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Uno de los Ángeles Caídos.
"¡Vivo o muerto, no abandonaré al Emperador! ¡Pero sabré la verdad!"
- —Abdaziel Magron
Abdaziel Magron fue un Sargento de la Legión Astartes de los Ángeles Oscuros. Quedó a la deriva en el vacío tras una batalla espacial contra la Legión Traidora de los Devoradores de Mundos y acabó aterrizando en el planeta Rhodonius 428571429 del Ojo del Terror. Allí fue corrompido por un Caído, el antiguo Capitán Abaddas, pero acabó por entregarse a su Capítulo de origen y someterse a tortura para expiar sus pecados.
Historia[]
Origen[]
La verdadera vida del Sargento Magron comenzó cuando tenía siete años y se lo llevaron de su mundo natal, Duthovan, un mundo salvaje de mares revueltos, cielos tormentosos, archipiélagos montañosos y hombres de fuerte musculatura que habían aprendido a navegar por todo su planeta en endebles catamaranes. Los duthovanos eran famosos por su fuerza y arrojo. Esto era lo que había llevado a los reclutadores de los Ángeles Oscuros hasta allí, en busca de futuros Legionarios.
Su entrenamiento comenzó de inmediato en la Fortaleza-Monasterio de Caliban. Allí abandonó su nombre nativo y adoptó el de Abdaziel Magron, siguiendo la tradición de los Ángeles Oscuros. De los trescientos muchachos de su promoción, sólo él sobrevivió a los rigores de aquel primer entrenamiento. A continuación sirvió veinte años en una Compañía de Exploradores, que pertenecía al Capítulo de Luther, el más respetado de la Legión. Un millar de Exploradores fueron iniciados junto con Magron, y sólo seis consiguieron sobrevivir para convertirse en Marines Espaciales.
El día que lo eligieron fue el más glorioso de su vida. Después empezaron las mejoras biológicas: los órganos adicionales, las glándulas suplementarias para aumentar su peso, fuerza y estatura, los sentidos mejorados, los implantes que le permitían la conexión con su servoarmadura, y por encima de todo ello, la semilla genética que permitía que todo funcionara, tomada de su líder espiritual, el Primarca Lion El'Jonson.
Una vez le ajustaron la servoarmadura, empezó el verdadero entrenamiento, que duró diez años. En él le fue inculcada la absoluta obediencia al Emperador, considerada un pilar básico para los Ángeles Oscuros. En ese tiempo llegó a combatir junto a Luther, quien era entonces un personaje legendario de la Primera Legión.
Su misión más peligrosa como explorador sucedió en un desolado planeta en el que marchó a través de un desierto para obtener información sobre un grupo de orkos. Los hediondos xenos lo capturaron, lo torturaron durante días y lo dieron por muerto, siendo más tarde reanimado por apotecarios del Capítulo mediante un tratamiento casi igual de doloroso.
Participó también en una batalla en los profundos túneles de un mundo sin atmósfera externa, habitado por alienígenas que habían conservado el aire que les quedaba y se habían refugiado bajo la corteza del planeta. Estar atrapado a diez millas de profundidad en los túneles medio derrumbados de una madriguera alienígena maldita se convirtió en una pesadilla incluso para él.
Y en otra ocasión, sólamente él y el Capitán Zhebdek Abaddas fueron los supervivientes de toda una compañía desembarcada en un mundo de muerte en un intento por recuperar datos de una Plantilla de Construcción Estándar de una nave estrellada de la Armada Imperial. ¡Un episodio horroroso! En aquel mundo había monstruos capaces de atravesar una armadura de Marine Espacial como si fuera una cáscara de huevo, y sobre los que casi no hacían mella ni el fuego de bólter ni de demás armas. Sus hermanos de batalla sacrificaron la vida para que él y Abaddas pudieran alcanzar la nave. Esto les infundió nuevos ánimos contra fuerzas imposibles.
Herejía de Horus[]
La batalla que lo mandó a vagar por el espacio tuvo lugar al intentar tomar y destruir la base interestelar situada en un planetoide de los Devoradores de Mundos. La Flota de Batalla imperial abrió fuego contra el planeta del cual despegaron naves de asalto para intentar atacar al Acorazado Venganza Imperial de los Ángeles Oscuros. Magron y su compañía embarcaron para detenerlas antes de que pudieran llegar al acorazado.
