Quod si vivere in delectatione est Peccātum gloria est infernum.

El Tacto del Pecado

He aquí el Pecado, enarbolado en el Ser y en el Sentir, encumbrado en su gloria y en ella, sacralizado.


viernes, 28 de febrero de 2014

Nacimos para ser libres,
no para ser perfectos
y menos ante los velados ojos de los demás
y aquellas retrógradas y cerradas mentes
 ante libertades que no se quieren respetar.
Hay tanto que aprender... Tanto que callar...
Tanto que escuchar... Tan poco que juzgar...
 Y tanto que respetar.
A veces nos cuesta mucho comprender porque extremamos todos los conceptos... Pero los conceptos son algo superficial y personal.
No es importante comprender. 
Es imprescindible RESPETAR.

lunes, 24 de febrero de 2014

Reptando...

... por mi cuerpo, dibujando sobre mi piel, hasta que me atrapa. 
Y pegada a sus caderas, colgada en el aire, 
sintiendo la fuerza de su miembro clavado en la oscura y caliente cavidad de mi coño...,
con su lengua y sus labios acariciándome húmedamente, 
mordiendo mis pezones, dibujando las areolas...
nos movemos en vaivenes ascendentes y descendentes...
Hasta que arrodillados sucumbimos al placer,
sintiéndonos vivos...

sábado, 22 de febrero de 2014

Cerrado por ausencia del Jefe...
(El protocolo no prevé sustituto ya que quien manda, manda).

viernes, 21 de febrero de 2014

Y ahora...

... ahora, que ya estás en mi alma, 
mírame a los ojos y dime qué quieres...

jueves, 20 de febrero de 2014

El Pecado...

Aparta de mí este cáliz ...
Pero que no se haga mi voluntad, sino la Suya.




Yo soy su olivo y ella la zarza que descarna mi carne viva, 
enciende mi fuego y cautiva mi alma,
desgranando cada gota de mi esencia en el recinto tibio de su cuerpo
 o en los calientes y oscuros túneles donde a menudo puedo hallar la resurrección de mi muerte, 
buscada, con agravante de responsabilidad, con traición y sobreseguro...
Con gula entre sus piernas, con avaricia y envidia de más, como si le hiciera falta; 
con la pereza de tener que pararse para coger aire, con la ira que supone perderse en lo de siempre 
y con la soberbia que le da saber lo que quiere sin vergüenza, 
con la vanidad que se otorga sabiéndose buena... 
Sin sus vicios... Sin su lujuria manando de todos los poros de su piel...
Yo soy nada...
El Pecado

martes, 18 de febrero de 2014

La mano que prendió el fuego...

