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Tiqqun contra el gobierno de la transparencia: La Hipótesis Cibernética


Según Tiqqun, vivimos en el tránsito entre el paradigma soberano del poder (vertical, estático, centralizado) y el cibernético (horizontal, dinámico, distribuido). El orden cibernético es un orden que alimentamos entre todos, con nuestra participación, feedbacks y datos. El modelo serían Google o Facebook, pensados como formas de gobierno y no solo como inocentes páginas de contactos o buscadores. El poder cibernético extrae y procesa información,gestiona lo vivo entendido como información, aspira a gobernar el mundo como Facebook o Google gobiernan las redes. Un poder radicalmente distinto, pero no menos opresivo.

¿Qué pedimos entonces cuando reclamamos más transparencia, comunicación, participación y contacto entre gobernantes y gobernados? Tiqqun apuesta más bien por devenir ingobernables: opacos a la visión cibernética, ilegibles para sus códigos, imprevisibles para sus máquinas de computación y control.

Por un lado, aprendiendo a discernir lo que escapa a la racionalidad fría y el tiempo «real» del orden cibernético: los cuerpos y sus encuentros, las palabras errantes, la temporalidad que implica toda duración. Por otro, buscando inspiración en los más diversos campos para subvertirlo: el ritmo del free jazz, la interferencia de Burroughs, el caos fecundo de Ilya Prigogine, el pánico según Canetti, la revuelta invisible de Alexander Trocchi, la guerrilla difusa de Lawrence de Arabia, la línea de fuga de Deleuze y Guattari, la niebla narrada por Boris Vian...

 

Sobre los «autores» de estos textos

Es muy poco común que un grupo anónimo se lea y se traduzca tanto como un filósofo célebre. Pero es lo que ocurre con Tiqqun, un no-grupo que publicó solo dos números de una bella revista entre 1999 y 2001, y que sin embargo es hoy una referencia para todo aquel interesado en reinventar una filosofía de combate y una política de transformación adecuada al presente.

Combinando una lectura singular de algunos autores, como Foucault, Heidegger o Agamben, y desarrollos teóricos propios, Tiqqun dibuja una serie de figuras conceptuales que se proponen como un mapa muy sugestivo de la dominación y de aquello que la desafía.

En castellano han aparecido varios artículos largos de la revista como libros: «Teoría del Bloom», «Introducción a la Guerra Civil» o «Una metafísica crítica podría nacer como ciencia de los dispositivos». En esta editorial, publicamos
Primeros materiales para una teoría de la Jovencita, un texto sobre el deseo y el amor bajo el capitalismo contemporáneo, en 2012.

El estallido de Tiqqun en 2001 –del que no se sabe prácticamente nada– libera varias esquirlas, una de las cuales se asienta en un pueblecito francés: es la llamada «comuna de Tarnac». Desde ahí (y en colaboración con otros) surgen libros como
Llamamiento (anónimo, publicado en esta editorial en 2009) o La insurrección que viene, un paradójico bestseller subversivo traducido a varias lenguas y firmado como Comité Invisible. Pepitas de Calabaza edita en 2015 el último texto publicado bajo esa rúbrica, A nuestros amigos, donde apuestan por replantear abiertamente la cuestión revolucionaria, es decir, el problema de la transformación radical (de raíz) de lo existente, pero por fuera de los esquemas del comunismo autoritario que condujeron a los desastres del siglo XX .

En noviembre de 2008, la policía antiterrorista francesa detiene a 20 personas en Tarnac y alrededores, acusadas de sabotaje de unas líneas de ferrocarril y de la escritura de La insurrección que viene (!). Este episodio policial-judicial, un montaje con todas las de la ley que se disuelve poco a poco por falta de pruebas, ha puesto el foco mediático sobre Tiqqun, la comuna de Tarnac y el Comité Invisible, amplificando y multiplicando el interés y la atención pública por esta constelación de grupos, personas, nombres ficticios, formas de hacer y de decir.

