Por fin habíamos decidido pasar ese fin de semana en la casa de Lucas, ésa que tiene en la playa. Hace tiempo que no vamos por una razón u otra, pero nos iba a venir bien a todos un cambio de aire. Las dos noches que pasamos ahí habían sido completamente diferentes. La primera salimos a cenar en plan tranquilo y a tomar un par de copas. Nos retiramos temprano. En cambio, la segunda, había sido pura locura, totalmente intensa. Lo hicimos todo al revés.
Llegamos a casa con todas las que pudimos. Las copas se habían alargado hasta bien entrada la madrugada y, siendo yo la menos perjudicada, iba fatal. No sé si habían sido las copas que nos habían desinhibido de aquella manera pero me había sorprendido cómo tonteábamos los unos con los otros. Me había parecido divertido ver que Lucas me comía la oreja delante de mi marido y éste no decía nada o como, cuando bailábamos, se pegaba a mi y podía notar cierta rigidez pegada a mi culo o su erección apretarse contra mi pubis. Me parecía excitante y divertido.
Somos demasiado amigos y nos conocemos bien como para ver cualquier acto de mala intención en todos aquellos gestos. La noche nos era propicia y necesitábamos divertirnos. Aquella última copa fue la puntilla que me remató. Me vi perdida en los brazos de mi marido como una adolescente, comiéndole la boca y metiéndole mano sin importarme absolutamente nada ni nadie. Y mientras en aquel medio reservado él se hacia dueño de mis tetas, Lucas se hacía dueño de mi culo. Podía sentir su presión en él. Y, a pesar de todo ello, era incapaz de rechazarle.
Las copas se habían alargado hasta bien entrada la madrugada. Pasamos por la playa de regreso a casa. Eso me despejó un poco. Ya en casa, aquella escalera que conducía a la planta de arriba, donde Nacho y yo teníamos la habitación, se hacía tremendamente larga y muy, muy cuesta arriba. Los escalones parecían demasiado altos, y yo tenía la sensación de llevar botas de hierro. Ya en la cama, me entraron ganas de hablar, para no variar, y lo cierto es que también de un poco de meneo. Al hablar de meneo me refiero a que me apetecía follar. De entrada pensé que Nacho me iba a dar lo que yo quería cuando se pegó a mi cuerpo, cuando me rodeó con su brazo y su mano buscó mi pecho y cuando empezó unos ligeros envistes contra mi culo. Pero Nacho cayó en dos segundos. Su respiración era profunda y se quedó dormido tal cual. No tuve opción a mucho más porque, aunque intenté mantenerlo en vigilia, ni mis toqueteos ni la mejor de mis intenciones, que en cualquier otra circunstancia no hubieran sido necesarias, causaron el efecto deseado. Sólo logré sacarle un par de sonidos que más bien parecían protesta que otra cosa.
Me sentí sin ganas de dormir pero la cabeza me daba vueltas. Estuve pensando en lo que había acontecido durante las horas previas: las miradas de Lucas, esas manos que parecían tocarme más de lo normal, comentarios que nunca me había dicho... Y a saber de lo que se dirían mi marido y Marina, porque tampoco se separaron demasiado. No sé en qué momento debí de dormirme pero no pasó demasiado tiempo hasta que me desperté con aquellos ruidos que me estaba costando definir. Parecían rumores y un golpe me hizo poner más atención. Desperté a Nacho. Lo zarandeé repetidas veces hasta que lo logré. Tiene un sueño muy pesado. A veces pienso que si se despertaría si pusiera a otro en la cama o si me fuera una hora...
- ¿Qué pasa? -me preguntó con voz adormilada, abriendo los ojos como platos ante semejante interrupción.
- Se oyen ruidos abajo.
- Serán estos... Duérmete.