Eran tres para tres. Tres plataformas de cohetes y tres cápsulas ascendentes portadoras, capaces de vencer una débil gravedad como la que podría tener una luna o un asteroide. Como si se hubieran puesto de acuerdo, enfilaron unas hacia las otras y tras una rápida aproximación se produjo el choque con un estentóreo crujido tras el cual salieron despedidas por el espacio mezcladas unas con otras.
Las cápsulas ascendentes se diferenciaban de las plataformas sólo por su motor más potente y por la cubierta protectora frontal. Con el bólter en una manopla y la Espada Sierra en la otra, tanto los Ángeles Oscuros como los herejes traidores gateaban unos hacia los otros. Entre los relámpagos de los distantes rayos láser, a la débil luz de las estrellas, los marines disparaban, atacaban, chocaban. Algunos salían despedidos al espacio, en el que se iban alejando lentamente, intentando disparar un proyectil tras otro hacia el campo de batalla mientras daban vueltas sobre sí mismos.
Durante la batalla Magron se dio cuenta que algo ocurria con el planetoide ya que de su superficie emanaba un resplandor que aumentaba su intensidad por momentos. A pesar de la encarnizada batalla que se libraba allí, la fuerza operativa imperial había conseguido mantener la descarga de la artillería láser. Ahora se estaban apreciando los resultados, y lo que era más importante, eran superiores a lo planeado por sus jefes. Los rayos habían barrido la superficie del planetoide, habían perforado la corteza y habían profundizado en el manto buscando los hangares. Además, sin habérselo propuesto, habían llegado hasta el núcleo de metal líquido incandescente del planetoide.
El pequeño mundo no era como otros planetas y lunas. Estaba solo, carecía de un sol originario y de mundos hermanos que influyesen en él con fuerzas gravitatorias. Por eso nunca había sido afectado por un entorno dinámico, ni había sido forzado a asentarse y enfriarse adquiriendo una estabilidad a largo plazo. Ahora estaba pagando el precio por poseer una esencia inerte cifrada en eones. La fuerza contenida del núcleo, que había permanecido en calma durante tanto tiempo encapsulada en su espesa cubierta de roca, despertó, entró en ebullición y se puso en movimiento porque los láser de alta densidad le habían infundido mucha más energía que la propia, convirtiéndolo en una bomba.
Parcialmente desintegrado por el bombardeo, el planeta explotó con una increíble rapidez. El núcleo resplandeció intensamente y aumentó de volumen, iluminando la oscuridad, destrozando la corteza y el manto y lanzando sus fragmentos al espacio mezclados con cascadas de hierro fundido e inflamado, una vasta efusión de materia a gran velocidad y de destrucción total. Los Marines de ambos Capítulos fueron machacados por las rocas que los alcanzaban a alta velocidad quedando sus armaduras destrozadas y lanzándolos al espacio, rotos y agarrotados.
Incluso aquello no era más que un atisbo del diluvio que se acercaba ya que la masa destrozada de la corteza y el manto del desaparecido planetoide, el núcleo todavía fundido y el terrible vapor incandescente se cernía ahora sobre la encarnizada batalla espacial, la cual continuaba intercambiando andanadas de plasma y láser incluso a la vista de la catástrofe. Aterrorizado, el sargento Magron vio cómo una masa enorme de negro basalto, tan grande como el Venganza Imperial, golpeaba a la nave acorazada erizada de torretas de las fuerzas atacantes. El impacto las destrozó a ambas. El adamantio fracturado, el metal retorcido, las rocas pulverizadas y el vapor incandescente se perdieron en la oscuridad en un vertiginoso torbellino.
Algo destrozó la nave de asalto y la empujó también a la oscuridad, fuera del gran torrente de escombros que redujo a la nada a ambas flotas espaciales. De no haber sido un Marine Espacial, el sargento Magron habría perecido instantáneamente por el primer impacto, pero era un Astartes y su cuerpo estaba especialmente endurecido. Por eso sobrevivió, moviéndose durante un instante junto con los restos retorcidos hasta que su pie quedó desalojado de su anclaje y salió flotando, dando pequeños tumbos y vueltas de campana, aunque pareciera que eran las estrellas las que daban tumbos a su alrededor.
Durante mucho tiempo débiles resplandores —trozos de basalto, glóbulos de metal enfriado o fragmentos de las naves— ocuparon su campo de visión ampliada, sobre el fondo de estrellas espiraladas. Finalmente fue la nada. Nada que indicase que alguna vez había habido allí un solitario planeta interestelar, ni una base excavada en sus entrañas, ni una fuerza de ataque, ni una batalla espacial. Ni una sola voz, ni amiga ni enemiga, ni leal ni traidora, se oía en su intercomunicador. Nadie más había sobrevivido para responder a sus llamadas. Estaba solo en el espacio, a diez años luz de cualquier otro ser humano.
