EL ABUELITO DE VACACIONES
Se me llevan, nietos, ay, me sacan de mi querido Desván para un dislate cíclico que la sociedad ha dado en llamar vacaciones. Ya la cosa no tiene remedio.
Arrojado de mi uterino Desván en medio de miríadas de personas de las consideradas normales... el horror, el horror.
Ya me ven. Entre fieras. En el espantoso mundo exterior.
¡¡¡NO SE OLVIDEN DE MÍ, QUE VUELVO EL PRIMERO DE SEPTIEMBRE!!!!! ¡¡¡ESTÉN ATENTOS QUE PASARÉ LISTA, DEMONIOS!!!
2008-07-29
2008-07-28
X, the unknown / The magnetic monster
Director: Leslie Norman. Con Dean Jagger, Edward Chapman, Leo Mc Kern, Anthony Newley. Gran Bretaña, 1956.
THE MAGNETIC MONSTER
Director: Curt Siodmak. Con Richard Carlson, King Donovan, Harry Ellerbe, Jean Byron. USA, 1953.
Otra vez armado de bocadillo y cervecita bajo del desván hacia la Terraza de Verano, que echan otro programa doble de películas modernas de los cincuenta, especial Monstruos Invisibles y Baratos.
Echan primero una inglesa de la Hammer, hecha antes de que la productora explotase el filón del terror, en 1956. X, the unknown, un poco en la línea Doctor Quatermass de tan grato recuerdo: blanco y negro sin aspavientos; frialdad, comedimiento y corrección británicos y veneración por la verosimilitud científica de la historia.
Esta misma obsesión tiene este X en común con la otra película de hoy, The magnetic monster, que con las formas propias de la serie B clásica americana (la de verdad, que ya está bien de tomar el apelativo en vano) desarrolla un argumento igualmente guiado no por la emoción ni los personajes, que en ambas importan muy poco, sino por el afán cientifista. Actitud muy arriesgada y que gustará a los puretas del fantástico, pero que exige máxima pericia narrativa para que no acaben por echarse en falta los viejos iconos monstruosos, garantes al menos de algo de alegría.
Y encima, dato revelador, en ninguna de las dos cintas salen mujeres. Nada de emoción humana, toca engullir ciencia a pelo.
El periplo de unas partículas de tierra que albergan desconocida forma de vida procedente de las más remotas capas del subsuelo desde su hallazgo en un campo militar a su análisis en el laboratorio, pruebas, etc, centra la atención del relato. Complicadas explicaciones científicas, inacabales discursos acerca de radiaciones, magnetismos, ondas y que sé yo qué galimatías más seguidos de explosiones cada vez más fuertes, cristales que se rompen y personas que mueren derretidas animando una función por lo demás fría como un témpano. En fin, menos mal que al final la criatura emergente -hasta entonces una fuerza invisible- se digna aparecer hecha una masa a lo The Blob que amenza con devorar al planeta entero y logra de paso inolvidables secuencias.
Un balance correctito, que donde no abunda emoción o irracionalidad no está a gusto el Abuelito. Ciencia ficción realista de la que bendice la crítica, una pizca de locura la redime.
Algo que no ocurre con la infumable The Magnetic Monster, una desvergüenza del venerable Curt Siodmak. Idéntico distanciamiento, atención a la cosa científica -aquí unas ondas magnéticas subterráneas que provocan paradas de motor y hacen volar planchas y tijeras- e interminables diálogos cubriendo una acción que no es tal sino inanidad. Mucho nombrar al "Monstruo" y anunciar en los carteles un Frankenstein Cósmico que total como es invisible prometer no cuesta nada.
Un aire como tieso, de documental, decenas de aparatos y stock shots a mazo que culminan en la mejor escena de la película: secuencias enteras robadas sin tapujos al expresionista filme alemán Gold (1932), que a juzgar por lo aquí visto debe ser impresionante; como veinte o veinticinco minutos seguidos hurtan lo menos estos sátrapas. Lo mejor, lo único bueno que sale. Porque de las explicaciones de los profesores aquí sí que no me enteré de nada. Salen sabios declamando interminables parrafadas que deben de dar mucho miedo a los que le gusta la física pero que a una persona como yo dejan absolutamente derrotado. Me aburrí mucho, la verdad. Casi me duermo y todo, cosa de la edad a lo mejor...
THE MAGNETIC MONSTER
Director: Curt Siodmak. Con Richard Carlson, King Donovan, Harry Ellerbe, Jean Byron. USA, 1953.