- No. Llevo un rato escuchando... Y no me da que sean ellos. -Volví a zarandearlo. Le podía más el sueño que las ganas de salir de la cama pero sé ser muy convincente. Se pasó el pantalón y salió del dormitorio. La curiosidad ocupaba en mí el mismo espacio que el nerviosismo. Podía sentir mi corazón repicando en el interior de mi pecho. Me quedé sola en el dormitorio, ajena a todo lo que pudiera acontecer fuera de aquellas cuatro paredes. Lo cierto es que pasaron muchos minutos. El rumor se había acabado pero yo seguía en pura incertidumbre. Decidí bajar. Descendí la escalera. Lo hice con cuidado, con sigilo, con el alma en un puño pero no pude llegar a imaginarme lo que estaba a punto de ver: Al fondo, más allá del amplio salón, se veía la cocina. Allí, apoyada en una silla, con el respaldo a su derecha, Marina. Desnuda, con la melena sujeta por la mano de su marido que, desde atrás se la estaba cepillando. Hasta allí no dejaba de ser una escena con cierto morbo. Pero también estaba mi marido, delante del rostro de Marina, quien le comía la polla con verdadera devoción. Me quedé blanca. ¡Joder! Yo se los ponía a mi marido. Puro vicio lo mío, pero lo de Nacho, qué era lo de Nacho. En ningún momento pude llegar a imaginar que mi marido pudiera estar pegándomela con otra y menos con Marina, pero, ¿cómo imaginar que Marina se sometía a aquel juego? ¿Cómo Lucas había perdido toda inhibición? El aire me dolía al pasar por la garganta, una presión se intensificaba en mi pecho, y me mantenía paralizada al pie de la escalera. Mi mano sobre la boca me impedía casi respirar. No quería ser descubierta y tampoco sabía qué hacer. El impacto me mantenía con los pies clavados en aquel escalón. Y me pregunté por qué lo estaba tanto. ¿Por qué no podía creer que mi marido hiciera algo así si yo lo estaba haciendo? En nuestras conversaciones de tipo sexual habían surgido cientos de temas pero no había sido ninguno el hecho de que a él le gustase en algún momento o hubiera practicado en alguna ocasión un trío. A mí, por mi parte, me gusta ser puta para uno solo.
Lucas levantó la vista después de dar una fuerte palmada en el trasero de su mujer, y la dirigió hacia mí. Al verme envistió a Marina con más fuerza. Tuve la sensación de que me estaba follando a mí. Pude moverme. Subí la escalera todo lo rápido que pude y me refugié en el dormitorio. El corazón me latía todavía más fuerte. Cientos de pensamientos se agolpaban en mi mente pero ninguno lo suficientemente claro. Me acosté y me tapé. Estaba helada: por dentro y por fuera. Estaba confundida pero estaba siendo pagada con la misma moneda. ¿Desde cuándo? En esos momentos no lo sabía. Tal vez siempre. Tal vez, desde hacía muy poco... Lejos de sentirme con rabia, me sentí dominada por la situación... Intenté contenerme y evité que saltaran de mis ojos más de un par de lágrimas.
Le oí abrir la puerta con sigilo y entrar en el dormitorio. Permanecí inmóvil a pesar de que él sabía que no estaba dormida. Lo intuí parado bajo el quicio de la puerta, observándome. Se acercó y se situó tras de mí. Se inclinó y me acarició el lóbulo de la oreja muy despacio, muy suave, muy provocadoramente... Y me sentí estremecer. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y más cuando su barbilla me rozó.... Y aquella barba de unos días no era la de Nacho. Sabía que era Lucas.
Su mano empezó a acariciarme desde el hombro, dibujando el perfil de mi cuerpo: la cintura, la cadera, el muslo, la rodilla... subiendo el camisón. Y reaccioné. Reaccioné para zafarme, para apartarlo de mí... Me quedé boca arriba, sujeta bajo la fuerza de su cuerpo y con su boca sobre la mía, sin llegar a rozarme...
- Ssshhh... -bisbiseó-. Tranquila... No pasa nada...
- ¿Qué haces aquí? -Lejos de alzar la voz, musité.
- Terminar lo que todavía no he empezado... -No me sonaron amenazantes aquellas palabras. Más bien eran una invitación, una tentadora pero rechazable tentación.
- ¿Y Nacho?
- Follándose a mi mujer... Y nosotros vamos a gozarla, cielo... Ssshhh...- volvió a bisbisear antes de besarme. No sé por qué me dejé. Igual en el fondo era esa mezcla de rabia que se cobijaba bajo mi piel, pero me revelé, protesté, me aparté y salí de la cama, quedándome de pie, cruzando los brazos sobre mi pecho. No reconocía a ese Lucas pero, es que tampoco reconocía a mi marido. De haberme cogido en otro momento, no le hubiera dejado hablar tanto y hubiera dejado que me follase. El problema estaba en que debía de sentirme extrañada, ofendida, no receptiva... Y todo porque mi marido estaba ahí y Lucas era su mejor amigo. Sin embargo, no renuncié a otro beso, uno de esos besos que te muerden la boca... Y no me sentí tan mal en el fondo. Mi mundo era una pura contradicción en esos momentos. Lucas se arrodilló sobre la cama. Su cuerpo se llenaba de sombras a contraluz pero podía distinguir su anatomía. Tenía un buen cuerpo, no cabía duda. Mientras estábamos hablando, Nacho apareció en la habitación.
