A propósito de «Peinar el viento» por Alicia García-Herrera
Peinar el viento por Alicia García-Herrera
Peinar el viento es la metáfora del recorrido de Silvia
hacia Ander. Una tarea tan difícil como tejer una camisa de batista sin costuras ni trabajo de agujas. Aquella petición que el amante hace a su amada en la famosa canción de Simon & Garfunkel, Scarborough Fair.
La historia
comienza con la visita de la protagonista a San Sebastián. El devenir de los
hechos la obliga a ayudar a su abuelo con asuntos ligados a su testamento.
Silvia no es consciente de que su regreso desencadenará la tragedia de los
suyos y también la propia, ni tampoco sospechará que, a partir de ese momento,
en ella el dolor se verá obligado a convivir con la pasión.
Las esculturas de
Chillida se convierten en la imagen del alma de Silvia, el hierro incrustado en
la roca como la lanza en la carne. El mar, confidente y amigo, es en la obra de
Alfredo un personaje más y la invita a tomar elecciones que desafían algunas de
nuestras creencias acerca del amor romántico. Silvia deberá decidir si ha de
viajar despojada de peso, sola y libre, para encontrarse, como diría Wilde, con
el amor más fiel y duradero, el amor a uno mismo o por el contrario, si deberá
ser consecuente con sus elecciones y aceptar, a imagen de Cristo, la capacidad redentora
del amor, entendiendo que ese es el único camino para salvar a otros y para
salvarse a sí misma. La respuesta, como diría otra famosa canción, está en el
viento.
El autor dedica la
obra «a los que (sic) me han enseñado a buscar la belleza y hacerla mía para,
agradecido, devolverla multiplicada, si es que la belleza se puede multiplicar
(...) en forma de letras encadenadas, de cuentos mágicos, de realidades
ficticias, de pasados por vivir y futuros ensayados». Quizás eso sean el amor y
la verdad, la eterna búsqueda de la belleza. Pero quizá para alcanzar amor,
verdad, belleza en suma haya que hacer algunos sacrificios. La respuesta está
no en el viento esta vez, sino en nuestra habilidad para peinarlo.
Alicia García-Herrera
Un reseña que invita a querer leerlo y una referencia a la dedicatoria que predispone a sumarse al sentir del autor que (por lo que te he leído) siempre apuesta a la belleza y al optimismo. Te felicito, Alfredo, por otro logro literario que aguardo con ansias. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarUna reseña precios donde nos deja lo justo para querer leerla.
ResponderEliminarFelicidades a los dos , Alicia y a ti.
Acabo de terminar de leer tu novela y ahora interpreto con detalle cada palabra de la reseña que ha hecho oportunamente Alicia García Herrera. Contundente el papel del mar frente a los pensamientos de la protagonista que busca con ellos abrirse camino hacia su destino. Pese a las indecisiones que la atan, logra esclarecer su camino a la hora de definirse entre lo que creyó que era amor y se transformó apenas en un forzado lazo de compromiso. Elige la libertad antes que esa atadura y lo celebra frente al viento, el mismo viento que la hizo sentir viva y querida en momentos que quedarán marcados para siempre en su corazón y su memoria. Muchas gracias, Alfredo, por el detalle de tu envío. Además de la historia, me han dado ganas de conocer en persona los paisajes que con tanta emoción describes. Un fuerte abrazo
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