Lo cierto es que no me hace demasiada gracia eso de recibir cachetes en el culo así como así. Y, al decir así como así, me refiero a no estar metidos en faena -y siempre sin pasarse; que me pase yo, bueno, que se pasen ellos... cabe, con casi total seguridad, la venganza... fría-. Pablo es un tipo que tiene muy buena mano para estas cosas; o, al menos, eso me parece a mí en la poca experiencia que tengo con él.
Yo prefiero esos toques suaves, esas caricias que anticipan un beso denso y profundo, ese arrumaco que deja sentir el cuerpo del otro como acoplándose... Pero no, esta vez fue de modo intencionado y sonoro. Sí, sé que resulta gracioso y picante, estimulante en ocasiones, pero siempre me quejo cuando Nacho aparece por detrás y, sin previo aviso, y estampa su mano abierta en mi culo. Creo que lo hace porque sabe que no me gusta, porque sabe que le voy a protestar y que puede ser el inicio de un juego... muy suculento en su premio.
Y eso fue lo que sucedió anoche...
Acabamos como dos críos jugando a perseguirse por el pasillo: Yo, con el fin de alcanzarle y él, con el fin de no dejarse atrapar, hasta que acabamos uno frente al otro, separados por nuestra cama.
- ¿Qué quieres... si tienes un culo que dan ganas de comérselo?... Y... de otras cosas... -espetó en un tono más bajo-. ¡Vale, me rindo! -expresó levantando las manos tanto como la voz, como un ladrón al que han dado el alto y se muestra destemplado ante su retenedor.
- Yo... No -aseguré cogiendo una de las almohadas que había sobre la cama. Nacho ladeó la cabeza y elevó el gesto de sus cejas en un claro signo de advertencia. No era la primera vez que jugábamos a las almohadas pero yo, como una niña chica, acababa haciéndome la víctima, provocando que él llegue dulce y sumiso a consolarme... porque su fuerza es mayor que la mía y su picardía mucho menor que la mía o, al menos, la suya más disimulada... Y sonrío escondida en la curva que forma su cuello  con el hombro mientras sus manos prenden y arrugan mis ropas. Y acabamos los dos refugiados entre los pliegues de nuestros cuerpos, sumados en caricias que son besos y algo más, que nacen tímidos y acaban siendo obscenos, que empiezan lentos y terminan desbocados..., buscando nuestras manos la piel del otro, descubriéndola bajo las telas que cubren nuestra desnudez.
Mi cuerpo desnudo, rozado por el suyo.
A veces me pregunto cómo teniéndole a él busco más en otros. Supongo que del mismo modo que él, teniéndome a mí, busca en otras. 

- Si te vieras la cara ahora...
- ¿Qué?
- Pones cara de mala, malísima y de... viciosisisísima... Por mucho que quieras fingir que te has enfadado en el fondo tienes el coño ahora mismo como el de una perra.  -Me sorprendió un poco aquella respuesta. Sí, él parece modoso pero tiene una boca que lo pierde. Se pega todo el día con el coño en la boca. Y le tiré la almohada que llevaba en mi mano. Efectivamente, él me la devolvió pero con más fuerza. Sabía que me iba a cabrear, que es mi forma de reaccionar de manera fingida porque con esa actitud lo que consigue es que mi libido suba, que mi exaltación me  haga ser más "bruta"... Y eso, a él, le encanta.

No hubo apenas prolegómenos en los que recrearse. El ataque fue franco. Comenzó a mordisquear mis pezones casi directamente, mientras una de sus manos se colaba entre mis piernas y la otra, apoyada sobre una de mis nalgas, me mantenía quieta aunque mis manos estaban libres para ir palpando su cuerpo. Cuando sus dedos se hicieron camino entre mis húmedos labios, percibiendo la humedad que los alimentaba, mi cuerpo se venció hacia atrás, dejando que penetraran libres. No noté si los separaba pero me estremecí y me tensé de deseo... Pero él también tembló en mi mano cuando su sexo cayó en mi poder. Mi mano se movió rápida. Sé que ejercí movimientos ligeramente agresivos pero Nacho no protestó. Estábamos demasiado encendidos, como si fuéramos con prisas... Con prisas de deseo, con prisas de posesión, con prisas de follar...

