El horizonte marino me arropa como una pincelada dorada en el lienzo infinito del cielo; ahí el océano se funde creando un paisaje mágico que abraza mi alma y despierta mis sueños. Ahí es donde mi mente se fusiona con las olas en pinceles danzantes que acarician la arena dorada, trazando líneas de vida que se desvanecen en la bruma y se pierden en la inmensidad de lo desconocido.
El viento, como un artista divino, derrama tonalidades doradas que se entrelazan con las tonalidades azules del cielo y del mar, delineando un lienzo de colores que transporta los sentidos hacia lugares lejanos. Puedo ver las gaviotas que recorren el viento, y acompañan el susurro de las olas, componiendo una melodía etérea que envuelve mi corazón. Es, en este encuentro entre el mar y el cielo, que los sueños descubren su lugar y se liberan de ataduras terrenales para navegar hacia la infinita profundidad. Y es justo el momento en que el alma halla la paz y conecta con lo onírico, en un abrazo eterno que despierta mis anhelos más profundos:
«Porque el mar me enseñó a oír mis pensamientos, mis confesiones y dudas, devolviéndome la palabra del razonamiento que me recuerda, que los límites solo existen en la imaginación».
Un gustazo leerte, como de costumbre.
Van abrazotes, my querida Nurita