Estaba completamente solo.
Deriva espacial[]
La vida de un marine espacial no pertenecía al mismo marine espacial. Pertenecía al Emperador. No se habían escatimado esfuerzos para hacer de él lo que era. Por esta razón se esperaba de él que supiera cuidar de sí mismo, en todas las situaciones. Por ello, para el sargento Abdaziel Magron habría significado un grave incumplimiento de su deber no utilizar la única opción que le quedaba. Activó la membrana de suspensión de actividad vital de su cerebro.
De todos los órganos implantados que convertían a un Marine Espacial en algo más que un hombre, el órgano sus-av era quizás el menos utilizado, pero Magron recurrió a él. Apagó una tras otra todas sus funciones vitales y psíquicas. Su corazón se ralentizó paulatinamente hasta pararse. Su metabolismo se redujo a cero, y sus músculos se quedaron inactivos. Sus células nerviosas y sus neuronas suspendieron la actividad. Un campo de electricidad cubrió todo su cuerpo para matar cualquier bacteria que estuviera todavía viva y después se desactivó.
Un Marine Espacial podía sobrevivir cientos de años en este estado. En el caso de Magron, el período de supervivencia era indefinido. Su traje de energía respondió a la señal de la sus-av revisando su entorno físico. Descubrió que el entorno estaba vacío, lo cual era ideal para la conservación a largo plazo. Por ello organizó la evacuación de aire del traje. Desactivó todas sus funciones, permitiendo que la congelación casi total del espacio interestelar —lo más cercano al cero absoluto— cubriera el cuerpo de Abdaziel Magron. Ahora el Ángel Oscuro no era muy diferente de cualquier otro trozo de materia que vagaba por el espacio interestelar.
En algún otro lugar, la historia del Imperio continuaba. La Herejía de Horus seguía su curso. El Capítulo de los Ángeles Oscuros quedó dividido por el conflicto —algo que le habría parecido increíble al sargento Magron— y el indigno depositario de la confianza del Emperador, Luther, se había unido al Caos. El Emperador combatió cuerpo a cuerpo con el Señor de la Guerra Horus y lo venció, aunque el precio fueron unas heridas tan graves que sólo un encierro eterno en el Trono Dorado podía mantenerlo con vida. A pesar de lo endurecido que estaba, Magron hubiera llorado al conocer lo sucedido.
Pasaron siglos, que se convirtieron en milenios. La ardua tarea de reconstruir el Imperio siguió su lento avance. El Adeptus Astartes se reorganizó. Se purgaron planetas, sacrificando a miles de millones en un esfuerzo sagrado por recuperar la pureza de la raza humana. Las horribles fuerzas del Caos fueron expulsadas, y pudieron refugiarse en el Ojo del Terror sólo porque las mermadas fuerzas leales no eran suficientes para erradicarlas por completo. Por lo que respecta al Emperador en su Trono Dorado, el palacio que lo rodeaba se expandió hasta cubrir un continente entero. El culto al Emperador se convirtió en el pilar religioso de la galaxia.
El Marine Espacial aletargado no sabía nada de esto. Su cuerpo inerte flotaba blandamente, sin destino. Cada varios siglos, respondiendo a alguna función residual, la membrana sus-av se activaba y empezaba a restituir la conciencia al cerebro congelado.
El sargento Magron empezaba a soñar. Incluso a veces se despertaba brevemente y veía las titilantes estrellas girando ante su visor como antes, y entraba en ensueños de evocación del pasado que parecían eternos, aunque de hecho sólo duraran uno o dos minutos cada vez, mientras la membrana y el traje, usando los últimos escasos retazos de energía que quedaban en la batería, comprobaban el entorno y decidían que el momento de despertar todavía no había llegado, si es que alguna vez llegaba, y lo volvían a sumir en su sueño de muerte.
No podía saber, por supuesto, que la sus-av lo había conservando durante miles de años. Le parecía que los períodos de sueño eran breves. Pero aunque él no lo sabía, algo estaba cambiando. A pesar de que las estrellas estaban a años luz de distancia, incluso a distancias tan inmensas se produjo una influencia gravitacional mínima y con el tiempo suficiente, un objeto pequeño empieza a seguir un curso entre ellas. La armadura modelo Mk.IV, con su ocupante helado, atravesaba año luz tras año luz, ganando velocidad progresivamente.
