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Efectivamente, como habéis indicado todos, la peli es "El golpe", protagonizada por dos de los grandes: Newman y Redford. Sois muy sagaces, queridos lectores, porque en cuanto habéis leído cuatro líneas, ya la habéis adivinado. O... es que yo soy muy buena describiendo... jajaja!!!

Os dejo el genial pasaje de la partida de póker. Feliz domingo a tod@s.

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Este jueves, Alfredo nos reta a elegir una película que nos haya apasionado y, con esa misma pasión, relatar detalles de la misma [nos ha hecho llorar, reír, sentir miedo, fe, fantasía, inspiración, rabia, envidia]. En ningún momento diremos el titulo ni los nombres de los protagonistas ni delataremos su título con fotografías. Al comentar los relatos debemos adivinar de qué película se trata y valorar la imaginación narrativa utilizada para evidenciar con el mínimo de detalles posibles su título.


Vamos a ver drama, policía, tiros, pícaros, galanes, caballos, comedia, partidas de póker y una contraseña entre compinches muy particular: no es de palabras, pero sí muy visual.

Son los años treinta. En un tren, camino a Chicago, hay una partida de póker. El compartimento donde se juega está amueblado convenientemente porque cuando viaja el señor Lonnegan, éste lo solicita para organizar partidas de póker. Tiene su mesa con tapete verde, butacas alrededor de la misma para los jugadores y otras en segundo plano donde, estratégicamente, se colocan los soplones del señor Lonnegan. 

La partida empieza a desenvolverse en un ambiente entre denso por el humo de los puros que se están fumando y tenso, por las suspicacias del señor Lonnegan a que la partida se le vaya de las  manos... 

     - Doyle, yo le ví que tenía cuatro treses. Debió dar el cambiazo. No debimos dejarle que se saliera con la suya -dice el soplón

     - ¿Y qué podía hacer? ¿Acusarle delante de los demás  de hacer trampas mejor que yo? - le espeta el señor Lonnegan.

Más películas en casa de Alfredo


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Estamos de cuarentena (¡vaya novedad!); siendo rigurosos, estamos de cincuentena y pasada. Ya sabemos por activa y por pasiva que hay y que no hay que hacer. Depende de nosotros y de nuestras buenas prácticas salir del confinamiento. 

En la calle donde vivo, todos los vecinos nos portamos muy bien (y yo la primera); así que no hay necesidad de denunciar a nadie. Y este comportamiento tan cívico y ejemplar no es de ahora, que estamos con las "leyes estrechas" (como diría mi padre); no.  

La cosa viene de atrás, desde que la señora Marcelina enviudara años ha. ¡La que nos cayó encima! En cuanto cerró el duelo, la buena señora  que se aburría sobremanera en casa, empezó a patrullar calle arriba y calle abajo tomando buena nota de lo que veía y, al día de hoy, de lo que sigue viendo,  desde el balcón. Y como no tiene pelos en la lengua y tampoco la mete en paladar,  te pone de vuelta y media cuando se le cruzan los cables. 

Más derechitos que una vela nos tiene desde entonces. Nadie quisiera (quisiéramos) hacer nada que enojase a la señora Marcelina; por eso, en estos días más que nunca nos guardamos muy y mucho de esa mirada escrutadora que desde el balcón nos vigila cada movimiento.







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