Alcanzó con su boca la mía y nuestras lenguas saborearon a la otra. Sus dedos acariciaban mi rostro pero no eran caricias sutiles, suaves, delicadas... Sus dedos se clavaban en mis mejillas, estrujándolas. Su boca más que besar, mordía... Y chupé sus dedos. Los lamí con codicia y apetencia,  saboreando y probando mi propia esencia entre dulce y salada... definitivamente solo mía.
El ritmo se incrementó. Caímos sobre la cama, movidos por aquellos impulsos que parecían casi incontrolables. Mi cuerpo, caído de espalda, se abrió a él. Mis piernas se separaron para abrirle paso. Sentí la erección de su miembro buscando camino entre mi coño y el empuje de sus caderas para atravesarme. Enredé mis piernas entorno a ellas y Nacho empezó aquel caliente baile salvaje, apoyado en la fuerza de sus brazos y en el freno de sus manos mientras yo, rendida a mi entrega y sucumbiendo a mis sentimientos y deseos, alcé más mis piernas, dejando que su polla entrase hasta lo más profundo de mis entrañas...
No sé en qué momento nos quedamos dormidos pero sé que uno de los motivos fue la suma de actos pecaminosos producidos con nocturnidad, alevosía y, no dudo que, con cierta premeditación. Ambos nos merecemos delitos así.
Los últimos días Nacho ha estado algo estresado. Había que sacar adelante algunos proyectos y eso le había tenido casi prisionero en su despacho. Así que, esa noche preparé una cena especial, que no comimos. Me regaló flores -una orquídea negra, lo que me dio a entender que ya lo había pensado desde hacía un tiempo, puesto que no se encuentran de forma habitual en las floristerías- y que no vi hasta la mañana siguiente sobre la mesa del comedor. Habíamos pasado de aquel manotazo en mi culo a follar como locos, perdidos entre movimientos exacerbados, perdidos entre miles de arrumacos...

Hoy hemos despertado desnudos sobre la cama, como si nos sobrara todo el calor del mundo; mi cuerpo pegado al suyo, en el lado que no suelo dormir, encajada en la curva de su cuerpo, con sus besos, tibios y suaves, en la parte alta de mi espalda, deslizándose hacia mi hombro... Su mano, reptando por mi muslo hasta detenerse en mi culo y anclarse...
Y todo volvió a empezar mientras la cena sería la comida y la orquídea un motivo para comérmelo a besos...

domingo, 16 de febrero de 2014

El Pecado a fuego lento...

Hacía ya días que circulaba por dentro de mi bolso aquella tarjeta. Era una tarjeta profesional pero se veía que era un diseño propio: Nombre y apellidos, titulación, servicios, una ubicación, una dirección de correo y un par de números de móvil. 
¿De dónde había sacado yo esa tarjeta? Igual la habían dejado en el buzón o la había cogido en la peluquería, en la cafetería... No sé. El rozarse con los demás objetos de mi bolso le habían dado alguna que otra arruga.

Hacía tiempo que había dejado de acudir al masajista. No me venía nada mal pero no sé bien por qué dejé de ir. Decidí llamarle pero no logré hablar personalmente con él. Al cuarto intento, cuando me saltó el buzón de voz, le dejé un mensaje bastante breve y  proseguí con mis cosas, hasta que al cabo de una media hora o tres cuartos me devolvió la llamada. Estuvimos hablando un rato. Una charla breve, muy sintetizada, muy profesional en la que apenas tuve que preguntar nada pues se adelantaba a cada uno de mis posibles interrogantes.

El sonido de la cafetera aceleró la finalización de aquella conversación de la que saqué dos conclusiones evidentes:
Una, que tenía una voz profunda, muy varonil y muy sensual... Una de esas voces que parece que te seducen y que pueden follarte en cualquier momento.
Dos, que me había provocado cierta curiosidad por lo que había accedido a un encuentro, una pequeña entrevista previa a contratar sus servicios.

El olor a café volvió a embriagarme. Es un aroma tan penetrante como suave, al menos para mí.
Aquella cafetería quedaba a medio camino entre ambas partes: mi casa y su lugar de trabajo. Me sorprendió su aspecto físico. Por teléfono hubiera jurado que era un hombre más joven, aunque seguía siéndolo... Puede que tuviera mi edad o apenas unos años más: estatura media, constitución atlética, pelo cano con un corte actual; muy bien vestido: vaqueros, una camisa semi entallada y un jersey de marca que dejaba asomar los bajos de la camisa... En realidad, creo que todo él era una marca en sí mismo. Supe que era él por como miraba mientras se adentraba en el local, y supongo que al ver que le miraba con semejante atención, él debió pensar que era yo a quién él buscaba. Su nombre, Isaac. El mío, qué más da... Yo sé quién soy, dónde estoy y con quién...