Pasaron casi diez milenios, y finalmente, la ya difunta armadura se perdió en medio de una enorme concha de gas y polvo que tenía el aspecto de una enorme nebulosa que ocultaba un enorme remolino de estrellas y galaxias. Los caminos de la disformidad son realmente extraños. De alguna manera había influido en la deriva milenaria de Magron. De alguna manera había atraído su cuerpo inerte y ahora era arrastrado a través del difuso envoltorio exterior del Ojo del Terror. Una vez dentro, empezó a moverse más deprisa, desafiando todas las leyes de la física.
Pasaron más siglos durante los cuales la disformidad lo empujó hacia el movimiento en espiral de la tormenta. Parecía como si las almas de los hermanos Ángeles Oscuros lo estuvieran llamando, atrayéndolo. Oscilaba de un lado a otro. Después le dio la impresión de que se dirigía directamente hacia el interior, hasta que llegó a una formación de estrellas en particular, con una forma extraña.
Al estar en letargo, no podía ver aquella forma imposible, ni las igualmente imposibles formas de las estrellas que la componían, ni tampoco, mientras iba acercándose a ellos, los planetas que rodeaban dichas estrellas.
Ahora se movía a la velocidad de una nave espacial. Sin embargo, sin ninguna causa externa aparente, redujo la velocidad. La luz de un sol extraño calentó el revestimiento de su armadura. De forma gradual, grado tras grado, su cuerpo emergió de una temperatura lo bastante baja como para licuar el helio.
Suavemente, llegó al borde de una atmósfera que pertenecía a un planeta que no era exactamente un planeta, sino que su superficie estaba laminada en grandes y curvadas marquesinas rosadas, formando cada una un continente. En aquel momento, el sargento Abdaziel Magron debería haber entrado en la atmósfera como un meteoro en llamas, quemándose juntos armadura y hombre. Pero no ocurrió tal cosa. Se deslizó suavemente hacia abajo, como si bajara en una cama de pétalos de rosa, y después de muchas horas fue a parar a una hermosa pradera. El sol imposible se alzaba en el cielo. Una brisa cálida, cargada de perfumes, acarició la armadura tendida boca arriba.
Entonces se activó la única función que quedaba en el cuerpo de Magron, una función que pertenecía a la misma membrana sus-av. Era capaz de percibir que el Ángel Oscuro estaba una vez más en un entorno favorable, o al menos uno en el que sería capaz de sobrevivir, y empezó el proceso de reanimación.
El proceso en sí duró bastante tiempo. El cuerpo humano, por sobrehumano que sea, no puede activarse en un instante. No es como arrancar un motor. Los músculos de Magron temblaban levemente mientras sus células estomáticas volvían a la vida. El hígado, los intestinos, los riñones, el bazo y el páncreas se pusieron en funcionamiento, al igual que todos los órganos suplementarios que le habían implantado hacía más de diez mil años. Las células nerviosas reanudaron su actividad. Al principio muy débilmente, sus dos corazones empezaron a latir, y su sangre de Marine Espacial, muchísimo más eficiente que la de un ser humano normal, comenzó a fluir por sus venas. Sus neuronas iniciaron su actividad, preparando el sistema reticular ascendente para despertar el córtex frontal. Esto no ocurrió inmediatamente. Durante algunos días Magron estuvo en coma, y varios días después tuvo los sueños más raros de su vida.
Por supuesto, no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado. No sabía dónde estaba, ni cómo había llegado allí. No tenía esperanzas de ser reanimado, y como nadie se había puesto en comunicación con él ni lo había rescatado del traje sin energía, se preparó para morir de hambre poco a poco.
Rhodonius 428571429[]
Más tarde fue encontrado por el capitán Zhebdek Abaddas que le ayudó dándole energía a la armadura. Abaddas le pidió un informe y Magron le explicó todo lo que había pasado: la destrucción de la base interestelar de los Devoradores de Mundos junto con las fuerzas de ataque leales y cómo se había perdido en el espacio y había puesto en marcha la sus-av. Sabía que habían pasado casi cien años imperiales estándar desde que el temporizador de su traje había dejado de funcionar, pero eso era todo, ni siquiera sabía cómo había llegado al mundo donde se encontraban.
El capitán Abaddas era en realidad un Ángel Caído y vio la oportunidad para engañar al leal Magron dado que no sabía el tiempo que había estado “dormido” y haciéndole creer que solo habían pasado 200 años.
