La iniciación
sexual regada con alcohol y las tristes noches locas…, en una ópera prima incisiva.
Título original: How to Have Sex
Año: 2023
Duración: 90 min.
País: Reino Unido
Dirección: Molly Manning Walker
Guion: Molly Manning Walker
Reparto: Mia McKenna-Bruce; Samuel Bottomley; Lara Peake; Enva Lewis; Daisy
Jelley; Eilidh Loan; Shaun Thomas.
Música: James Jacob
Fotografía: Nicolas
Canniccioni.
Vista en dos
intentos. En el primero, dado el sesgo documental de los primeros compases de
la película: un reportaje sobre el desmadre de una juventud alcoholizada e
hipersexualizada que a veces acaba en tragedias como la del balconing,
nos retiramos con cierta decepción. ¿Por qué hubo un segundo intento? Porque,
fundamentalmente, intuimos que toda esa locura del desmadre veraniego de las
adolescentes que cifran el éxito de su gran semana de vacaciones en la cantidad
de veces que han follado o los litros de alcohol que han consumido nos conducía
a un retrato naturalista de quienes tienen derecho a voto y forman parte de una
generación llamada a gobernar su país en un futuro no muy lejano. A su manera,
y salvando el abismo inglés de la diferencia de clases, esta película tiene
mucho que ver con The Riot Club, de Lone Scherfig, aunque si frente a esta no
sentimos la más mínima compasión, frente a los destinos de las tres jóvenes que
buscan sus noches locas en Grecia tenemos una actitud muy diferente, porque
tras las fachada de la locura semicontrolada hay una protagonista que va a
recibir una herida que no cicatrizará jamás, por más que su inconsciencia, su
idealización de la pérdida de la virginidad y la perversa y nefasta influencia
de una de sus amigas tenga mucha responsabilidad en el asunto.
Teniendo
próximos los ambientes asalvajados de Magaluf en Palma y los encuentros «deportivos»
del Saloufest, tan despreciables, una película como esta no nos pilla
por sorpresa, de ahí que la contemplación del primer tercio de la película
constituya un auténtico sufrimiento para la retina y para la moral, en modo
alguno puritana, sino liberal a fuerza de cargar las tintas sobre la
responsabilidad individual de cada cual para escoger lo mejor de sí mismos y
contribuir a la mejora de la sociedad. En pantalla, sin embargo, aunque con una
pulcritud y ritmo muy potentes, la directora nos ofrece una visión directa, sin
intermediaciones morales de ninguna clase, de un modo de diversión muy
extendida entre la juventud, ¡y aun entre la madurez!, y no hay más que
recordar La gran belleza, cuyas fiestas casi en nada se distinguen,
salvo cierto decadente glamur jethortera, de la que atrae a los
jovencitos que hacen de las transgresiones hepática y sexual el no va más de la
diversión. Reconozco que esta es una película que, vista por un abstemio no
militante, resulta bastante dura de ver sin sentir cierto asco, pero el abismal
vacío humano de la fiesta orgiástica va más allá de esa condición. Los
alucinógenos, en su día, significaron la búsqueda de la ampliación de la
conciencia, y, de verdad, me resisto a comparar a Aldous Huxley con los niñatos
que pululan por esta historia de simulacros y negaciones.
Pero la
película tiene dentro una pequeña historia que va creciendo a medida que la
devastación emocional y psicológica de su protagonista se apodera del guion:
entonces choca esa isla de decepción, ¡de sufrimiento!, con el entorno agresivo
de las noches disparatadas de las que se sale para recobrar un pelín de energía
y volver al ataque con energías cada día más mermadas. Una de las
protagonistas, la que parece tener menos luces —de las tres es la
única que ha suspendido el examen para entrar en la universidad— y es manipulada —patronize en inglés— por las otras dos, aspira a que este que hace sea el viaje de la pérdida de su virginidad, algo que se presenta de la forma más banalizadora del mundo, casi como un estorbo del que se ha de librar, y para el que, en principio, cualquier candidato sería un buen candidato. Pero… —ese viejo «pero» del «príncipe azul» que parece dormir escondido en el universo ancestral de los deseos femeninos— se cruza la atracción y el deseo en forma de un joven atractivo, apodado Badger, alojado en la misma planta del hotel y cuyo balcón se comunica con en de la protagonista, quien coquetea con él. Los seis jóvenes formarán un sexteto que se une estrechamente para apurar la diversión hora a hora, si bien no siempre los caminos de ella y de él coinciden, ¡y a veces se apartan radicalmente!, como cuando el tal Badger participa en uno de esos concursos piscineros, que entretienen a las hordas «diversivas»…, en que un candidato es asaltado por varias jóvenes dispuestas, a boca armada, a conseguir del candidato la más potente erección jamás vista…
La historia se
crece cuando advertimos que Tara, la protagonista, se queda sola, aislada en
medio de una fiesta en la que el agente del sueño feliz de su desvirgamiento
disfruta en el escenario mientras ella se arrima a unos y otros y bebe y baila
y va entristeciéndose a cada minuto que pasa. La aparición del amigo de Badger,
Paddy, la «rescata» de esa deriva, y le
propone ir a la playa a bañarse desnudos, ella acepta, y entre risas y abrazos,
cede a la sugerencia de Paddy de «hacerlo», algo que ella vive más como un
sufrimiento que como el gran logro que era el objetivo de su viaje.
A partir de
ese momento, la depresión anímica de la joven se instala en el corazón de la
aventura orgiástica y ya nada vuelve a ser el proyecto loco que fue en sus
inicios. El desdén de Paddy, el silencio propio, la intuición de que algo grave
ha pasado que tiene Badger, y la banalización del recuento de la «aventura» por
parte de las amigas hace derivar la película hacia una situación dramática que
la protagonista interpreta con una convicción total. Lo peor está por llegar,
no obstante, y ese es el momento en que las alarmas morales de ella y de los
espectadores empatizan, finalmente. Lo dejo a la contemplación y enjuiciamiento
de los espectadores. Por el camino ha quedado claro que la presión del grupo
tiene unos efectos devastadores en personas con débil fundamento moral y escasa
formación. ¡Cuántas Taras no son sacrificadas en esos ritos de paso hacia
ninguna parte…!
Como narración
dramática y como falso documental de unas prácticas alienantes, la película
tiene un valor superior al de esas mismas características. Y lo mejor es la
fidelidad con que la directora ha sabido «meternos», para horror y
desesperación de algunos…, en el corazón de esa locura que contrasta, en sus
escasas fases diurnas, con la calle vandalizada, llena de residuos, como el
escenario de una batalla terrible, de un saqueo, de una violación…
No hay comentarios:
Publicar un comentario