La mirada de un niño que nos persigue, que no podemos dejar que marchite en nuestro corazón.
Perseguí los rostros infantiles, las bocas abiertas por la sorpresa, la risa por caídas sin daño, la levedad de esas magias con truco y los olores a chucherías dulces, que con Nenuco mecían el aire de fiesta que inundaba los rincones de la ciudad.
Los adultos, en un esfuerzo que acabó en complicidad, se unían a los niños, rivalizando en mostrar sorpresa y alabanzas, a números circenses clásicos, y algunos más novedosos.
No hace falta animales para los circos con carpa, ni para los que sin tela que los tape del sol y de luna, nos dejan la impresión de volver a ver funciones de domadores.
Recordé imágenes de un tiempo sin tele ni internet, donde era posible la comunicación estrecha, sin dioma alguno, cual rapsodas con imágenes para explicar cuando ni leer era común. Y es que la magia del circo no usa fronteras, ni besa más bandera que la sonrisas infantil. Aucas se llaman aquí.
Ha habido un 10% menos de espectadores que el año pasado. La crisis pega fuerte hasta en las sonrisas, por ello defiendo la mía, que es la de todos, para que no venza al alma. la desorientación de sentirnos huérfanos de un Gobierno que sigue apretando en su maltrato.
Trapezi se ha despedido hasta el año que viene, pero sus 120 actores circenses, dejaron la ciudad llena de anhelos por recuperar la mirad limpia de una cara infantil, sobre un elefante de cartón piedra, abriendo paso a la sonrisa, que yo espero seguir defendiendo a pesar de los pesares.
Defendemos la alegría, en barricadas de adoquines de fe, contra la cerrazón de unos recortes injustos, desproporcionados, y que son cruentos. Las balas no me dan miedo, sino la velocidad a la que llegan ( como decía alguien). Pero hieren y matan, como estas austeras actuaciones contra los más débiles. Esas sí que me dan miedo, porque son lentas como gota Malaya, hasta horadar la esperanza.
El asesinato de esa política en León ayer, me dejo mi pésame por su muerte absurda, pero la reflexión de qué haría yo, si mi estado fuera terminal por culpa de algunos recortes. Y dejé de pensar, dejando que la luz del sol de mayo, con su aire circense en la retina, perdure lo suficiente. Creo que hasta el siguiente escándalo de expolio, fraude o inmoralidad, pero mientras tanto...
Defender la alegría, de Benedetti