- Sshhh, cielo... -musitó-. No pasa nada... -me dijo mientras se acercaba a mí, estirando el brazo y abriendo la mano, como si quisiera calmarme. Iba desnudo y todavía era visible una ligera erección. Me pregunté dónde estaría Marina pero me mantuve en silencio durante unos largos segundos, al menos a mí me lo parecieron.
- Pero, ¿de qué va esto? -pregunté más alterada. Nacho estaba casi a mi lado. Lucas seguía en la misma posición, imperturbable, relajado, esperando...
- Cálmate... No pasa nada... Sólo es un juego...
- Pero, ¿tú estás tonto? -incidí apartándome de él para intentar dejarlo atrás. Lucas me sujetó al vuelo, cogiéndome de la muñeca y Nacho aprovechó para abrazarme, pegándome a su pecho, rodeándome con los brazos. Yo podía hacer dos cosas en aquel momento. Estaba claro el consentimiento. ¿Qué problemas podía representar para mí? ¿Qué me follaran dos? Doble sensación de placer... Y sería la reina, la más puta, la más perra... y la más deseada en ese momento.
Mientras Nacho apartaba mi melena y comenzaba a besarme desde el cuello; Lucas, arrodillado en el suelo, hacía lo mismo desde mis pies, subiendo por las rodillas. Era una sensación extraña aquélla de sentir dos bocas recorriéndome entera, por delante y por detrás... Y mi coño empezó a sentir aquella desconocida sensación, empezando a empapar mi braga...
No sé si fue mi marido o fue Lucas o los dos al tiempo que me guiaron para que me recostara. Permanecí un rato observándolos. Mientras Nacho se mantenía de pie, cogiendo su polla con una mano y sin dejar de meneársela, Lucas se acomodaba entre mis piernas, dejando su cabeza a la altura de mi coño. Me había separado las piernas, acariciándolas desde las rodillas y lamiéndolas a continuación... Metió un par de dedos en mi caliente, excitado y mojado coño después de apretarme el clítoris y juguetear con él. Mi cabeza quedaba justo debajo de la polla de mi marido, a muy pocos centímetros... Sentí que iba a estallar. El dejarme llevar iba a provocar en mi una especie de locura que a saber cómo iba a terminar.
Lucas empezó a penetrarme con sus dedos. No lo hacía suavemente. La fricción provocaba un sonido excitante. Creo que a los tres nos puso cachondos. Cogí la polla de mi marido entre mis manos. Estaba húmeda y el glande cubierto de una fina textura que ayudó a que se deslizara en mi mano. Mi cuerpo se arqueaba ante los envites de mi amigo y, conociéndome, no sabría si podría llevar el ritmo acompasado para chupársela a Nacho. Me daban y daba. Lucas se detuvo y arrodillado, caminó por la cama hasta que su polla quedó más o menos alineada con la de Nacho. Ante mis ojos se abrían dos manjares: erectos, gruesos... ¿Qué pretendían? ¿Qué se la chupara a ambos al mismo tiempo, como quien come un helado de dos bolas? Uno a mi derecha y otro mi izquierda, aguardando cada uno su turno. Me dediqué a saborear el glande de uno, después el del otro... lamiendo luego y combinando los juegos de mi boca y de mi lengua con los de mis manos. Y las de ellos, como quien toca un piano a dos manos, en mis tetas y en mi coño... Creí morir antes de que me llegara aquel orgasmo. Dejé empapada la mano de Nacho... y la sábana... Supongo que Nacho le habría dicho cómo me corría porque Lucas no dudó en regresar a la posición inicial y sus caderas quedaron entre mis piernas. Me cogió de las mías y me levantó un poco, lo justo para que su polla entrase en mí decididamente. Un gemido se ahogo en mi boca, ocupada por completo por el miembro de mi marido que, cruelmente, disfrutando empujaba hacia el interior de mi garganta, provocándome auténticas situaciones angustiosas.
Nacho se entendía en que su polla fuera follada por mi boca. Lucas llevaba el resto del peso. Era quien se hacía dueño de mis tetas y de mi coño. No sé qué debía pasar por la cabeza de mi marido pero estaba segura de que le excitaba muchísimo ver a su mujer follada por otro... o por Lucas... quien empezó a bombear dentro de mí como si fuera a ser lo último que hiciera en los pocos segundos siguientes. Sus embestidas hacía que mi cuerpo se moviera a ese ritmo, haciendo que Nacho apenas tuviera que moverse. Mi boca se tragaba su polla al tiempo que Lucas me la metía hasta el fondo... Podía oír palabras que no llegaba a entender aunque imagino que debían ser palabras de esas que a los tíos tanto les gusta, que tan cachondos les pone. Si me estaba diciendo "puta", lo decía bien; si me decía "guarra", tampoco se equivocaba...
