Todo empezó con un paquete sorpresa que llegó a mi puerta. Me lo enviaban un par de amigas y venía cargado de ovillos Drops. La verdad, me dejaron muda ¡era un paquete enorme! ¡Se habían vuelto locas!
Entre todo lo que contenía estaba esta Delight tan bonita que se ve a la izquierda de la foto anterior (de los demás ya daré cuenta cuando decida en qué emplearlos). Por los tonos decidí combinarla con unos ovillos de Filati da Collezione que guardaba desde hace años.
Y, después de mucho sufrir, llegué a esto:
¿Que por qué después de mucho sufrir? Pues porque, por distintas razones, ninguna de las dos eran las apropiadas para el telar.
La Filati (negro pizarra) era demasiado gruesa para el peine, y no tenía mucha torsión, así que decidí que sería la trama. La Delight (grises degradados) sí tenía un grosor apropiado y, en principio también la resistencia. Probé a dar tirones con las manos y no fui capaz de romperla, así que pensé que con eso bastaba.
Pero cuando me puse a tejer descubrí que había pasado por alto un detalle importante. La fricción que tendría que soportar al mover el peine.
A los pocos minutos era más que evidente que no lo iba a aguantar. Las hebras se despeluchaban, alguna se llegó a romper, y se pegaban unas a otras como velcro. Imposible abrir la calada.
Fué un jarro de agua fría. Me daban hasta ganas de llorar. Un regalo tan bonito y yo lo estropeaba de esta manera... Esa tarde guardé el telar tal cual y no fui capaz de retomarlo en un par de días.
Cuando conseguí armarme de valor, decidí que el peine solo lo utilizaría para cambiar la pasada, moviéndolo lo justo y necesario para no hacer sufrir a la lana. Para colocar la trama en su sitio me hice con un peine gordo (de los del pelo).
Tardé mucho en acabar la pieza, porque cada vez que cambiaba de posición el peine -con muchísimo mimo- tenía que ir separando casi uno a uno los hilos de urdimbre. Por suerte, la (
tozudez) paciencia es una de mis virtudes.
La idea de la que partía era hacerme una especie de bolero o chaqueta corta sin mangas, tejiendo dos partes, así que tenía que repetir todo el proceso una vez más. Como ya sabía a que atenerme, la segunda pieza la afronté con otros ánimos y no se me hizo tan pesado.
Ahora me enfrentaba a otro contratiempo. Tras lavar, la primera pieza era más larga y algo menos tupida que la segunda. Puesto que lavé las dos a la vez, tengo que suponer que puse distinta tensión al tejerlas.
Cambio de planes, y de bolero pasó a jersey sin mangas. Dejé la pieza con el tejido más uniforme para la delantera, un par de costuras, y un borde a ganchillo para adornar la sisa ¡y listo!
Una maravilla no es, pero teniendo en cuenta que pudo quedarse en nada, estoy muy contenta del resultado. Estoy deseando que llegue el frío para estrenarlo.
Y he aprendido un par de cosas muy útiles sobre lo que se debe y no se debe poner en la urdimbre. Sobre todo en lo referente a fibras naturales.