viernes, 28 de agosto de 2015
Last time
Hablamos de la ebriedad, saturación en los altos grados de temperatura, la omisión de la voz en off y todas las señales avisando del peligro. Hablamos de dejar pasar oportunidades, como la de cerrar una maravillosa noche en aquel lugar, el escarpado de pinos, tragos en un coche, deleite en plena naturaleza. Una noche mágica en la que descubrir un pedacito de esencia, en la que cantar al viento de poniente. Aunque quizá sean las lágrimas de San Lorenzo. O que el cambio de polaridad solar me esté afectando. O todo lo que ya sabemos junto. En cualquier caso siempre me gusta que conozcas más de mí, aunque en esta ocasión la estúpida descerebrada volvió a usurpar mi inusual cordura y yo, una vez más, me avergüenzo al contártelo.
Siempre que me llaman voy. Siempre que me buscan me encuentran. Nunca se decir No, nunca un No se pagó a tan alto precio. Por eso acudí a la llamada, al auxilio, al desesperado intento de paralizar otra desafortunada tormenta. Nunca un triunfo me supo tan caro.
Desplomé mi agonía en el asiento del quad aparcado en la puerta del bar. Me gané ese derecho justo un verano antes, mientras ensanchaba mi ego en el elevador la lengua de su conductor derrochaba saliva en mi cuello, incluso en los días de Pascua, cuando el dueño del quad emborrachó mi teléfono domo de Absenta, olvidando –posteriormente- un pendiente bajo la almohada. Estaba allí sentada, debatiendo con algún desconocido sobre la belleza de las playas de Gijón y los bulevares regados en sidra de Oviedo cuando me deje tirar por una mano no tan desconocida. La usurpadora estaba ahí, anegada en cólera, inyectada por la decepción y la hipocresía. Porque tú, el de la Harley del bar de al lado, apareciste ante mí con tu prepotencia y tu chulería presumiendo de harén, y la rabia se infundió en llamas dentro de mí, incautando la esquizofrenia cualquier vestigio de sensatez.
Me empuja al baño de chicas y cierra la puerta tras de sí, urgentemente, con insidia y brutalidad. Esa misma fiereza le lleva a lanzarme contra el mosaico de azulejos vidriados color azul hielo, azul añil, azul brillante, azul perlado, cielo, mar, noche… Dos líneas gruesas, blancas, perfectas, reposan de manera seductora sobre la tapa del tanque del inodoro. Su mano con fuerza en mi nuca, me incitan sin acabar de empujar hacia el vicio, soy yo la que se deja hacer, llevar, la que bracea en las profundidades de todos los azules, ahora convertidos en un inmenso océano. No lo pienso, como cualquier decisión acatada en los últimos meses, no se me da bien pensar, no me riega el cerebro, me patina la neurona. Siempre fui una chica de impulsos, en su mayoría no acertados. En eso estaba instantes (tal vez horas) más tarde en el asiento trasero de un coche. Sé que contemplé toda la gama de pasteles en la pizarra de ahí arriba, una cámara lúcida, espejo transparente, luz de verano. Sé que mi casa ya no era hogar, era un vertedero invadido por ratas de alcantarilla, roedores depravados y corruptos, ávidos en la deshonestidad, en el hurto y el analfabetismo. También sé que aquello fue el fin, que nunca más irrumpirían en mi tranquilidad, en mi persona, en mi karma ni mi hogar. Nunca más.
“Es miedo y la puta vida…” me digo segundos, minutos, horas más tarde, porque la inconsciencia también juega con el tiempo. Qué será la puta vida, me preguntó, un orgasmo tal vez, una nota de piano tocada una noche complicada, un cunilingus, una buena mamada. Analizo -como siempre, como esa infinidad de veces en las que intento justificar otro desliz, otro desvarío, otro despropósito sobre la cuerda que me sostiene y poco a poco vence- todas esas cuestiones para encontrar la respuesta, pero en realidad también se me da mal jugar al psicoanálisis. Esa correspondencia entre mi yo y mi otro yo desafía el horizonte de la acústica, ahí creo encontrarme, justo antes de darte el último beso y perderme por siempre.