Sí existe el infierno, éste estaba a la mano derecha de la gloria.
Noté los espasmos de Lucas sobre mi cuerpo y sus manos sujetándome fuertemente las caderas. Cuando estaba a punto de correrse, retrocedió, derramando toda su leche sobre mi vientre...
Fue entonces cuando me puso a cuatro patas... Me encanta esa postura... Y Nacho se movió hasta situarse detrás mía. Pasó la mano por mi coño, comprobando lo mojada que estaba. Su polla se metió entre mis nalgas, sin penetrarme, rozándose, mientras Lucas se dedicaba a acariciarme...a presionarme los pechos, a pellizcarme los pezones, sensibles al máximo. Dolían pero mis gemidos no eran más que sonidos que le incitaban a no detenerse. Grité de placer cuando mi marido empezó a follarme. Se recreaba en cada empujón, golpeaba suave mis nalgas y se apoyaba en mis caderas... No dejó de zumbar hasta que se corrió, incluso cuando mi corrida hizo que casi se saliera su nabo...
Lucas no había dejado de decirme cosas al oído; cosas que me ponían a mil... Cosas como que me iba a dormir bien follada aquella noche y que iba a tener unas comidas de coño que me volverían loca. ¿Iba a comérmelo él? Por que estaba dispuesta a dejarme hacer y a disfrutar de su lengua...
Sabía que tenía ganas de follarme. No me cabía ahora la menor duda. Ya no sólo era que me hubiera imaginado que él, a su vez, se imaginaba que me follaba mientras se tiraba a su mujer. Ahora sabía que estaba loco por hacerlo. Debía aprovechar, creo que más él que yo, porque estaba segura de que una situación así jamás volvería a repetirse. Ni una así ni una a solas con él. Era Lucas, sí; un tío estupendo en todos los aspectos pero también el mejor amigo de mi marido y, aunque me hubieran compartido una noche, eso no lo iba a pasar por alto. Quería tener mi vida como hasta entonces para hacer lo que me apeteciera y tirarme a quien yo quisiera, sin darles a ninguno argumentos para pensar que lo hacía.
Cuando desperté estaba sola en la cama. Era habitual. Nacho se levantaba siempre antes que yo. Lo hacía despacio para dejarme dormir. El camisón cubría mi cuerpo y la braga estaba en su sitio. Dudé. Pensé. Recapacité. ¿Había perdido la noción de la realidad en algún momento determinado que no recordaba? La cama no estaba tan deshecha como tal vez hubiera estado de habernos revolcado por encima...
Me di una ducha y me arreglé antes de bajar al salón. Al lado, en la cocina, estaban Lucas y Nacho hablando relajadamente. Uno leía el periódico mientras disfrutaba de un café. El otro hacía algo en el móvil. Había galletas y cruasanes en un plato. Todo parecía de lo más normal. EL corazón empezó a latirme con fuerza y mi rostro fingía una sincera sonrisa.
- ¡Buenos días, preciosa! -me saludó Lucas. Nacho levantó la vista y sonrió. Me acerqué a él para darle un beso y me rodeó con su brazo en torno a la cadera, dando unos suaves golpes en la pierna. Un gesto lleno de ternura. Me incliné y besó mis labios.
- ¿Cómo has dormido, cariño?
- Bien. ¿Tú?
- También. Anoche, qué pasó.
- ¿Por?
- Te dije que bajases...
- ¡Ah, sí! Estaba Lucas con un arrebato de hambre asaltando la nevera... Me entró hambre a mi también y aquí nos liamos a hablar. Cuando subí ya te habías dormido. -Intenté no sorprenderme, no poner en duda lo que me estaba diciendo pero me parecía todo tan sumamente extraño que no sabía qué decir. Miré a Lucas. Sonreía y su sonrisa parecía sincera. No parecía haber un doble fondo. ¡Joder! Sí lo había soñado qué real me había parecido pero, de haberlo sabido, no me hubiera puesto tan puritana de entrada y hubiera dejado volar mi mente y recrearme en fantasías que sé que jamás llevaré a cabo. No volví a sacar el tema aunque estuve durante un par de días indagando sobre el tema. Al final, si me habían follado estaba claro que en mi vida había habido un gran lapsus...
... O alguien quiere que lo tenga.
A lo mejor mi gran sueño es tener a dos tíos en mi cama... Y no lo había logrado soñar hasta ahora.
