El héroe de nuestros días es Arthur Gordon Pym,
mezcla de conquistador, sabio y escritor de tratados,
instalado en el vértigo de su Maelström. Allí constata
y mide en su caída la velocidad y la altura del remolino,
tromba marina o marejada, calcula mentalmente
cuánto le falta hasta llegar al fondo del piélago, toma nota
de la relación peso específico-velocidad-caída
y las probables consecuencias que semejante arrastre
tendrá en su cuerpo.
Arthur Gordon Pym tiene sumo cuidado al construir
el relato de su aventura, omitiendo toda conclusión apresurada.
Después verá el resultado. En este momento, intenta sobrevivir.
Las palabras siempre nos rescatan del abismo.
También las brazadas y la respiración. En oídos sordos
no entran cantos de sirenas,
sólo cardúmenes ajenos a ese precipitado descenso
carente de armonía.
Acontecimiento fortuito, tan casual como el encuentro de
un paraguas y un perro en la mesa de un embalsamador.
Antes sí hubo aserrín desparramado por el piso.
Ahora los hombres ya no fuman acodados en las ventanas.
Tampoco hay charcos donde reflejar el hastío de
una abundancia con figura de vieja rufiana empenachada.
Delia Pasini (Buenos Aires, 1945-2018)
Chancho rengo,
Tren Instantáneo,
Buenos Aires, 2020
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Foto: Delia Pasini/Facebook