La holografía en yeso de Dalí, realizada en 1936
se encuentra, como préstamo digital,
en el Art Institute of Chicago,
con su homónima creada en bronce en 1971
que pertenece a la Fundación Dalí.
El armario de mí vida, finito,
acaba estando lleno de mis cosas.
No cabe nada más,
si no quito algo antes, siempre.
No hay espacio que sea
del todo elástico.
Mi vida es ese armario tan cambiante
como inamovible,
no tendrá otro más grande. Soy yo.
Dejar entrar nuevos anhelos cuesta,
si mantengo los previos,
si no cierro una etapa previamente.
Dejar entrar a otras personas duele
porque es dejar a atrás a alguien que quise
que cumplió su misión
y será pasado.
Dicho así parece cruel y no lo es.
Soy esa mujer con varios cajones.
sacando de vez en vez
lo que aprendí por la experiencia
ante las nuevas que me llegan.
A veces son las mismas disfrazadas
tal vez porque no aprendí la lección
en su momento.
El de la decepción era extra grande.
Ya no.
Mi ración de vida, y la quiero entera,
está compartimentada.
Soy poliédrica.
Los apegos y querencias no cambian
pero no mantengo figuras de adorno.
Ocupan, se han ir limpiando,
ya aportaron, ya fueron.
Vendrán nuevas, aprenderé otras cosas.
Que me harán llorar y me que me
harán reír.
Mi alma y me mente pueden rebosar,
recalentarse,
y acabar inundando todo mi espacio
toda mi casa con su caos.
Lo sé porque ya estuve allí.
Puse rejillas de ventilación,
por si acaso.
El espacio, mi tiempo, es limitado.
Si no dejo atrás una historia,
no sé dónde colocar el hoy
que quiere abrirse paso a codazos.
No cabría, no quedaría espacio,
y sin un hoy, no sé cómo acomodar
al pasado, y abrir agujeros al mañana.
Soy un armario que camina,
en femenino y singular.