Llegamos a casa con todas las que pudimos. Las copas se habían alargado hasta bien entrada la madrugada y, siendo yo la menos perjudicada, iba fatal. No sé si habían sido las copas que nos habían desinhibido de aquella manera pero me había sorprendido cómo tonteábamos los unos con los otros. Me había parecido divertido ver que Lucas me comía la oreja delante de mi marido y éste no decía nada o como, cuando bailábamos, se pegaba a mi y podía notar cierta rigidez pegada a mi culo o su erección apretarse contra mi pubis. Me parecía excitante y divertido.
Somos demasiado amigos y nos conocemos bien como para ver cualquier acto de mala intención en todos aquellos gestos. La noche nos era propicia y necesitábamos divertirnos. Aquella última copa fue la puntilla que me remató. Me vi perdida en los brazos de mi marido como una adolescente, comiéndole la boca y metiéndole mano sin importarme absolutamente nada ni nadie. Y mientras en aquel medio reservado él se hacia dueño de mis tetas, Lucas se hacía dueño de mi culo. Podía sentir su presión en él. Y, a pesar de todo ello, era incapaz de rechazarle.
Las copas se habían alargado hasta bien entrada la madrugada. Pasamos por la playa de regreso a casa. Eso me despejó un poco. Ya en casa, aquella escalera que conducía a la planta de arriba, donde Nacho y yo teníamos la habitación, se hacía tremendamente larga y muy, muy cuesta arriba. Los escalones parecían demasiado altos, y yo tenía la sensación de llevar botas de hierro. Ya en la cama, me entraron ganas de hablar, para no variar, y lo cierto es que también de un poco de meneo. Al hablar de meneo me refiero a que me apetecía follar. De entrada pensé que Nacho me iba a dar lo que yo quería cuando se pegó a mi cuerpo, cuando me rodeó con su brazo y su mano buscó mi pecho y cuando empezó unos ligeros envistes contra mi culo. Pero Nacho cayó en dos segundos. Su respiración era profunda y se quedó dormido tal cual. No tuve opción a mucho más porque, aunque intenté mantenerlo en vigilia, ni mis toqueteos ni la mejor de mis intenciones, que en cualquier otra circunstancia no hubieran sido necesarias, causaron el efecto deseado. Sólo logré sacarle un par de sonidos que más bien parecían protesta que otra cosa.
Me sentí sin ganas de dormir pero la cabeza me daba vueltas. Estuve pensando en lo que había acontecido durante las horas previas: las miradas de Lucas, esas manos que parecían tocarme más de lo normal, comentarios que nunca me había dicho... Y a saber de lo que se dirían mi marido y Marina, porque tampoco se separaron demasiado. No sé en qué momento debí de dormirme pero no pasó demasiado tiempo hasta que me desperté con aquellos ruidos que me estaba costando definir. Parecían rumores y un golpe me hizo poner más atención. Desperté a Nacho. Lo zarandeé repetidas veces hasta que lo logré. Tiene un sueño muy pesado. A veces pienso que si se despertaría si pusiera a otro en la cama o si me fuera una hora...
- ¿Qué pasa? -me preguntó con voz adormilada, abriendo los ojos como platos ante semejante interrupción.
- Se oyen ruidos abajo.
- Serán estos... Duérmete.
- No. Llevo un rato escuchando... Y no me da que sean ellos. -Volví a zarandearlo. Le podía más el sueño que las ganas de salir de la cama pero sé ser muy convincente. Se pasó el pantalón y salió del dormitorio. La curiosidad ocupaba en mí el mismo espacio que el nerviosismo. Podía sentir mi corazón repicando en el interior de mi pecho. Me quedé sola en el dormitorio, ajena a todo lo que pudiera acontecer fuera de aquellas cuatro paredes. Lo cierto es que pasaron muchos minutos. El rumor se había acabado pero yo seguía en pura incertidumbre. Decidí bajar. Descendí la escalera. Lo hice con cuidado, con sigilo, con el alma en un puño pero no pude llegar a imaginarme lo que estaba a punto de ver: Al fondo, más allá del amplio salón, se veía la cocina. Allí, apoyada en una silla, con el respaldo a su derecha, Marina. Desnuda, con la melena sujeta por la mano de su marido que, desde atrás se la estaba cepillando. Hasta allí no dejaba de ser una escena con cierto morbo. Pero también estaba mi marido, delante del rostro de Marina, quien le comía la polla con verdadera devoción. Me quedé blanca. ¡Joder! Yo se los ponía a mi marido. Puro vicio lo mío, pero lo de Nacho, qué era lo de Nacho. En ningún momento pude llegar a imaginar que mi marido pudiera estar pegándomela con otra y menos con Marina, pero, ¿cómo imaginar que Marina se sometía a aquel juego? ¿Cómo Lucas había perdido toda inhibición? El aire me dolía al pasar por la garganta, una presión se intensificaba en mi pecho, y me mantenía paralizada al pie de la escalera. Mi mano sobre la boca me impedía casi respirar. No quería ser descubierta y tampoco sabía qué hacer. El impacto me mantenía con los pies clavados en aquel escalón. Y me pregunté por qué lo estaba tanto. ¿Por qué no podía creer que mi marido hiciera algo así si yo lo estaba haciendo? En nuestras conversaciones de tipo sexual habían surgido cientos de temas pero no había sido ninguno el hecho de que a él le gustase en algún momento o hubiera practicado en alguna ocasión un trío. A mí, por mi parte, me gusta ser puta para uno solo.
