El curioso incidente... es una novela que abarca mucho más que la historia que cuenta.
Reflexiva por momentos, tristemente graciosa en otros... triste, a secas.
No es que tenga golpes bajos, pero es una muestra de los desafíos que enfrentan tantísimas personas.
Y es movilizante.
Se desencadena cuando Christopher, un chico con trastorno de Asperger, decide investigar quién mató al perro de su vecina y en ese proceso hilvana ideas, las vincula a otras ideas y a otras más... compartiendo, además, sus razonamientos sobre cuestiones sencillitas tales como la verdad, la muerte y, en unas pocas líneas, da una de las explicaciones más claras de la teoría del Big Bang que recuerdo haber leído.
Habla de las "necesidades especiales" y los rituales que la mayoría de nosotros también tenemos.
Hasta ahí yo iba más o menos bien.
Excepto por lo del perro, claro.
El ansia de saber y sentirse seguro lo lleva a empujar sus límites cada vez más y...
¡Qué angustia todo lo que sigue, por favor!
Sin golpes bajos, solo la descripción de sus percepciones increscendo, increscendo, incres...
Y se me rompió un poco el corazón.
Y sufrí con él.
Y con su familia; aunque en varios tramos me indigné con ellos, entre otras cosas, por repetir acciones esperando resultados distintos.
También me puse en sus zapatos… y no me daban las patas queriendo salir de ahí.
Admiré a su terapeuta por haber sabido darle a Cristopher herramientas con las que hacerle frente a las situaciones de la vida cotidiana que le suponen un desafío. También a él por no rendirse.
En ese "él" incluyo a todos los que desafían sus limitaciones.
Una vez.
Otra vez.
Y otra.
Y las que hagan falta.
Una vez.
Otra vez.
Y otra.
Y las que hagan falta.