Se hace a mi verbo
conjugándolo infinitamente
en sagrada forma
cuando su cuerpo es la morada
que ocupa a placer
la firmeza de mi deseo.
Se llena de mi presencia,
inhalando cada componente de mi ser
que la invade y se vuelve
oxígeno vital en ella.
Así nutro su ansia
como aire penetrante
que todo lo colma con templanza,
porque es de agua su boca
y de fuego mi portento.