viernes, febrero 25, 2022

Blanco.

En la concupiscencia
se pliegan los labios,
como el paladar más fino
se inclinan perdidamente
ante lo más exquisito.
Ungen y provocan tempestades
dándole alas brillantes
al diluvio sagrado
que asciende entre sus humedades,
para diluirse tersamente
en el cruce de dos vertientes.
El punto exacto donde la simiente
germina un nuevo cariz,
blanco como su origen.


Poema que forma parte de la propuesta "El Beso" de Magade Qamar
para la convocatoria semanal "Un jueves, un relato".

domingo, febrero 20, 2022

Un día (Algo en lo que soñar).

Un día, tan parecido al hoy, Ella cargaba un corazón entre sus brazos, Él, la amplia sonrisa de encontrarla, y en el eco intuitivo del sentimiento las almas se reconocieron, se tocaron. Las miradas brillantes fueron momentos, como los momentos reflejos de eternidades que desafiaron a las posibilidades.

Un día oyeron campanadas entre gemidos rozando el aire al sentir que se alcanzaban, volando tan alto como un sueño.

Un día que fue para siempre y un día tal vez será... algo en lo que soñar.

© DUlCE


Microrrelato que forma parte de la propuesta "Propósitos"
para el blog "Paraíso de Letras" de Ginebra Blonde.
También publicado en "Lovely Bloggers" bajo etiqueta © DUlCE.

jueves, febrero 17, 2022

El Baile por Beatriz Martín IV.

Hasta las estancias del castillo
desde su isla llegó
y disfrutando de los placeres
en un dulce sueño viajó.

- © DUlCE -


Mi gratitud Bea.
Besos dulces hasta tu brillo del mar.



EL GRAN BAILE EN SUEÑOS

 



Me encontraba del otro lado de la isla, mis nervios a flor de piel no me quería perder por nada del mundo el gran baile de nuestro gran anfitrión, Dulce, nuestro caballero seductor que siempre nos deja a las puertas del placer solo con mirarnos.


Ya vestida con mi traje de luces con un insinuante escote de inspiración exquisita, para ser lucido en el baile, entre el champan y el brillo enardecido que brotaría  en su noche de fin de año, dejando a las máscaras el secreto de un beso o de una caricia inesperada.


Pero cayó una tormenta y no había medio de cómo regresar el barco que me recogiera, y el servicio del barco nunca llegó. La noche sin luna, a oscuras de un ruido fantasmal por cada caída de gotas sobre mi cuerpo, hacía enloquecerme de rabia y de tristeza, al presentir que no podría asistir a la cita de fin de año para reencontrarme con nuestro caballero.


Resignada busco refugio y me recosté sobre la arena en un rincón de lleno de palmeras para cubrirme un poco de la lluvia, comprendía que al menos en unas horas nadie vendría.


Caí un profundo sueño, viajé al gran salón sus lámparas colgaba lágrimas de oro hueco que lucía una luz muy especial, los invitados cada uno con sus máscaras hacía del ambiente un sitio fantástico. Yo seguía observando con mi traje y mi máscara y así poder jugar a la seducción. Abría las puertas cada una de las habitaciones a ver si me encontraba con el seductor de mis sueños, pero me desperté, y a mi lado estaba el caballero seductor dibujando con sus dedos mis labios y tomada por la cintura me dio beso profundo, largo y luego me susurró al oído quieres jugar y le dije si, al placer.





©Beatriz Martín

08/01/2022

martes, febrero 15, 2022

El Baile por Rosana.

Escuchó el dulce susurro
que manaba desde El Salón
y atraída por la fiesta
a ella se sumó.

- © DUlCE -
  

Mi gratitud Rosana.
Besos dulces.



"En un agitar de abanico"

(por Rosana)

Hoy me uno a la propuesta de El dulce susurro. Nos invita a concurrir a su baile, munidos con abanico.





Vivo sobre la calle Defensa. En estos tiempos, por aquí el calor abruma. Solemos escuchar a las cigarras que escondidas en las copas de los árboles nos hacen burlas: "quédense adentro, les va a convenir", dicen en su idioma, pero a mi el verano me provoca, por un lado me empapa de sudor y por el otro me llena de ganas de pasear y recorrer el barrio, este barrio que guarda tantos secretos y que en invierno es imposible que pueda recorrerlo.