Lucas levantó la vista después de dar una fuerte palmada en el trasero de su mujer, y la dirigió hacia mí. Al verme envistió a Marina con más fuerza. Tuve la sensación de que me estaba follando a mí. Pude moverme. Subí la escalera todo lo rápido que pude y me refugié en el dormitorio. El corazón me latía todavía más fuerte. Cientos de pensamientos se agolpaban en mi mente pero ninguno lo suficientemente claro. Me acosté y me tapé. Estaba helada: por dentro y por fuera. Estaba confundida pero estaba siendo pagada con la misma moneda. ¿Desde cuándo? En esos momentos no lo sabía. Tal vez siempre. Tal vez, desde hacía muy poco... Lejos de sentirme con rabia, me sentí dominada por la situación... Intenté contenerme y evité que saltaran de mis ojos más de un par de lágrimas.
Le oí abrir la puerta con sigilo y entrar en el dormitorio. Permanecí inmóvil a pesar de que él sabía que no estaba dormida. Lo intuí parado bajo el quicio de la puerta, observándome. Se acercó y se situó tras de mí. Se inclinó y me acarició el lóbulo de la oreja muy despacio, muy suave, muy provocadoramente... Y me sentí estremecer. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y más cuando su barbilla me rozó.... Y aquella barba de unos días no era la de Nacho. Sabía que era Lucas.
Su mano empezó a acariciarme desde el hombro, dibujando el perfil de mi cuerpo: la cintura, la cadera, el muslo, la rodilla... subiendo el camisón. Y reaccioné. Reaccioné para zafarme, para apartarlo de mí... Me quedé boca arriba, sujeta bajo la fuerza de su cuerpo y con su boca sobre la mía, sin llegar a rozarme...
- Ssshhh... -bisbiseó-. Tranquila... No pasa nada...
- ¿Qué haces aquí? -Lejos de alzar la voz, musité.
- Terminar lo que todavía no he empezado... -No me sonaron amenazantes aquellas palabras. Más bien eran una invitación, una tentadora pero rechazable tentación.
- ¿Y Nacho?
- Follándose a mi mujer... Y nosotros vamos a gozarla, cielo... Ssshhh...- volvió a bisbisear antes de besarme. No sé por qué me dejé. Igual en el fondo era esa mezcla de rabia que se cobijaba bajo mi piel, pero me revelé, protesté, me aparté y salí de la cama, quedándome de pie, cruzando los brazos sobre mi pecho. No reconocía a ese Lucas pero, es que tampoco reconocía a mi marido. De haberme cogido en otro momento, no le hubiera dejado hablar tanto y hubiera dejado que me follase. El problema estaba en que debía de sentirme extrañada, ofendida, no receptiva... Y todo porque mi marido estaba ahí y Lucas era su mejor amigo. Sin embargo, no renuncié a otro beso, uno de esos besos que te muerden la boca... Y no me sentí tan mal en el fondo. Mi mundo era una pura contradicción en esos momentos. Lucas se arrodilló sobre la cama. Su cuerpo se llenaba de sombras a contraluz pero podía distinguir su anatomía. Tenía un buen cuerpo, no cabía duda. Mientras estábamos hablando, Nacho apareció en la habitación.
- Pero, ¿de qué va esto? -pregunté más alterada. Nacho estaba casi a mi lado. Lucas seguía en la misma posición, imperturbable, relajado, esperando...
- Cálmate... No pasa nada... Sólo es un juego...
