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Efectos[]
- Incrementa permanentemente el nivel de Mano a mano (Morrowind).
- Incrementa permanentemente el nivel de Mano a mano (Oblivion).
Localizaciones[]
Morrowind[]
Oblivion[]
- Castillo de Skingrad, Skingrad.
Skyrim[]
- Casa de Viola Giordano, Ventalia.
- Diente de Faldar.
- Fuerte Amol.
- Grieta del Brillo del Ocaso.
- Guardia Brumosa.
Contenido[]
La Reina Loba
Libro segundo
De la pluma del sabio Montocai del primer siglo de la Tercera Era:
Año 82 de la Tercera Era
El emperador Uriel Septim II murió un año después de la boda de su nieta de 14 años, la princesa Potema, con el rey Mantiarco del reino nórdico de Soledad. Su hijo, Pelagio Septim II, fue nombrado emperador y se encontró con las arcas prácticamente vacías debido a la deficiente gestión de su padre.
Como nueva reina de Soledad, Potema tuvo que enfrentarse a la oposición de las antiguas casas nórdicas, que la consideraban una extranjera. Mantiarco había enviudado y su anterior esposa era muy querida. Dejó a un hijo, el príncipe Bathorgh, que era dos años mayor que su madrastra, a la que no quería. Pese a todo, el rey amaba a la reina y sufrió con ella todos los abortos que tuvo hasta que, a los 29 años, dio a luz a un hijo.
Año 97 de la Tercera Era
"¡Tienes que hacer algo para aliviar el dolor!", gritó Potema enseñando los dientes. Por un momento, al curandero Kelmeth le recordó a una loba dando a luz, pero apartó la imagen de su mente. Era cierto que sus enemigos la denominaban la Reina Loba, pero no era debido a su parecido físico.
"Majestad, no es una herida que pueda curar. El dolor que sientes es natural y útil para el parto", dijo. Iba a añadir más palabras de consuelo, pero tuvo que dejarlo para esquivar el espejo que ella le había lanzado.
"¡No soy una de esas campesinas con nariz de cerdo!", gruñó. "¡Soy la reina de Soledad, hija del emperador! ¡Convoca a los daedra! ¡Negociaré con el alma de todos mis súbditos a cambio de algo de consuelo!"
"Mi señora", dijo nervioso el curandero mientras descorría las cortinas para que entrara el frío sol de la mañana. "No es prudente hacer ese tipo de ofertas ni en broma. Los ojos de Oblivion nos miran continuamente y permanecen al corriente de esas imprudentes exclamaciones".
"¿Qué sabrás tú de Oblivion, curandero?", comentó gruñendo, aunque su voz parecía más calmada y apagada. El dolor estaba cesando. "¿Me puedes acercar el espejo que te arrojé?"
"¿Me lo piensas tirar de nuevo, majestad?", preguntó el curandero con una tensa sonrisa mientras la obedecía.
"Probablemente", dijo mirando su reflejo. "Y la próxima vez no fallaré. Estoy horrenda. ¿Todavía está lord Vhokken esperándome en la sala?"
"Sí, majestad".
"Bueno, dile que en cuanto me arregle el pelo estaré con él, y ahora déjanos solos. Te aullaré cuando vuelva el dolor".
"Sí, majestad".
Unos minutos después, lord Vhokken apareció por la habitación. Era un enorme hombre calvo al que amigos y enemigos denominaban Monte Vhokken. Su voz era como el grave estruendo de un trueno. La reina era una de las pocas personas que Vhokken conocía que no se dejaba intimidar ni lo más mínimo por él. Como respuesta, él le ofreció una sonrisa.
"Mi reina, ¿cómo te sientes?", preguntó.
"Muy molesta. En cuanto a ti, parece que haya llegado la primavera al Monte Vhokken. Por tu alegre talante da la sensación de que te hayan nombrado jefe de guerra".
"Tan solo temporalmente, mientras tu marido, el rey, investiga las posibles pruebas que se ocultan tras los rumores de traición por parte de mi predecesor, lord Thone".
"Si las has dispuesto tal y como te ordené, las encontrará", sonrió Potema, recostándose en la cama. "Y dime, ¿se encuentra el príncipe Bathorgh todavía en la ciudad?"
"Qué pregunta, alteza", sonrió la montaña. "Hoy es el Torneo de aguante, ya sabes que el príncipe nunca se lo perdería. Inventa nuevas estrategias de autodefensa cada año para lucirse durante los juegos. ¿No te acuerdas del año pasado, cuando entró en la palestra desarmado y tras veinte minutos defendiéndose de seis espadachines, terminó la competición sin un solo rasguño? Le dedicó ese combate a su difunta madre, la reina Amodetha".