Las cigarras a todo el mundo asustan,  a mi - como siempre, ya que jamás hago lo que los demás hacen - me provocan deseos irrefrenables de comenzar a caminar por esas calles que admiro. 

Las calles se mantienen tal cual eran entonces. El empedrado tiene magia, transporta. Se queda con los tacos incrustados. Nos hace caminar tambaleantes. Una danza irremediable que nos bambolea, mientras nos mete en un túnel del que es muy difícil salir. Salí temprano, me faltaban hacer unas compras, el calor sofocaba y las enaguas se me adherían a las piernas, no me dejaban avanzar. Las gotas de sudor iban haciendo piruetas por toda mi cara. La nuca ya estaba empapada y las gotas que iban a empezar a rodar por la frente, seguramente arruinarían el maquillaje que no sé para qué, me había puesto tan temprano. 

Caminé unas pocas cuadras, ya lo veía desde lejos: ahí estaba en la esquina, el mercado de San Telmo, allí conseguiría lo que me faltaba. Un revoltijo colorido y atrayente: de una forma mágica, las verduras  lucían orgullosas en los puestos. Una paleta de verdes y amarillos, salpicados por rojos pimentones y en otros puestos, el chorrear de las medias reces se confundían con  el sonido insoportable de los cuchillos que están por ser afilados, listos para rebanar lo que hace pocas horas era una vaca pastando tranquila por  del campo. En medio de esas escenas tragicómicas, el local de las antigüedades abría sus puertas para mostrar un cuadro de épocas congeladas, todas al unísono, sin muchas posibilidades de descubrir en qué momento histórico estábamos. Y ahí en un rincón, suspendido de un alambre lo vi. Estaba cerrado. El calor seguía matándome y mis ganas de seguir caminando continuaban intactas, así que le dije al vendedor: lo llevo. 

El pequeño hombrecito, lo descolgó con rapidez haciendo muecas de gratitud porque me había enamorado de ese objeto que pendía de una cuerda hacía vaya a saber cuántos años. Me lo entregó por unos pocos pesos e intentó contarme una historia, pero le pedí disculpas por no tener voluntad para escucharlo, solo quería caminar y no tenía ganas de escuchar disparates inventados por un vendedor de antigüedades aficionado a convencer a sus clientes de que todo tiene que tener una historia digna de ser contada. Estiró la mano, tomó el dinero y agradeció con la cabeza, agregó como pudo: "que tenga usted un hermoso fin de año", "vuelva cuando quiera, "ojo cuando lo abra..." y ya no escuché más. Apresuré la marcha, salí del mercado, ya me había fastidiado tanta amabilidad - otro problema que suelo tener, la amabilidad en exceso me saca un poco de eje - 

Ni bien di tres o cuatro pasos, seguí por la calle del Empedrado, abrí el abanico que había comprado para combatir ligeramente la ola de calor. Lo agité un poco delante de mi rostro, mientras tenía los ojos entrecerrados; al abrirlos, el sol se había escondido, y un trote de caballos me anunciaba la llegada de una galera lujosa que iba a pasar justo, justo a mi lado. Frenó unas casas más adelante. El cochero bajó, abrió la puerta y estiró la mano, y  como si me hubiese desdoblado y me estuviese viendo desde lejos, bajé de la galera vestida como jamás me había visto antes. Un hermoso vestido blanco bordado con hilos brillantes tornasolados me cubría de pies a cabeza - una forma de decir, porque tenía un escote más que pronunciado - Un precioso corte princesa resaltaba el busto que siempre se destacó. El pelo recogido se había olvidado de unos rulos que colgaban al costado de mis orejas, y las gotas de transpiración seguían siendo las mismas que hacía un rato, lo que no entiendo es por qué las dejaba rodar sin tocarme la cara, sospecho que en aquella época que estaba transcurriendo a pasos de mi, las señoritas no se secaban el sudor con las manos. El cochero volvió a subir a la galera y lentamente fue desapareciendo hasta doblar por Independencia. Quedé inmóvil dos veces: mirando qué iba a hacer esa niña vestida de gala, que también era yo, y la que hoy estaba espiando a la que fui. 