- Pero, ¿tú estás tonto? -incidí apartándome de él para intentar dejarlo atrás. Lucas me sujetó al vuelo, cogiéndome de la muñeca y Nacho aprovechó para abrazarme, pegándome a su pecho, rodeándome con los brazos. Yo podía hacer dos cosas en aquel momento. Estaba claro el consentimiento. ¿Qué problemas podía representar para mí? ¿Qué me follaran dos? Doble sensación de placer... Y sería la reina, la más puta, la más perra... y la más deseada en ese momento.
Mientras Nacho apartaba mi melena y comenzaba a besarme desde el cuello; Lucas, arrodillado en el suelo, hacía lo mismo desde mis pies, subiendo por las rodillas. Era una sensación extraña aquélla de sentir dos bocas recorriéndome entera, por delante y por detrás... Y mi coño empezó a sentir aquella desconocida sensación, empezando a empapar mi braga...
Sentí el aliento de mi amigo quemándome el sexo y las manos de Nacho tomándome las tetas, abarcando una en cada mano, manoseándolas, levitándolas y juntándolas, como si las ofreciera. Podía notar su erección pegada a mi culo, a Lucas empezando a lamerme los pezones e introduciendo la mano por debajo de mi braga, mojándose con su humedad, notando el tacto de mis pelillos mojados... Me incliné ligeramente para sentir el nabo de mi marido hacerse hueco entre mis nalgas, apretándose contra la raja, y sus manos, que habían dejado libres mis tetas, retiraban mi camisón mientras Lucas me bajaba la braga.
Quería que alguien me comiera el coño y esperaba que fuera Lucas. Quería saber cómo lo hacía y el tacto de su corta barba producía sobre mi piel una mezcla que me excitaba. La raspaba y, al mismo tiempo, su lengua parecía calmarla. Parecía olvidarme de mi marido y centrarme más en Lucas. Él era para mi la novedad. Y esa novedad estaba provocando que mis fluidos resbalasen tímidamente por mis piernas. Sólo esperaba que no apareciera Marina porque, entonces, aquello ya sería mucho más complicado para mí. Una experiencia que no sé si sabría terminar. Ya tenía bastante con mi orgía mental como para que fuera también física. Puede que para ellos, a estas alturas de la fiesta, fuera eso, una fiesta... Para mí... De momento, no tengo palabras para semejante acontecimiento. Supongo que después de que se la follaran los dos habría quedado extenuada. Yo estaba a su disposición y ellos a merced de mí.
No sé si fue mi marido o fue Lucas o los dos al tiempo que me guiaron para que me recostara. Permanecí un rato observándolos. Mientras Nacho se mantenía de pie, cogiendo su polla con una mano y sin dejar de meneársela, Lucas se acomodaba entre mis piernas, dejando su cabeza a la altura de mi coño. Me había separado las piernas, acariciándolas desde las rodillas y lamiéndolas a continuación... Metió un par de dedos en mi caliente, excitado y mojado coño después de apretarme el clítoris y juguetear con él. Mi cabeza quedaba justo debajo de la polla de mi marido, a muy pocos centímetros... Sentí que iba a estallar. El dejarme llevar iba a provocar en mi una especie de locura que a saber cómo iba a terminar.
Lucas empezó a penetrarme con sus dedos. No lo hacía suavemente. La fricción provocaba un sonido excitante. Creo que a los tres nos puso cachondos. Cogí la polla de mi marido entre mis manos. Estaba húmeda y el glande cubierto de una fina textura que ayudó a que se deslizara en mi mano. Mi cuerpo se arqueaba ante los envites de mi amigo y, conociéndome, no sabría si podría llevar el ritmo acompasado para chupársela a Nacho. Me daban y daba. Lucas se detuvo y arrodillado, caminó por la cama hasta que su polla quedó más o menos alineada con la de Nacho. Ante mis ojos se abrían dos manjares: erectos, gruesos... ¿Qué pretendían? ¿Qué se la chupara a ambos al mismo tiempo, como quien come un helado de dos bolas? Uno a mi derecha y otro mi izquierda, aguardando cada uno su turno. Me dediqué a saborear el glande de uno, después el del otro... lamiendo luego y combinando los juegos de mi boca y de mi lengua con los de mis manos. Y las de ellos, como quien toca un piano a dos manos, en mis tetas y en mi coño... Creí morir antes de que me llegara aquel orgasmo. Dejé empapada la mano de Nacho... y la sábana... Supongo que Nacho le habría dicho cómo me corría porque Lucas no dudó en regresar a la posición inicial y sus caderas quedaron entre mis piernas. Me cogió de las mías y me levantó un poco, lo justo para que su polla entrase en mí decididamente. Un gemido se ahogo en mi boca, ocupada por completo por el miembro de mi marido que, cruelmente, disfrutando empujaba hacia el interior de mi garganta, provocándome auténticas situaciones angustiosas.