Lana Del Rey - Gods and monsters
viernes, 3 de julio de 2015
Masturbación DeMente
El caso es que aquí estoy, podría decir tres, cinco o seis y media de la mañana, pero el aturdimiento me impide distinguir. Madrugá de un viernes que empezó siendo jueves o de un sábado que empezó siendo viernes, ya te digo que aún ando apabullada por las circunstancias. Aquí estoy, lúcida, mientras otra víctima desconocida dormita muy cerca, habiendo ingerido una cuarta parte que yo, entiéndase de alguna bebida o sustancia pegajosa. Aquí estoy, planteándome cosas que pienso hablar con vosotros, contigo, en la semana que empezará muy pronto, más correcto sería decir próximamente. A ver si conseguimos estar un poco alterados de conciencia para paliar el desfase físico que tanto daño nos está haciendo, por cierto.
Existe, también, eso otro… ya sabes, en realidad soy una tipa violenta. Odio a los perros oliendo mi rastro, pegados a mi culo. Odio las mierdas de los perros desperdigadas por la calle. Odio a los dueños de los perros, altivos, sabelotodos y empalados, con sus correas y sin bozal. Detesto a los niños, esos cachorros de otras perras. Odio sus chillidos histéricos cuando se acerca el camión de los bomberos. Odio con igual simpatía a mis vecinos a y a los viejos que colapsan la EMT recreando tanta maloliente senectud que dan ganas de vomitar.
Soy una rara.
Soy una chunga que, mientras su víctima duerme, desbarra cosas prohibidas a quien aún no duerme. A quien sea capaz de seguir este ritmo que, a veces, es tan fácil como los viejos Körn en un nuevo disco bramando el despertar de la paranoia. Nunca me sentí tan bien como eructando el peligro de aquellos amantes vuestros psicópatas, acechando algo que tardasteis demasiado en asimilar. O quizá fuimos los dos, pero ya importa poco. Ojalá nunca sea tarde porque sólo somos amantes de la muerte.
Miro el reloj y sólo han pasado cinco minutos desde la última vez. Resulta fascinante la capacidad de las mentes y los cuerpos y sus esporas. Resulta perturbador pensar que dejé de escribir cuando encontré cierta pausa emocional más allá de cánceres psicópatas. Pero dejé de escribir, lo cual es MAL. Nada es suficiente cuando te mueves más al margen que en la red que los imbéciles solían leer. Recuerdo algún bilioso correo, todo perturbador y narcotizante a la vez que escandalizado, donde el tarado de turno me hablaba sobre el riesgo de conocerte y sodomizarnos con un arnés. Nunca me molesté en sacarle del error. Nunca le dediqué más de los tres minutos de rigor para mostrarme favorable a la mutua (tuya ó vuestra y mía) dilatación anal para su escándalo y desconcierto.
Pero ahora empieza un tiempo nuevo. Ya pasaron las tormentas estériles, las que no protagonizamos, y los períodos de cadencia rozando el suicidio. Ya pasaron invierno y primavera. Ya pasó lo peor, amigos, y tenemos una edad. Ya sabemos lo que podemos esperar de nuestros mediocres acompañantes (entre los que nos incluyo) pues te sé tan bien como tú a mí.
Siempre es lo mismo, la duda. Siempre la oscilación que puede empujarte al abismo. Siempre la armonía capaz de conciliarlo todo. Siempre el desgarro y la fugaz sensación de vacío a cambio de mediocridad. Siempre los filósofos violando analmente humanidades enteras, pero quizá sea posible cambiar. Pronto tendremos la charla y la necesidad.
Pronto descubriremos lo que siempre estuvo ahí, o no. Pronto volveremos a degustar el lado raro de la moneda.
Korn - Paranoid and aroused
jueves, 18 de junio de 2015
Luces y sombras
... abril 2015
Permanecí inmóvil bajo el
quicio de la puerta, acobardada por los fuertes golpes detrás del pequeño
cristal y titubeando sin saber bien qué hacer después de un aletargado
silencio. Temblaba al no escuchar respuesta cuando pregunté quién eras;
enmudeciste, creo, porque ni tan siquiera tú sabías que hacías allí. Pero
después oí tu voz y pensé que no podías ser tú, había pasado mucho tiempo y tal
vez el deseo de saberte entorpeciese el recuerdo de tu sonido en mi memoria. Me
sorprendió encontrarte hecho un ovillo entre los pliegues de la cortina al
abrir la puerta de la calle. Te escondías, ocultabas tu rostro, y yo creo que
también tu vergüenza, porque enseguida te sonrojas y bajas la mirada cuando
descubres que, sin querer, te has deshecho de tu caparazón. Latía muy fuerte mi
corazón, la respiración también se aceleraba a medida que tus pasos avanzaban
hacia mí, y yo ya no sabía si tiritaba de frío o, simplemente, imitaba la
reacción de una estúpida quinceañera cuando descubre que el chico con el que
tantas noches ha soñado aparece en mitad de la noche tocando su puerta.