Abaddas le advirtió en tono mesurado cuando se hubo despojado de sus armas que le resultaría difícil de aceptar e incluso de comprender lo que iba a revelarle y que era preciso que se preparara para encajar la noticia. Le dijo que la rebelión encabezada por el Señor de la Guerra Horus consiguió triunfar y que el Emperador estaba muerto, que lo había matado el propio Horus en combate singular, aunque también él murió a causa de las heridas recibidas. Finalmente le dijo que Lion El'Jonson estaba muerto y que ahora la galaxia estaba gobernada por los poderes del Caos.
Un Marine Espacial puede ser sometido a torturas extremas, físicas y mentales, sin que ello le haga ni siquiera pestañear. Puede enfrentarse a horrores capaces de volver loco a un hombre normal. Pero cuando el sargento Abdaziel Magron oyó estas palabras, el mundo se oscureció ante sus ojos. Se dio cuenta de que estaba temblando y se hubiera desplomado sin sentido si el capitán Abaddas, cuyas fibras de energía emitieron un leve zumbido, no se hubiera adelantado para sostenerlo con sus enormes guanteletes.
Abaddas estaba usando su don del Caos perceptor de emociones para observar atentamente a su hermano Ángel Oscuro. Las emociones pre-herejía de un Marine Espacial estaban siendo desmenuzadas y analizadas. En esencia, sólo eran dos: determinación y lealtad. Determinación de vencer a todos los enemigos, y lealtad al Emperador y a su Imperio. El culto al Emperador había sido inculcado más profundamente en los Ángeles Oscuros que en cualquier otra legión. Abaddas podía ver, con tanta claridad como el prado de cuarzo salpicado de rosas que lo rodeaba, la negra desesperación que se adueñaba de Magron al enterarse de la muerte del Emperador y de la destrucción de su causa y que recorría todo su cuerpo como una nube oscura y ardiente.
Era inevitable que en algún momento descubriera que su capitán le había mentido. El objetivo de Abaddas era asegurarse de que para entonces hubiera aprobado las intenciones que subyacían tras esas mentiras. Era preciso reorientar la devoción de Magron. Necesitaba poderosas razones para llegar a odiar y repudiar al Emperador del Trono Dorado. Era preciso atraerlo al servicio de uno de los Poderes Ruinosos y Abaddas ya sabía a cuál. Magron no aceptaría a ningún otro. Tenía que ser Khorne, el dios del combate, el dios de la sangre.
Corrupción[]
El pobre y leal Magron, engañado por las mentiras de Zhebdek Abaddas y al encontrarse en el Ojo del Terror donde todo es posible, fue convenciéndose de la muerte del Emperador y que se encontraba en una nueva galaxia gobernado por las fuerzas del Caos. Reticente y desconfiando al principio de la historia de Abaddas, poco a poco fue sufriendo un cambio de mentalidad y su primer paso hacia el Caos sucedió en una pelea contra Marines Espaciales de la Legión Alfa durante la cual Abaddas le instó a que dejara de nombrar al Emperador y que invocara a Tzeentch.
El capitán Abaddas se puso de pie y apuntó con uno de los dedos de su guantelete al espaldarón que cubría el hombro izquierdo de Magron. Allí, brillando como el mercurio, había aparecido un reluciente signo de Tzeentch mientras que el águila Imperial de su peto había desaparecido.
Después del combate Abaddas llevó a Magron hasta un capellán de los Portadores de la Palabra para que lo consagrara a Khorne, pero mientras se celebraba la ceremonia numerosos sentimientos contradictorios se agolpaban en su corazóny sabía que una vez pronunciados sus votos, habría dado la espalda a su antigua vida y pertenecería a Khorne para siempre. Algo en su interior seguía resistiéndose. Existía en su fuero interno un último reducto que prefería morir antes que cambiar. Finalmente, rechazó su suprema testarudez y abrió la boca para dar la respuesta exigida.