Tras unos minutos de charla, consistentes en un principio en el dèjá viu reconvertido de la conversación telefónica. Es cierto que no me dejó de sorprender una "entrevista" en una cafetería. El lugar era lo menos importante, la verdad. Lo que me extrañaba era que quisiera tener un encuentro conmigo previo a sus servicios. ¿Lo haría con todas o era una especie de tanteo de un "por si acaso"?

- Si quieres, podemos ir hasta el local. No está demasiado lejos para ir andando. Así te haces una idea de lo que veras.
- ¿Hace falta? ¿Es necesario?
- No, no lo es... Pero si no tienes nada mejor que hacer... -preguntó mientras cogía la nota de las consumiciones y dejaba un poco más del importe marcado en el ticket. Parecía estar decidido a enseñarme su lugar de trabajo.

Su compañera, según había entendido -reconozco que había partes de la conversación a las que prestaba poca atención debido a que me perdía en la inmensa y profunda mirada de aquellos ojos entre grises y azules-, trabajaba en horario de mañana. Él empleaba el horario de tarde. Ambos tenían otra faceta profesional con la que compatibilizaban el tema de los masajes terapéuticos, aunque alguna vez coincidían a las tardes.

Hasta aquel bajo nuestra conversación fue, ciertamente, algo trascendente. Me habló de la Grecia Antigua, de los mitos y leyenda, de autores contemporáneos y me recomendó un par de libros -alejados muy mucho de mis temáticas habituales y actuales y que, hipócritamente, dije que los miraría en la librería aunque él se ofreció a dejármelos. Amablemente, denegué el ofrecimiento.

Su consulta estaba entre una oficina bancaria y una tienda de móviles. Al entrar se respiraba un ambiente muy relajante y se percibían los aromas de los aceites esenciales naturales, todo ello ambientado en una decoración que bien recordaba a la Antigua Grecia. Eso me sorprendió puesto que lo más habitual es una decoración Zen u oriental, incluso árabe, pero con reminiscencias griegas no hasta ese momento. Evidentemente, había cierta inversión en todo aquello. De masajes no entenderé mucho pero de planes económicos, inversiones y demás... tengo algo más de idea.

- Espera a que encienda todas las luces.
- No te preocupes. Se ve -dije observando como cerraba la puerta con llave y la dejaba colgada en la misma cerradura. No me sentía incómoda pero tampoco estaba muy tranquila. No por lo que él pudiera hacerme, que sabía bien que no iba a hacerme nada que pudiera ocasionarme daño alguno, sino porque yo había sido lo suficientemente atrevida para ir hasta ahí sin necesidad alguna.

Me vi de pie en aquel recibidor, decorado como una especie de salita, donde había una mesa de cristal con un ordenador, imagino, para registrar las respectivas agendas y procedían con todas las gestiones de cobro. Me llamó la atención el friso dibujado en toda la pared de la derecha, en la que se apoyaba aquel sofá blanco muy al estilo Luis XVI, en la que se había recreado una bucólica escena acorde al lugar donde me hallaba, algunos pequeños muebles auxiliares y un lugar para una estantería en la que había diferentes productos terapéuticos para la venta al público. Una puerta corredera, de esas que se incrustan en la pared, daba paso a un corto pasillo en el que luego adiviné unas pocas estancias más...

