¡A saber!
Me giré para quedar de espalda a él, dejando libre toda la parte frontal de mi cuerpo: mis pechos, mi cintura, mis caderas... mis muslos... y mi trasero pegado a su pubis. Mis tetas se pusieron duras, un poco menos que su polla. La podía percibir a pesar de la toalla que nos separaba. Yo me inclinaba. Yo me echaba hacia atrás, jugando un poco; hasta que él decidió que lo hiciera hacia delante, pasando las palmas de las manos, una detrás de otra, como siguiendo un camino de miguitas desde la nuca hasta los glúteos. Amasó mis nalgas formando círculos, las separó; rozó mi ano y pasó los dedos hasta mi coño mojado y suplicante... Levanté una pierna, apoyándome en el borde de la bañera y sujetándome en el lavabo. Sus dedos fueron abriendo los pliegues de mi sexo. Lo hizo lentamente, palpando superficialmente hasta alcanzar mi clítoris. Suspiré de excitación cuando aplicó su lengua, sus labios... Sentí la tirantez de la piel al forzar su apertura y eso me excitó mucho. Me preparó durante unos minutos antes de indicarme que me sentara. Así lo hice. Frente a él, quien se quitó la toalla y vi la prominencia de su polla, palpitante, mirándome inquisitiva... Sabía qué debía hacer, qué quería... Y estaba dispuesta a hacerlo... Me gustó ver aquella zona completamente depilada.
Abrí mis manos, separando y doblando los dedos a modos de horca para arañar, suave y pausadamente, desde sus pectorales hasta las caderas, acercándome peligrosamente a su sexo, sin llegar a tocarlo. Seguí por las caderas, hasta los muslos, y terminé sobre su pubis, intercalando los roces de las uñas con los de las yemas o, incluso con los reversos de los dedos. Su polla tenía vida propia. Sonreí tímidamente al verla palpitar. Toqué sus testículos y terminé recorriendo todo el tronco. Tanteé un poco, haciéndole "la cobra" para incitarlo más. Me la metí casi entera en la boca, poco a poco. Y del mismo modo, la saqué para empezar de nuevo pero centrándome más en su capullo. Le miraba. Me gustaba ver cómo iba cambiando su expresión conforme se iba excitando más. Me mojé los dedos de mi mano libre y acompasé el juego de mi boca con los dedos en mi coño... Apretó los labios y empujó mi cabeza para que me tragara su miembro algo más...
Me propuse hacerle un buen trabajo, así que puse todo mi empeño, mi boca, mi lengua y mis manos en masajear su polla; en besarla, por arriba, por abajo... en subirla en bajarla... En sus testículos... Puse tanto entusiasmo que en uno de los viajes tuve una arcada.
- Calma, cielo... calma... - me susurró minutos antes de decirme que quería follarme ya. Me dí la vuelta y me puse en pompa. Le brindé mi trasero y mi llovedizo coño. ¡Dios, cuando sentí aquel instrumento meterse poco a poco en mí, creo que tuve una acometida de orgasmo! Su arrastre tenía la magia del tiempo que no apremiaba.
Me cogió en sus brazos y, en volandas,me dejó de pie dentro de la bañera. El agua estaba perfecta, apetecible, idónea... Me senté en el borde, en uno de los extremos que tenía aquella especie de encimera. Cogí mi copa y bebí un sorbo mientras Lucas terminaba de meterse en el agua. Cuando me ofreció otra fresa con nata, negué con la cabeza...
- Prefiero comer otra cosa...
- ¿Cómo qué? Tal vez pueda ofrecértelo...
- Seguro que sí... -respondí alargando la mano hasta coger su miembro erecto en ella, pero no me dejó seguir. Apartó la bandeja y se sentó sobre varias toallas al borde de la bañera. Me volvía loca de deseo ver su polla menearse libremente, con aquella erección que yo estaba deseando vencer en mí. Se acomodó y tiró de mi mano. Me giró para darle la espalda.
- Agáchate un poco y ven a follarme...
Él permaneció sentado mientras yo, antes de sentarme como yo quería y pensaba, permanecí dándole la espalda. Hizo que me sentara, que levantara mis piernas y pasó su pene desde atrás hacia delante, golpeando mi clítoris con su glande, haciendo que mi coño se mojara más y más...
Acoplada a su polla, me movía hacia delante y hacia atrás, sujetándome a ambos lados de la bañera. Las suyas me recorrían despacio... buscando mis tetas, que se movían en vaivén al ritmo de mis envites. Pero me gustó más y fue genial cuando me ayudó a sentarme a horcajadas sobre él cara a cara, cuando me sujetó para poder clavarme su polla otra vez, cuando me ayudó asiéndome de mi culo. Me encantó que me rodeara fuerte con sus brazos, que me besara de aquella manera y cuando le dio el arrebato de ponerse en pie y, casi sin soltarme, colgada, avenirnos de nuevo para follar de pie. Eso solo pasa en las películas y con un tiarrón que levanta cada día yo qué sé cuántos kilos. Por un momento temí por nuestro equilibrio pero solo fueron unos segundos. Me sentí como en un tíovivo... Sobre un tío muy vivo...
La calma vino un poco después, cuando me sentó en donde él lo había hecho. Abrí bien mis piernas, ofreciéndole mi depilado coño. Me hizo una comida con la que me sacó gritos y gemidos y una tremenda corrida que le salpicó todo el rostro. Aún así, no paró y siguió frotando mi clítoris con muchísima energía. Por un momento pensé que iba a perder el conocimiento. Llevaba sobreexcitación, sobrealiento, hiperventilaba... Reconozco que me volví loca, que adopté posturas y acciones que en otro momento no hubiera sido capaz de hacer. Pero Lucas estaba disfrutando creo que más que yo.
Cogí mis tetas. Las apreté y dejé que su polla se frotara entre ellas y lograba tocarla con mi lengua cuando asomaba. Estaba siendo muy, muy desinhibida, digamos que me sentí muy puta... y salimos beneficiados los dos...
- Deja... yo las cojo... -me indicó sobreexcitado. Las tomó entré sus manos y me azotó los pezones suavemente, como quien da una bofetada con las yemas de los dedos. Mi excitación era tal que creo, que de haber hecho más hincapié en el gesto, no hubiera notado la fuerza de ese gesto.
Su semen saltó sobre mi escote, llegando a regar un poco la cara. Él mismo se encargó de que no me llegara más arriba. Golpeaba su glande contra mis pezones, dejando escurrir hasta la última gota. El masaje posterior puso mis pezones casi al límite. Ahora, roce de su piel casi me dolía.
*Sanselo: Bobo, tonto, alelado, pasmarote, corto de ideas, pasmado, sin gracia...
(Vocablo de mi tierra)