Sin embargo, en ese momento apareció en escena el navegante Pelor Calliden el cual le increpó y le reveló la verdad, el Emperador seguía con vida y se encontraban en el cuadragésimo primer milenio. Magron se dió cuenta de las mentiras de Abaddas y recordó la santidad de sus años como Ángel Oscuro y su inamovible fe en el Emperador volvió a inundarlo. Seguidamente se enfrentó contra Abaddas y durante la pelea Magron agarró el cráneo de Abaddas y mordió la parte posterior del cerebro ensangrentado y vivo del capitán que había quedado al descubierto. El sargento Magron quería obtener información rápidamente, y para eso necesitaba comer ese tejido mientras el otro todavía estaba vivo, por cruel e inhumana que pareciera esa medida. La omofágea extrajo memoria a gran velocidad. Magron cayó en trance, y fue escogiendo entre el desfile que había sido la extraordinaria vida de Zhebdek Abaddas, prescindiendo de un montón de información confusa, hasta llegar al final a lo que necesitaba: la Herejía de Horus.
Entonces supo la verdad de los Ángeles Oscuros. Y la verdad era increíble. Incluso mientras la compañía de Magron participaba en el ataque a la base interestelar de los Devoradores de Mundos, Luther el lugarteniente de los Ángeles había convencido a la guarnición de Caliban, su mundo originario, de que se sumasen a la rebelión. Tras experimentar en sus propias carnes la seducción del Caos, Magron se daba cuenta de que sólo una infección espiritual semejante podía haber provocado una deslealtad de tal magnitud. Vivió como si los recuerdos fueran suyos el bombardeo de los ángeles leales y la posterior batalla que había convertido Caliban en una roca desnuda.
El capitán Abaddas estaba entre los traidores. Magron experimentó junto con él el hecho de ser rescatado por los Poderes Ruinosos, absorbido por la disformidad y ser depositado en otra parte. Había sido Horus quien había muerto y no el bendito Emperador. De la suerte que había corrido Lion El'Jonson, preceptor espiritual de Magron, Abaddas no sabía nada, pero la rebelión del Caos no había triunfado. La galaxia no había sido transformada en un reino del Caos y este sólo dominaba algunas partes muy pequeñas de la misma, como aquella a la que Abaddas y el propio Magron habían sido atraídos. Sólo había unos cuantos Ángeles Oscuros, Ángeles Caídos como también se los llamaba, en el Ojo del Terror. La mayor parte habían sido dispersados por toda la galaxia.
Era una historia trágica que dejó consternado a Magron sobre todo cuando supo el tiempo que había transcurrido. También supo por qué Abaddas se había tomado tantas molestias por él, engañándolo y embaucándolo para llevarlo al camino que él consideraba correcto. No había sido sólo porque los dos fueran Ángeles Oscuros, sino porque eran astartes con diez mil años de vida. Despreciaba a los Marines Espaciales incorporados a filas a partir de entonces por considerarlos débiles e inferiores, a pesar de seguir siendo sobrehumanos.
Tras conocer la verdad y antes de huir del Ojo del Terror, Magron hizo que una alianza de seguidores de Tzeentch y Khorne se rompiera y se empezaran a matar entre ellos.
Regreso al Imperio[]
Con la ayuda de Pelor Calliden y Maynard Rugolo consiguió salir del planeta y del Ojo del Terror. Cuando su nave quedo desintegrada y quedaron vagando a la deriva fueron rescatados por un acorazado de la Armada Imperial junto a los restos y mercancías que transportaban. Al tener símbolos del Caos en la armadura fue desposeído de sus armas y le metieron en un calabozo hasta poder ser entregado a los Ángeles Oscuros.
Sólo podía existir un final para un Ángel Oscuro que se hubiese rendido al Caos, es decir, un Ángel Caído, cuando regresaba a su Capítulo. Tras haber sido trasladado a la fortaleza-monasterio de La Roca, lo único que quedaba de Caliban, Abdaziel Magron pasó muchos meses en una mazmorra fría, interrogado por los capellanes y bibliotecarios del gran Capítulo. El interrogatorio fue exhaustivo. Se valieron de todos los medios disponibles para llegar a los recovecos donde sospechaban que Magron podía retener información o albergar pensamientos ocultos.
Magron realizó una confesión completa y se arrepintió de su pérdida de fe en el Emperador. Las torturas más brutales no consiguieron arrancar una sola queja de sus labios. No dijo nada para restar importancia a su pecado, y finalmente se le concedió la extremaunción, se le dieron las últimas bendiciones y una muerte rápida.
Sólo el Dios-Emperador, y tal vez la mente inconsciente del Primarca por cuyo intermedio había actuado el Dios-Emperador, sabía lo que había empujado y guiado el cuerpo congelado del sargento Magron en su largo viaje hacia el Ojo del Terror, un arma secreta dirigida al corazón del Caos.
Fuentes[]
- El Ojo del Terror, por Barrington J. Bayley.