Entra, Señor, en mi corazón, ábrelo de par en par. Entra y abrásalo de rincón a rincón, entra en tropel, no dejes nada sin hacerlo tuyo, toma posesión de toda mí. Si el corazón es tuyo, toda yo lo seré. Y se acabará el ansia, finalizará la pena, el vagabundeo de un lado a otro, de un pensamiento a otro, en este vaivén contínuo que no cesa aunque el alma crea estar ya toda en Tí.
Ven, Señor, y entra, arrasa, destroza la muralla que para Tí levanto, siempre abierta a los demás, siempre dando y ¿para Tí qué guardo? Necesito, Señor, que te apoderes de mí, que no dejes ni un resquicio sin ser tuyo. Encuéntrame si yo no te busco en alguna ocasión, si me distraigo, si te pierdo. Sé que para tí nací y los demás absorbieron mi tiempo y mi vida. Ya no más, Jesús, ya no más...
Ven aduéñate de mi todo yo, en este vivir terreno en que me veo inmersa, no te arrincones en mi vida. Apodérate de todo, de lo de dentro y de lo de fuera. Que sólo a Ti busque, que sólo a Tí encuentre y sólo Tú te quedes en mí.