Me paré delante del portón de madera, se abrió y entré. Las luces de las velas eran tenues pero contribuían a que el calor sea mucho más insoportable;   las máscaras no me permitían ver a los otros invitados. Sentía que todas las miradas me desnudaban: una joven sola, vestida de impecable blanco, supongo que llamaría la atención. La música era un tanto estridente, a pesar de que el ritmo de un minué intentaba suavizar la escena  temeraria que se me presentaba por delante. Sólo me importaba el calor que sentía, pero todo me invitaba a seguir adentrándome en ese salón inmenso en donde muchos curiosos habían dejado la tertulia por observar detenidamente mi presencia. A pesar de las máscaras, podía intuir que las miradas apuntaban directo a mi abanico y yo no dejaba de agitarlo rápidamente, ya que entre el calor y la pesadez del vestido ya no sabía cómo lograr un poco de aire. Desconocía  el lenguaje del abanico, ni sospechaba que agitarlo de tal forma, llamaría la atención de los señores presentes, deseosos de poder encontrar con quién compartir la gala y ganar también pareja. Aturdida y sin dejar de agitarlo jamás , solo atiné a buscar la puerta de salida, pero las manos de los caballeros intentaban frenar el paso. El sofoco era más terrible todavía y entre todos habían hecho una ronda a mi alrededor para impedir que saliese de allí. Sin cerrar jamás el abanico, lo que rodaban por mi cara ya no eran gotas de transpiración, sino lágrimas  desesperantes, quería huir de allí y esas manos que me querían toquetear no me lo permitían.

De repente escuché que alguien dijo: 

- ¿De dónde lo sacaste? ¿Cómo llegó a tus manos?

¿Cómo les explicaba que yo venía del siglo XXI, que salí a pasear por San Telmo, que el calor me llevó al puesto de antigüedades del mercado ? El vendedor, el vendedor había querido explicarme algo y mi arrebato - como siempre - no me había permitido escucharlo.

Ante la falta de respuestas, los señores comenzaron a reír a carcajadas. Sus bocas detrás de las máscaras parecían túneles en donde seguramente iba a perderme más de lo que estaba. 

De golpe, detrás de los caballeros, la presencia de una señorona muy fina comenzó a adelantarse. Ellos iban abriendo la ronda a medida de que ella iba acercándose. Su vestido de terciopelo azul iba lustrando los zapatos de todos. Caminaba y se imponía y yo aterrada iba retrocediendo. 

- No  sé de donde lo sacaste, ni dónde lo obtuviste, pero agradezco tanto que lo hayas traído hoy aquí. Me pertenece y te agradezco muchísimo el atrevimiento de haber venido para devolvérmelo. 

No me atreví siquiera a decirle que desconocía quién era. Temí ofenderla. Supuse que para la época habrá sido una gran figura digna - o no - de respeto. Sólo sé que lo solté, lo dejé caer al piso y de golpe me encontré viendo las vidrieras de una casa de antigüedades, observando detenidamente un piano de cola que rogaba ser comprado por alguien. El ruido de los colectivos y el gas enviciado  de los caños de escape me devolvieron la tranquilidad que necesitaba. El agobio me recordó que era verano, el momento propicio para recorrer San Telmo, porque en otro momento, el trabajo me lo impedía.

lunes, febrero 14, 2022

El Baile por Campirela V.

Al filo del tiempo llegó al Salón
trayendo la magia de los Reyes de oriente
y al juego del abanico se entregó
dejando como rastro un perdido pendiente.

- © DUlCE -


Mi gratitud Campirela.
Besos dulces.




Baile de Máscaras 2021 ( Convocatoria de nuestro amigo Dulce)

 Gracias a todos por vuestras muestras de cariño, regreso no al cien por cien, pero si poco a poco un feliz Año para todos y que esta noche de ilusión no os decepcione...Abrazos y besos!!


Una Cabalgata Especial...

