Acostumbrada a vivir lejos de todo y con lo mínimo, la vida le resultó cuesta arriba cuando se hizo famosa. Y todo por relatar sus memorias a un extraño que se detuvo ante la puerta.
A partir de ahí ya no supo recoger agua del manantial, ir a por leña o darle de comer a las gallinas. Su vida era como un cofre repleto de emociones que no podía entender ni controlar.
Sólo el forastero tenía la llave y nunca volvió.