viernes, septiembre 30, 2011

Me despierto.

Me despierto con la urgencia del roce de tu piel,
con el ansia por sentir tu aroma,
me despierto con las ganas llenas de recorrerte
y susurrar mi deseo en tu oído, en cada caricia.
Me despierto mojado de tu recuerdo
y el eco incesante de mi corazón
llenando mi pecho. 
Regalo de Luna


miércoles, septiembre 28, 2011

Hoy recuerdo.

El tibio roce de tu cuerpo
hoy recuerdo, hoy sueño
quisiera volver a sentirte con la cercania
y el deseo siempre latente
de tenerte en cada encuentro,
cuando la espera estaba llena de ansias
por fundir mi rostro en tus pechos,
cuando mis palabras susurraban en tus oídos
llenas de sentimiento,
cuando cada demostración
era querer abrazarte y ya no nunca dejarte ir.


jueves, septiembre 15, 2011

Sólo 11 besos.


Cómo disfrazar besos para que lleguen a ti y no sientan tu rechazo?.
Tal vez cubriéndolos con tanta dulzura que parezcan caramelos,
tal vez llenándolos de tanta suavidad que sean como una brisa
o vestirlos de estrellas para que cada noche se duerman a tu lado.
Sólo unos pocos besos, podrían ser once,

once estrellas en el cielo de tu piel.
Sí en tu piel, porque en ella nada más podrían hacerte sentir.
Uno en tu frente, otro en tu mejilla derecha,

el tercero en tu mejilla izquierda,
un cuarto apasionado en tu boca, el quinto sería de tu cuello,
los dos siguientes se anidarían en tus pechos,
uno más en tu ombligo.
Sólo me quedan tres, dos de ellos los dejaría en cada uno de tus muslos
y el último puedes imaginar su destino...


 

martes, septiembre 06, 2011

Dulce mañana.

Hoy mi despertar fue anticipado por tus caricias, el sigiloso roce de tus manos sobre mi abdomen hizo que abriera los ojos y encontrara tu mirada clavada en la mía, esa mirada que ya anunciaba todo y no daba espacio para la negación.


¿Quién puede negarse a ser acariciado con tanta delicadeza?, creo que nadie podría hacerlo y por supuesto yo menos, el sólo tacto de tus dedos en mi cuerpo comenzó a excitarme, incluso antes de despertar. Estabas tan decidida que sólo deslizaste tu lengua por el costado de mi pierna derecha muy suavemente, subiste sin despegarte de mi piel hasta mis huevos, comenzando a lamerlos  por todo su contorno, me besabas tan dulcemente que mi erección no demoró en asomar ante tus ojos. Y sé muy bien que por las mañanas mis erecciones son tu mayor placer.


Besaste el interior de mis muslos y luego de hacer aquel gesto tan sensual en ti de quitar tu pelo a un lado con tu mano, te dirigiste a mi polla. La tomaste firme empuñándola, descubriste tanto como pudiste el glande ya húmedo, lo presionaste levemente y le dedicaste suaves lamidas desde abajo hacia arriba por un par de minutos.  Cuando ya me habías excitado hasta el extremo y mi corazón latía agitado, metiste en tu boca el capullo, lo cubriste con tus labios, diste un sorbo y fuiste introduciendo toda mi rigidez en tu boca. Entonces cerraste tus ojos y tu respiración pareció detenerse, yo sentía el calor que me daba tu cobijo cálido, tensé mi cuerpo y la endurecí aún más si era posible, abriste tus ojos y la dejaste salir de la misma manera lenta y con tus labios mojando mi piel.


Respiraste profundo, sonreíste y limpiaste la comisura de tus labios, fue cuando quise incorporarme para besarte, pero no me diste tiempo alguno antes de comenzar a agitar mi polla suavemente. Fue que me convencí, eras quien hacía o no hacía, yo sólo el instrumento de tu placer. Y así fue, diste rienda suelta a tu deseo, lamiste, chupaste, succionaste hasta saciarte y más. Sin embargo querías tu premio y no estuviste satisfecha hasta conseguirlo, repetiste comiéndotela por completo y succionaste una y otra vez hasta que no pude más que darte en el gusto de correrme en tu garganta. La leche escurría mezclada con tu saliva y tu lengua se encargaba de acariciarme con delicadeza. Y parecías volver a empezar.