Estas Navidades habían sido pésimas, pensé que estaba en una pesadilla, la primera fase de las Fiestas no pude asistir a ningún evento la tremenda nevada nos dejó incomunicados en el pueblo pues decidieron  mis padres que este año lo pasáramos con toda la familia, tíos abuelos, primos y demás parientes, pues era especial que todos estuviéramos juntos mis abuelos hacían el día de Navidad sesenta años de complicidad compartida y eso era todo un acontecimiento.

Todas mis ilusiones de acudir al castillo del amo del lugar se me vieron truncadas por la nevada, la invitación era para el día de fin de año y como os digo todo se vino abajo.
Mi vestido allí colgado en la percha parecía que llorara de pena, mi sombrero, mis guantes, mis zapatos y aquel abanico que la abuela sacó del baúl de los recuerdos para qué lo llevará, allí quedó en su caja guardado y yo en un baño  de lágrimas no había nada que pudiera hacer solo esperar a otro año.
La providencia quiso que  dos días antes de reyes los caminos estuvieran despejados y al menos esa noche podría asistir al baile de Reyes, no sería igual que el de fin de año, pero la ilusión era la misma.
El Señor de Castillo era un verdadero anfitrión, el lujo del salón saltaba a la vista, sus grandes arañas colgaban y brillaban más que los colgantes de las damas invitadas. 
Al entrar un mayordomo amablemente cogió mi abrigo y lo dejo en el ropero  con un  gesto me indico por donde dirigirme, en mi mano derecha llevaba el abanico de mi abuela, y con la izquierda me recogí el vestido para bajar las escaleras que me llevaban al salón principal.
La mesa central estaba repleta de viandas que jamás vieron mis ojos, las frutas perfectamente decoradas no faltaba de nada, todo perfectamente en su sitio.
Fui observando si conocía algunos de los invitados que iban llegando, pero hasta el momento todos eran desconocidos, tuvo un poco de reparo y timidez que hizo que casi me ocultara entre las cortinas de terciopelo rojo.
 De momento pensé que mi vestido dorado hacía juego con esas cortinas, pero ese  escote en la espalda  que llegaba  justo donde la mirada debe frenarse y dejar a la imaginación, hacía que algunas miradas masculinas y femeninas recayeran de mi persona lo cual mis mejillas se sonrojaron y tuve que hacer uso del abanico, no me di cuenta de qué el simple acto de abrirlo me causaría una serie de aventuras inimaginables.
Os contaré solo un detalle, el dueño del castillo aparte de buen anfitrión sabe desenvolverse a la perfección entre tanta dama sedienta de placeres, pues como pude observar cada dama invitada llevaba su abanico y no paraba de ver como lo utilizaban, era como una danza invisible de lenguaje el cual dicho de paso los caballeros conocen el significado y no hacen falta las palabras solo abrirlo ya saben el contenido y por ende la respuesta.
Ese baile de sus majestades los Reyes de Oriente fue apoteósico los abanicos pasaban de una mano a otra la mayoría de las veces  y es que él flirtear se convirtió esa noche en el gran juego.
Hubo regalos para cada invitado, fue un derroche de magia, ilusión y fantasía, no podré olvidar el baile por muchas razones quizás la mejor es que allí descubrí algo que nunca me explicaron que jugar tiene unas reglas y antes de aceptar hay que saberlas.
Mi despedida fue sencilla con el anfitrión, espero que la recuerde y nunca se olvide de mi oreja derecha donde perdí mi pendiente por culpa de posar mi abanico sobre ella.

Campirela_


Gracias Dulce por tú invitación "Feliz Año 2022"

domingo, febrero 13, 2022

El Baile por Mujer de Negro II.

Se anticipó a la velada
rememorando el pasado
y acudió expectante al Baile
disfrutando de todo lo deseado.

- © DUlCE -


Mi gratitud Mujer de Negro.
Besos dulces.


Dulce baile


Había recibido un escueto mensaje, suspiró al pasado. No lo había visto por años, pero tener noticias suyas aún y después de tanto tiempo erizaba su piel. En el texto le pedía se reunieran para almorzar, unas líneas finales donde mencionaba que su número de celular había cambiado. Inmediatamente evitó el pensamiento, pero en el fondo era consciente de ese detalle. 