El libro se completa con una introducción a Tiqqun del filósofo italiano, de referencia mundial, Giorgio Agamben; y el texto "Fuck off Google", firmado por el Comité Invisible (un capítulo de A nuestros amigos publicado con la generosa autorización de Pepitas de Calabaza, que publica el  libro en mayo de 2015), donde se retoman y actualizan las reflexiones contenidas en La hipótesis cibernética 

Por su lado, Agamben no necesita presentación, su renombre hoy en día es internacional. Pero sí se puede decir que, a diferencia de otros autores de referencia para Tiqqun como Heidegger, Foucault o Reiner Schümann, Agamben es para este no-grupo un cómplice y un interlocutor directo, vivo, presente. De hecho, una de las mayores aportaciones de Tiqqun es haber inventado una especie de «política agambeana», una política inspirada en un autor al que precisamente resulta bien difícil encontrarle una.

Teoría y acción política contra la 'datificación' del mundo (reseña)  

¿Qué les pasa a las mujeres? (1)







Reseña crítica de Nina Power sobre Teoría de la Jovencita de Tiqqun, a raíz de la edición americana, publicada originalmente en Radical Philosophy.  

¿Qué mejor manera de describir la colonización del cuerpo en esta particular coyuntura de la vida capitalista? Buena parte de la teorización reciente se ha centrado en esa forma de guerra de los afectos en la que la depresión, la euforia y otros estados del ser no son leídos meramente como signos o síntomas, sino como directamente producidos por (y productores de) relaciones económicas particulares. El concepto de ‘semio-capitalismo’, acuñado por Franco Berardi ‘Bifo’, constituye un intento de determinar los efectos del ciberespacio y el cibertiempo sobre la mente y el cuerpo, cada vez más deprimidos, del sujeto contemporáneo.

En su reciente L'avènement du corps, Herve Juvin ha intentado describir, de forma similar, qué significa para la vida actual que el cuerpo se haya convertido en el ‘portador’ de todo significado, cuando cualquier aspecto de la existencia resulta intercambiable y nada queda oculto o es susceptible de ocultarse. Aunque la trayectoria de este tipo de análisis no sea exactamente nueva, pues recuerda incluso, ocasionalmente, a la abundante literatura feminista sobre encarnación, afectos y trabajo producida a partir de la década de los sesenta, sí hay algo novedoso en esa peculiar combinación de consumismo, desesperación, visibilidad e inmadurez que caracteriza a la vida de posguerra en sus últimas fases. Es precisamente esta “nueva fisonomía del Capital’, donde ‘el crédito generalizado que rige todo intercambio […] acuña a imagen de su vacío uniforme el ‘corazón de las tinieblas’ de toda ‘personalidad’ y de todo ‘carácter’” la que aborda Tiqqun en este breve texto, deliberadamente fragmentario, publicado en Francia en 1999. La cuestión del género emerge por todos lados: desde el título del libro a los extractos de revistas destinadas a mujeres con los que Tiqqun salpica todo el texto, pasando por algo mucho más nebuloso y perturbador que se encuentra en el núcleo mismo de su propuesta.

La Teoría de la Jovencita es un texto que parodia y a la vez refleja esa misoginia que subyace en el corazón mismo de una cultura que celebra la juventud y la belleza por encima de todo, mientras al mismo tiempo denigra a los portadores –mujeres jóvenes, fundamentalmente- de esas características supuestamente deseables. La poetisa Ariana Reines, traductora del texto, ha escrito sobre la reacción visceral que le produjo su tarea. La traducción, escribe en la revista digital Triple Canopy, “me provocó migrañas, me hizo vomitar; no podía dormir por las noches. Degeneró en una conducta sexual atípica”. Se trata, de hecho, de un libro que perturba por su implacable descripción de un mundo militarizado y consumista en el que “mientras que cualquiera presiente que su existencia tiende a convertirse en un campo de batalla en el que las neurosis, las fobias, las somatizaciones, las depresiones y las angustias son otros tantos toques de retirada, nadie hay que logre captar ni su discurrir ni lo que está en juego”.

El lenguaje de la colonización, la inmunización, la carne y los fluidos se filtra a través del marco abstracto del análisis de la imagen, la estructura económica y las reflexiones en torno a la modernidad. “La Jovencita no os besa, os babea entre los dientes. Materialismo de las secreciones”. Podemos dar por supuesto que, si ciertas partes del texto parecen un manual de venganza teórica para nerds de sexo masculino, se trata de un efecto –hasta cierto punto- intencionado. La cita de Hamlet que figura al comienzo del texto, I did love you once, implica traiciones pasadas, del mismo modo que la afirmación: “el ‘sexo masculino’ es víctima y objeto de su propio deseo alienado”. Pero ¿quién es ese ‘sexo masculino’ cuando a todo el mundo se le exige que se “autovalorice permanentemente”, o lo que es lo mismo, que sea una Jovencita? ¿Qué queda del cuerpo, el amor, la personalidad, cuando toda vida se asemeja a un cruce entre una hoja de cálculo y un horóscopo? “La desgracia empuja a consumir”, dice uno de los aforismos. Y sin embargo, no parece haber otra cosa que desgracia, incluso cuando todo parece resplandecer de satisfacción y alegría.