Eran las seis de la mañana,
el vestido con adornos dorados aún caía sobre el respaldo de la silla, junto a
las sandalias de tacón y el resto de abalorios. Probablemente escogiste la peor
noche del año, probablemente mis ojos permaneciesen aún hinchados después de
tanto dolor y tanto llanto, el maquillaje corrido en las mejillas y el pelo revuelto
efecto de esa eterna lucha contra la almohada. También, probablemente, esa
fuese nuestra última noche juntos. No me importaba el desorden, ni la hora, ni
mi aspecto, sólo quebrantar la poca distancia entre tu cuerpo y el mío, verificar
que aquello no era otro sueño, era tan real como los rizos que te habían
crecido y ahora adornaban tu nuca.
Recuerdo tu olor; es
increíble porque hoy, tres meses más tarde, puedo sentirlo sumergido en mi
cuello, entre mis muslos, en mi ropa, en el resto de frunces y capas de piel.
Nos acomodamos en el sofá, te pregunté por la escayola que cubría tu brazo
derecho y enseguida te desvaneciste en mi regazo, te acurrucaste como un niño
apoyando tu cabeza en mi pecho, buscando calor, comprensión y también una
soledad compartida que te ayudase a entender cómo habías dejado pasar tanto
tiempo… Quizás eso era lo que más pesaba en tu conciencia, tal vez –en esa
primera noche del año- pusiste en orden tus ideas y llegaste a la conclusión de
hilvanar cualquier pespunte suelto en las costuras de tu mollera, pasajes del
pasado. Hablamos, recordamos, intenté traducir tu lenguaje, al menos el oral,
ya que el corporal estaba mucho más claro. Y aunque no consiguiese esclarecer
tu lengua, entendí la coherencia de tus palabras acorde a tus sentimientos y
tus actos. Para entonces ya estabas explorando la humedad de mi boca, un poco
más tarde te perdías para volver a encontrarte en una concavidad cuanto menos
parecida.
Te quedaste dormido como
hacen los bebés, muy cerca de mí, otra vez acariciando el calor y acomodando tu
escayola en un arco perfecto entre mi pecho y mis caderas, mullido en mi cintura.
Y así despertamos. Tu barba, demasiado larga ya, arañando mi mejilla y tu
aliento alcoholizado pegado a mi espalda. Hablamos durante largo rato aquella
mañana de primero de año; divagamos sobre algo que a mí me preocupó y no supe
discurrir en ello tornándolo en algo superfluo y banal (como me arrepiento
ahora de eso)… tu flirteo con sustancias alucinógenas, el abuso del lenguaje
inexistente, el vicio de esa soledad que te empuja al precipicio. Quise
advertirte o lo hice, pero a mi manera, sin que tú llegases a entenderme del
todo. Me ofrecí, sin reservas, sin límites o contemplaciones, me ofrecí de
manera descarnada, y tú –precisamente- la confundiste con el lado más
interesado y libidinoso.
Te veo ahora dormido,
luchando con fantasmas del más allá y tus propios monstruos. Te toco pero tu
piel se ha vuelto áspera y dura, apenas creo que puedas sentirme. Te hablo pero
no puedo soltarme la lengua porque tu hermano está a mi lado, tampoco sé si
puedes oírme y ni te imaginas cómo me gustaría que lo hicieras. Ahora, dos
meses más tarde, sé que lo hiciste, mi voz llegó allí, tan lejos donde
estuviste, y tu fuerza te trajo de nuevo con nosotros.