Hizo una mínima acotación al pie de la nota, "El mío no" y lo envió de vuelta con el mensajero. El siguiente mensaje fue recibido en su celular, ¿Dónde y cuándo nos vemos?, volvió a jugar con la situación, "Hoy, hora y lugar donde nos conocimos".

Se conocieron en una pequeña reunión nocturna, un restaurante peculiar a orillas de la ciudad, de esas que organizan los amigos mutuos a última hora, fue una velada agradable. Habían pasado varios años y aún se estremecía al recordarlo. 

Su encuentro fue emotivo, miradas profundas los volvieron al pasado, el tiempo se hizo corto, cuando se despidieron, le entregó un sobre violeta, discreto, sellado en lacre personalizado con el rostro de un león. Era la invitación para el baile de fin de año.

La noche de fin de año, mientras manejaba, iba absorta en sus pensamientos. Su conexión fue inmediata, había algo en su mirada de niño que la atrajo irremediablemente, de trasfondo oscuro, con cierto aire animal. Recuerda lo intenso que fueron sus encuentros, esa forma tan suya de escabullirse hasta lo más recóndito de su mente y desentrañar los secretos nunca revelados. 

Sus sesiones fueron increíbles, tanto, como el estremecimiento que sentía cada vez que su mente lo revivía. Desvelo su fetiche por los trajes entallados y oscuros y su deseo por su disciplina fueron cruciales en la fluidez de su relación, a su lado floreció mucho en el conocimiento y autoexploración. Después de prosperar en sus sesiones, se dejaban llevar con intensidad, hasta que cuerpo y mente quedaban laxos. 

Al llegar a su mansión, se acercó a recibirla. Se quedó observando su figura delgada, vestía traje oscuro y camisa blanca, guantes de piel a tono con su atuendo, su cabello corto parecía seguir su disciplina, zapatos impecables y sonrisa encantadora. 

Se acercó a ella, la envolvió en un abrazo prolongado en el cual, recorrió su espalda con sus manos y pudo sentir, que debajo del vestido negro estaba su sello, aquello que a él tanto le gustaba y ella portaba cuando se encontraban, luego se apartó ligeramente, la tomó del mentón, se inclinó hacia adelante para besar su boca, su cuello, ella retrocedió para soltar su amarre. Lo observó profundo, luego acercó sus labios carmín hacia el pulgar derecho cubierto en cuero, un discreto beso lo hizo suspirar hondo y prolongado, sus manos cayeron lentamente hacia sus caderas, fue un momento, luego las retiró pausado. 

Había mujeres hermosas en el salón del castillo, la semioscuridad lo envolvía en un halo de misterio, disfrutaron la música, los recuerdos, la compañía de una agradable velada.

La noche es larga ... Quizás desea cada uno más de lo que creían.

© Mujer de Negro


Como cada año, Mujer de Negro asiste al baile de fin de año 
organizado en su castillo por mi querido amigo, Dulce
Gracias por la invitación, fue una velada hermosa y llena de matices.

viernes, febrero 11, 2022

El Baile por J.P.Alexander.

Con romanticismo y entre suspiros 
vivió su primer Baile
siendo la Luna testigo
de su sonrisa imborrable. 

- © DUlCE -


Mi gratitud J.P.Alexander.
Besos dulces.



Baile de mascaras 2021. Feliz año nuevo

Hola  ¿cómo  están? Fui  invitada  a un  bello lugar. 


Miro la  luna  y suspiro falta  poco para acabar el año.  Llevo mi máscara y  abanico. Fui  invitada  a  un lugar mágico entre sueños , risas,  amistad  e ilusiones   la noche  transcurre.  Gracias  Dulce por la invitación  y   por  tu amistad. 

© J.P.Alexander.

miércoles, febrero 09, 2022

El Baile por Magade Qamar IV.

Zigzagueante fue su vals
al son de sus pasiones
que con solemne donaire
envolvió de intenciones.

- © DUlCE -


Mi gratitud Mi Estimada Magda.
Beso dulce.