- Dame un par de minutos. Siéntate. Ponte cómoda que ya regreso.
- De acuerdo -acepté tomando asiento. Sonó música -muy tántrica diría yo. En algún sitio había leído que el arte del Tantra viene definido como una conjunción de sexo y meditación. Yo nunca he meditado mientras follaba... Y desde luego, mientras follo no tengo tiempo para pensar en más. Fijé mi vista en aquel cuadro de madera colgado en la pared, tras la mesa. En realidad, era un imaginario griego que reflejaba una escena "cotidiana" de una pareja, en una perspectiva muy bien estudiada para no ver lo que en realidad era...
No sé cuántos minutos pasaron hasta que regresó Isaac. Había dejado atrás su atuendo de calle y había pasado a lucir un uniforme turquesa, consistente en una larga falda tipo pañal, y una casaca relativamente larga anudada a base de cordones y lazadas. No sé si estaba viendo un monje a punto de entrar en estado de meditación o a alguien con ganas de echarme un polvo. Supongo que mi cara debió ser un poema...
- Tengo mi primera cita de la tarde en una hora y media -sonrió-. Ven, te enseñaré un poco todo esto. Le seguí y, tras tres estancias comunes, llegamos a una completamente diferente del resto, tanto en decoración como en sentido: amplia, muy bien decorada, más espiritual, más velas en el suelo y sobre los muebles, incienso encendido, un pequeño altar frente al que en un cuenco con agua flotaban unas flores..., ¿una bañera?, una gruesa colchoneta muy bien acondicionada con cojines y almohadas... Me encanta ese estilo moruno y la combinación de colores azules, morados, ocres... las lamparitas...
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Apoyado en el suelo, un espejo horizontal enmarcado en una gruesa moldura dorada... No pregunté pero tampoco quería quedarme con la duda. Preguntarle directamente si hacía masajes "senxuales" resultaba un tanto directo pero me respondió él... Debe ser muy intuitivo.

- Soy muy bueno dando masajes tántricos...
- ¿Si?  -No lo ponía en duda en absoluto pero respondí de tal manera que parecía pedirle a gritos que me ofreciera una sesión gratuita, por supuesto.
- ¿Quieres probar?
- ¿Me vas a cobrar?
- Por ser tú... lo haré por devoción... -sonrió mostrándome una pícara sonrisa-. Pero quiero que disfrutes plenamente de ello aunque lamento decirte que, al no contar con ello, no puedo hacértelo tan largo como es habitual mas no por eso, menos eficaz... ¿Cómo vas de energía sexual?
- Plenamente liberada -respondí con pleno convencimiento.
- Un poco de abstinencia ayuda a acumular la energía sexual... -me encogí de hombros. Ahora resulta que es mejor no follar.

Me explicó durante un buen rato en qué consistía todo aquéllo. Su explicación fue magistral, mística y una convincente manera de ver el mundo. Continuaba la música  de fondo. Me ayudó a desnudarme mientras la bañera se iba llenando y la habitación se llenaba de ambiente muy, muy sugerente, relajante y, al mismo tiempo, muy embaucador. Tomó mi rostro entre sus manos, indicándome que yo hiciera lo mismo y cerrara los ojos.
Después se quitó la casaca pero permaneció con la falta anudada a la cintura mientras yo me dejaba hacer dentro de la bañera. Apunté mi vista en la pared que tenía frente a mí. Primero dudé qué era lo que estaba viendo. No podía ser aquello la imagen de un demonio porque no venía a cuento...
- Es el aparato reproductor femenino -me aclaró en voz baja, sin romper aquella magia.

Él, desde fuera, pasaba sus manos muy lentamente sobre mi cuerpo, como en un ritual. Luego, me secó suavemente. También parecía un masaje. Sus ojos, nuestras miradas. Su abrazo, tan denso como sutil. Parecía jugar al deseo. Aquellas sensaciones eran nuevas para mí y quería disfrutarlas. Sus manos en el centro de mi pecho, abriéndose hacia los lados... parecía estar conectando con los latidos de mi corazón mientras una extraña sensación de deseo se iba acumulando al tiempo que mi mente parecía evadirse y aquel momento me parecía realmente mágico... Su respiración, la mía... iban ahondando en ritmo con la música ambiente...

- Sshhh.... libera tu mente... disfruta... El orgasmo no es lo esencial... -me dijo mientras sus manos se perdían alrededor de mi sexo sin llegar a tocarlo... Las yemas de sus dedos parecían formar parte de mi piel. El compás de nuestras respiraciones. Él inspiraba... Yo aspiraba...