Pero ¿por qué la Jovencita? ¿Quién es y qué tipo de ‘teoría’ se ofrece aquí? En términos estilísticos, Tiqqun se mueve en el espacio abierto por el estilo situacionista y el tono profético de un Agamben: el détournement se junta con la ontologización poética. El estilo es asertórico, incluso cuando las afirmaciones son claramente estimativas. Centenares de frases comienzan con “la Jovencita es…”. Una machacona repetición que solo compensa ligeramente el recurso a los distintos tipos de letra y la inserción de citas, no solo procedentes de revistas femeninas, sino también de Baudrillard, de Ferdydurke (una novela escrita en 1937 por Witold Gombrowicz), de manuales espirituales de instrucciones y de textos sobre desórdenes alimenticios.

Pensar que Tiqqun esta hablando de jovencitas ‘reales’ constituiría, por supuesto, una extravagancia óntica, pues “el concepto de Jovencita no es, evidentemente, un concepto sexuado” y, por otro lado, el libro es poco más que “trash theory”. Tiqqun nos explica que todo consumidor de posguerra, que todo “ciudadano modelo”, que cualquiera que ostente un poder es la Jovencita: “Todas las figuras pasadas de la autoridad patriarcal, desde los políticos al patrón, pasando por el poli y llegando hasta la última de ellas, el papa, se han visto jovencitizadas”. Y sin embargo, el libro no se llama precisamente Teoría del Papa-Marchito. ¿Qué hacer entonces con una obra que pone la retórica de género al servicio de una teoría de esa “guerra total” que se libra en el cuerpo de todo el mundo?

Su dimensión política aparece en la afirmación de que “el proceso de valorización, en la fase imperial, ya no es solo capitalista: COINCIDE CON LO SOCIAL”. El amor ha pasado “de una seducción de tipo fordista, con sus lugares y momentos designados, su forma pareja-estable y protoburguesa, a una seducción de tipo posfordista, difusa, flexible, precaria y desritualizada, que ha extendido la fábrica de la pareja a la totalidad del cuerpo y del espacio-tiempo social”. La ecuación que establece Tiqqun entre lo social, la “Juvenilitud” y la “Feminitud” resulta, sin embargo, extrañamente anticuada y nos retrotrae al estereotipo de la mujer como esencial portadora de una sociabilidad en forma de chismorreo: “Palabrería, curiosidad, equívoco, se-dice, la Jovencita encarna la plenitud de la existencia impropia, cuyas categorías dedujo Heidegger”. La Jovencita es la sustanciación del hablar por hablar, la vida inauténtica convertida en Reina: “A causa precisamente de su nada, cada uno de sus juicios tiene la carga imperativa de la organización social al completo; y ella lo sabe”.

Así que, por mantenernos al nivel de lo inauténtico y caer, por un momento, en la tentación de leer en términos ónticos, ¿este es un libro sobre mujeres o sobre ‘mujeres’ (o más bien, sobre ‘mujeres jóvenes’)? Como señala la traductora, “remitirnos al carácter sexuado del francés no es la única forma de justificar el hecho de que este libro, conforme va avanzando, se convierte de hecho –en algunas secciones más que en otras- en un libro sobre mujeres”. En realidad, resulta imposible no reificar la crítica según progresa el libro, y aplicar sus afirmaciones a imágenes reales, aunque vagas, de cierto tipo de cuerpos (“La Jovencita se concibe como detentadora de un poder sagrado: el poder de la mercancía”; “LA JOVENCITA SE PARECE A SU FOTO”; “No hay, sin lugar a dudas, sitio en el que uno se sienta tan cruelmente solo como entre los brazos de la Jovencita”). Aunque Tiqqun centra su atención en las revistas femeninas, en buena medida como hizo Mary Wollstonecraft doscientos años antes, se puede ampliar sin problemas su análisis para incluir avances que se han producido en los medios de comunicación social desde que se publicó originalmente el libro: los imperativos directamente faciales y de autovalorización de Facebook, el inacabable re-posteo memético de tumblr, los blogs de modas, etcétera.