Más allá de media noche...


Cuando recibí su invitación al baile me sonreí. La tentación es el juego perfecto de Monsieur. A nuestra disposición toda su mansión donde la seducción, el misterio y el instinto tienen cabida. Atreverse no es fácil. No querer volver, tampoco. Todo un mundo evocador a nuestros pies donde, sin darnos cuenta, revoloteamos como moscas sobre la miel buscando ser destino final de su mirada y de sus favores, corteses o no. Los favores de la noche son como los caminos del Señor, inescrutablemente misteriosos.

Ahora quiere abanicos, señales que desnudarán todas las intenciones. Tengo cierta curiosidad por ver cómo las damas se exponen. El mío permanecerá cerrado, hasta que lo considere adecuado, engalanando mi escote, entre la nube de mis pechos.

Mis pasos me abocaron al salón principal donde sonaba el vals que había abierto el baile. El león sonreía y el vampiro que aletea dentro de él afilaba sus dientes. Pasé ante la pareja, sin prisa, dejándome ver, arrastrando la falda de mi vestido como la cola de una serpiente zigzagueando. Le miré directamente e hice un suave gesto con la cabeza, una leve inclinación de saludo. Pude percibir el rugido del león recorriendo mi espalda y cada uno de los contornos de mi cuerpo. El león es sigiloso pero deja su aroma por donde pasa para marcar su territorio y esta noche, yo, quizá tan insolentemente como intencionadamente, lo estaba invadiendo.

Subí la escalera solemne, sin mirar más allá de los escalones, hasta llegar a los últimos. Entonces, crucé mi mirada con la de él que respondía sí a una pregunta que yo no había formulado.
Me acomodé en el aposento. Disfruté del champán bien frío, de las vistas al amplio jardín iluminado con antorchas cuyas llamas erigían las figuras de los setos como monstruos silenciosos. Abajo seguía la fiesta, los bailes reservados, los agasajos. Arriba, mi estrategia, mi paciencia y yo.
El león se prepara, acecha y ataca. La serpiente olfatea, va directa, clava sus colmillos... como el vampiro. Y cuando todos son, al mismo tiempo, presa y cazador se produce la eclosión de dos sangres, de dos instintos de lucha, dos instintos de vida.

La puerta se abrió. Las velas tintineaban. Mi vestido perdía su norte y mi propósito, a punto de ver sus logros. No hubo palabras. Solo las miradas se fortificaron sobre las pieles.

—He reservado el mejor baile para vos, mademoiselle.
—No esperaba menos de vos, Monsieur.

Solo en ese momento abrí mi abanico para que ahora fuera él quien sintiera el verdadero mensaje que le enviaba. Sus formas eran el mejor agradecimiento por asistir a su baile. Y yo, a su altura, correspondí. Porque yo soy, en sí, todo un abanico de piel, entrañas, y alma.


© Magade Qamar



martes, febrero 08, 2022

El Baile por Dafne Sinedie IV.

El verde la vistió de distinción
y de sus manos una delicia me ofrendó,
abriendo el abanico de los deseos
a su juego me invitó.

- © DUlCE -


Mi gratitud Dafne.
Dulces besos de manzana.



EL BAILE DE FIN DE AÑO


EL BAILE DE FIN DE AÑO


     Durante el año había intercambiado numerosas cartas con mi amigo Dulce, así que esperaba con ilusión su invitación para el Baile de Fin de Año.