"Sí, lo recuerdo".
"No nos prodiga demasiada amistad ni a ti ni a mí, alteza, aunque debe ser respetado como es debido. Se mueve como el rayo. Nadie lo esperaría, pero siempre parece que utiliza su torpeza como si de una ventaja se tratara para despistar a sus oponentes. Algunos dicen que su estilo es similar al de los orcos del sur. Se comenta que aprendió de ellos cómo anticiparse a los golpes de su enemigo gracias a algún tipo de poder sobrenatural".
"No hay nada sobrenatural en ello", dijo la reina en voz baja. "Lo heredó de su padre".
"Mantiarco nunca se movió así", afirmó Vhokken riéndose entre dientes.
"Nunca dije que lo hiciera", respondió Potema. Cerró los ojos y apretó los dientes. "El dolor está volviendo. Tienes que traer al curandero, aunque primero quiero pedirte otra cosa... ¿Ya se ha comenzado a construir el nuevo palacio de verano?"
"Creo que sí, alteza".
"¡No creas!", gritó mientras agarraba las sábanas y se mordía los labios con tal fuerza que un chorro de sangre resbaló por su barbilla. "¡Haz! ¡Cerciórate de que empiezan a construirlo hoy de una vez! ¡Tu futuro, mi futuro y el futuro de mi hijo dependen de ello! ¡Vete!"
Cuatro horas más tarde, el rey Mantiarco entraba en la habitación para ver a su hijo. La reina sonrió débilmente mientras él besaba su frente. Cuando le tendió al niño, una lágrima resbaló por su cara, y rápidamente le siguió otra, y otra más.
"Mi señor", dijo ella cariñosamente, "¡sabía que eras sentimental, pero no tanto!"
"No es solo por el niño, aunque es tan guapo... tiene los bellos rasgos de su madre", dijo Mantiarco volviéndose tristemente hacia su mujer, mientras sus avejentadas facciones se retorcían de agonía. "Mi querida esposa, hay un problema en palacio. La verdad es que este nacimiento es lo único que evita que este sea el día más oscuro de mi reinado".
"¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo en el torneo?" dijo Potema recostándose en la cama. "¿Le ocurre algo a Bathorgh?"
"No, no es el torneo, aunque está relacionado con Bathorgh. No tendría que preocuparte en momentos como este. Necesitas descansar".
"¡Esposo mío, dime!"
"Quería sorprenderte con un regalo tras el nacimiento de nuestro hijo, por lo que decidí renovar completamente el antiguo palacio de verano. Es un lugar precioso, o al menos lo era, y pensé que te gustaría. A decir verdad, fue una idea de lord Vhokken. Era el palacio favorito de Amodetha". La voz del rey se inundó de amargura. "Ahora ya he entendido el porqué".
"¿Qué es lo que has entendido?", preguntó Potema en voz baja.
"Amodetha me engañaba allí con mi jefe de guerra de confianza, lord Thone. Allí había cartas que se habían escrito, lo más perverso que haya leído nunca. Y eso no es lo peor".
"¿No?"
"Las fechas de las cartas coinciden con la época en la que nació Bathorgh, el niño al que críe y amé como mi hijo", añadió Mantiarco con una voz ahogada por la emoción. "Era el hijo de Thone y no el mío".
"Cariño", dijo Potema casi sintiéndose apenada por el pobre hombre. Envolvió su cuello con sus brazos, mientras él sollozaba sobre ella y su hijo.
"De ahora en adelante", dijo él en voz baja, "Bathorgh ya no es mi heredero. Lo desterraré del reino y este hijo que ha nacido hoy crecerá para gobernar Soledad".
"E incluso más", dijo Potema, "ya que también es el nieto del emperador".
"Le llamaremos Mantiarco II".
"Cariño, eso me encantaría", dijo Potema besando el rostro del rey plagado de lágrimas. "Sin embargo, me gustaría sugerir el nombre de Uriel, como mi abuelo el emperador, aquel que nos llevó ante el altar".
El rey Mantiarco sonrió a su mujer y afirmó con la cabeza. Llamaron a la puerta.
"Mi señor", dijo Monte Vhokken. "Su alteza el príncipe Bathorgh acaba de terminar el torneo y espera que le entregues su recompensa. Ha aguantado con éxito el ataque de nueve arqueros y de un escorpión gigante traído de Páramo del Martillo. La multitud aclama su nombre. Le denominan el Hombre al que no se le puede golpear".
"Iré a verlo", dijo el rey Mantiarco con tristeza mientras salía de la habitación.
"Y tanto que se le puede golpear", dijo la cansada Potema, "pero es necesario hacer antes varios trámites".