Premio de Poesía en el VII Certamen "Bálsamo de Fierabrás" otorgado por la Federación de Salud Mental de Castilla la Mancha.
Un animal con ojos de
tornado
despierta entre las sienes, me intimida.
El mundo, abigarrado, se
aboveda,
hay una herida abierta en la
memoria
y duele lo que pesa en mi
interior.
Le sobra magnitud al
sobresalto
que quiere sin piedad mi sangre
humana.
La mente, arrebatada,
incontenible,
intuye que se acerca una
elegía.
Estoy fuera de mí.
La angustia es la que ocupa
mi lugar
y tiemblo cuando finjo ser de
acero
mientras desaparecen las
baldosas.
Legiones de fantasmas me
contemplan,
tras sus negros volúmenes de
nada,
sus párpados sin rostro,
y me invitan al reino del
olvido,
al beso de la muerte,
bajo unas horas que parecen
décadas.
El animal, hambriento de
amargura,
siempre regresa en el peor
momento
si el sueño se convierte en
pesadilla
y caigo a otro bestiario
insoportable
bajo una estrella demencial
y gris.
La fiera de mi mente,
fatídica y hostil y
pertinaz,
me arroja a las dramáticas
tinieblas
y logra que me gire hacia el
abismo.
Pierdo el control, y el vértigo
reclama,
al hielo de su abrazo me
convida;
las fuerzas, de repente, me
abandonan,
soy una lucha antigua, despiadada
y estoy cansada de sufrir, me
acabo.
Estoy cansada de aguantar,
me rindo
porque mañana solo veo
sombras.
Alguien escucha mi secreto a gritos,
alguien me escucha,
tiende su mano al verme en
la agonía
y a ese terror, por fin,
lo miro con ternura, lo
acaricio.
No me acobarda, su mirada es
triste,
Le digo que lo amo. Un árbol
canta.
Le digo que lo quiero,
se serena.
Retorna cada célula a mi
piel.
Mi corazón, estrépito suicida,
acude a descansar en lo
apacible
y el animal, con ojos de
silencio,
vuelve a sus límites y ahora
duerme.
Vuelve a ser dócil
y ahora duerme.
Rosales