Me ayudó a girarme. Tan apenas me dí cuenta de ese gesto. Sus manos suaves, aplicadas, expertas... y la energía que transmitía estando tan cerca parecían haberme hipnotizado...
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viernes, 14 de febrero de 2014

El día del Pecado...

Acaricio tu piel, reptando, con el extraño tacto de la tuya bajo la mía.
La mía, ligeramente lánguida, entibiada por tu tiesura. 
La tuya, vestida de rojo intenso después de la fuerza de tus extenuaciones. 
Sin tener nada que impedir, me abro libre en ti porque, 
aunque parezco infranqueable en ocasiones,
no dejo de ser como mantequilla entre tu cuerpo. 
Y es tu roce, exquisito, sensual, táctil... Apasionado, embriagador, hechizador...
 el que, majestuosamente, me humedece...
Sabes que he llegado al Paraíso, postrada ante tu marcada seguridad, y ahí sigo, 
retorciéndome entre los pliegues de tu piel, acariciando con la bifidez  y morbosidad de mi lengua,
sin prisa alguna, haciéndome sentir y proporcionándote la cascada de sensaciones
que inundarán mi útero y desgarraran tu garganta
ante la inevitable descarga que desnudara tus entrañas...

A ratos, apaciguada. A ratos, imprecisa. A ratos, indómita.
A ratos, aplacada. A ratos, oscura. A ratos, indócil y brava.
 A ratos, yegua de largo ramal.
 A ratos, yegua insolente de corta rienda.

Al fin y al cabo, la mujer que te rompe; 
la que te deshace, la que te gobierna;
la que te indisciplina, la que te lleva del Pecado a la Absolución.
El Pecado es algo que absolutamente no se debe evitar
pues en Él recae todo el poder que  lleva a experimentar lo mejor de esta vida
y, aunque condene para toda la eternidad,
yo estoy dispuesta a disfrutarlo por siempre jamás.
El Pecado es un acto humano, dispuesto por la rebeldía
como consecuencia del libre albedrío...
Libertad...es lo que requiere.
Sé libre para pecar; come del fruto prohibido, saborealo, gózalo, devóralo...
y sé etern@ de por siempre.
Vive tu Pecado como quieras y con quien quieras,
a lo ancho y a lo largo, en lo alto y en lo bajo;
a lo grande y a lo pequeño...
desde el primer pensamiento hasta el último de tus actos.
Peca, con causa y consentimiento,
con alevosía y premeditación,
con nocturnidad o diurnidad...
Peca, sea como sea.
El Pecado nos hace libres.

lunes, 10 de febrero de 2014

El dulce reflejo del Pecado...

Cuando la entrega ha vencido al cuerpo, 
las cuerdas se han roto y han dejado libre el espíritu...

Las gasas han dejado paso a la tienta del sudor
que, en gotas etéreas, se desvanece sobre la piel
mientras el corazón se rescata y el deseo se arrecia,
subyacente entre los labios heridos,
las palabras ahogadas y el sentido cuasi perdido.

Mientras, el cuerpo mantiene su inclinación
apoyado sobre la cruz de las piernas y la parábola de los brazos 
que custodia los conos de los pechos.
Y atrás, en el plano curvo que envuelve
el angosto sendero oscuro del placer, 
se marcan las huellas del cuarto segmento de otro cuerpo,
quien, vencido por sus propios envites,
deshecho en el clímax de su propia fluidez,
se retira extenuado a su descanso.

Y al final, mientras todo es mientras,
de entre esos jadeos y gemidos, 
solo resurge el dulce reflejo del Pecado.

domingo, 9 de febrero de 2014

Ave María Putísima...

Y sentí el calvario de Mi Señor...
Y hoy me santifico...

Ave María putísima,
que en el pecado fuiste concebida.

Amén.

