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Caminemos, tú y yo,
cuando las sombras
se estiren
sobre el césped
como gato negro
despertando del letargo.
Caminemos
por senderos desiertos
de la noche
que reposa sus labios
sobre tu piel.
Noche saturada de silencios
sin velo ni engaño:
adivino la rosa
sobre el ineludible pino,
presiento el puñado de tierra,
conozco el límite
que la bruma intima.
Caminemos... tu mano en la mía.
Por unos instantes,
todavía,
la realidad estará disuelta
bajo la tibia providencia de la luna.
Copyright: Silvia Evelina, Buenos Aires, Argentina, 2009.Todos los derechos reservados.