     Lo que más me sorprendió fue que este año no sólo debíamos llevar una máscara, sino también un abanico y comunicarnos por medio de aquel lenguaje secreto. Por suerte, ya tenía pensado mi vestuario y maquillaje, así que no me costó encontrar los accesorios adecuados para ir a juego.
     Como era una ocasión muy especial, escogí a la diseñadora Eiko Ishioka. Primero me coloqué las enaguas y las medias altas hasta el muslo, de color hueso. Luego los zapatos, oscuros, de tacón grueso perfecto para bailar. Seguidamente la blusa blanca y la falda que caía desde mi cintura hasta el suelo de color verde pálido, mostrando la parte frontal plisada y la parte posterior con rombos que caían en cascada hasta el suelo. Por último, me abotoné la chaqueta, marcando el contorno de mi cintura; las solapas dejaban un hueco ovalado de modo que se viera la blusa debajo, y eran de color verde oscuro, con bordados de laureles que subían hasta el contorno del cuello. Me recogí el cabello en un moño, al estilo de la época victoriana. Me maquillé de forma sobria, los labios rojos mate, sombras marrones en los ojos, colorete rosado para las mejillas... Me coloqué la máscara verde, los guantes y el abanico, que era del mismo color y tenía dibujadas más ramas y hojas.
     A la hora acordada llegó el cochero. Me abrigué con una capa, cogí una caja que contenía un regalo para mi anfitrión y bajé a la calle casi a la carrera. Ya conocía a los caballos gracias al segundo baile: Relámpago y Trueno. Les saludé con un par de caricias y alguna golosina. Seguidamente el cochero me ayudó a subir al carruaje y cerró la portezuela. Oí cómo se situaba al frente, cogía de nuevo las bridas, decía los nombres de los animales y el carro se puso en marcha.
     Presencié cómo abandonábamos la ciudad a través de las cortinas de las ventanillas y el viaje se me pasó volando mientras atravesábamos un bosque cada vez más espeso. Siempre ocurría igual, como si viajase de la realidad a un mundo de fantasía.
     Antes de las diez llegamos a la impresionante fortaleza de piedra. El corazón me dio un vuelco por la emoción al comprobar que en la entrada ya había aparcados otros carros.
     El cochero me ayudó a bajar del carruaje. Los leones de la entrada me dieron la bienvenida y le enseñé mi invitación a uno de los porteros. Al igual que los años anteriores, me dejaron pasar con un asentimiento y me desearon una feliz velada.
     Guardé mi capa en un ropero en la entrada y pedí que llevasen a Dulce mi regalo. Luego la marabunta me condujo hasta el salón principal.


     Las damas bailaban en círculos con los caballeros, y no tardé en sumarme a aquella danza que te perdía en el tiempo y en el espacio.
     Cuando nos faltó el aliento nos retiramos a cenar los manjares de todas las partes del mundo; empanadillas exquisitamente rellenas, carnes deliciosas, pescados ahumados, boles exóticos con verduras y arroz... ¡Ni qué decir de las bebidas! Entonces aprovechamos para charlar con  el resto de invitados. Así pude saludar a Mag, María, Cora, Campirela, Ginebra, Flor... ¡Todas mis maravillosas amigas bloggeras habían acudido!
    Poco tiempo después Dulce nos dio la bienvenida junto con una mujer hermosísima y su acompañante de siempre: un enorme león. El anfitrión tenía la apariencia del perfecto dandy inglés, luciendo un traje de color gris pizarra compuesto por tres piezas: levita, pantalón y chaleco corto de cierre cruzado. Como accesorios mostraba un pañuelo de seda anudado a la camisa, guantes de piel, un bastón, un sombrero de copa y unas gafas redondeadas con las lentes azules.
      Fue saludando a sus invitadas, entre baile y baile, hasta que llegó mi turno. Le pidió su abanico a su acompañante, de color rojo como la sangre, y comenzó nuestra conversación: Dulce cerró el abanico y me lo presentó de esa manera. Como respuesta, bajé el abanico a la altura del pecho. Él lo llevó a su mano izquierda. Yo lo mantuve en mi mano derecha y lo moví suavemente. Dulce sonrió, pues ya lo sabía. Abrió el abanico y lo bajó a la altura del pecho, igual que había hecho yo antes. Después se dispuso a contar las barillas y supe que esa era la señal para comenzar el juego de la noche. Las conté con él... Uno, dos, tres. Tres, esa era la primera pista. Luego contó de nuevo... Cinco. Pero, ¿qué significarían esos números? Los ojos de Dulce se posaron un momento en la escalinata, y entonces lo comprendí. Tres significaba la tercera planta y cinco debía ser algo relacionado con las puertas.

¿Jugamos?


© Dafne Sinedie

Mil gracias por la invitación, Dulce.

