(de Lady Onogoro, un cuento erótico del Japón del siglo XI)
Hanako,
una joven bella, aunque atolondrada, tenía un amante escrupuloso y pulcro que
gustaba de hacer el amor con guantes.
Antes de tocarla, el hombre vigilaba personalmente su baño y exigía que ella se
fregara con piedra pómez de pies a cabeza, se depilara hasta el último vello y
enjabonara cuanto pliegue y orificio había en su esbelto cuerpo, todo esto sin
una palabra de afecto o de aprecio por sus encantos.
Ahora bien, en el jardín de Hanako había un estanque donde todavía nadaba una
carpa enorme y venerable.
A pesar de sus cuarenta años de existencia, el viejo pez no tenia ninguna de
las mañas del meticuloso enamorado de Hanako, por el contrario, era fuerte como
un atleta y lleno de consideración, como deben ser los buenos amantes.
No es raro, por lo mismo, que ella lo prefiriera como compañero. La joven solía sentarse a la orilla del agua y al llamarlo por su nombre él
subía a la superficie a jugar con ella.
Una noche, después de recibir las higiénicas caricias del hombre
con guantes, salió al jardín y se echó a la orilla del estanque a llorar.
Atraído por los sollozos, el gigante subió del fondo y
acercándose a la mano lánguida que tocaba apenas el agua, le chupó uno a uno
los dedos con sus fuertes labios.
Hanako sintió que su piel se erizaba y una sensualidad
desconocida la recorría entera, sacudiéndola hasta la esencia misma de su ser.
Dejó caer un pie al agua y el pez besó también cada dedo con la
misma dedicación, y luego la otra mano y el otro pie, y enseguida ella puso las
piernas en el estanque y la carpa frotó las escamas de plata de su vientre
contra la piel de la muchacha.
Hanako comprendió la invitación y se dejó caer en el barro del
estanque, abierta y blanca como una flor de loto, mientras el atrevido pez
rondaba en torno a ella acariciándola y besándola y obligándola a abrir las
piernas y entregarse a sus caricias.
El pez le soplaba chorros de agua por las partes más sensibles y
así, poco a poco, fue ganando terreno y conduciéndola por las rutas del placer
más sublime, un placer que Hanako no había tenido jamás en brazos de hombre
alguno y menos, por supuesto, del amante enguantado.
Más tarde ambos reposaron flotando contentos en el barro del
estanque bajo el escrutinio de las estrellas.
(Cuento japonés extraído del libro Afrodita, de Isabel Allende).
Hace poco vi la película de Guillermo del Toro, 'La forma del Agua' (The shape of water) un precioso cuento de hadas hecho película, con la genialidad de este director que ya me cautivó en 'El laberinto del Fauno'. Maestro realizando cuentos para adultos con toques de fantasía oscura que es un género que me apasiona.
En esta ocasión, en la película La forma del agua también se explora el erotismo de una forma sutil y hermosa, esto hizo que viniera a mi mente el pequeño cuento japonés de Lady Onogoro: El pez frío, recogido en el libro de Isabel Allende, Afrodita.
Afrodita surgió después de tres años de sequía creativa, Isabel Allende había perdido un año antes a su querida hija Paula, que falleció con tan solo veintinueve años. Durante ese tiempo no logró escribir ni una sola palabra, pero viendo que no podía continuar así pensó que recurriría a su formación periodística para al menos hacer un libro que recopilara otras historias, el asunto era que no sabía aún de qué podría tratar hasta que una noche tuvo un sueño.
Soñó que se sumergía en una gran piscina llena de arroz con leche (su postre favorito) y días después, que se comía un taco mexicano relleno de un Antonio Banderas completamente desnudo, cubierto de guacamole. Despertó con unas ganas increíbles de volver a disfrutar de la comida y también sintió que su apetito sexual que había estado dormido durante tantos años debido al dolor de la pérdida, por fin despertaba también.
Entonces pensó, dicho por ella, en hacer un libro sobre los dos únicos pecados capitales que valían la pena: La gula y la lujuria, cayendo en la cuenta que existía un puente entre ellos: Los afrodisíacos.
Alimentos que desatan los deseos más íntimos en las personas que los toman.
Y así fue como creó el libro Afrodita, recopilatorio de cuentos eróticos, recetas afrodisiacas y anécdotas maravillosas de todo el mundo.
El cuento de Lady Onogoro me fascinó desde el primer momento y es uno de los cuentos que más me resulta delicioso del libro Afrodita, me alegra mucho que la película de Guillermo del Toro me lo recordase, me gustaría hablaros en alguna otra ocasión un poquito más sobre la película La forma del agua, pero antes quiero conseguir y leer, el libro en el que está basada la película:
(Actualización*** Queridos amigos y amigas, me marcho unos días de vacaciones. Estaré de vuelta la semana del 13 de Septiembre. Un abrazo enorme, nos vemos a la vuelta!).