Y así te busqué cuando quise estar más cerca de ti, los encuentros se sucedieron, entre palabras que no estaban sujetas a ninguna prisa. Tú sonreías y yo buscaba interpretar tu sonrisa cuando me hablabas.
Pero un día ya no estabas, mensajes que no llegaban, sólo esperar entre el no saber. Hasta ayer, cuando me sorprendiste al verte nuevamente, y no fue mi boca, sino la tuya que susurro las primeras palabras aquel día, mi instantánea sonrisa fue la respuesta junto a las ganas incontenibles de abrazarte y que ya no te distanciaras más. Ese abrazo fue sentir tu aroma, llenarme de ti como deseaba. Así la tarde se iba...
Te levantas, te diriges a la ducha y acto seguido voy tras tu silueta de blanca piel que sólo cubre el traslúcido camisón, el mismo que dejas caer dándome la espalda mientras mis ojos contemplan tu cuerpo, tus formas.
Me acerco por detrás para volver a abrazarte, te susurro "eres un sueño, hazte real", al tiempo que beso tu cuello y me tomas de la mano para meternos bajo el chorro de agua. Frente a frente, mi cabeza pegada a la tuya mirándonos a los ojos y esa cascada que nos envuelve en su tibieza, la que ambos ayudamos a aumentar. Te acaricio el rostro, los lóbulos de tus orejas. Tus mejillas se enrojecen como esos labios tuyos que parecieran pedir un beso sin decir una palabra, entonces sucede. Ese beso se hace también agua y resbala por tu cuello hasta tus pechos, del tamaño perfecto para que mis labios se hicieran de ellos mientras tus pezones cobran vida entre mi boca.
Te tomo por la cintura acercándote más hacia mi y mi mano recorre tu espalda sin despegarse de tu piel hacia tu muslo derecho, levanto tu pierna como si bailáramos bajo alguna lluvia torrencial que no impide que nuestro deseo construya esa escena soñada. Sonríes de manera luminosa y tu boca exhala
un suspiro profundo cuando mi cuerpo se interna en el tuyo. El agua nos hace sentir en una ingravidez que suaviza aún mas nuestro tacto. Tu vientre pegado al mío, tus pechos cesando su vaivén el pegarse a mi torso y las caricias igualan el roce del agua escurriendo sobre nosotros.
En ti me sumergo una y otra vez mezclando dulzura y pasión desenfrenada, hasta que todo se detiene brevemente para dar paso a tu estremecimiento que se hace también mío. Y somos uno, tú y yo al mismo tiempo. Ninguno de los dos dice palabra alguna, el agua sigue corriendo y cayendo sobre ambos abrazados sin querer abrir nuestros ojos, sin querer apartarnos.
Comenzaste siendo el sol de mi mañana y terminaste siendo también la estrella más brillante de mi noche.