Elder Scrolls
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Tras asumir el mando del Imperio con el derrocamiento del incompetente Kastav, la primera gran hazaña de Reman II fue negociar un rápido final a la Rebelión de Hibernalia de 2804. Lectores, prestad la debida consideración a esta idea: un líder nuevo y sin experiencia demostrable previa fue capaz de hacer las paces con nórdicos enfurecidos sin derramar más sangre innecesaria. Esto no fue un logro menor y puso en valor las cualidades del hombre que traería una era dorada al Segundo Imperio.

¿Cómo es posible que un líder de semejante valía, quien no solo calmó a los rebeldes nórdicos, sino que además sometió y unió a casi todo Tamriel para forjar uno de los periodos más pacíficos y productivos desde que hay registros históricos, llevase al Imperio a la ruina? Daré a conocer mis reflexiones sobre el asunto, pero no sin antes reconocer los logros de esta extraordinaria figura y las lecciones que podemos aprender de ellos.

Los registros de las batallas en las que combatió Reman II demuestran que fue un gran estratega, aunque no solo elogian su perspicacia, sino también su respeto hacia las tropas, incluyendo las de sus rivales. Cuando conquistaba un nuevo territorio para el Imperio, iniciaba su mandato con mano izquierda y evitaba perturbar demasiado las costumbres y tradiciones locales, especialmente las relacionadas con el comercio. La cultura imperial se esparció, por supuesto, pero no por medio de la asimilación forzosa. El pueblo acabó aceptando y apoyando al Imperio tras cosechar los frutos del libre comercio, la estabilidad y el desarrollo de mejores infraestructuras. Reunió a consejeros de cada provincia y se centró en su pueblo más que cualquier otro emperador había hecho antes.

Durante muchos años, la paz prevaleció en Tamriel. Se abolieron la nigromancia y la adoración a los daedra. El comercio floreció y, gracias a la cuidadosa gestión de Reman II y sus consejeros, el Segundo Imperio prosperó. Pese a todo, el gran emperador quería más y se fijó en las provincias de la Ciénaga Negra y Morrowind, el territorio sin conquistar que tanto le lastraba. En la década de 2830, reunió a las legiones en un imprudente intento por conquistar la Ciénaga Negra. Solo las bajas causadas por el pantano, con sus enfermedades y bestias mortíferas, fueron casi tantas como las provocadas en combate con los argonianos, pero el Imperio logró establecer posiciones en las marchas del norte y del este en 2837. Reman declaró la anexión oficial de la Ciénaga Negra.

Pero Reman II seguía sin estar satisfecho, lo cual derivó en el mayor de sus errores. Continuó hacia Morrowind e inició la Guerra de los Ochenta Años, un largo y sangriento conflicto que resultaría devastador para ambos bandos. Las batallas fueron cruentas y las endebles relaciones con Morrowind, que habían mostrado cierta esperanza para la diplomacia, se hicieron pedazos. Murió luchando contra los dunmer en 2843 y sus herederos continuaron con su causa mientras el Imperio, desangrado por el coste y asolado por la disidencia, comenzaba a debilitarse.

Y esta lección quizás sea la mejor que Reman II puede enseñarle a cualquier líder: mantener su ambición bajo control. Su éxito lo catapultó a una visión cada vez mayor para el Imperio, pero en su deseo por unificar todo Tamriel, comprometió las creencias y las prácticas que habían hecho posible la época dorada del Segundo Imperio, enfrascándose en una guerra imposible que su pueblo no quería y que nadie necesitaba para brindarles seguridad, libre comercio y un Imperio próspero.

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