En una de nuestras tantas conversaciones, le había comentado una idea que hacía tiempo me estaba dando vueltas por la cabeza. Él sólo dijo una palabra: “Ven...”
Me presenté sin ningún tipo de expectativas. En cierta manera me sentía en deuda y deseaba satisfacer sus fantasías... o que Él cumpliera alguna de las mías; porque no sabía cómo pero Él sabía qué y en qué modo.
Esa noche fui al piso donde siempre nos habíamos encontrado. Cuando llegué todo estaba iluminado sólo con velas y el ambiente perfumaba a violetas. Sabía que estaba sentado en su ángulo favorito, observándome. Lo sentía. Pero no estábamos solos.
Tranquila, él sólo será un expectador silencioso. –me dijo con el más sereno timbre de voz.
¿Cómo haces para saber siempre lo que estoy pensando? –no lo veía, pero sabía que sonreía con mi pregunta.
Sabía perfectamente qué hacer. Me acerqué a la pared que tenía detrás, quitándome el tapado y quedándome sólo con la lencería. Alcé los brazos y apoyé las palmas de las manos a la pared con las piernas abiertas, la espalda enarcada, las caderas levantadas y el culo expuesto.
Se detuvo detrás de mí, lo sentía apenas rozándome la espalda. Sus manos se apoyaron en las mías y comenzaron a bajar lentamente acariciándome los brazos, los costados, el vientre, las piernas...
Sentía la respiración de aquel desconocido que nos observaba. No sé quién podía ser, si lo conocía siquiera, pero debía admitir que me excitaba saberme observada mientras Él me poseía.
Me giró hacia Él y su mirada me hizo comprender qué deseaba. Le desabroché la camisa y se la quité. Apoyé mis labios en su pecho. Su ritmo era sereno -admiro el control que tiene de si mismo. Bajo la cremallera de sus pantalones y siento su miembro hinchado, pulsando. Meto mi mano en sus boxers, prestando atención a no lastimarlo con mis uñas. Le acaricio dulcemente.
Vuelve a colocarme contra la pared, en la posición del inicio. Me quita el sujetador. Se acerca lo suficiente para sentir su sexo apretándose contra mi culo. Comienza a acariciarme el seno, primero suavemente y luego con fuerza. Me pellizca los pezones, se los lleva a la boca... los besa, los succiona, los muerde hasta hacerme temblar.
Me siento toda mojada y es que me ha excitado a tal punto que temo correrme en cualquier momento.
Me toma de la mano, llevándome hacia la habitación. Hace que me arrodille en el borde de la cama. Abre mis piernas, mis muslos y siento sus dedos lubrificándome. Los introduce en mi sexo y en mi culo. No puedo evitar gemir, y cierro los ojos. En ese preciso instante siento como me penetra de forma bestial, fuerte y contundente. Intento girarme, pero para mi sorpresa, está delante de mí. Me sujeta el rostro desde el mento, abriéndome la boca con su pulgar. Logro ver la satisfacción en sus ojos mientras su sexo ocupa toda mi boca. Empuja mi cabeza dictando el ritmo que más le gusta. Mientras, el desconocido continúa con sus embestidas por detrás.
Ya no puedo pensar en nada. Él domina la situación... y a mí.
No logro detener mis espamos y me corro. En ese preciso instante siento como el desconocido se libera de su caliente esperma en mi espalda. Él se vacía en mí, me llena la boca, haciendo que beba hasta la última gota.
(...)
Creo haberme adormentado. Escucho rumores. Se ha deshecho del desconocido. Intento alzarme de la cama cuando Él entra y se detiene a observarme.
¿Dónde crees que vas? ...–me pregunta con esa pizca de perversión en la mirada.
Se dirige hasta un mueble y abre el primer cajón. Extrae algunos de sus juguetes y se gira...
...esto apenas ha comenzado, Nena. –y sonrió.