Otra vez armado de bocadillo y cervecita bajo del desván hacia la Terraza de Verano, que echan otro programa doble de películas modernas de los cincuenta, especial Monstruos Invisibles y Baratos.
Echan primero una inglesa de la Hammer, hecha antes de que la productora explotase el filón del terror, en 1956. X, the unknown, un poco en la línea Doctor Quatermass de tan grato recuerdo: blanco y negro sin aspavientos; frialdad, comedimiento y corrección británicos y veneración por la verosimilitud científica de la historia.
Esta misma obsesión tiene este X en común con la otra película de hoy, The magnetic monster, que con las formas propias de la serie B clásica americana (la de verdad, que ya está bien de tomar el apelativo en vano) desarrolla un argumento igualmente guiado no por la emoción ni los personajes, que en ambas importan muy poco, sino por el afán cientifista. Actitud muy arriesgada y que gustará a los puretas del fantástico, pero que exige máxima pericia narrativa para que no acaben por echarse en falta los viejos iconos monstruosos, garantes al menos de algo de alegría.
Y encima, dato revelador, en ninguna de las dos cintas salen mujeres. Nada de emoción humana, toca engullir ciencia a pelo.
El periplo de unas partículas de tierra que albergan desconocida forma de vida procedente de las más remotas capas del subsuelo desde su hallazgo en un campo militar a su análisis en el laboratorio, pruebas, etc, centra la atención del relato. Complicadas explicaciones científicas, inacabales discursos acerca de radiaciones, magnetismos, ondas y que sé yo qué galimatías más seguidos de explosiones cada vez más fuertes, cristales que se rompen y personas que mueren derretidas animando una función por lo demás fría como un témpano. En fin, menos mal que al final la criatura emergente -hasta entonces una fuerza invisible- se digna aparecer hecha una masa a lo The Blob que amenza con devorar al planeta entero y logra de paso inolvidables secuencias.
Un balance correctito, que donde no abunda emoción o irracionalidad no está a gusto el Abuelito. Ciencia ficción realista de la que bendice la crítica, una pizca de locura la redime.
Algo que no ocurre con la infumable The Magnetic Monster, una desvergüenza del venerable Curt Siodmak. Idéntico distanciamiento, atención a la cosa científica -aquí unas ondas magnéticas subterráneas que provocan paradas de motor y hacen volar planchas y tijeras- e interminables diálogos cubriendo una acción que no es tal sino inanidad. Mucho nombrar al "Monstruo" y anunciar en los carteles un Frankenstein Cósmico que total como es invisible prometer no cuesta nada.
Un aire como tieso, de documental, decenas de aparatos y stock shots a mazo que culminan en la mejor escena de la película: secuencias enteras robadas sin tapujos al expresionista filme alemán Gold (1932), que a juzgar por lo aquí visto debe ser impresionante; como veinte o veinticinco minutos seguidos hurtan lo menos estos sátrapas. Lo mejor, lo único bueno que sale. Porque de las explicaciones de los profesores aquí sí que no me enteré de nada. Salen sabios declamando interminables parrafadas que deben de dar mucho miedo a los que le gusta la física pero que a una persona como yo dejan absolutamente derrotado. Me aburrí mucho, la verdad. Casi me duermo y todo, cosa de la edad a lo mejor...
Grandes personas con bigote: Boixcar - 2
LAS GALAXIAS CONGELADAS DE BOIXCAR
Cuál sería el lugar que libremente elegiría si me obligasen a abandonar mi desván, estaba preguntándome; dónde iría en este período para olvidar al menos la terrible chicharrera que abrasa estos pagos, me decía, cuando recordé que según comentan los hombres más sabios en el espacio hace más bien fresquito.
Y entre todos los espacios ninguno más helado que el de El Mundo Futuro de Boixcar, el genial artista con fino bigote a quien dediqué hace algún tiempo sentido homenaje. Aquí tienen unos cromos más para que vayan completando su colección, todos editados por la barcelonesa Toray en la segunda mitad de los cincuenta.
Destinos ideales casi todos los que les enseño para ir este verano, solitarios, fríos, desolados., a mi completo gusto. Hasta para quienes amen el calor les he dejado sitio en los pantanos de Venus...
Pueden practicar deportes como la caza, el atletismo o la espeleología; hacer nuevas amistades con trompa verde; planear con su pareja la próxima ubicación de su segunda residencia en el espacio; lucir hermosos atavíos como los de la dama cosmonauta de poderosas botas de caña y tacón; bailar con un robot con patas como las de Godzilla; o si todo esto les cansa recrearse contemplando la actividad de los hombres del espacio, que nunca se vió a los astroanutas tan obreros siderales como en esta creación de Don Guillermo Sánchez Boix.
