LETRAS QUE MUERDEN

 

Las letras, independientemente de su identidad  tienen un comportamiento que viene determinado por su entorno; esto es, ninguna letra tiene un comportamiento prefijado y todas las letras tienen el potencial de comportarse de distintas maneras. Éstas distintas maneras en las que se pueden comportar son finitas y, en realidad, muy pocas; a decir verdad son sólo tres.

Recordemos que cada letra pertenece a un grupo étnico determinado; la etnia de las A, la etnia de las J, etc.,  a un género, que a diferencia de los seres humanos, o no…, está determinado únicamente por su comportamiento, es oportuno recordar aquí que las letras son monocomportamentales, esto es se comportan de una sola manera a lo largo de toda su existencia, más adelante hablaremos más en detalle de la distinción de géneros entre letras; y por último cada una tiene una identidad propia, campo que actualmente está en investigación dado, que como todos sabemos, aún no se ha podido demostrar científicamente la diferenciación individual entre dos letras de la misma etnia y mismo género, esto es diferenciar entre una S que pertenece a un género y otra S que pertenece al mismo género. Pero queda por demás claro, y demostrado por el uso y función, que la S que se encuentra en el segundo lugar de la palabra Astillero es otra que la que se encuentra en el último lugar de la palabra Juntacadáveres, si bien sabemos que son distintas por la sencilla razón de que ocupan lugares físicos diferentes y esto no necesita más confirmación que esto, es bien sabido de la teoría que estuvo en boga a finales de los noventa de la posibilidad de una misma letra clonada y ubicada en  distintos lugares de una misma palabra o, lo que es más retorcido aún desde un punto de vista ético ubicada en distintas palabras  de igual género; ni siquiera me planteo (oh, horror!!!) la posibilidad herejíaca de utilizar una misma letra clonada (es decir un mismo individuo genotípico) en palabras de distinto genero, atrocidad que no puedo ni imaginar. No entraremos en detalles con respecto a la diferenciación de géneros entre palabras, dado que esto excedería los objetivos de este texto; sólo diremos a modo de recordatorio que éstas, al igual que las letras, se diferencian en géneros según su comportamiento, y que son, a diferencia de las letras, pluricomportamentales. Referimos al lector al tratado de clasificación de las palabras según su identidad grupal e individual para más detalles. Una vez demostrada la posibilidad de clonar letras, comenzó nuevamente la carrera por demostrar la individualidad de las mismas, campo científico en constante desarrollo. Sabemos, inequívocamente, que en breve será demostrado; hay facultativos que aseguran que esto ya fue demostrado en los últimos años y que, puramente por razones comerciales, está siendo ocultado, con el fin de que los laboratorios letrísticos sigan facturando millones con la financiación de investigaciones  que demuestren rasgos de la personalidad de letras de un mismo género. Más allá de la posibilidad, hoy en día real, de un mismo individuo clonado presente en distintas palabras, la sensación que genera una letra determinada al ser leída, cuando es bien utilizada, no deja lugar a dudas. En el ejemplo anteriormente citado la S de Astillero, cuando es bien utilizada, genera una sensación que es diametralmente opuesta a la que genera la S de Juntacadáveres; es aquí que la ciencia no tiene nada que hacer. El problema empieza a gestarse con el uso indiscriminado por parte de escritores poco experimentados, y muchos insuficientemente formados académicamente, de letras fonéticamente iguales pero de identidad diferente. Muchas veces, además de usar letras con la identidad inadecuada, por ejemplo una T cualquiera en vez de la T correcta; éstas letras están mal sostenidas por un entorno literario deficiente. Lo que los antiguos críticos de arte llamaban una historia pobre. No hay letra, por noble que sea su etnia y por definido que sea su género, que por sí misma pueda sustentar una historia pobre. Es en éste territorio donde se genera un campo fértil para el uso indiscriminado de letras clonadas; con buenos escritores, lo que equivale a historias bien construidas, no hay lugar al mal uso de letras que pueda pasar inadvertido. Una buena historia, con una atmósfera literaria adecuadamente trabajada, no admite el uso de una letra incorrecta; porque la sensación generada en el lector pone de manifiesto claramente el error cometido.

Dicho esto, nos queda analizar la diferenciación de género entre letras, parte medular de este texto. Seremos breves en el desarrollo de estos últimos conceptos, dado que no perseguimos la artificial belleza fonética sino la claridad en el mensaje dado. Como ya lo dijimos las letras definen su género según el comportamiento otorgado a la misma por parte del escritor, al construir éste el entorno en el que va emplazada. Lo que es igual a decir que según el texto en el que es colocada la palabra que contiene la letra en cuestión, y según la ubicación de ésta letra en dicha palabra, va a ser el género que tendrá la letra desde ése momento hasta la eternidad. Bien, así definido el género, éste podrá ser: Letras que muerden, Letras que acarician y Letras ya usadas y no definidas. Éste último grupo debe su triste existencia a la incapacidad narrativa de malos escritores, y al uso indiscriminado de letras clonadas en los manuscritos de discursos políticos.

Bien es sabido que pertenezco a una tribu que radicaliza el uso de las Letras que muerden, a pesar de ello, y tratándose éste de un texto que pretende ser imparcial en los juicios que emite, me abstendré de calificar cualitativamente la práctica de usar Letras que acarician en textos literarios, artículos de opinión y letras de canciones.

Lo que sí me es ineludible subrayar, gritar, escupir en la cara de quien lee, es que el uso de Letras que muerden a la hora de escribir, y la elección de textos que las contengan a la hora de leer o escuchar, no da lugar a mensajes débiles, no genera lectores pobres de espíritu. Y, lo que es más importante aún, porque esto evita todo lo anterior, no permite de ninguna manera, que un escritor, periodista, roquero, escriba algo si no tiene algo que decir. El propio peso de las Letras que muerden imposibilita toda posibilidad de textos insulsos. Si no hay algo que desesperadamente tenga que ser dicho, y que si no se dice ésta omisión lleve a la locura, alienación, implosión intelecto-física del escritor, las Letras que muerden no podrán ser usadas. Ya que el peso histórico de las mismas hace que éstas se desvanezcan en el exacto momento en que están siendo escritas y sean sustituidas por otra de igual etnia, pero del género Palabras ya usadas pero no definidas.

No tengo más que decir, no tengo más que agregar.

Los saludo al grito inquebrantable de:

¡¡¡ Escribir con Letras que muerden, o desaparecer!!!

 

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