Te miro fijamente, tus cadenciosos movimientos hipnotizan mi mente. Te acercas e inadvertidamente me rozas y percibo cómo vibras llena de vida.
Inicias una desenfrenada danza eufórica que inflama mis sentidos. Me acerco despacio, midiendo cada paso, tanteo tu cuerpo en un fibrilante vaivén. Lentamente reconozco cada milímetro de tu ser que, en una alocada sacudida, intenta un glorioso escape, pero ya es demasiado tarde, has caído entre mis brazos y con determinada fiereza comienzo a recorrerte, hasta que, vencida, yaces inerme y vulnerable.
Muerdo tu cuerpo y casi puedo escuchar un gemido que escapa de tu ser, con un último aliento. Despacio me alejo de ti y permito que reposes mientras se te escapa la vida. Mientras tanto, debo reparar la trampa ante la llegada inminente de otra jugosa mosca...
domingo, 12 de febrero de 2017
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