Consuélense de la canícula con estas hermosas imágenes congeladas. Y a ver si los más doctos pueden adivinar cuál de estas dieciséis portadas no pertenece al gran Boixcar.
Y entre todos los espacios ninguno más helado que el de El Mundo Futuro de Boixcar, el genial artista con fino bigote a quien dediqué hace algún tiempo sentido homenaje. Aquí tienen unos cromos más para que vayan completando su colección, todos editados por la barcelonesa Toray en la segunda mitad de los cincuenta.
Destinos ideales casi todos los que les enseño para ir este verano, solitarios, fríos, desolados., a mi completo gusto. Hasta para quienes amen el calor les he dejado sitio en los pantanos de Venus...
Pueden practicar deportes como la caza, el atletismo o la espeleología; hacer nuevas amistades con trompa verde; planear con su pareja la próxima ubicación de su segunda residencia en el espacio; lucir hermosos atavíos como los de la dama cosmonauta de poderosas botas de caña y tacón; bailar con un robot con patas como las de Godzilla; o si todo esto les cansa recrearse contemplando la actividad de los hombres del espacio, que nunca se vió a los astroanutas tan obreros siderales como en esta creación de Don Guillermo Sánchez Boix.
Consuélense de la canícula con estas hermosas imágenes congeladas. Y a ver si los más doctos pueden adivinar cuál de estas dieciséis portadas no pertenece al gran Boixcar.
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2008-07-26
Fantomas
FANTOMAS
Director: Paul Fejos. Con Thomy Bourdelle, Tania Fedor, Jean Galland, Georges Rigaud, Jean Worms. Francia, 1932
Canónica la iconografía, el otro gran puntal del folletín. Una puesta en escena sobria, con las sombras justas, acompaña el devenir de los estereotipados personajes -la aristócrata millonaria, el tenaz comisario Juve, el elegante galán, el asesino sin escrúpulos- por una variedad de escenarios que va desde la mansión misteriosa a la clásica habitación cerrada pasando por un circuito de carreras de coches donde han de perpetrarse nuevas villanías.
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Ha caído esta tarde en Canal Desván la versión de Fantomas de 1932, la tercera tras los seriales de Feuillade y el americano de E. Sedgwick de 1920. La verdad, se la recomiendo a todos mis nietos amantes de la estética foletinesca y forofos del cine raro cuyo tiempo ha pasado ya.
Reproduce al dedillo si no la trama, sí el espíritu de las novelas de Souvestre y Allain, partiendo de una situación muy Old dark house que llena la primera media hora de pasillos góticos, sombras, pasadizos secretos y una recua de ricachones asediados por el inclemente Fantomas mientras en la noche ruge terrible la tormenta. Todo canónico, como ven, muy en la línea marcada recientemente por El legado tenebroso (1927) del gran Paul Leni, lo cual es garantía de fruto bien sabroso.
Se dan cita para gozo del espectador todas las constantes del género: una trama policial repleta de giros inverosímiles que permite cualquier tipo de trampa narrativa con tal de que sea capaz de hacer avanzar la acción y proporcione el clima de misterio y de una cierta irrealidad que este tipo de relatos exige.
Canónica la iconografía, el otro gran puntal del folletín. Una puesta en escena sobria, con las sombras justas, acompaña el devenir de los estereotipados personajes -la aristócrata millonaria, el tenaz comisario Juve, el elegante galán, el asesino sin escrúpulos- por una variedad de escenarios que va desde la mansión misteriosa a la clásica habitación cerrada pasando por un circuito de carreras de coches donde han de perpetrarse nuevas villanías.
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Y un grupo de actores solventes, con un jovencísimo Jorge Rigaud -el San Valentín del cine español tan querido por el mefítico Parada y su Cine de Barrio- haciendo de muchacho noble, forzudo y simplón.
Un único pero, el desarrollo excesivamente lineal del argumento, apegado todo el tiempo a la peripecia del inspector Juve, verdadero protagonista condenado permanente a la frustración a pesar de su genio. Pero bueno, no importa demasiado, aunque el resultado quede un pelín frío... con la prodigalidad de disfraces, trucos y crímenes disparatados, ¿quién está para fijarse en semejantes menudencias?