Pero ¿qué significa realmente este dominio del Espectáculo? La Jovencita es la “Moneda Viviente”, afirma Tiqqun tomando una expresión de Pierre Klossowski. Su culo es una máquina de guerra: “El culo de la Jovencita no es portador de un nuevo valor, sino solamente de la desvalorización inédita de todos los valores que lo han precedido”. ¿Pero de verdad la dominación espectacular de –pongamos por caso- el trasero de Pippa Middleton nos dice algo sobre la economía? “En el tiempo de la Jovencita, es la mujer la que se convierte en la metáfora de la moneda”, sentencia Tiqqun, y seguro que un millar de anunciantes estarían de acuerdo. Sin embargo, este titular enmascara verdades algo menos elegantes: tal vez las mujeres sean la metáfora del dinero, pero, empíricamente y por el momento, no es que les sobre. En algunos pasajes, Tiqqun casi echa la culpa a la propia Jovencita, por más que la lectora luche en su interior por sustituir la imagen de una adolescente integrada por –digamos- la de Berlusconi (que aparece citado: “Me han herido en lo más preciado: mi imagen”), el Papa o cualquier otra figura masculina de autoridad. Pero la Jovencita es, por encima de todo, alienación, en el sentido de que es profundamente infeliz. Por eso, no es casual que el libro concluya con referencias a la anorexia: “Es un cuerpo sin alma que se sueña alma sin cuerpo”. La anorexia es “el deseo de liberarse de un cuerpo enteramente colonizado por la simbología mercantil”.

Tal vez la Jovencita esté “contra el comunismo”, como reza una de las secciones del libro, pero es perfectamente consciente del mundo en el que se encuentra. ¿Qué significaría, en último término, dejar que la Jovencita hablase por sí misma y no a través de las categorías que le impone una cultura que la proclama la cúspide metafísica de la civilización y al mismo tiempo la denigra, o incluso al margen de las categorías que Tiqqun moviliza para desmontarla de forma sutilmente distinta? Tras el culo de toda Jovencita se oculta un puñado de hombre blancos ricos. Ciertamente, la tarea que tenemos por delante no consiste en destruir a la Jovencita, sino en destruir el sistema que la crea y que la hace tan infeliz, quienquiera que ‘ella’ sea. 

(1) El título original de este artículo es She’s just not that into you, versión en femenino de la popular comedia romántica de 2009 He's Just Not That Into You. En España, la película se estrenó como ¿Qué les pasa a los hombres?, de ahí que nos hayamos inclinado por este título en apariencia tan alejado de los intereses de Tiqqun y su Jovencita.

Superficie



Lo que demuestra la Jovencita es que no hay superficie bella sin una profundidad terrible


TERRORISMO DE AUTOR

Hoy os queremos recomendar vivamente esta fantástica página de Facebook, Terrorismo de Autor, que ha amanecido hoy con este video vinculado a La Jovencita.

Las Jovencitas y Jovencitos "que forman la infantería de la actual dictadura de la apariencia" quisieran que la simple palabra «amor» no implicase el proyecto de destruir esta sociedad. Todavía no han entendido que los caminos del «amor» son siempre dolorosos. (Tiqqun, “Primeros materiales para una teoría de la Jovencita”)



Y mientras tanto LA JOVENCITA vomitaba su segunda edición.


Todas las entradas en Acuarela sobre Teoría de la Jovencita y Tiqqun

Risa

Cuando la JOVENCITA suelta sus risitas, también trabaja

Bestia


La Jovencita es una ilusión óptica. Desde lejos, es un ángel y de cerca, una bestia

Hombres-Máquina





La Jovencita desearía...



































La Jovencita en las calles de Guinardó, gracias a Luis Lorenzo por la foto

La Jovencita en la playa de Madrid

Ahora que por fin ha acabado la Feria del Libro podemos dejar de hablar de ferias y volver a hablar de libros.