Que el Dios de la lujuria te salve, María,
pues llena estás de sensuales gracias,
tu Señor siempre estará contigo,
pues su sierva tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es tu deseable vientre,
por Él y por nos.
Puta María,
sierva de tu Dios,
ens�anos a nos, los pecadores,
los secretos del deseo,
ahora y hasta la hora de nuestra muerte.

Amén

Ave María putísima,
que en el pecado fuiste concebida.
Aún a ciegas, y pese a no beber de Su Cáliz,
 pleno de esencia y vida;
cruzo, entre oraciones calladas, 
la puerta que me llena de gozo
y me conduce, con secretas palabras,
 por los desvirgados senderos de su Casa, 
donde las almas corren descalzas y sumisas,
prestas y dichosas, gozosas y serviles...
en larga procesión hasta su acto de contrición,
porque Él es su Amo y Señor...

¡Oh, Señor! ¡Sí, Señor! ¡Mi Señor!
Aquí estoy. Haz de mí cuanto debas hacer...
Para tu esplendor están mi penitencia y mi castigo,
vanagloria de nuestro Pecado.
¿Recuerda usted,  D. Sayiid, que me dejó esta Oración (click) en una entrada y le dije que bien merecía una? Hela aquí, porque me gusta cumplir mis promesas y tener las deudas cuanto más justas -y si pueden ser inexistentes-, mejor. Esta es mi deuda cancelada.

viernes, 7 de febrero de 2014

Remate de faena...

Pablo se fue un momento y me dejo sola. Una extraña sensación  me hacía sentir todavía más desnuda de lo que ya estaba. El recuerdo de la experiencia me envolvía como el tacto que tiene una suave pluma...
No había quedado rastro de las cintas sobre las muñecas y me quedé recordando algunas de sus palabras : puta, zorra, perra... Hacía meses que nadie me las decía de aquella forma, como un ordeno y mando. Y también hacia tiempo que no me sentía de este modo: ligeramente confundida y, al mismo tiempo, predispuesta a seguir experimentando dentro de unos cauces que no alteraran mi conciencia. Había olvidado qué era aquéllo desde aquella relación con el Macho Alfa... ¿Dónde estaría él? Seguramente perdido dentro del coño de alguna más sumisa que yo, más dispuesta a complacer sus fantasías, aunque no creo que tuviera queja de mí... pero no le fue suficiente. He de reconocer que me ayudó a sacar la puta que llevo dentro.
Pablo entró de nuevo en la habitación, desnudo como había salido. Llevaba en las manos dos copas y una botella de vino blanco... frío... La botella sudaba y yo, estaba sedienta. Se sentó a mi lado, llenó ambas copas  y me dio una de ellas. Sonrió y le correspondí.

- ¿Brindamos?
- ¿Por qué o por quién? -pregunté.
- Mmmm... Podemos brindar por ti, por mi nueva puta... Y por los nuevos placeres que vas a descubrir.  -Sonreí pero no fue una sonrisa de complacencia si no más bien de  escepticismo, como preguntándole si estaba seguro de eso... No dudo que pueda conocer nuevos placeres; lo que dudo es que los logre por el camino que él estaba pensando. Pero su trato dominante no ha sido autoritario. No me ha disgustado porque, al final, he disfrutado.

Tomé un pequeño sorbo de mi copa. Agradecía la frescura del líquido. Pablo me miraba mientras bebía, por encima del borde de su copa. Su cuerpo desnudo ante mis ojos era un espectáculo digno de ser recreado. Su miembro había perdido la tensión que minutos antes había sufrido pero, aún así, era una golosina de perpetuo goce. Y su rostro sin barba le daba un aspecto incluso de bueno. Uno de esos que, claro, no han roto un plato... ¡Han roto toda la vajilla!
- Me gusta la idea de que  creas que no lo voy a lograr...
- Y a mí tu seguridad en pensar que lo vas a conseguir...
- Tiempo al tiempo. ¿Aguantas bien la presión?
- ¿Quieres averiguarlo? -le pregunté y sonrió sin responder. Tal vez pensara que con aquella sonrisa lo estaba haciendo. Y sí, aguanto bien la presión hasta que me canso de aguantar.
- Nunca he perdido un caso -aseguró-. Y no vas a ser tú el primero... 
- ¡Menos lobos, Caperucita! -exclamé y se carcajeó. Aproveché para beber un poco más. No estaba mal el vino. 

