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P. Ella cumplía los sesenta, con su fular de lunares y sus escote de vértigo, sus patas de gallo y su sonrisa voraz. Pep seguía enamorado como el día de sus quince abriles, cuando se atrevió a decir ·" me gustas" por primera vez, bajo un rubor de mejillas incontrolado
A. Le temblaban las rodillas, cuando se atrevió a decirlo, al salir de clase, en un intento desesperado de que nadie se le adelantara. Por algo era la más bonita, para sus ojos, aunque fuera de una clase superior y pocas esperanzas tenía de ser aceptado en su arriesgada petición.
P. De chavalillo de quince tiernos años, cuando los pantalones cortos le producían una sensación que contradecía las sensaciones bajo su ombligo. Pero se animó, con miedo, y con vergüenza al mismo nivel. Y ella dijo "pues bien".
A. Como era alto y garboso, no tenía miedo al ridículo. Se veía muy capaz de conquistar el corazón de aquella belleza, que le tenía arrebatado el ánimo y alguna cosa más. Lo de las mariposas se lo dijeron más tarde, cuando habiendo dado el paso , recibió un "tú también me gustas",
P. Que fue dos recreos más tarde y cuatro bolsas de pipas Churruca, dos deberes por hacer, tres padrenuetros mal rezados y dos chutes de pelota de fútbol más tarde. Pero valió la pena porque ese "Tú también me gustas", abrió un cielo cuya llave no sabía que tenía
A. A partir de ese momento, todo fue ir y venir por el patio, casa escuela, escuela casa, cogidos de la mano, evitando coincidir con los compis, que se reían muy a gusto, haciéndoles burletas. Pero ellos, instalados en una nube, abstraídos del mundo, seguían cogidos de la mano.
P. En una huída de la infancia, en un centrarse en sus reacciones, en un vivir sinvivir de carreras alocadas, y un peinarse luego para parecer mayor. Ella en un querer, sin querer parecer deseosa, y él controlando las hormonas y sus sueños, sudoroso, como brevas con flan Chino Mandarín
A. Dejados los pantalones cortos en una infancia abandonada, su aspecto intentaba parecerse a un galán maduro, fiel protector de su dama, a la cual reía todas sus gracias. De ella le embelesaba todo, gestos, risas, mohines y poses.
P. Y ella se crecía con los jaleos de su amante, no carnal, pues creía ser fea, con poco pecho, mucha nariz, pies grandes, y poco talento para las mates, para la religión, y para todo lo que Don Pancracio, el Director del instituto y profe de cuatro materias, apreciaba. Estrenó carmín.
A. De las inseguridades femeninas, el pobre no se percataba y seguía ahí, manteniendo la compostura en todo momento, sin ojos para nada, que no fuera ella. Hasta se apuntó a monaguillo para poder verla en misa de doce, comulgando con fruición, mientras le sonreía con sus labios rojos.
P. Que ya era echarle valor, porque en su casa eran ateos y le llevaban a ese instituto porque el colegio público les quedaba lejos de su nueva casa. Pero hacer de monaguillo a esa edad era como raro. Perdona Alfred. Claqueta. Queda raro
A. Los chicos de secundaria, podían ayudar en la parroquia de Don Genaro, tras su aprobación para el puesto. La verdad es que siempre había candidatos voluntarios, ya fuera por el vino, por escaquearse de alguna clase. o por poder ver a las chicas.
P. Quienes iban los domingos. Marta sin ningún interés, por complacer a su madre, devota de santa Úrsula por favores conseguidos, decía la madre, así que la acompañaba a misa, mientras el padre hacía el vermut en la tasca de la plaza Mayor de Gracia.
A. Con los años, los usos y costumbres, fueron cambiando. Las mujeres no fueron mal vistas en la taberna y los hombres se confesaban en la iglesia. De don Genaro sólo se supo que lo llevaron con las hermanitas, en un retiro ganado tras muchos años de fiel servicio al obispado.
P. Y de Don Pancracio se supo que le atropelló un autobús en Madrid, pero Marta y Pep siguieron una relación que desembocó en boda, y hoy, que ella hace sesenta primaveras sabe que acertó cuando con aquél "Tú también me gustas", que salió de sus labios, cerraron el acuerdo de amarse.
A. Tras unos largos años de descubrimientos mutuos, la vida en común se les convirtió en algo plácido y grato, menos en la pelea diaria de lidiar con esos locos bajitos que ni cien Pancracios, si los hubiere, podría domesticar. Así que comieron muchas perdices y fueron felices.
P. Felicita a esa amiga. Un beso y bona nit.
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