Tal vez debería seguir
escribiendo la historia, sólo tendría que dejar que nuevos capítulos
aconteciesen, pero no estoy segura de querer asomarme de nuevo al abismo.
miércoles, 20 de agosto de 2014
Future Starts Slow
No longing for the moonlight
No longing for the sun
No longer will I curse the bad
I've done
If there's a time
When your feeling's gone
I wanna feel it
lunes, 19 de mayo de 2014
My doubts, success and failure
Desde hoy comienzo a contar los días que faltan; desde hoy empieza la cuenta atrás. Y en esta altura me estoy preguntando si me equivoco, si estoy errando en la decisión tomada, y me desespero porque sé que cualquier determinación hubiese sido cuestionada por unos y otros, una duda para mí misma.
Siempre fui
indecisa, insegura, cobarde. Se me va la vida en los próximos diez días, desde
ahora… miscelánea… un océano de pensamientos se agolpan en mi memoria, los
últimos siete años de mi vida. Lo que acaba y lo que empieza.
Estoy aterrada, por
eso me doy media vuelta en la cama y te observo a oscuras, conteniendo la
respiración para no alterar tu sueño. Quiero retener ese instante en mi cabeza,
guardarte en mi pecho, para cuando te eche de menos. Para cuando en otro punto
del país tú te sientas solo en mitad de la madrugada. Y me siento vacía desde
ya, o siempre lo estuve, pero ahora soy más consciente de ello, y soledad no es
un efecto, es certeza, se puede palpar, incluso cortar con la hoja del cuchillo
que ahora forma parte de mi caja de juguetes.
Por favor, dime que
todo esto valdrá para algo, que no me equivoco, que no estoy jodiendo tu vida y
de paso la mía, que no estoy truncando la historia de final feliz, la que ambos
empezamos a escribir cuando aún creía en la realidad de los sueños.
The National - Sea of love
The National - Sea of love
miércoles, 23 de abril de 2014
Despertares
Así me hallé en la negrura de un sueño, donde no se oían pasos, donde los signos vacilaban entre la salvación y la esclavitud, sacrificio, ingratitud; caprichos obsesivos que anticipan los despertares. Me humedecía los párpados, cosidos con plata de mal agüero. Y desperté siendo yo, vulnerada por el fantasma oculto en la caja de marfil. Pero a solas, con los hombros atrofiados por el peso de un mal sueño.
Azure Blue - Time is in our side
sábado, 8 de marzo de 2014
Fearless
Y sucedió, y se fue. Las estaciones, la climatología, los relojes, tú, el resto, yo... y vino, la música, la risa, un color nuevo, carencia de ser, los trabajos, la sorpresa, privatización sensorial, el nuevo comienzo, la actitud. La vida.
Sucedió y aún no
deja de ser una página en blanco. Empezó y fue sucediendo lentamente, poco a
poco, ya sabes… “pausadamente –dices- te describe mejor” y eso es lo que
quiero.
Y ahora expiaré mis
pecados bajo el caño de agua fría, aislar el mundo de Alex en algún lugar de
ahí adentro. Veré mi reflejo en el espejo y, mientras unto mis pestañas en
rimel, ensayaré un nuevo gesto que rompa ese eterno silencio. Sí, el que queda
cuando aparece la larga sombra, la que nunca deja de espiarnos. Para entonces
ya me habré enfundado en mis vaqueros, habré olvidado por casualidad el
sujetador sobre la cama y habré rodeado mi cuello con algún pañuelo.
Llegaré tarde, como
siempre, y tendré que besar a todos, uno por uno, las palabritas de rigor y algún
chiste fácil para dejar escapar los nervios, el aleteo de esas polillas
empuñadas alrededor del músculo generador. Entonces me buscarás con la mirada,
tropezará con la mía y nos eternizaremos en un compendio de imágenes que vuelan
a cámara lenta dentro de nuestra cabeza. Me encontraras más tarde, nos
perseguiremos durante la noche, hallaremos excusas, fabricaremos coartadas que
nos permitan un centímetro más de acercamiento. Y cuando estemos frente a
frente, cuando vuelva a sentir que tu perfume me conduce a un viaje remoto sin
retorno, cuando la música anuncie el final de la noche, entonces, justo en ese
instante, volveremos a empezar.
Sea como fuere, así
quiero estar, eso es lo que quiero. Comienza la cuenta atrás. Así es mi vida ahora, vivir sin miedo.
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