Fantomas, cuyo rostro permance oculto hasta el final, es tan malvado que la empatía con él se hace imposible, y eso a pesar de que está grandioso con sus atavíos de costumbre, la malla negra que le cubre todo el cuerpo y el elegante smoking con antifaz que luce en sociedad.
Un único pero, el desarrollo excesivamente lineal del argumento, apegado todo el tiempo a la peripecia del inspector Juve, verdadero protagonista condenado permanente a la frustración a pesar de su genio. Pero bueno, no importa demasiado, aunque el resultado quede un pelín frío... con la prodigalidad de disfraces, trucos y crímenes disparatados, ¿quién está para fijarse en semejantes menudencias?
2008-07-25
Identidades equívocas
EL SUECO, EL VAMPIRO Y EL JAPONÉS
Para que vean ustedes que todo eso de las identidades y las patrias no son sino pamemas con las que entretener a nuestros más ingenuos conciudadanos, les he preparado hoy una pequeña curiosidad que refrescará su memoria, que me la tienen estropeada tanto hacer cosas raras con sus cabezas!
Va de dos asiáticos que nunca lo fueron, y de un húngaro que hoy sería rumano. Herr Warner Oland es oriundo de Suecia, y sin embargo el destino le ha condenado a repetir papeles de orientales entre los que sobresale su serie del detective Charlie Chan que idease Earl Derr Biggers, aparte de sus incursiones en el fantástico por las que pronto será aquí debidamente homenajeado.
En una de sus primeras encarnaciones le tocó enfrentarse nada menos que con Don Bela Lugosi, nativo de una región húngara que hoy pertenece a Rumania. Fue en The Black Camel (1931) cuya versión en pulp español les adjunto aquí, de 1941 y con cubierta de Margenat retratando al gran actor. Hala, recreen la vista con la pequeña galería que les he confeccionado.
Del Imperio Austro Húngaro viene Peter Lorre, el pequeño dios. Hoy sería eslovaco; cuando nació vaya usted a saber qué le cayó en suerte ser. El caso es que se le suele tener por alemán; recientemente ha ido a dar a Hollywood y la necesidad le ha obligado a reciclarse en japonés, encarnando al detective atildado, sabio e impasible que en las novelas de John P. Marquand responde al nombre de Míster Moto. Nada menos que en ocho ocasiones ha sido Lorre hijo del Sol Naciente entre 1937 y 1939, ocho películas contra sólo seis novelas. La Segunda Guerra Mundial muda su suerte al convertir a los nipones en los malos, dando a Lorre la ocasión de abandonar el papel cuando la Fox abandona la producción de la serie.
Miren, miren con qué arte ilustró San Emilio Freixas la edición de Molino de 1947. Con ella les dejo; otro día les contaré de cuando Karloff, el ilustre caballero británico, devino también polizonte asiático en los Estados Unidos de América.
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2008-07-22
El Circo Meliés
EL PRODIGIOSO CIRCO MELIÉS
Contra lo que saben ustedes es mi costumbre, voy a recomendarles algo muy de ahora mismo, un blogo que hay aquí en la red y que no se pueden perder.
El nombre es muy sugerente, Circo Meliés, dos gratísimas referencias. Y de eso va precisamente: de las relaciones del mundo del circo y espectáculos afines con el celuloide, especialmente con el rancio, que es por el que se tiene fervor en esta casa.
Verán allí incontables maravillas. Desde la actuación en directo de una Mosca Equlibrista a la vida extraordinaria del fakir conquense Daja Tarto, pasando por la intervención de la mandíbula más poderosa del mundo, la Princesa Rajáh capaz de bailar sujetando una silla entre los dientes, o las singulares pulgas amaestradas dieciochescas con sus carruajes y sus duelos de esgrima.
Todo cuanto se refiera al mundo colorista y excesivo del circo del primer tercio de siglo, abarcador entonces también de teatros y cabarets, y lugar mítico muy anclado en la mentalidad popular, ya ven.
Como prueba de ello les dejo con una serie de portadas de folletín , fechadas entre 1920 y 1935, que de un modo u otro beben de las fuentes del universo circense. Hay dos o tres pequeños héroes saltimbanquis, un detective en la jaula de las fieras, una amaestradora de pájaros, un gorila con garrote y hasta un ejemplar de la Biblioteca del Abuelito, colección dedicada para escarnio de mi nombre a glosar las pías hazañas del antipático niño Juanito Bosco.
Hala, todos al circo, que les invita su Abuelito. http://www.circomelies.com/
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