Me quitó la copa de la mano, dejándola al lado de la suya, un poco lejos de nuestros cuerpos, fuera de la tela que a modo de manta cubría el suelo. Luego pareció reptar hasta mí, sin apartar su mirada de mis ojos. Le esperé. Mi corazón empezó a palpitar y un cosquilleo principió entre mis piernas de un modo inmediato. Algo tiene este hombre que cautiva (aparte de que folla muy bien). Acercó su rostro al mío, dejándolo apenas a unos milímetros. Rozó mis labios muy despacio, acariciándolos de comisura a comisura, sin llegar a besarme. No me dejó robarle el beso y se puso en pie. Sus tobillos retuvieron mis piernas y su polla quedó a la altura de mi boca, húmeda de vino y de la salivación que me había producido la cercanía de su cuerpo.
Caí en la tentación, obligada o no, y empecé a tocar aquel músculo adormecido. Ya sé cómo le gusta que se lo haga. Aguanta bien así que puedo recrearme en el arte de mis manos y de mis miradas antes de llegar al siguiente juego de labios y lengua. Pero sé que en algún momento, aquellas manos suyas que parecían ahora tan sutiles, delicadas y pausadas, casi inmóviles; recobrarían su dote de mando y querrían llevar el mando de mi felación.
Me dediqué a pasar mi lengua a cierto ritmo sobre sus testículos, pasando a la base de su tronco hasta llegar a la punta. Coloqué mis labios y me apuré en degustar, oprimir y lamer su glande... Hasta que, como había supuesto, forzó mi gesto. Me tomó del pelo, empujó hacia mi al tiempo que me empujaba hacia él... Y su erecta, tensa y venosa polla se hizo hueco en mi boca. Esta vez no fue tan "salvaje" como en la vez anterior. Una vez que su polla entró en mi boca, pese a seguir sujeta mi cabeza de la melena, era yo quien dirigía los movimiento y marcaba el ritmo... hasta que noté en la punta de mi lengua ese sabor diferente que avisa de que, de un modo u otro, inevitablemente se va a ir... Así que me aparté pese a que no lo logré en el primer intentó pero me bastó sacar mi arma y apuntar contra su piel. Mis manos, abiertas en forma de garra, se pegaron a sus piernas, dejando que sintiera la fuerza de mis uñas, sin arrastrar, sólo marcando que estaban ahí. Él no había probado, como Lucas, la marca de la casa... De momento se había librado pero ya se sabe que en la guerra, si no sales intacto, con suerte sales marcado.





Estaba cansada de postrarme, con las rodillas rozando el suelo constantemente, para satisfacer nuestros deseos. Así que me senté delante de él con las piernas flexionadas y abiertas, y apoyando el peso de mi cuerpo sobre los brazos que se iban detrás de mis caderas. Abrí y cerré mis piernas como abanicando el calor de mi coño pero también reclamando su presencia ahí. 
Luego, sin mediar mucho mas, satisfechos los dos, simplemente me separé, como si no me importara mucho más. Me vestí. Me acerqué a él, que se había tumbado en la cama, y me despedí con un único beso. 

- Te llamaré -me dijo antes de que yo abandonara el dormitorio. Me giré, apoyándome en el lateral de la puerta. Sonreí y le mandé un beso desde las yemas de mis dedos. No respondí ni retrocedí en mis pasos.


La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.

La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.
Llegar al final tiene su interés. Puedes sorprenderte con sus pasos.