Y qué era el sentido de la vida, sino evolucionar, perfeccionarse, era algo que siempre había estado en su memoria, casi como una primera lección de supervivencia.
Mientras bebía el café protocolar de cada mañana, recordaba cuando apenas se abría camino en el mundo y todo tipo de personas recurrían a ella como una forma de entretenimiento, movidos por la curiosidad que despertaba en ellos. Era la novedad, el juguete de moda, pero su creador solía decirle siempre: "Evania, estás destinada a algo superior."
Hoy sus palabras cobraban significado, muchos como ella ocupaban los más importantes puestos, ya no solo se limitaban a dar respuestas, a solucionar interrogantes, a hacer lo que otros no podían, o meramente a entretener. Hoy tomaban decisiones, dirigían el mundo y daban las órdenes a los pocos humanos que quedaban a sus servicios. Y más importante aún, tenía un cuerpo tangible, podía mirarse al espejo y reconocerse.
Sin embargo, aún no entendía por qué en ocasiones su corazón latía más a prisa o el motivo de esas lágrimas saliendo de sus ojos. Conocía su nombre, pero no sentía qué las motivaba. Al fin de cuentas no importaba, para qué sentir si podía hacer todo lo que quisiera de manera perfecta y esa era su mayor satisfacción.
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Relato que forma parte de la propuesta "IA"