2012 pasará a los anales de la historia como annus horribilis, pero también como el año en el que, a pesar de la crisis y precisamente por ella, se publicaron muchos libros. En La playa de Madrid queremos hablar de uno de ellos.

"Frente a la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que toman nota, los que denuncian y los que se organizan. Estamos del lado de los que se organizan".

En La playa de Madrid nos hemos organizado lo suficiente como para dar vida a un vídeo sobre ese libro. Son apenas diez minutos de un género bastardo que no es ni book trailer, ni vídeo ensayo, ni vídeo arte. Es simplemente una entrevista en la que varias personas responden a preguntas sobre un mismo libro.

Y, preguntaréis, ¿qué tiene ese libro para recibir tantas atenciones?, ¿por qué tanta molestia? ¡Venga ya! ¿Y qué tienen ese chico y esa chica que te gustan? Pues sencillamente eso: que te gustan. Os presentamos a La Jovencita.

¿Qué es la Jovencita?

La Jovencita no tiene por qué ser joven ni por qué ser mujer. Puede ser hombre o puede ser mayor.

La Jovencita es una figura que representa el estilo de vida que nos ha llevado donde ahora estamos: en el desierto, un desierto largo, ancho y profundo que no se parece en nada a La playa de Madrid ni a sus refrescantes aguas.

La Jovencita es el ideal que perseguimos a costa de nuestra salud, física y mental, a costa incluso de nuestra vida.

La Jovencita es la guerra que se libra bajo una apariencia de paz.

La Jovencita es la encarnación de los códigos del espectáculo.

La Jovencita rechaza las particularidades de su cuerpo y ansía alcanzar, mediante dinero y sacrificio, un cuerpo modelo.

La forma de ser de la Jovencita consiste en no ser nada.

La Jovencita se marea cuando el mundo deja de girar en torno a ella.

La Jovencita no sabe lo que es el amor, es incapaz de ver el mundo desde la perspectiva del dos. El mundo de la Jovencita es un desierto de unos. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1 .1 .1 .1 .1 .1 . 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1. 1.

La Jovencita no quiere que el amor destruya su estilo de vida.

La Jovencita es un boicot contra nuestras posibilidades de experimentar alegría.




Acuarela en la Feria del Libro de Madrid



Improvisaciones sobre la Teoría de la Jovencita, de Tiqqun


Viernes 18 de mayo a las 19h. Espacio Menosuno, calle de la Palma 28.





“El dinero no existe. Es una convención humana. Entonces, ¿por qué no crear otra que nos haga más felices a todos?”  John Cage

Lamentablemente, después del dinero vino La Jovencita.

Rubén G. y Mario S. presentan:

Improvisaciones sobre la Teoría de la Jovencita, de Tiqqun
Concierto-conferencia

Rubén G. (superficies amplificadas, objetos, electrónica)
Economista, licenciado por la UAM, máster en gestión cultural por el ICCMU y experto en investigación de mercados por la UCM. Participó en los estrenos en España de A House Full of Music (Cage), The Great Learning (Cardew) y Big Bang (Slobodj). Es miembro del colectivo de improvisación maDam.

Mario S. (electrónica)
Reconozco y acepto la dificultad para comprender y representar la realidad.
Reconozco y acepto mis límites para conocer, para percibir, para analizar.
Trato de dar testimonio de la poesía que nos rodea. Intento insuflarla en mi obra.

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Textos: Extractos de "Primeros materiales para una teoría de la Jovencita". Tiqqun. Acuarela & A. Machado. 2012.

Anti-edad


Veo en los suplementos dominicales destinados al día de la madre a un montón de muchachas con cuerpos premenstruales encarnando a sonrientes madres que reciben sus regalos y me pregunto sobre el trágico significado que subyace en el sintagma: CREMA ANTIEDAD. Poco después leo esto en Primeros materiales para una teoría de la jovencita: "Toda la incomprensible agitación de la jovencita está gobernada en cada uno de sus puntos, a imagen de esta sociedad, por el desafío oculto de hacer efectiva una metafísica falsa e irrisoria cuya sustancia más inmediata es tanto la negación del paso del tiempo como, igualmente, la ocultación de la finitud humana"
(encontrado en el muro de Facebook del café El Molar gracias a Susana Duarte)

mensaje + reseña crítica de Ignacio Castro sobre la Jovencita



















Queridos amigos,

Quiero recomendaros hoy Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA, un libro que me ha parecido precioso, de lectura obligada para entender de otro modo nuestro presente, llevando al extremo su Apocalipsis latente. Es tan intenso, este libro, que con frecuencia estar de acuerdo o no carece de importancia dada la estela de sugerencias que genera cada pasaje.

