Aquel lugar que sólo nosotros conocemos
con aroma a madera, de naturaleza fértil y vívida
con aves que cantan como la resonancia interna de tu sonrisa
que encoje las angustias hasta reducirlas.
Aquel lugar que sólo nosotros conocemos
donde en el río cercano se sumergen las fantasías cristalinas
y las palabras toman formas que se diluyen líquidas
entre el espesor de las aguas que se beben.
Aquel lugar que sólo nosotros conocemos
en donde se respira la pasión desmedida que incita
al vibrar de tu cuerpo agitado sin sosiego,
descontrolado por el vaivén inquieto entre los besos.
Aquel lugar que sólo nosotros conocemos
paraíso entre pieles que se rozan febriles,
que saben a pecado indecible y jamás confesado
desde la locura ardiente que brota ansiosa.
Aquel lugar que sólo nosotros conocemos
paisaje creado de sensaciones que calman, liberan y someten
donde tu sentir entregado vuela en caricias que te elevan
y te llevan a perderte en un sin fin de espasmos al amar.
Aquel lugar que sólo nosotros conocemos
donde el placer enmudece los labios y al desearlo se vuelve cierto
y toda intención que se expresa termina siendo verdadera
sin importar la ajena y distante realidad.