Hay una verdad
que sólo conoce quien posee la llave de tu alma,
una verdad liberada
y confesada como aliento vital en los oídos.
Hay un sentimiento
que lleva el nombre que en tus latidos musitas,
aquel que se cobija a tu lado en tus sueños
y amanece palpitante en ti muy dentro.
Hay una mirada que en tu inocencia
te intimida con sólo rozar tus pupilas
y se propaga hasta diluviar empapándote de dicha,
y tú, silenciada de palabra y cegada de mirada
encuentras la vida
en el hondo clamor de la plenitud de tu ofrenda.
Porque hay un lenguaje carnal
que nadie más que yo
le ha enseñado a tu sublime belleza.