Te doy gracias, Señor, por el tenue sol con que hoy nos iluminas. Ya han pasado tres días desde tu nacimiento, el frío sigue intenso, pero no puede ocultar la luz de tu venida. Esa luz, Jesús, aún niño, irá transformando en calor, poco a poco, el gélido corazón de los hombres, ese nuestro corazón tan sensiblero y lloroso para tantas cosas poco importantes, ese corazón nuestro tan duro, de piedra, para ti y para aquellos en los que más eres Tú.
Gracias, Jesús Niño, Palabra del Padre que a Él nos acerca y en Él nos hace hermanos de la gran familia de la Humanidad, la familia que en 33 años redimiste de sus pecados, para que todos sus miembros fuéramos hijos de un mismo Padre y hermanos en el amor.