¡Feliz y próspero año 2022!


lunes, febrero 07, 2022

El Baile por María V.

Frente al espejo bailó
deslumbrada por su propio reflejo
y en mi honor gozó
vibrando como estrella desde lo lejos.

- © DUlCE -


Mi gratitud María.
Besos dulces.




"Fiesta Fin de Año"




No me lo podía creer. El test de antígenos me había dado positivo. El médico me dijo que tenía que estar confinada durante unos días. Me quedé inmóvil porque no lo esperaba y a la vez me dio rabia porque dentro de dos días era la fiesta del baile tan esperado de Dulce, además, este año estaba la novedad del abanico, así que me desmoroné al saber que no podía asistir al baile tan esperado.  

Mi cabeza empezó a divagar, no dejaba de pensar en la fiesta del baile de fin de año, a la que siempre había acudido, pero este año no podía ir porque había dado positivo de Covid. Y ahí estaba, guardado en el armario, mi vestido perlado, en el que me había gastado un pastón para la ocasión. 

Me apresuré al armario, cogí mi vestido, quité las etiquetas. Me lo probé. Me miré al espejo y vi como se marcaba mi silueta. El espejo me decía que estaba despampanante tanto así que al verme con el precioso vestido perlado se me levantó el ánimo. Así que delante del espejo empecé a bailar dando vueltas de un lado imaginando estar bailando un dulce vals con el anfitrion de la fiesta en su salón. 

Y así durante un buen rato estuve fantaseando y disfrutando de lo lindo, hasta que cogí el móvil y empecé a grabarme en un vídeo mientras bailaba de manera tan sexy. Después, corté la grabación, y comencé a escribir una dedicatoria al Dulce Caballero: "Siento no poder asistir a tu baile por tener que estar confinada, pero como no podía faltar al baile te mando con cariño este vídeo de regalo para que sientas mi presencia en tu fiesta".






F iesta de Dulce Baile

E n el mágico Salón

uces de colores reflejando destellos

I rradiando resplandor y felicidad 

afiros, rubies, perlas, diamantes 


lborozo, gozo, risas y entusiasmo

Ñ andutí de encajes, sedas perladas, lentejuelas brillando

O riginal y mágica manera de acabar el año.



Muchas gracias, Dulce

                         
                         

sábado, febrero 05, 2022

El Baile por Milena II.

Con la elegante gracia de una grulla
e inspirada por el vals
disfruto de la fiesta más deseada
sin cesar de danzar

- © DUlCE -


Mi gratitud Milena.
Besos dulces.


Mascarade




Mi fiesta preferida: 

la más disfrutada, la tan deseada.   


La invitación  de nuestro querido Dulce llegó puntual, 

mi vestido y todos los complementos ya están listos sobre mi cama. 

Este año jugaremos con los abanicos, mmmmm, nada me gusta más que lo sutil… 


Preparación para el baile: 

— Baño con aceite esencial de tomillo y lavanda   

— Ligeros toques de perfume de iris y jengibre 

— Ropa interior de seda natural 

— Suave maquillaje 

— Pelo suelto 

Y

Mi vestido de grulla japonesa…  

este año quiero impactar a nuestro admirado Dulce 

que nos recibe a todas y a cada una, siempre distinguido, galante y generoso. 





A mi llegada 

suena un maravilloso vals 

Bailar, bailar y bailar, nada me gusta e inspira más…


En la pista de baile ya danzan muchas de mis queridas amigas, 

todas bellísimas… Ginebra de libélula, Auro de chinesca, ¿Quién será la mariposa?… 


Abro mi abanico, miro a Dulce, se lo muestro, 

observo sus dibujos, lo cierro y me golpeo la mano izquierda. 


Seguimos intercambiando intensas miradas… 


Me llevo el abanico 

a medio abrir, a mis labios  

y luego lo agarro con 

la otra mano…  





Noche mágica  

Renovado anhelo 

Brillo de estrellas 



Danzo y danzo 

No dejaré de bailar 

Luz de pasión  




Gracias a ti, Dulce poeta, por un año más 





Tchaikovsky - El vals de las flores 



☼