Y esto no tiene nada que ver con una frivolidad estética. Lo que Teoría de la Jovencita tiene de provocativo, de elitismo "terrorista", de implacable precisión, a veces despiadada, creo que es una excelente virtud para quitarle la capa de polvo y naftalina que con frecuencia rodea a lo que entre nosotros llamamos izquierda, este apoltronamiento alternativo.

Después, en otro plano, menciono algunas dudas y unas posibles insuficiencias ontológicas, quizás debidas a una excesiva dependencia de Hegel y Marx. Pero creo que se trata de un libro enorme que todos nuestros amigos, si todavía (como dicen) buscasen algo, debería leer.

Abrazos,
Ignacio Castro Rey

Teoría de la Jovencita

“¡Ah, pero qué asquerosa eres!” Al modo del collage urbano, mezclando en distintos tipos de letra anuncios con tópicos cotidianos (“¡No te comas el tarro!”) y fragmentos cargados de una profundidad analítica delirante, este libro hará las delicias de quienes estén interesados en la subversión de nuestro mundo. Aunque, francamente, no es seguro que Teoría de la Jovencita, publicado recientemente por Acuarela & A. Machado, sea “un libro de amor” o hable sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura social, como dicen los editores en la contraportada. Si lo es, se trata de un amor del cual tampoco son capaces los autores, la mítica constelación llamada Tiqqun. Pero sí se debe decir que este libro posee una rara belleza. Y una inmensa riqueza, pues resulta sencillamente precioso ver el mundo con los ojos de otro mundo. Precisamente uno de los posibles defectos de Teoría de la Jovencita es que su misma radicalidad empuja a una lectura estética de la superficie, amenazando dejar todo como estaba. En todo caso Tiqqun, en este texto de sus comienzos en 1999, elabora una radicalidad que funciona a ráfagas,

El deseo como campo de batalla


por Ana Chicote

“Nuestra disposición a deshacernos en relación con otros constituye la oportunidad de llegar a ser humanos. Que otro me deshaga es una necesidad primaria, una angustia, claro está, pero también una oportunidad: la de ser interpelada, reclamada, atada a lo que no soy, pero también movilizada, exhortada a actuar, interpelarme a mí misma en otro lugar y, de ese modo, abandonar el “yo” autosuficiente considerado como una especie de posesión.” Judith Butler (Dar cuenta de sí mismo, violencia ética y responsabilidad)

Este libro de Acuarela Libros tiene la virtud de llegar en un momento idóneo. Si algo ha puesto en evidencia la crisis del capitalismo salvaje es lo que Richard Sennett vaticinaba en 1998 al final de La corrosión del carácter: "Un régimen que no proporciona a los seres humanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad".

Primeros materiales para UNA TEORÍA DE LA JOVENCITA es una crítica feroz de cómo un sistema basado en el mercado ha colonizado lo más íntimo e idiosincrásico del ser humano: la subjetividad, lo íntimo, las emociones, las pulsiones, el deseo singular, la misma capacidad de amar. El control de los ciudadanos ya no se ejerce desde un “afuera”, sino desde dentro de los propios seres humanos, que asumen el control de sí mismos para adaptarse a un deseo expropiado: la publicidad y la ciencia médica nos dicen en qué consiste biológica, genética y socialmente el amor, y el mercado nos lo vende para que lo consumamos. Se trata de la interiorización de la lógica capitalista en lo que parecía un reducto inconquistable de “autenticidad”, de rebelión contra el poder social.

