Querida Margarita:
Hace tiempo que no te escribo, a pesar de estar permanentemente en mi mente, que no quiere decir que piense en ti a todas horas. MI mente tiene esa virtud
No dejo de preguntarme si tenías intenciones ocultas, premeditadas, a pesar de mis sentimientos... Aún te imagino con tus gafas de espejo decir que no te cansabas de mirarme. Qué torpe fui al creerte. Lo que tenía que pasar pasó, y como el anuncio de la tele, el adiós lo puse yo... Fui valiente ante tu estática expresión de reproche. Con iluminada sonrisa no supiste qué decir.
Ni tu nombre te merece. No debiste llamarte Margarita. El nombre es hermoso, pero no va con tu carácter altivo: el mirar a todo el mundo por encima del hombro. Sé que no fuiste tú quién eligió el nombre, sería tu madre: creyó que serías la flor del deseo de los hombres, o las mujeres, no llegué a saber realmente cuál era tu orientación sexual. Creo que nunca te importó. Tu vanidad, tu ser dueña de ti misma a pesar de lo que sucediera en tu entorno que reclamaba tu atención era un dolor.
Los sábados los dedico a los fieles difuntos, será por eso que hoy te escribo. Porque nunca lo dijiste, estaría bien que me hayas querido, y peor que me sigas queriendo a pesar del tiempo. Siempre ha sido extraña mi relación con las personas que tienen nombre de flores.
Te dejo, espero que sea esta la última carta que te escribo. Me sale triste y aburrida, sin una pizca de interés. Espero que seas feliz, pero no a costa de los demás. Ojalá hayas aprendido a respetar a la gente. (Llora si tus ansias no encuentran reposo).