Duermo mal, como un político con la conciencia tranquila cuando lo investiga un juez, pero ayer dormí a pierna suelta y hoy no quería que amaneciera. Las noticias serán parecidas y, constipado, Patricia no me deja visitar a Ian y Enol. ¿En qué libro leería esta hija mía que un güelu no puede visitar a sus nietos por estar constipado? Sí, claro, pregunto por si un acaso, pero no, además, dije dormir y soñé. Duermo mal pero soy un soñador obstinado. Soñé un sueño tan maravilloso que no quería que amaneciera, la verdad es esa y no las noticias serán parecidas ni el constipado.
Y soñé que vivía en un país con políticos honrados que me recordaba al verlos que un día cualquiera el ambiente fue transparente, sin ruidos ni poluciones y estaba habitado por ciudadanos comprometidos que caminaban por calles sin prisa ni aglomeraciones, eran ciudadanos que no temían abrir un periódico y leer que Cáritas había echado cuentas y somos más pobres que ayer. Uy, pero qué digo, yo nunca sueño verdades, en realidad soñé que vivía en un sitio tibio bañado por el Mediterráneo: Les Seniaes, donde no se echa en falta el pasado ni interesa el futuro, solo el presente, donde un abrazo va acompañado de un beso y un sentimiento de afecto, unos ojos decidores y un verso. Una amiga. Un te quiero y un sí rotundo. Pero en todo momento, para que el diablo no se ría de la mentira, fui consciente que era un sueño que debía cancelar para mear. ¿Alguien sabe cómo soñar un sueño maravilloso sin que te entren las ganas de mear? O si tiene que ser porque sí: ¿Cómo se puede volver a un sueño maravilloso después de mear? Gracias.