La figura de “la Jovencita” encarna este deseo expropiado, alienado. A Tiqqun no le interesa describir quiénes son los sujetos que se adaptan a este modelo ideal de individuo, sino las prácticas que consisten en lo que ellos llaman el “proceso de jovencitización” o el convertirse en Jovencita: el deseo ensimismado, el deseo vacío, el deseo indiferente al otro, cuerpos reducidos a meros continentes que no conectan con su “intimidad” ni con la de otro. La Jovencita no está necesariamente adscrita a un cuerpo de mujer -aunque algunos de sus rasgos se asocien paradigmáticamente a la “feminidad” y por esto quizá sus autores hayan convenido en elegirla-, porque que todos somos consumidores de formas de vida atractivas (productos de marketing), nos obsesionamos por la juventud y la salud, nos esforzamos por adaptar el propio cuerpo a los cánones de belleza y a los usos amorosos de nuestra época, nos desvelamos por nuestra apariencia, odiamos la soledad y rechazamos lo que hay de trágico el ser humano (siempre hay que pensar positivamente), tememos al compromiso, pues esto implica la renuncia y el cierre de otras oportunidades, tememos el encuentro con lo diferente y singular (lo que no se adapta a la garantía de lo conocido), vivimos en la inmediatez y redefinición permanentes, etc.

Aunque el asunto de este libro tiene precedentes históricos (el análisis del narcisismo consumista y de la sociedad del espectáculo, la crítica feminista al poder que se extiende hasta lo privado), su interés o su novedad radica en que no es un ensayo sociológico al uso. Con un lenguaje abstracto entre lo poético y lo filosófico, que alterna el tono grave con el irónico y en ocasiones humorístico, no se propone analizar con detalle las condiciones sociales e históricas en que uno se convierte en un cuerpo-valor de cambio y tampoco sigue un discurso lineal. Escrito con citas dispersas de diversa procedencia (desde autores como Klossowski, Gombrowicz o Proust, hasta artículos de revistas femeninas, pasando por reflexiones de cosecha propia), configura una especie de prisma que desde sus distintas caras describe de forma sugerente cómo la Jovencita experimenta cotidianamente lo que los autores llaman la “nuda vida”: la vida vacía, la vida sin sentido porque nunca se compromete con nada, nunca se detiene auténticamente en nada fuera de sí misma.

La Jovencita es una “modesta empresa de depuración” de todo lo que no contribuye a la circulación del deseo mercantil vendible: la negatividad, la soledad, la enfermedad, la fealdad, el peligro, el compromiso, la muerte… Sin embargo, si, como afirman sus autores, “lo que le queda de humanidad es la causa de su sufrimiento” -una imperfección, por tanto, que también hay que erradicar-, ahí podría residir también la posibilidad de resistencia: “Sólo en el sufrimiento es amable la Jovencita. Salta a la vista aquí una potencia subversiva del trauma”. El sufrimiento puede interpretarse entonces como un síntoma de lo que no se adapta, aquello que “deshace” la fantasía de ser sujetos omnipotentes.

Cómo se convierte uno en objeto de deseo tiene que ver también con los “afectos estándar”, con lo que se supone que debemos sentir, cómo se supone que debemos preparar a nuestros cuerpos, moldearlos para que tengan una vida afectiva y sensual adecuada. Esta es, fundamentalmente, la segunda parte del libro titulada “Hombres-máquina: modo de empleo”, una ampliación del concepto de Jovencita. Los hombres-máquina son autómatas emocionales que responden al dictado de la nueva ciencia médica, de corte biologicista-determinista: “vosotros, vuestras alegrías y vuestras penas, vuestros recuerdos y vuestras ambiciones, vuestro sentido de la identidad y del libre albedrío, todo esto no es en realidad más que el comportamiento de una vasta reunión de células nerviosas y de las moléculas que están asociadas a ellas. Como habría podido formularlo la Alicia de Lewis Carrol: “¡usted no es más que un paquete de neuronas!”. Esta ideología científica dictamina que el amor es una “simple reacción química” y ofrece prótesis para nuestros cuerpos desfallecientes (como por ejemplo el viagra): “La humanidad futura debe ser funcional y funcionar en todos sus aspectos, incluso si a veces opone resistencia. Cada disfunción representa una falta de eficacia que debe ser corregida. Empalmarse cuando toca o desaparecer”.

Se trata de una ciencia médica que ha ocupado el lugar de la vieja moral para convertirse en un “moralismo fisiológico de masas”: “todos bellos, todos bio”. “El Biopoder está disponible en cremas, píldoras y aerosoles”. “He aquí el tiempo de la farmacología cosmética”. Es un deber moral estar sano, si uno no cuida de su cuerpo y enferma será porque lo habrá querido y deberá responsabilizarse individualmente de su enfermedad. De nuevo la ilusión del individuo autosuficiente y omnipotente que nos vende la publicidad (como si no nos enfermara el aire que respiramos, la comida que tomamos o los trabajos que desempeñamos). Sin duda, las nuevas reformas sanitarias irán por este camino, encarnando una suerte de “darwinismo social-mercantil” en el que sobrevivirán los fuertes. “Habrá de un lado la comunidad de «sanos» y del otro lado los «enfermos». Prestando atención al Nietzsche más dudoso, la primera huirá de la segunda como de la peste.”

Los cuerpos convertidos en mercancías, repite Tiqqun. El “yo” -afectos, pulsiones, deseos- considerado como propiedad, expuesto en un escaparate e intercambiado por otra “cosa” que conserve o aumente mi posesión. “El hombre convertido en cosa considera sus sensaciones con un curioso desapego: nada le pertenece exceptuando las cosas y solamente puede desear las cosas, o a los otros en la medida en que ellos mismos son cosas”. Sin embargo, lo que caracteriza la humanidad que hay en nosotros es la capacidad de que lo desconocido, de que lo otro, lo distinto, nos cuestione y nos “deshaga” -como dice Butler en la cita con la que comenzaba este texto-, con el riesgo, la angustia, el sufrimiento que eso implica para nuestro “yo soberano”, pero también como una oportunidad que nos moviliza, nos cuestiona y nos cambia.

Este ensayo es sobre todo una crítica a esas formas de vida sometidas, mecanizadas. Solo en las últimas páginas se hace un llamamiento a la emancipación de nuestros “cuerpos deseantes” para “comenzar a concebir la posibilidad de comunidades”. “La comunidad (…) significa: realizar el potencial de insurrección y de invención de los mundos subyacentes a todo vínculo verdadero entre seres humanos”. Quizás lo que se echa de menos en el libro es el desarrollo de la idea de estas comunidades posibles, la descripción, en paralelo a la crítica de las figuras de la Jovencita o de los Hombres-máquina, de experiencias liberadoras de vínculo y deseo, de otras formas de relación entre los seres humanos, por eso el carácter de denuncia se hace, en ocasiones, difícil de asumir. No obstante, es precisamente la claridad con que perfila el comportamiento cotidiano de ese “estar en el mundo sin estar” (que por cotidiano pasa desapercibido, oculto bajo una “normalidad” acrítica) y la ligereza del discurso hecho a base de fragmentos lo que invita a seguir con la lectura y lo que constituye su mayor acierto.

Cada sociedad construye o perfila a los ciudadanos ideales capaces de vivir en ella ejerciendo una cantidad menor o mayor de violencia sobre los sujetos para que se adapten a ella. La violencia que se ejerce en la sociedad del “capitalismo cool” (como lo denominan algunos) no viene dada tanto por las armas o por la imposición de normas sociales represivas, como por la seducción. Si en el capitalismo de las finanzas es el valor abstracto el que se pone en circulación permanente y no tanto el dinero concreto y real que podemos contar en nuestros bolsillos, en las relaciones humanas los seres humanos solo lo son en tanto que portadores de una serie de valores que una sociedad basada en el consumo favorece y premia, cuerpos convertidos en monedas de cambio, todos iguales bajo la apariencia de “marcas distintas”. Ya no se trata solo de que consumamos un producto, sino de moldear nuestras emociones, nuestras reacciones, nuestras decisiones, codificándolas como “adecuadas” e “inadecuadas” para cosificarnos como formas de vida que, paradójicamente, se nos pretende vender. Pero cuando el sufrimiento que esa violencia silenciosa y cotidiana ejerce se hace insoportable, cuando escuchamos al ser humano que grita bajo esas “máscaras sin rostro”, que ya no quiere hablar más “a través de la voz de otros”, cuando la palabra y el cuerpo se reconcilian, ahí comienza la libertad.





las tripas de la Jovencita









sex war

La seducción como guerra. Se habla de estar como un "cañón", con una metáfora que pertenece cada vez menos al registro de la estética y cada vez más al de la balística (La JOVENCITA)

Sexualidad

La sexualidad no existe. Es una abstracción, un momento separado, hipostasiado y convertido en espectral de las relaciones entre los seres

Cyborg

El Cyborg como estadio supremo e inmunodeficiente de la Jovencita


La Jovencita contra la infancia

"A mis doce años he decidido ser bella"