En el telar de mi ser, entrelazo las letras que brotan de mi alma, tejidos de sentimientos y emociones que danzan sobre este lienzo negro que mi pluma transfigura. Anhelo que cada palabra, cada trazo, trascienda y se convierta en eco en tu ser para fundirte en el velo mágico de mi memoria. Que mis versos sean puentes que nos unan en un abrazo sólido, y que mi tinta sea un testigo del vínculo que florezca entre tú y yo. En cada línea trazada, en cada verso susurrado, te escribo con el alma para que en el tapiz de nuestras historias encuentres el eco vibrante de mi ser y la esencia de este nuestro encuentro. Que mis letras sean hilos de un lazo indisoluble entre tú y yo, donde el tiempo se detenga y la eternidad se haga presente. En cada palabra entrelazada, en cada estrofa compartida, tejamos juntos la trama de un sentimiento duradero, donde nuestras almas se encuentren en todos los rincones de esta bella historia.
11 de agosto de 2024
Cierre de Convocatoria...
10 de agosto de 2024
Bucear en la nada: Autopsicoanálisis profundo...
Ayer decidí no hacer nada. —¿Decidir no hacer nada es no hacer nada? ¡Hummm!
Me acomodé en el sillón de la sala, ese que siempre me recibe con sus mullidos cojines, y dejé que mi mente se despojara de cualquier urgencia. El reloj en la pared marcaba las horas con su tic-tac constante, pero a mí no me importaba el tiempo. Cerré los ojos y simplemente existí.
El silencio me envolvía, solo interrumpido por el maravilloso canturreo de los pájaros y el suave murmullo del viento a través de las hojas. Respiré hondo, llenando mis pulmones con el aire fresco que entraba por el ventanal abierto. Mis pensamientos vagaban libremente, sin dirección ni propósito. Recordé la infancia, esos días interminables de verano en los que el único plan era no tener plan alguno, pero siempre surgía uno que nos llevaba hasta la hora de cenar.
La mente, sin las habituales preocupaciones, se convierte en un lienzo en blanco así que las ideas fluían, sin prisa, dibujando paisajes entre momentos blancos. Era un estado de gracia, un equilibrio perfecto entre la conciencia y la ensoñación.
De vez en cuando, abría los ojos y observaba las sombras que el sol proyectaba en la pared. Movimientos lentos y suaves, como una danza de luz y oscuridad. No había nada que hacer y, sin embargo, sentía que estaba haciendo todo. Exploraba los rincones de mi mente, redescubriendo la tranquilidad y la paz interior. Y me sentí bien.
En ese momento, comprendí que no hacer nada es, en realidad, un arte. Un arte que nos permite reconectar con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Y en ese arte, encontré una profunda satisfacción.
Hoy he decidido salir a bucear y ser maestra del autopsicoanálisis profundo.
Imagen creada con IA. ©ɱağ |