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sábado, 7 de enero de 2012

"Sonata de estío": "las mayores venturas amorosas, urdidas con el hilo dorado de la fantasía"

Río Grijalba (México)

Comentario a mi lectura de las páginas 153- 159 de "Sonata de estío", de Valle Inclán. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

El marqués de Bradomín y  la Niña Chole viajan en cubierta. La  fragata da “bordos en busca del viento” y  las estrellas palidecen. El velamen flamea indeciso, se acercan a la costa y nos fundimos, con ellos, en un "amanecer cargado de pólenes misteriosos y fecundos".

Pólenes
Un "Golfo Mexicano" humanizado, un poco harto, "en sus verdosas profundidades", de llevar tan pesada y voluptuosa carga.

Golfo de México
Recordamos . En aquel crepúsculo tropical, en medio de unas ruinas mayas,  el marqués conoce a la  Niña Chole y sintoniza con una tierra pansexual, "negra enamorada", que se estremece deseosa "al acercarse la hora de sus nupcias". Ahora, en la fragata, bajo el sol riente del amanecer, el aire es vehículo de  "estremecimientos voluptuosos":

Amanecer en México
"Ráfagas venidas de las selvas vírgenes, tibias y acariciadoras como aliento de mujeres ardientes, jugaban en las jarcias, y penetraba y enlanguidecía el alma el perfume que se alzaba del oleaje casi muerto."

Fragata
Con el alma enlanguidecida por perfumes tibios y  acariciadores, el de Bradomín contempla la ciudad de Grijalba, con sus casitas de colores, como recién salidas de un dibujo infantil.

Casita de colores

La metáfora nos la transforma en sonriente muchachita, vestida de trapillo, refrescándose un poco en el mar:

"Grijalba, vista desde el mar, recuerda esos paisajes de caserío inverosímil, que dibujan los niños precoces: Es blanca, azul, encarnada, de todos los colores del iris. Una ciudad que sonríe. Criolla vestida con trapos de primavera que sumerge la punta de los piececillos lindos en la orilla del puerto"

Foto tomada de Internet
 El viejo marqués conserva "reminiscencias voluptuosas" de  "Tierra Caliente", siempre unidas al recuerdo de la Niña Chole; aunque ya no desee hacerlas revivir:

"¡Aquella calma azul del mar y del cielo, aquel sol que ciega y quema, aquella brisa cargada con todos los aromas de la Tierra Caliente, como ciertas queridas muy amadas, dejan en la carne, en los sentidos, en el alma, reminiscencias tan voluptuosas, que el deseo de hacerlas revivir sólo se apaga en la vejez. "

De aquí

Desembarcan y se alojan en un parador vetusto;  donde continuamente entran y salen "caballerangos, charros y mozos de espuela". Allí están también los dos jarochos tahúres que conocieron en el barco. Ambiente ruidoso y masculino.

Habrá partida de naipes. Pero lo que de verdad ansía el de Bradomín es verse a solas con la Niña Chole. Aquella "noche de bodas" en el convento se le aparece lejana "con el encanto de un sueño". En el parador, gusta" las mayores venturas amorosas, urdidas con el hilo dorado de la fantasía".

Hilo de oro

Juegan a yo soy un capitán conquistador y tú una princesa prisionera, tienes que hablarme en tu vieja lengua maya. Destrénzate el cabello y luce el  hipil. Y ella le sigue el juego, con una sonrisa. Él la besa sobre  música de palabras desconocidas:

"Yo la tenía en mis brazos, y las palabras más bellas y musicales las besaba, sin comprenderlas, sobre sus labios."

Después,  Pietro Aretino es el hilo dorado que urde sus fantasías. Él recita en italiano sus siete sonetos, "uno distinto para cada sacrificio". Pone una especial atención en el último, aquel tan "divino" que "evoca la figura de un centauro, sin cuerpo de corcel y con dos cabezas". Con una pizca de imaginación...

"Sonetos lujuriosos"


Centauro (San Pedro Samuel)
Duermen. La Niña Chole se levanta al amanecer, abre los balcones y  penetra  "un rayo de sol tan juguetón, tan vivo, tan alegre, que al verse en el espejo se deshizo en carcajadas de oro". ¿Es el rayo de sol o es la Niña la que ríe?


Gorjea un sinsonte dentro de una jaula. Ella gorjea también, canta un estribillo, arrebujada en una túnica de seda que envuelve "en una celeste diafanidad su cuerpo de diosa".



Sinsonte

Despliega todo su poder seductor:  le mira, guiña los ojos, besa jazmines, ríe, canta, se destrenza el cabello, le salpica la cara con agua de rosas...

La Niña Chole alborota con sus trinos, salta de una canción a otra, "como el sinsonte" de un travesaño a otro de la jaula; su  gozo es infantil .

Bajo los balcones, se oye la voz del  caballerango; han de  partir. El de Bradomín se arregla ante el espejo. Ella sigue su ritual de coquetería:  vanidoso,  para quién te acicalas... Entorna  los ojillos  y  le arremolina el cabello. Ríe y le alarga "un espolín de oro para que se lo calzase en aquel pie de reina, que no pude menos de besar."

Montan y parten. Montes vestidos de luz, ráfagas de brisa y volvemos a esa Naturaleza pansexual que participa de lo que la pareja está viviendo:

" El alba tenía largos estremecimientos de rubia y sensual desposada. Las copas de los cedros, iluminadas por el sol naciente, eran altar donde bandadas de pájaros se casaban, besándose los picos."


Pájaros enamorados

 En el camino se cruzan con alegres cabalgatas de criollos y mulatos. Las vemos y las oímos, nos deslumbran sus brillos:

"Desfilaban entre nubes de polvo, al trote de gallardos potros, enjaezados a la usanza mexicana con sillas recamadas de oro y gualdrapas bordadas, deslumbrantes como capas pluviales. Sonaban los bocados y las espuelas, restallaban los látigos...".


Charro

Todos van  a las famosas ferias de Grijalba. Los dos amantes refrenan los caballos. La Niña Chole alarga la mano al marqués, "para correr unidos".

Les acompañaremos en su última etapa.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino