Se disponía a dormir, puerta abierta de su alcoba.
Su casa era de una sola planta construida por su padre y sus
tíos, ahora todos muertos, incluso su madre, que palmó al dar la vida a Ulises
y, a la que miraba y lloraba todas las mañanas en una sola foto, hecha el día de su boda.
Tenía grabado su nombre en las piedras de granito de la
entrada. Un trabajo bien hecho por Ulises: VILLA VIVA, como su madre, Viva, se
llamaba.
Todos conocían a Ulises en su pueblo: Leñeros del Monte,
pues jamás había salido de allí, ni jamás le hizo falta. Pensando el porqué, se
decía que no habría podido cuidar a sus cinco vacas, ni ordeñarlas, ni vender
la leche, ni los frutos de su huerta, ni sus huevos, los más grandes de
Leñeros; enormes, para gallinas tan chicas,
ni las aceitunas de los olivos, que desde las ventanas, divisaba por el día.
Todo eso pasó por su cabeza, como digo, cuando se disponía a
dormir. Más no pudo seguir pensando, por un gorgoteo. Se levantó, tiró de la cadena y cerró la llave de paso. Ahora
me duermo, se dijo.
Y a las seis de la mañana, como todas las mañanas, el gallo
le sacó de sus sueños. Comenzó su labor diaria y dispuesto a dormir pasado el
día, ocurrió que volvió a oír lo de la noche anterior y cerrando la puerta del
baño y la de su habitación, dejó de oírlo y se durmió.
Repentinamente, por la ley x35 de los derechos democráticos de
los empresarios de la autonomía de Leñeros, que vaya a saber quién coño es esa
gente, pensaba Ulises, no pudo vender absolutamente nada, sino de extranjis, le
pillo la municipal y lo metieron en la cárcel. Y gracias a los de su pueblo,
que esas leyes no conocían como otras muchas inventadas por los que no vivían
allí, pudieron sacarlo de la cárcel, además de cuidar de los animales y demás
cosas de Ulises.
El día que salió y durmió en su casa escuchó el gorgoteo,
aún teniendo las puertas cerradas, se levantó de la cama y con la cadena del
wáter que hacía ruido se ahorcó.
Los empresarios de la autonomía de Leñeros se alegraron
sobremanera, pues Ulises no hizo
testamento y no se le conocía pariente vivo, así que se quedaron con todo.
Lo que no sabían es que tres años después, todo se inundó de
agua y la tierra de Ulises, que en paz descanse, se la tragó un agujero enorme,
más grande aún que los huevos de sus gallinas.