Comenzamos el relato colectivo
15 DICIEMBRE, 2012
Ella se disponía a preparar (más con suerte que maestría) la receta que el año pasado le había prodigado un montón de elogios familiares
en el festejo navideño.
Conocedora de sus limitaciones en lo culinario y a
pesar de esto, sentía una extraña y antigua fascinación por la cocina (entiéndase
cocina, por el espacio donde se elabora). Entre; ollas y hornallas, sartenes y
espátulas, todos estos utensilios le recordaban algo que quizá, había olvidado
o mantenía dormido en su interior.
Mientras buscaba la atesorada receta e inspeccionaba,
en su memoria, los ingredientes para la elaboración; se cuestionaba porqué no
previó este contratiempo.
Pasado, casi, unos tres cuartos de hora (aunque, en
realidad, el tiempo parecía avanzar muy lento como pausado), los niveles de su
ansiedad y desesperación estaban rebasando los límites tolerables.
Detuvo un momento la búsqueda y pensó:
Qué
obligación tengo de llevar esta masa dulce; rellena de nueces, avellanas, maní
y fruta glaseada; hecha a base de huevos, aceite o…era manteca, harina y agua de
azahar.
Puedo
comprar algo más sofisticado y de mejor calidad. Puedo excusarme por cuestiones de
tiempo o laborales y llegar, alegremente, con una preparación, en vez de casera,
industrial, y con una hermosa presentación.
No,
no era agua de azahar ¿Era vainilla o era esencia de nuez?… De seguro, uvas
pasas incluía el relleno.
No lo recordaba y era una tortura. Luego se dijo:
No
voy a volverme una Señora Dalloway de esta década, ni que fuera el fin de mis días.
Aunque era tarde para los reproches. Se dirigía, rauda
y presta, hacia la calle. Con la intención de recordar los ingredientes que le llegaban a la
cabeza de manera ambigua y confusa. Tal vez, encontraría (remembrando las
compras del año anterior y en el mismo establecimiento) con mayor fortuna en el
supermercado…