Se abrazó la
pobreza de mi espíritu al fruto nuestro,
y este se
estremeció provocando mi quebranto.
No se
levantó tu alma al rescate de mi preñado Dolor.
Y nada se
oyó más allá de mi llanto...
Tres
lamentos ahogados,
abogaron por
tu inmortal silencio...
El que nos
vestirá cada mañana y nos arrojará al vacío cada noche.
Miré tu
silueta encerrada a medida
y tras el eco de aquella losa,
se
desgarraron mis ojos en desolada siega.
Dime tú,
cómo acallo
tu recuerdo por las esquinas de esta casa...
Dime tú,
cómo hago
para silenciar los latidos que llevan tu nombre...
Dime...
Cómo respiro
para no echarte tanto de menos...
© Auroratris