Todo ha pasado como en un
soplo,
un visto y no visto
que ahora duerme larga
siesta,
debidamente envuelto y en
el trastero.
Un equipo de mudanzas
ha plegado bolas y
espumillones,
ha embalado el ficticio árbol
y ha envuelto con
delicadeza
las piezas del misterio:
una caja cerrada y
rotulada es ahora
su residencia por once
meses,
allá donde ni habla ni nos
conmueve.
Se han silenciado los
cánticos
y hasta es posible que
echemos en olvido
el motivo de tan largo
sueño.
Con el orden acabaremos
por arrinconar de nuestros
corazones
las leves muestras de
solidaridad
de este tiempo de turrones
y villancicos,
de comidas de empresa y
francachelas:
frágil memoria que va de
hito en hito
cumpliendo con los labios
y negando a diario con
nuestros actos.
Nacer, morir y resucitar:
un simple ritual.