Mar


Esta semana Mª José nos propone elegir una imagen (entre varias) y un inicio de relato (entre varios) y a partir de ahí, escribir lo que se nos ocurra. Yo he elegido la imagen de los paraguas y el inicio "Confió en su suerte por última vez".

Natalia confió en su suerte por última vez. Sí, porque esa sería la última; fuese cual fuese el resultado, no lo intentaría más veces.

Quería recomponer el arco iris, que se hallaba fragmentado en miles de trocitos atrapados en otros tantos paraguas. La última tormenta eléctrica lo pilló desprevenido y no le dio tiempo a esconderse cuando un  poderoso rayo lo fulminó.

Natalia había estado esperando la llegada del día que reuniera las condiciones adecuadas: que fuera primaveral, que fuera lluvioso  por la mañana y que aclarara por la tarde porque su abuela Nadia muchas veces le había contado que los días de primavera eran los que más arco iris ofrecían.

Así que, con paciencia y los dedos cruzados, veía por la ventana de su dormitorio como empezaba a llover, como los paraguas se iban mojando hasta quedar empapados y como  los colores empezaban a despegarse hasta desprenderse de la tela donde estaban fijados.

-Esta vez sí - se decía con los ojos casi llorosos por la emoción.

Fue en ese momento cuando recitó la oración que su abuela le había enseñado para conseguir retos imposibles y entonces sucedió: unos rayitos de sol se colaron a través de las nubes, los suficientes atraer todos los colores dispersos y  recomponer de nuevo el arco iris.

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Mar
El tema de hoy consiste en escoger a un personaje y hacer que se desenvuelva en un ambiente que NUNCA fue el suyo. De entre la lista de personajes y lugares a elegir, he seleccionado el Cid y la nave espacial Enterprise.


Campo a través, cabalga el Cid con toda su caballería. Deben de estar a punto de llegar al lugar indicado, por lo que Rodrigo decide acampar y mandar una avanzadilla a inspeccionar el paraje.

-Guzmán, escoge cuantos soldados necesites  y acercate a otear que nos depara nuestro destino.

-Si, mi señor, enseguida partimos.

...

- Don Rodrigo, no vais a creer lo que hemos visto. No se explicarlo con mis parcas palabras. Debéis acompañarnos y verlo con vuestros propios ojos. 

Allá que va el Cid, más que intrigado. En unos kilómetros, el campo se pierde dando paso al asfalto, y a lo lejos se ve un enorme artefacto blanco y plateado. Ha llegado a la base espacial de la Entreprise, pero eso, obviamente, no lo sabe.

-¡Por vié Dios y toda la Santísima Trinidad en pleno! ¿Qué clase de monstruo es este? - exclama asombrado a la vez que empuña a Tizona en alto. 

Desde la garita que custodia el recinto, el vigilante ve un grupo de personajes vestidos con cota de malla, cascos y espadas en alto.

-¿Se estará rodando una película por las inmediaciones? -se dice para sí- Qué raro que no nos haya avisado nadie.

Desconcertado, el vigilante se comunica con el director de la base, un reconocido ingeniero aeronáutico, para que vaya a la garita. El ingeniero, tambien extrañado, sale al encuentro del Cid y compañía

-Buenos días, caballeros. ¿Que se les ofrece?- pregunta el ingeniero.

-Buenos días, caballero. Rodrígo Díaz de Vivar a su servicio- responde el Cid. Venimos en misión especial, decretada por su Majestad. 

-¿Misión especial? ¿Decretada por el rey? - repite el ingeniero- ¿Que rey? Huummm, esto no me cuadra. Lo que aquí se hace son misiones espaciales, al espacio, ¿entiende?

-Entonces, ¿no hay misión especial? ¿Para eso me he desplazado con mis huestes hasta aquí?- responde el Cid, receloso, sin dejar de mirar de reojo ya al ingeniero ya a la Enterprise.

-Mucho me temo, estimado caballero, que ha habido un error en el espacio y el tiempo y usted se ha visto transportado de época y ha viajado de la edad media al siglo XXI.

-¿Que clase brujería puede hacer una cosa así? Quede usted con Dios- bramó el Cid, dando la orden de retirada y saliendo en tropel como alma que persigue el diablo.

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Mar



Gumersindo se ha apuntado a la excursión que la asociación de jubilados "Juventud dorada" ha organizado. Van a pasar el día en la playa.

Con camisa floreada, sombrero de paja y bermudas, Gumersindo sube al autobús. La mochila con su toalla, bañador y crema protectora la ha dejado en el portaequipaje y con él lleva una llamativa riñonera color verde fosforito que venía de regalo en  una caja de cereales. No es  muy grande, pero suficiente para guardar cartera, pañuelo y gafas de sol.

A mitad de camino, hacen una pausa para tomar un refrigerio.

-Gumer, vamos a tomar un cafelito- le dice José, compañero de asiento.

- No te creas que me apetece mucho, pero te acompaño- le contesta.

En realidad, si se tomaría un café con leche y tostadas; pero, con lo tacaño que es, no piensa gastarse ni un céntimo tan pronto, teniendo todo el día por delante.

- Anda, pídete algo, que ya no hay más paradas hasta llegar a la playa - insiste José.

- No, de verdad, no tengo ganas.

- Aunque sea algo para llevar.

- Bueno, eso sí - contesta Gumersindo- pediré al camarero un refresco. Estará bien por si me da sed, que no echado nada para beber.

- Camarero, un refresco de naranja, por favor.

El camarero le da una lata.

-No, de lata no, que tiene mucho gas y no me siente nada bien. Póngame un botellín.

El camarero se lo cambia.

-Gumer, ¿como lo abrirás en autobús?- pregunta José

- ¡Anda, pues  es verdad! Camarero, ábrame el botellín y tápelo con un corcho, que luego en el autobús no tengo con que abrirlo.

El camarero lo mira entre receloso y divertido ante lo insólito de la petición, y como el cliente siempre lleva la razón, no se hable más.

Ya en el autobús, Gumersindo pone su botellín en la red que lleva el respaldo del asiento delantero. Con el movimiento del autobús, los baches y las frenadas el gas va haciendo su efecto y el corcho sale disparado derramándose el refresco parcialmente sobre sus flamantes las bermudas.

...

Y por el paseo marítimo anda Gumersindo, haciendo gala de ese lamparón tan inesperado como habitual en su vestuario.


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