Nacho se entendía en que su polla fuera follada por mi boca. Lucas llevaba el resto del peso. Era quien se hacía dueño de mis tetas y de mi coño. No sé qué debía pasar por la cabeza de mi marido pero estaba segura de que le excitaba muchísimo ver a su mujer follada por otro... o por Lucas... quien empezó a bombear dentro de mí como si fuera a ser lo último que hiciera en los pocos segundos siguientes. Sus embestidas hacía que mi cuerpo se moviera a ese ritmo, haciendo que Nacho apenas tuviera que moverse. Mi boca se tragaba su polla al tiempo que Lucas me la metía hasta el fondo... Podía oír palabras que no llegaba a entender aunque imagino que debían ser palabras de esas que a los tíos tanto les gusta, que tan cachondos les pone. Si me estaba diciendo "puta", lo decía bien; si me decía "guarra", tampoco se equivocaba...
Noté los espasmos de Lucas sobre mi cuerpo y sus manos sujetándome fuertemente las caderas. Cuando estaba a punto de correrse, retrocedió, derramando toda su leche sobre mi vientre...
Fue entonces cuando me puso a cuatro patas... Me encanta esa postura... Y Nacho se movió hasta situarse detrás mía. Pasó la mano por mi coño, comprobando lo mojada que estaba. Su polla se metió entre mis nalgas, sin penetrarme, rozándose, mientras Lucas se dedicaba a acariciarme...a presionarme los pechos, a pellizcarme los pezones, sensibles al máximo. Dolían pero mis gemidos no eran más que sonidos que le incitaban a no detenerse. Grité de placer cuando mi marido empezó a follarme. Se recreaba en cada empujón, golpeaba suave mis nalgas y se apoyaba en mis caderas... No dejó de zumbar hasta que se corrió, incluso cuando mi corrida hizo que casi se saliera su nabo...
Lucas no había dejado de decirme cosas al oído; cosas que me ponían a mil... Cosas como que me iba a dormir bien follada aquella noche y que iba a tener unas comidas de coño que me volverían loca. ¿Iba a comérmelo él? Por que estaba dispuesta a dejarme hacer y a disfrutar de su lengua...
Cuando desperté estaba sola en la cama. Era habitual. Nacho se levantaba siempre antes que yo. Lo hacía despacio para dejarme dormir. El camisón cubría mi cuerpo y la braga estaba en su sitio. Dudé. Pensé. Recapacité. ¿Había perdido la noción de la realidad en algún momento determinado que no recordaba? La cama no estaba tan deshecha como tal vez hubiera estado de habernos revolcado por encima...
Me di una ducha y me arreglé antes de bajar al salón. Al lado, en la cocina, estaban Lucas y Nacho hablando relajadamente. Uno leía el periódico mientras disfrutaba de un café. El otro hacía algo en el móvil. Había galletas y cruasanes en un plato. Todo parecía de lo más normal. EL corazón empezó a latirme con fuerza y mi rostro fingía una sincera sonrisa.
- ¡Buenos días, preciosa! -me saludó Lucas. Nacho levantó la vista y sonrió. Me acerqué a él para darle un beso y me rodeó con su brazo en torno a la cadera, dando unos suaves golpes en la pierna. Un gesto lleno de ternura. Me incliné y besó mis labios.
- ¿Cómo has dormido, cariño?
- Bien. ¿Tú?
- También. Anoche, qué pasó.
- ¿Por?
- Te dije que bajases...
- ¡Ah, sí! Estaba Lucas con un arrebato de hambre asaltando la nevera... Me entró hambre a mi también y aquí nos liamos a hablar. Cuando subí ya te habías dormido. -Intenté no sorprenderme, no poner en duda lo que me estaba diciendo pero me parecía todo tan sumamente extraño que no sabía qué decir. Miré a Lucas. Sonreía y su sonrisa parecía sincera. No parecía haber un doble fondo. ¡Joder! Sí lo había soñado qué real me había parecido pero, de haberlo sabido, no me hubiera puesto tan puritana de entrada y hubiera dejado volar mi mente y recrearme en fantasías que sé que jamás llevaré a cabo. No volví a sacar el tema aunque estuve durante un par de días indagando sobre el tema. Al final, si me habían follado estaba claro que en mi vida había habido un gran lapsus...
... O alguien quiere que lo tenga.
A lo mejor mi gran sueño es tener a dos tíos en mi cama... Y no lo había logrado soñar hasta ahora.